“Me gusta concentrarme en la música, en las cosas lindas de la vida”, cuenta Donald McCluskey -o simplemente Donald-, el autor de hits repletos de ritmo como “Sucundum” o “Scaba Badi Bidú”.
El músico se prepara para una celebración especial: el próximo 24 de julio a las 21.30 festejará nada más y nada menos que seis décadas de música. Donald le canta al amor es el título del show que dará por streaming, y que anticipa el carácter romántico que tendrá esta noche de gala.
En esta entrevista con Teleshow, Donald no solo revela los condimentos de una velada que promete grandes recuerdos, sino que también repasa algunos detalles de su adolescencia difícil, la promesa que le hizo a su madre, sus encuentros con Diego Maradona y su presente como abuelo.
—¿Cómo te estás preparando para el 24?
—Con ganas, con ansiedad: no quiero defraudar a nadie. Son 60 años con la música. Festejamos con una orquesta en vivo, de ocho músicos, dirigidos por Miguel Ángel Castellarin. Van a ser canciones románticas, pero mías van a ser dos o tres nomás. La mayoría van a ser boleros de los años 50 y 60, con ritmos fusión, onda Quincy Jones.
—Decías que no querés decepcionar. ¿Cansa que siempre te pidan los éxitos o les tenés cariño?
—No, no... “Las olas y el viento”, “Tiritando”, “Siempre fuimos compañeros”, “Scaba Badi Bidú”, “Cosquillas”, “En una playa junto al mar”, “El milagro de tus ojos”, son obligadas.
—Estás asociado a la felicidad, a una cosa positiva.
—Me gusta eso. Me hace bien. Prefiero ni pensar en recuerdos tristes, trágicos o cualquier cosa que a uno no le guste. Me gusta concentrarme en la música, en las cosas lindas de la vida, de la familia, en los amigos, y disfrutar cada minuto. Eso es lo que siento ahora.
—Venís de una familia musical: hermanos músicos, un papá músico.
—Sí. Arranqué oyendo música desde la cuna, pero nunca pensé en dedicarme a esto. De chico, cuando me preguntaban qué iba a ser cuando fuera grande, siempre contaba lo mismo: “Abogado”. Y me recibí de grande, pero en realidad hace 60 años que estoy cantando: empecé a los 15 en televisión y nunca paré.
—En general estamos acostumbrados a escuchar de gente que, por mandato familiar, tiene que estudiar Abogacía o Medicina, pero que el sueño es cantar o ser artista. En tu caso, fue al revés.
—Pero por una situación familiar: una quiebra de los negocios de mi padre. Mis padres estaban en buena posición, el tema es que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...”. Pero sí, tuve una infancia de chico rico pero con sus contras también. La cuestión es que a los 15 años me largué a cantar y sigo cantando.
—¿Cuándo te largaste a cantar fue para poder terminar los estudios?
—En cierta forma sí, porque iba a un colegio privado. Me lo pagué gracias a que cantaba en televisión y ganaba bien. Pero en realidad hubiera seguido estudiando en la escuela pública de la misma forma.
—¿Pero fuiste con tus 15 años a hablar con el director del colegio?
—(Risas) Sí, fui a hablar con el rector. Le dije que quería continuar en el colegio pese a las dificultades financieras de mis padres. Entonces me dijo: “Bueno, pero ¿cómo lo va a pagar?”. Y le contesté: “Mire, brother, lo voy a pagar cantando en televisión”. “¿Televisión? ¿Pero cuánto va a ganar?”. Le dije lo que iba a ganar y me dijo: “¿Pero eso le va a alcanzar para poder ayudar a su familia?”. “Sí, claro, brother. Además, voy a conseguir cuanto trabajo pueda”. Me dijo: “Muy bien, McCluskey. Su lugar está asegurado y no tiene que pagar la matrícula”. Así que seguí en el colegio.
—Hubo un madurar de golpe, ¿no?
—Fue tomar conciencia de cómo era la realidad de las cosas.
—¿Te gustaba ya en ese momento la música, la tele, el empezar a ser conocido?
—Arranqué con las clases de guitarra y en las guitarreadas en las casas. Hubo una incursión en Guitarreada Crush, que era un programa de televisión en Canal 13. Después fue cuando ya me metí en el mundo de la música con las canciones que estaban de moda. La alternativa era un trabajo como cadete en Obras Públicas. Pero tuve esa propuesta que para mí representaba como ocho meses del otro sueldo. Entonces no lo pensé mucho y dije: “Sí, acepto”.
—Fue una adolescencia dura por la situación familiar pero ustedes ya habían atravesado momentos difíciles siendo vos bebé, ¿no? La muerte de tu hermano fue algo que seguramente los marcó para siempre.
—Sí, lo que pasa es que en ese momento era muy chico, entonces no capté cómo era la situación. Recién en los últimos años, casi más desde la pandemia, con más tiempo con uno, reflexionás sobre esto y lo otro... y empecé a descubrir cosas que quedaron en mi pasado, y debido a que me gusta escribir, desarrollé esa pasión. Muchas de esas cosas que tenía guardadas dentro mío, enigmas que tenía sin resolver, los fui escribiendo. Es más fácil contarlos escribiéndolos que relatándolos. Leo cosas que escribí hace siete años y digo: “¿Pero esto lo escribí yo?”. Y me pasó a mí, una vida de novela.
—¿Se viene el libro?
—No, por ahora no sale. Sale todos los días a través de las redes, en donde es un ida y vuelta con la gente.
—Contaste que querías ser abogado. ¿Querías ejercer o terminar la carrera?
—Originalmente quería cumplir con la promesa a mi madre de que me iba a recibir de abogado. En el 99 la concreté. Di la última materia, la que más me costó. Pensé que no iba a ser capaz. Pero finalmente me presenté, hablé 15 minutos y el titular de la materia Derecho Financiero y Económico se paró y me dijo: “Lo felicito doctor”. Una vez que me recibí dije: “No estudio más”. Pero justo al día siguiente me llamó el doctor Darío Rodríguez Miglio, de SADAIC, y me ofreció una beca para seguir estudiando en la Universidad de Palermo una materia que tenía que ver con la propiedad intelectual y la cultura en general. Cursé dos años y fue una buena experiencia.
—¿Y el vínculo con la política cómo surgió?
—De la misma manera que no me gusta hablar de enfermedades ni de remedios no me gusta hablar de política ni nada por el estilo. No quiero ser irreverente no respondiendo las preguntas. Tuve mi participación en política, fui concejal en San Isidro. Fue una experiencia muy valiosa pero ya no estoy en política.
—La música me imagino que te permitió conocer a gente maravillosa. ¿A quién te gustó mucho conocer?
—A Frank Sinatra. Mi hermano Alex estaba a cargo del Hotel Sheraton de Buenos Aires. Se alojó e hizo un show ahí, además de los muchos otros que hizo en el Luna Park, etcétera. Alex me invitó. Sinatra entró por la cocina, y había unos 20 mozos y mozas haciendo una fila, en el medio de un pasillo, e iba saludando. A los hombres les estrechaba la mano y a las mujeres les daba un beso. Hasta que llegó al fondo del pasillo, en donde estaba, y me dio la mano. Después fui a la sala a oírlo cantar.
—¿Conociste a Maradona?
—Lo vi dos veces, fue muy amable conmigo. Una vez en Mar del Plata, en el 81, y diez años después, en Punta del Este. Primero me tocó presentarlo en una feria. Me contrataron por la temporada entera para presentar grandes atracciones. Una multitud de gente se había congregado para verlo. Especialmente chicos, porque el slogan era: “Atajale un penal a Maradona”. La cuestión es que Maradona pateaba un penal a cada chico que se ponía frente al arco, les decía: “Poné las manos así”, y Maradona le ponía la pelota en las manos. Así fue como pasaron 500 chicos. Y al final, cuando terminó, me dice: “Ahora te toca a vos, ponete al arco”. Entonces me paré frente al arco, puse las manos y... ¡blum!, me la clavó en el ángulo.
—Un privilegiado haber estado en el arco.
—Sí. Y la segunda vez, en el 91, en La Barra, pasé frente adonde él estaba alojado. Estaba haciendo una fiesta, había mucha gente y estaba todo el mundo muy elegante. Miré por las ventanas, él me vio, salió a la vereda y me invitó a entrar. Justo en ese momento había salido a caminar porque hacía mucho calor y le digo: “No, Diego, no puedo entrar a la fiesta, están todos muy elegantes”. Entonces, buscó dos copas de champagne y brindamos en la vereda.
—Hablando de brindar, ya son 47 años en pareja.
—48 pronto. Con cuatro hijos, nueve nietos. Estuve 110 días en Hawaii, regresé hace dos meses. Tengo dos hijos y cuatro nietos que viven allá, y ahí me hice muy amigo de Marty Dread, que es un cantante de reggae, hoy en día rapero, y le inventó un rap a “Scaba Badi Bidú”. Me mandó la letra en inglés para que la grabe acá. Ese es mi próximo proyecto.
—¿Cuál fue el mayor período de tiempo que pasaste sin tocar una guitarra?
—Siempre tengo una guitarra al alcance de la mano. En este momento tengo cuatro, pero llegué a tener hasta 17.
—Son 60 años de canciones. ¿Hay alguna que sea la que más alegrías te haya dado?
—Una que me dio, pero no es uno de mis hits, es “Bailando en el Alvear”, de Don Bean. La oí desde la cuna. Es la canción que le dedicó mi padre a mi madre cuando se conocieron, cuando se enamoraron. Es muy linda.
—¿Cuál es la que más te sorprendió por el éxito que tuvo?
—”Scaba Badi Bidú”. Porque es una canción de hace 50 años y ahora la grabó el Bahiano con los Guardianes de Gregory. Es espectacular y para mí es maravilloso que esté nuevamente sonando.
—¿Tocás en casa?
—Casi todo el tiempo (risas). Últimamente los ukeleles, que son muy prácticos, chiquitos y cómodos, y son muy completos.
—¿Sos abuelo baboso?
—Sí, muy baboso (risas). Demasiado.
—¿Les enseñaste a los nietos a tocar?
—Sí. Con el ukelele me superaron.
—¿Qué te dio la música?
—Todo me dio. Me dio amor, el amor es música. La música es amor.
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