“Cuando una canción provoca algo bueno en alguien y le ayuda a cambiar un estado de ánimo, es una señal”, afirma un Diego Torres con conocimiento de causa: es uno de los artistas por excelencia que puede jactarse de haber inoculado al público con mensajes de esperanza.
Desde Miami, adonde vive junto Débora Bello y su hija, el cantante dice que “de las pocas cosas buenas” de la pandemia, una es haber podido estar “cotidianamente pegados con Nina”. Pero el confinamiento no solamente vino con más cercanía a la pequeña de 8 años, además, Torres formalizó en papeles su amor con la modelo.
Acompañado por su perro Gardel, que se cuela por momentos en este encuentro a la distancia con Teleshow, el artista presenta su nuevo material, Atlántico a pie, y por supuesto, nos regala momentos musicales maravillosos.
—Este disco empezó a componerse hace algunos años, tiene canciones de 2018, pero finalmente encuentra su cierre en medio de esta pandemia.
—Todos tuvimos que acomodarnos en estos tiempos y cambiar nuestras rutinas de vida y de trabajo. Para los que viajamos mucho trabajando ha sido un cambio drástico en nuestras vidas. Eso fue lo que me hizo reinventarme, de alguna manera, y meterme en el estudio a terminar este disco nuevo que era una cuenta pendiente. Las primeras canciones las empecé a trabajar antes de toda esta locura: “Un poquito”, con Carlos Vives, “Amanece”, con varios colegas. Tenía que sacar este disco y me tiene muy ilusionado porque refleja este mundo que uno viene viviendo. Un mundo personal, también, en el que se filtra lo que nos toca vivir con un horizonte amplio de canciones. Me identifica esta búsqueda incansable, inagotable en mi vida, de querer fusionar y que las canciones sean un puente con otros colegas de toda la región de Latinoamérica, de España también.
—¿En qué momento entendés que un material ya está? ¿Cuándo decidís que es hora de soltarlo?
—(Risas) Cuando tengo una fecha de entrega y no puedo cambiarla.
—La discográfica dice: “Basta”.
—Sí, lógicamente. A veces está bueno ponerse una fecha de entrega y una presión y trabajar contrarreloj. Realmente pude cumplir en este disco. Muchas cosas que tenía en mi imaginación se fueron construyendo a medida que fui avanzando en la composición de las canciones, en los detalles. Eso nos permitió tener un charlestón con aire de jazz con Florent Pagny, un reggae que es un emblema dentro de mi música, poder cantar sobre esa libertad que perdimos con Natiruts, volver a cantar con Ivete Sangalo, que es la reina…
—Siempre fuiste de navegar en todo tipo de fusiones, pero si hay un sello indiscutible de Diego Torres son las canciones de esperanza, de empuje. Ahora más que nunca, ¡cómo se necesitan esas canciones!
—Estamos atravesando momentos tan particulares, de tanta incertidumbre, de cosas que no sabemos cómo afrontar, discursos que difieren de los hechos. Hay algo natural en mí de siempre ir para adelante y ser un guerrero. Es una herencia de la vieja (Lolita Torres) de atravesar los problemas porque están en el camino y hay que cruzarse con ellos. Siempre lo sentí natural, y fue un regalo de la vida poder generar cosas buenas a la gente, acompañar en momentos buenos y en momentos muy difíciles, de pérdidas de seres queridos, de que se abrazan a una canción y de alguna manera… Tengo una prima que es instrumentadora quirúrgica y me manda saludos de las pacientes cuando están por parir escuchando mis canciones.
—Imagino que debe ser muy fuerte que elijan escucharte en esos momentos clave de la vida de una persona.
—¿Sabés cuándo lo entendí? Mi prima hizo algo muy inteligente. Nos queremos mucho, nos criamos juntos, ella fue la que sacó a mi hija de la panza de mi mujer y tiene un swing genial. Siempre me pide algún saludo, algún mensaje, pero con algún significado. A médicos, a gente que está luchando en estos tiempos, siempre por alguna causa interesante. ¿Qué hizo cuando cumplí años en marzo? Agarró a todos para los que me pidió saludos y les pidió un saludo para mí. Ahí entendí lo que te genera recibir un saludo: no sabés lo que puede generar en la otra persona algo trivial y tan fácil. Está bueno porque a veces uno da, pero también necesita recibir. ¿Te pensás que yo no tengo mi nostalgia, mi tristeza, mis problemas, mis cosas en la vida? Entonces, si le puedo mandar un mensaje a alguien que le haga bien, está buenísimo.
—Además, estamos viviendo un momento en el que si no nos tenemos los unos a los otros… Una crisis impensada que atraviesa a todo el mundo.
—Sí, nos atraviesa de arriba para abajo y de un costado para el otro. Una sociedad en la que siempre buscan dividir, ver de qué lado estás, cómo pensás, qué hacés. Me parece que tiene que ser una lucha más de ideas donde se busca un sentido común y una construcción de un sistema que funcione mejor. Si hay algo que quedó en evidencia es que eso no funciona. Es un momento para filtrar las cosas. Esta pandemia nos ha castigado mucho. He perdido algunos afectos importantes, gente que no he podido despedir. Ojalá que esto nos humanice un poco más. Si estás con la sintonía abierta, te humaniza, hace que te reinventes.
—Aunque no estés en Argentina, vos nunca te alejás de las cosas que pasan acá.
—Vivo hace muchos años viajando, desde los 18 pago impuestos porque empecé a trabajar y todo lo que tengo lo gané trabajando. Voy, vengo, represento a mi país. Cuando vos salís de tu país primero sos argentino, después sos quien sos: cantás lo que cantás, pero primero sos argentino. Es una responsabilidad que todos tenemos. No solo cuando viajás trabajando sino de turista también. Nunca perdí el contacto con mi país ni lo voy a perder. El año pasado, Manu Ginóbili nos convocó a un proyecto muy interesante: “Seamos uno”. En esas personas creo: en Ginóbili, Adolfito Cambiasso, Ricardo Darín, Gabriela Sabatini, (Javier) Mascherano, Diego Schwartzman. Ese grupo donde no había partidos ni división política sino la intención de llegar con cajas de alimentos y de artículos de limpieza a las zonas más carenciadas del Gran Buenos Aires.
—Una acción sin embanderarse en cuestiones partidarias.
—Esas son las cosas buenas con las cuales sirve conectarse. El desgaste de pelearse y querer manchar al otro es una pérdida de tiempo innecesaria. Necesitamos sentarnos a la mesa, con todo respeto lo digo, señores grandes que se dedican a la política y dejan expuesto que en realidad les importan más las elecciones de un lado y del otro para ver cómo se quedan con más poder. En vez de sentarse a decir: “A ver, ¿vos qué necesitas?”. Miremos a sociedades que avanzan muy bien, como Australia, Nueva Zelanda, los países escandinavos. Son referencias muy lejanas pero tratemos de empezar a copiarlos. Es muy difícil porque eso exige erradicar la corrupción, administrar correctamente, hacer un sistema con sentido común. Alguna vez tenemos que entrar en esa instancia.
—Ya es una costumbre para vos tener, de alguna manera, dos bases, entre Miami y Buenos Aires.
—Exactamente. Siempre me moví entre Buenos Aires, Miami... He vivido en España unos meses porque a veces las giras te demandan. Estaba acostumbrado a ir y venir todo el tiempo. Ahora (estoy) esperando recuperar la libertad de movimiento que teníamos y que pensábamos que era algo normal. Pronto va a volver y nos va a dar la posibilidad de estar cantando en la Patagonia, en el norte, en un lado y en otro. Hay una idea equivocada de esta ciudad. Yo no vengo acá ni a hacer shopping ni a buscar cosas banales que no tienen sentido; vengo porque es un centro de música en Latinoamérica muy importante donde pasan un montón de cosas. Sería más cómodo para mí quedarme en mi lugar y acomodarme. Nunca fui así, siempre fui de ir a buscar el desafío, de aprender. Hasta lo hablé con un psicólogo: si fuera por mí me iría a vivir a San Martín de los Andes, amo la montaña y esos lagos, pero hay un momento que uno tiene que entender que si las canciones viajan vos tenés que acompañarlas, no podés dejar una canción a la deriva en el medio del mar. Así vas construyendo tu lazo con el público colombiano, el español, el mexicano y eso lleva años, discos, constancia. Por eso estoy en movimiento, y te perdés cumpleaños, te perdés afectos, dejás cosas de lado. Esa es la vida del viajero, del cantor.
—Te casaste en plena pandemia. Cuando la conociste a Débora, ¿te diste cuenta rápido de que era la mujer de tu vida?
—No, eso lo vas construyendo con el tiempo. Fuimos viviendo muchas cosas. Siempre sentimos que había que vivirlas primero para llegar a consolidarnos como pareja o como familia, casarnos. Así lo vivimos. Fue algo muy chiquito, íntimo, nuestro, en un momento complicado. Y también, compartirlo y disfrutarlo con Nina.
—¿Hubo propuesta de casamiento? ¿Cómo fue la decisión de dar ese paso?
—Es algo nuestro. Es algo lindo, chiquito, nuestro. Jamás voy a contar nuestras intimidades en ese sentido.
—¿Cómo te encontrás como padre?
—Disfruto mucho. Los hijos te vuelven a redescubrir en la vida. Pensabas que eras una persona pero te das cuenta de que te vas convirtiendo en otra. Disfruto mucho de estar con ellas y de pasarla bien, compartir cosas, charlas, películas. Todo tipo de cosas. Es un lindo momento y, al no estar viajando, me permite estar conectado día a día y es glorioso porque esas cosas después no vuelven, son ahora.
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