“Primero me pongo los zapatos y después las medias”, dice Diego Pérez. La ansiedad es uno de los karmas que lo acompaña en la vida aunque afirma que nunca llegó a necesitar un tratamiento médico para combatirla. Dueño de un humor que acompaña a los argentinos desde hace décadas, el comediante que anunció el fin de los viernes de humor en ShowMatch no para. En la radio, en la tele y ahora también en el teatro, la agenda del Insoportable es un Tetris.
Futbolero acérrimo, Pérez rompió la racha para ver la final de la Copa América. “Todos los partidos los vimos en casas distintas de amigos, y en la final deserté”, revela en esta entrevista con Teleshow, y cuenta el motivo: si Argentina salía campeón, como efectivamente sucedió, no quería no haber compartido ese momento con su familia.
Muy aferrado a sus afectos, el humorista atraviesa el difícil momento de duelo tras la partida de su madre dos meses atrás. Le hubiera gustado que Herminia lo viera en Toc Toc, la obra que hoy lo tiene como protagonista, de la que tanto él como “la vieja” eran fans. “Es la obra soñada de cualquier actor, la vi con casi todas las variantes porque siempre me gustó”, dice ahora Pérez, tras el reciente estreno. La clásica pieza teatral dirigida por Lía Jelín ya copó la Calle Corrientes.
—¿Cómo te llevás con los TOCs? ¿Cuáles son tus propios TOCs?
—Los TOCs son para tratar porque son cosas que no las podés controlar. Las manías que tengo no llegan a ser un TOC, por ahora (risas). Pero tengo, y a medida que vas creciendo son más. Antes de acostarme, por ejemplo, sé que mañana tengo que ir a un determinado lugar a una hora, entonces ya sé qué radio tengo que dejar puesta en el auto por si me quedo dormido y no tener que apretar el botón. Lo mismo, por ejemplo, dejar en la mesa del living el mate, la yerba, un termo con el agua ya caliente como para que cuando me levante nada más haya que esperar un toque. Todo por si me quedo dormido, para hacer todo rápido. También dejo dos alarmas que suenan cada cinco minutos. Antes hacía la elíptica. Me quedaba dormido, un ratito más, un ratito más... Ahora, como detesto profundamente el sonido que hace, lo tomo como un enemigo personal, ni bien suena lo apago porque no quiero volver a escucharlo. Entonces, me levanto como un resorte. Pero es raro que me quede dormido; no me ha pasado, gracias a Dios.
—No hay TOCs con la llave de gas, la luz, las puertas.
—No, lo simétrico tampoco. Otra manía, por ejemplo: soy un enfermo de Woody Allen, Al Pacino, Robert De Niro, de Serrat, Sabina. Y como son toda gente grande, tengo películas de todos ellos, discos. Pero tengo algunos que todavía no abrí: los tengo con el celofán por las dudas que el día que no estén, tengo un estreno para mí...
—Tuviste la oportunidad de conocer a algunos grandes, incluso a Maradona. ¿Quién te falta?
—Hay dos que me encantaría conocer: Messi y Paul McCartney. Y De Niro. Otro monstruo es Al Pacino. En la música, Paul McCartney, y De Niro en lo que es la actuación. Y laburar en la tele, en teatro o en cine con Darín. Darín es uno de los que admiro. Por suerte, Beto Brandoni por lo menos me dirigió, pero Ricardo es uno de los que me falta, de mis actores favoritos. Si tengo que trabajar, prefiero con Darín y con Brandoni.
—Darín y Brandoni antes que De Niro.
—Me gusta tenerlos como ídolos a Pacino y a De Niro. Son los referentes de la actuación. Pero para laburar, me gustaría darme el gusto con esos dos monstruos arriba de un escenario.
—Recién hablabas de Messi. ¿Cómo fue el festejo por la Copa América?
—Asadito en casa, fue mágico. Todos los partidos los vimos en casas distintas de amigos nuestros, y en la final ya estábamos organizando y deserté. Me iba a pasar que si llegaba a ganar Argentina, cuando pasen unos años no iba a haber estado con mi esposa y con mis hijos. Quería disfrutarlo con ellos. Cuando ganamos en el 86, me acuerdo que lo vi con mi mamá, mi papá, Fernando y Gustavo, dos amigos, y me quedó para siempre, mi hermana Silvina. Así que hicimos asado en casa, vino mi cuñada y mi cuñado también. Fue muy emocionante. A todos nos emocionó como nadie Messi, a su manera, porque nunca va a ser Diego: Diego fue Diego y ya. Gracias a Dios los dos son argentinos y entonces, digo, cerremos de una vez por todas esa grieta si este u el otro. Los dos son nuestros.
—Necesitábamos una alegría en medio de esta pandemia. Vos pasaste un año muy difícil también en lo personal.
—Muy triste, muy triste.
—Hace muy poco murió tu mamá. ¿Cómo estás con eso?
—Estoy muy triste pero estoy en paz. No me quedé con nada. Mi mamá me dio todo, yo le di todo a mi mamá. Hasta el último suspiro. Hasta el último “Te quiero” que me dio. Cuando ya se estaba yendo y estaba entrando en el ACV que se la llevó, le dije “Te quiero”, y ella me contestó, ya con sus ojos cerrados.
—¿La sentís presente?
—El día que la llevamos a una guardia en San Martín, que es donde vivía, salimos con mi hermana y el GPS, y en vez de mandarnos por avenidas, nos empieza a mandar por calles. De repente veo que me dice: “Doble en Victorino de la Plaza”, y le digo: “Silvina agarrate”. “¿Qué pasa?”, “Agarrate”. Es una calle muy chica que no es transitada ni nada, pero cuando estábamos yendo al hospital donde la dejaban a mamá, pasamos por la casa donde nació. Había mil vericuetos y mil caminos para ir, pero pasamos por la casa de mi mamá. Ahí entendimos que era una despedida, que se iba mamá... Después, llegamos al lugar y el médico que la atendió se llamaba como su papá: Luis. El que le hizo todos los trámites, que nos aceleró todo, se llamaba Héctor, como mi viejo. No paraba de darnos mensajes hasta el día de hoy, tanto a mi hermana como a mí.
—¿Cómo está tu papá hoy?
—Recién en estos días cayó que mamá se fue. A veces conecta bien y otras no tanto, y el otro día me preguntó: “¿Por qué no estuve en la despedida?”. Le dije que mamá no quería. “Nos pidió que no fueras para que no la vieras en esa circunstancia”. Hasta eso pensó mi vieja: “Si me voy antes, que papá no venga, que no me vea ahí”. Mi vieja en vida daba todo, pero a los velorios no iba porque no quería quedarse con la imagen del féretro. No pudimos despedirla como corresponde por todo esto que se estamos viviendo. Nos dejaron una hora y media. Ya está. Papá lo entendió, le costó al principio. Recién le habían dado la segunda dosis y también era un riesgo llevarlo.
—Vamos con algunas preguntas del famoso cuestionario Proust a ver cómo te va. Empezamos con el principal rasgo del carácter de Diego Pérez.
—Soy una buena persona, soy componedor. Leal, honesto, verdadero.
—Principal defecto.
—La ansiedad. Primero me pongo los zapatos y después las medias. Me trabo las palabras por querer correr más rápido que las palabras. Pongo un churrasco (en la plancha) y pongo el tenedor arriba para que se haga más rápido.
—¿Siempre manejable? ¿Nunca te produjo algún trastorno?
—El sobrepeso. La ansiedad me lleva a comer fuera de hora, a picotear y todo eso. Cuando no tengo nada que hacer, como algo. Eso lo he tratado y he ido con el doctor (Máximo) Ravenna muchísimo tiempo. A veces gano, a veces empato, a veces pierdo. Hoy estoy en el empate.
—Bajaste un montón, Diego...
—Todo lo que me pasó en este último tiempo, tener que volverme de la temporada de Mar del Plata antes porque no nos fue bien, mis viejos internados, los dos, ir todos los días a verlos, llevarles cosas... Me revolucionó los tiempos. Se acomodó todo en ese momento y los podía atender casi todo el día; no estaba con laburo. Después, cuando pudimos sacarlos de la clínica, que estuvieron en el Güemes y los atendieron como los dioses, empezaron a aparecer los laburos. Cuando se fue mamá, apareció el doble como para que mi cabeza y mi cuerpo estén ocupados y no me tenga que detener tanto al tango de tener que llorarla mucho.
—¿Nunca tuviste que tomar medicación para la ansiedad?
—No, nunca. No tomo medicación.
—Si tenés que pensar tu ideal de felicidad, ¿cuál es la foto?
—Nosotros cuatro juntos: Mariela, Sofía, mi hijo y yo.
—¿Quién es tu héroe de ficción?
—El Zorro, lejos. El uno. El uno, el dos y el tres. Siempre. Tengo casi todas las películas que se han hecho de los distintos zorros. Las veo porque me gusta el personaje, pero Guy Williams es el uno, es el Maradona, Messi.
—¿Héroe en la vida real?
—Papá. Honesto, trabajador, sincero, tierno, buena gente. El hombre que te da todo y no le importa quedarse con nada. El hombre justo, el hombre cariñoso. Él cree que no es cariñoso pero lo fue siempre.
—¿Sos parecido a él?
—Dicen que soy muy parecido físicamente, la cara, con la diferencia de que soy de otra generación. Cuando cambiaba los pañales de mis hijos, mi viejo me decía: “Vos sos buen padre, yo no fui así”. “Papá, en tu época no era así. En tu época las madres estaban en la casa todo el día y hacían todo, eran las madrazas de antes. Eso no te hizo mejor ni peor padre”.
—Hábito ajeno que no soportás.
—Los chupamedias. Nunca me banqué a los chupamedias. Es un rasgo de la gente que, cuando lo percibo, digo... Chupamedias es sinónimo de traidor. El que más te alaba es el primero que te traiciona. No falla jamás.
—¿Tu estado de ánimo más común?
—Mucha energía, energía positiva. Mucha. Después caigo a la noche, ¡paf!, y siempre necesito una horita de siesta. Pero sí, voy para adelante siempre.
—Si le pregunto a Mariela, ¿me dice: “Que baje un poco”?
—Mariela va a decir que soy un torbellino. El año pasado llegó un momento en que me decía: “Andá, andá a comprar algo”. En casa siento a veces que molesto (risas). Por ejemplo, todavía está terminando de hacer las cosas: “Dale, ¿vamos a ver la serie o no?”. “Ya va, pará que todavía le tengo que acomodar tal cosa a los chicos”. Soy un hincha bolas, soy demandante.
—¿Mimoso sos? ¿Necesitás el mimo de Mariela, que te cuide?
—Súper, sí. De Mariela, de mis hijos, de mis amigos. Soy mimoso con mis amigos, soy de abrazarlos viste. Soy amigo de mis amigos, muy acuariano.
—¿Tenés alguna frase o alguna máxima que te guste?
—La de Almafuerte me gusta: “No te des por vencido ni aun vencido”.
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