“Dirigir es una droga”, dice Fernán Mirás, mientras sostiene que el hilo conductor de su pandemia fue planificar su próximo filme. “Dentro de todas las complicaciones que sufrieron los proyectos del año, todo cambiaba y la película seguía firme”, destaca. Acompañado por sus mellizos, Sofía y Sebastián, que juegan a la Play mientras transcurre esta entrevista, el actor recibe virtualmente a Teleshow en su casa. El actor cuenta que su otro hijo, Santiago, ya lo superó en altura a sus 13 años. “Increíble...”, se sorprende.
Pero no toda la energía de Mirás está puesta en el futuro. Acaba de estrenar la segunda temporada de El mundo de Mateo, que ya tiene sus ocho episodios disponibles en FLOW. Y ensaya una nueva versión de ART, con la dirección de Ricardo Darín y Germán Palacios.
—Estrenó la segunda temporada de El mundo de Mateo. ¿Qué expectativas tenés?
—Muy bien, muy inesperado todo, me gusta mucho cómo juega con la anterior. Un montón de cosas que parecían un misterio empiezan a tener una lógica diferente.
—¿Cómo te llevaste con la pandemia y todas las cuestiones relacionadas a la tecnología, que de alguna manera posibilitaron el seguir produciendo?
—Con la tecnología soy pésimo, pero en general el Zoom lo arma otro. Dentro de todo lo dramático que tuvo tanto tiempo de encierro, el lado que resultó muy aprovechable fue que tenía un proyecto para dirigir y trabajé mucho en el guión, hice los storyboard y avancé un montón, cosa que usualmente no hubiera tenido tanto tiempo.
—¿Y con los quehaceres domésticos?
—¡Lo bien que limpio! ¡Lo bien que limpio! Descubrí que puedo hacer muy bien muchas cosas, pero cocinar sigue siendo algo que no hago bien... Lo que hacía mucho era escuchar audiolibros cuando tenía que limpiar la casa. Eso me ayudó un montón. Casi que por momentos me daban ganas de ir a lavar los platos para escuchar a Orson Welles. Fue la manera que encontré.
—Los nuevos saberes que trajo la pandemia.
—Uno ha descubierto maneras, incluso instrumentos. No es lo mismo un trapo con un secador que un lampazo. Uno se vuelve un experto y tiene conversaciones con amigos como: “¡Ojo!, el que gira, el lampazo…”. Y decís: “Che, estamos teniendo una conversación totalmente ridícula...”.
—¿Y con el rol de papá? La última vez que charlamos estabas haciendo una mochila de Cazafantasmas.
—Sí. No la terminé, pero hacemos muchas cosas. Se olvidaron y era un quilombo de hacer. Pero como hago juguetes para ellos, cuando se rompe algo me dicen “hay que arreglar esto” o me encargan: “Me gustaría tener el auto de Volver al futuro”. “Chicos, tampoco puedo…”. Es lindo porque los hacemos, y entonces tienen un juguete que saben de qué está hecho adentro.
—El mundo de Mateo encara entre otras cosas las dificultades de la adolescencia. ¿Cómo fue la adolescencia de Fernán Mirás? ¿Eras conflictivo?
—Conflictivo no fui, y ligué bastante poco bullying. Todos vivimos alguna situación donde nos sentimos incómodos o… Lo que me resulta muy curioso es que no sabés lo que pasó porque no lo viste. Mi mamá era docente y siempre decía: “Mi hijo no fue”. Era la frase cuando había un problema entre dos chicos. Venían los padres y los dos decían: “No, mi hijo no fue”.
—¿Cuál fue el peor dolor de cabeza que le diste a tus padres?
—Era bastante tranquilo. Tenía una especie de confianza de parte de mis viejos porque éramos tres, mi hermano mayor y mi hermana menor, y nunca hubo algo así, complicado. Sabía hacer la firma de mi mamá y ella sabía que yo sabía, pero confiaba en que no iba a hacer… Le mostraba el boletín, y a veces lo firmaba yo.
—¿Nunca hiciste un mal uso de esa falsificación de firma?
—No, nunca. Era más bien tímido. Además, hice el secundario en la (escuela) Manuel Belgrano de Bellas Artes, una escuela que no pasaba por la disciplina el asunto. Siento que a veces, en escuelas donde hay más presión o disciplina, están los que explotan por algún lado, tratando de romper las barreras. Pero era una escuela hermosa cuando era adolescente.
—Hace poquito Adrián Suar dijo que se va a venir la segunda temporada de ATAV. ¿Vuelve Samuel Trauman?
—Podría decir me llegó el rumor y en un momento teníamos dos bombines. Porque hizo falta en un momento. Y los dos están guardados. Uno está en Polka y otro lo tengo yo acá. O sea que, o se hace en Polka o yo salgo de gira contando chistes de fiolo... La verdad es que me gustaría. Varias veces casi ocurre. Es algo donde hay ganas de que ocurra. Nunca lo supe como algo confirmado. Cada tanto me llega el rumor.
—Además del estreno de El mundo de Mateo, estás con el proyecto de tu peli protagonizada, por Natalia Oreiro, y con los ensayos de ART.
—Me vuelvo loco de estar haciendo ART. Es una obra que como espectador me fascinó, la vi varias veces. Siempre me conmovía mucho. Me parecía muy curioso de Yasmina Reza (cómo) contar la amistad entre tres hombres de ese modo, con la excusa de un cuadro que cada uno ve distinto. Recuerdo charlas con productores hablando de una obra que uno leía, buscando obra para hacer, y muy seguido surgía: “No es ART...”. Era la vara. La combinación entre la comedia y la profundidad de un tema de estos tres amigos... Jamás se me cruzó. No es que alguna vez pensé: “Tal vez en diez años la pueda hacer”. Es fascinante.
—¿Qué tal Ricardo Darín y Germán Palacios como directores?
—Muy buenos. Es curioso, pero ser actor no te hace director: podés no saber cómo dirigir. Son muy buenos directores los dos. Tienen esa cosa del director que además es actor, que entiende muy bien en qué punto del proceso está uno. Entonces, es muy usual que adivinen cuál es el problema que estás teniendo y por qué. Ha sido un placer muy grande.
—¿Y Pablo Echarri y Mike Amigorena como compañeros?
—Sí, los tres muy fascinados. Fue muy raro todo el proceso. Hemos ensayado por Zoom en estos dos años, después nos hemos juntado a trabajar, pero trabajo de análisis. Y lo que es muy gracioso es que Germán y Ricardo hicieron la obra 12 años: nos reímos porque nunca hicimos una obra donde los directores saben más la letra que vos.
—Pablo Echarri dijo que tiene ganas de algún rol en la política. Tal vez alguna intendencia.
—Yo lo voto.
—¿A vos no te dan ganas?
—No. Dirigir, actuar y tener tres hijos, es mucho. No siento que sea una persona con el conocimiento ni la… Pablo se dedicó a la política toda la vida.
—Hace un tiempo una nota tuya estaba titulada como: “Fernán Mirás, más kirchnerista que nunca”. ¿Hoy te sentís así?
—No sé cuál es la vara para ser más o menos. Después de los cuatro años de Macri te volvés más kirchnerista que nunca. Es un momento muy complejo, muy delicado. Gobernar con la pandemia ha sido inimaginable y los años de (Mauricio) Macri fueron lo que esperaba. El endeudamiento bestial en cuatro años y la fuga de toda esa plata. Después, cosas como las escuchas a todo el mundo, incluso a los propios, la destrucción de la economía. Es fácil pensarme de este lado con todas esas circunstancias. No imaginé que iban a ser tan graves los cuatro años de Macri... No tanto. Fue muy rápido, y se hicieron pelota muchísimas cosas.
—¿Te gustaría un 2023 con Cristina Kirchner candidata?
—Es un buen momento. Alberto (Fernández) está haciendo, dentro de lo imposible que es esto y de las dificultades... El Gobierno también tiene dificultades para comunicar. Tengo una sensación muy extraña que es que durante los cuatro años del macrismo no se habló prácticamente del gobierno macrista, se hablaba del gobierno anterior. Y en las PASO ya le empezaban a preguntar a Alberto cómo iba a resolver la deuda y no se lo preguntaban a los funcionarios del gobierno de Macri. Entonces, pareciera que no ocurrió y que no pasó todo lo que pasó. Es muy difícil. Durante la cuarentena no se podía ver televisión: era un manicomio. Se entró en zonas totalmente surrealistas, como si todo estuviera permitido. Yo lo vivía de una manera muy simple: cómo contener a mis hijos, que no podían salir ni ver a la abuela. Un día, sin dar nombres, estaba con mi hijo de ocho años y había un periodista diciendo que nació su sobrina, medio llorando, y que no podía ver a la abuela. Dije: “Ahora me va a decir que quiere ver a la abuela”, y me dijo: “¿Pero qué le pasa? La va a contagiar”. Han sido... En el mundo, la cuestión de la cuarentena y la especulación con las vacunas, los laboratorios quedándose con las vacunas. De todo lo que la pandemia pudo haber revelado, lo que más me asombró fue ver que hay gente a la cual no le importa que muera mucha gente.
—En algún momento tuvimos la fantasía de que podíamos salir mejores, que nos podíamos amigar. Las fotos que quedaron de Alberto sentado con Axel Kicillof y Rodríguez Larreta daban ese indicio. Hoy pareciera que volvimos al blanco y negro.
—Sí, además muy disparatado: se puede decir cualquier cosa. Una cosa es discutir dentro de ciertos márgenes de dato duro periodístico, y otra... No es que me acuerde algo en particular ahora, pero hay gente que dice cualquier cosa. No sé adónde conduce no confiar en ninguna información. No es que cuando no hay cuarentena uno va al Congreso y averigua las noticias por uno mismo, uno se entera por los medios. El tema de las fake news en el mundo ha llegado a un lugar donde uno ya no sabe. Hace dos días vi que había muerto Raffaella Carrà y no sabía porque también escuché que murió Lole Reutemann y no había muerto, y después murió al otro día. Genera una incertidumbre muy extraña.
—Vos ya pudiste vacunarte. ¿Lo festejaste?
—Estoy vacunado con la primera dosis, pero hay que tener mucho cuidado. Fui a vacunarme, y lo que no había pensado que me pasó fue ver la cantidad de gente que había vacunándose… Toda la gente que se vacunaba ese día, en esa hora, y toda la gente que conozco, prácticamente, estaba vacunada ya el último tiempo. Incluso ahora gente que conozco de 35 años empezó a vacunarse. Por lo menos da como otra esperanza.
—¿Te enojan los que se van a vivir afuera o no te pasa nada con eso?
—Es una decisión muy personal y depende de las circunstancias. Tengo primos viviendo afuera, tíos que se fueron a principio del 80, por otras crisis económicas. Depende mucho de la decisión personal, de que la persona se pueda adaptar y de cómo a uno le va.
—Lo entendés. Vos podés acordar o no con ciertas cosas, pero no te agarra esa cosa de “listo, no vuelvas nunca más...”.
—No. Yo soy una persona muy local. Viví un año y medio en Estados Unidos, me encantó. Algunas de las cosas que más empecé a valorar de acá surgieron de haber vivido un tiempo afuera. En un punto envidio a amigos que tengo que han vivido en un montón de lados. Pensé que para mí era imposible. Fue una circunstancia que se dio por razones familiares y fue muy interesante que me pasara, pero soy una persona que necesita su casa, sus olores y su gente. Tengo esa naturaleza.
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