“Su expediente fue aprobado. A partir de ahora empezarán a recibir llamados de posibles niños y niñas en calidad de adoptabilidad”. El mensaje, que había llegado a la casilla de mails de Sergio Verón y Franco Verdoia, anunciaba un antes y un después irreversible en sus vidas.
El entrenador y el director de cine y teatro, que ya llevan más de 13 años juntos, siempre supieron que querían ser padres. Aunque no tenían del todo en claro cuál era el camino, en algún momento la decisión decantó e iniciaron los trámites para adoptar. “Con Sergio somos el agua y el aceite, pero en este punto siempre estuvimos muy alineados”, dice Verdoia en esta entrevista con Teleshow.
Así fue como tiempo después llegaron Ariadna y Crystal: con 11 y nueve años, respectivamente, estas dos niñas vinieron a cambiarlo todo.
El mito de la burocracia infinita
Con la determinación de quien tiene una certeza, Sergio y Franco ingresaron a la página del Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos (RUAGA) de la Ciudad de Buenos Aires para iniciar el proceso. Era 2019 y para 2020 la carpeta ya estaba completa.
“Nos sorprendimos de lo sencillo que fue. Estaba todo muy claro. Había que presentar un informe, ir a unas charlas y completar el expediente”, cuentan. Entre los requisitos para encarar una adopción de a dos, se encontraba la unión civil. Así fue que, además del proyecto de la paternidad, se animaron al casamiento. “Fue un trámite. Nuestras familias no sabían que nos habíamos casado, se enteraron después”, confiesan.
—Esto que cuentan rompe algunos mitos que hay entorno al proceso de adopción que pareciera ser algo muy engorroso.
Sergio: —Hay una página web con instructivos. Es un camino de quién sos, dónde vivís, datos de tu familia. O sea, quién es uno, independientemente del número del DNI. Trámites que no nos parecieron burocráticos sino pertinentes. Alguna vez fui a la Embajada de Estados Unidos a solicitar una visa y hasta me parece que era más complicado ese trámite que este.
Franco: —No es para nada desalentador el proceso. Al contrario, está muy bien explicado y acompañado por el Estado.
—Imagino que a medida que van avanzando también llegan nuevas preguntas y nuevas decisiones a tomar, que tienen que ver con la edad, el sexo y cuestiones a considerar sobre ese hijo o hija que está por llegar.
Franco: —Para eso son muy importante esas charlas que dan en el RUAGA. Son talleres que te ayudan a expandir la cabeza. Al principio Sergio tenía mucho temor de adoptar niñas.
Sergio: —Sí, la privacidad. Y después, en lo cotidiano, hemos estado en lugares públicos y es el temor de acompañarlas hasta la puerta y no poder entrar. A ellas a veces les pasa que entran a un baño y les da miedo. En su momento, me planteaba que con un varón iba a ser mucho más fácil. Todos prejuicios. De hecho, a los pocos días que vinieron a vivir a casa la más grande arrancó con su ciclo menstrual y fue todo… Le dije: “Bueno, quedate tranquila, tranquilicémonos, vamos a ir a una ginecóloga”. Y me dice: “No, papá, le pasa a todas las mujeres. Lo único que quiero es que vayamos a comprar toallitas”. ¡Qué sé yo!
Franco: —Ahí llamamos a la tía Gisela, mi hermana.
Sergio: —Por videollamada, porque estábamos en cuarentena, y todo se resolvió muy fácilmente.
—¿Siempre tuvieron en claro que podía no ser una hija sino dos, como se terminó dando?
Franco: —Después de la charla todo eso se fue empezando a abrir. Lo mismo que la edad. Empezamos diciendo “hasta seis años” y terminamos diciendo “¿por qué no ocho o 10?”. Cuando nos llegó la convocatoria de nuestras hijas, estaba fuera de lo que nosotros habíamos pautado. Habíamos dicho hasta ocho años y fuimos igual. Ahí terminamos de entender que hay algo que trasciende la edad.
—¿La convocatoria por las chicas fue la primera que recibieron?
Franco: —Sí, el primer mail que recibimos fue el de Ari y Cris. Por supuesto, no decía el nombre. Decía: “Buscamos hogar para dos hermanitas de nueve y 11”, y algunas características mínimas de su situación de vida. Y fuimos a la reunión.
Sergio: —No fuimos solos: había otras parejas. Se convoca a varias familias y te cuentan el caso sin darte ningún detalle específico.
Franco: —Muy poco. Si hay alguna problemática de salud, si tienen más tendencia a lo artístico o en qué grado están, si están escolarizadas. Hay un recelo de guardar información que tiene que ver con preservar identidades de chicos que han perdido todo tipo de derecho.
Parir una familia
Después de varias reuniones, de preguntas y repreguntas, llegaron a la decisión de querer conocerlas. En medio de una pandemia impensada cuando en 2019 comenzó el proceso, el primer encuentro fue en una oficina con protocolos sanitarios mediantes.
Franco: —Pese a toda esa frialdad que impone el barbijo y la distancia, terminó siendo un encuentro muy fuerte.
Sergio: —Nos trajeron cartitas, corazones, cajitas, dibujos. ¡Un montón de cosas que nos habían hecho! Nosotros llevamos ese set que les encanta a las niñas para hacer collares y pulseras; llevamos para merendar. Habíamos hecho una torta en casa.
—¿Fueron asustados, nerviosos?
Sergio: —Muy.
Franco: —Porque además, ellas tienen que elegirnos. Por más que nosotros tuvimos el sí en el primer segundo, si alguna de ellas decía “no”, iba marcha atrás.
—¡Que difícil el momento de irte ese día!
Sergio: —Nos aflojamos y no parábamos de llorar.
—Habías conocido a tus hijas...
Franco: —Imaginate cuando te entregan a tu bebé, recién parida. Es muy fuerte.
—Después de ese encuentro, ¿le preguntan a las chicas qué quieren hacer?
Franco: —Exacto, las entrevistan. Dijeron que sí y se generó un nuevo encuentro en el que ya estábamos un poco más distendidos. Ya teníamos ciertas garantías de que hubo match. Llevamos juegos, otra merienda, estuvimos un rato largo, y después no se querían ir. Después vinieron llamadas telefónicas y videollamadas con muchas dificultades por la situación del Covid…
Sergio: —No podíamos entrar al hogar, ellas no podían venir. Se suspendieron las reuniones en la oficina.
—Me imagino que en esa instancia, con una afinidad mutua y un vínculo creado, movés cielo y tierra para poder llevártelas.
Franco: —Presionamos mucho, volvimos locas a las chicas del Concejo, que fueron un amor. Y un día fuimos a buscarlas.
Crear un hogar de cuatro
“Los primeros meses fueron muy duros porque es donde aparece este tira y afloja en el que te van midiendo para ver hasta qué punto vas a aguantar”, reflexiona Franco y cuenta que detrás de las dos nenas que ahora vienen a ser sus hijas, hay una historia de dolor, violencia y abandono que subsanar. Sin embargo, Sergio suma una perspectiva distinta al asunto. “Sí, vienen con una mochila de nueve y 11 años, pero se tienen que adaptar a una historia de 50 y 40 y pico de años. Ellas también tienen que soportar de este lado berrinches y enojos nuestros. Entonces, ¿por qué yo no voy a tolerarlo de ellas?”.
—¿Cómo fue la primera vez que les dijeron “papá”?
Franco: —Fue al instante. El primer llamado, después de habernos visto por primera vez, Ari nos dijo: “Les tengo que hacer una pregunta”.
Sergio: —”Lo estuvimos trabajando con Cris, estuvimos analizando cómo decirles, porque es frío decirles ‘Sergio’ o ‘Franco’, pero también va a ser muy confuso decirles ‘papá’ porque van a contestar los dos”.
Franco: —”Entonces pensamos que a Franco le podemos decir ‘papi’ y a Sergio ‘papá’”. Y se dio espontáneamente. Los primeros tiempos uno se siente como que está jugando al papá y a las hijas. Hay tanta necesidad de armar la familia.
—¿Y la primera noche? ¿La primera vez que fueron a su nueva casa?
Franco: —Hubo un primer día en donde se quedaron una sola noche, como un primer ensayo. De hecho, nuestra casa todavía no estaba preparada para una habitación con dos camas para ellas, porque es parte del proceso. Uno tiene que ir armando esa casa con ellas adentro: tienen que elegir dónde dormir, cómo es esa cama... La primera noche fue medio una pijamada en un sofá cama, tratando de ser los papás copados y divertidos. Guerra de almohadas, pochoclos. ¡Fue un quilombo!
—Todo lo que hoy ya no permitís.
Franco: —Todo lo que hoy no.
Sergio: —Yo sí hago cine con pochoclos.
Franco: —Sergio es más quilombero, yo soy más castrador. Esa noche estaban fascinadas: les tocaron estos dos papás re locos, buena onda, nos divertimos muchísimo. Y las primeras noches fue difícil el sueño porque estaban en un lugar nuevo, con ruidos nuevos. Tenían pesadillas o no podían dormir.
Sergio: —Se levantaban de noche, teníamos que ir a la cama con ellas.
Franco: —Las primeras noches de los primeros meses fue acompañarlas en ese llegar a este nuevo lugar y que de a poco se vayan apropiando de lo que va a ser su hogar y su nueva familia.
Sergio: —No era el temor a esta casa. Les venían sueños y cosas vividas, pasadas, preguntas: “¿Dónde está el resto de mi familia?”, “¿Dónde está mamá?”. Nosotros al principio tampoco sabíamos dónde estaba la mamá. Era un secreto del expediente. Después tampoco sabíamos en qué condiciones había fallecido. Era terrible. La más chiquita se despertaba y me decía que ya sabían que su mamá había fallecido. Y lo fuimos trabajando con el equipo y, hace poco, en el mes de mayo fue el cumpleaños de mamá, y por primera vez en su vida fueron a ver la tumba. Pasó mucho tiempo. Entonces, ante un berrinche, siempre me pongo en el lugar de ellas.
—¿Pasaron mucho tiempo en el hogar o en distintos hogares?
Sergio: —Cuatro años. Fueron pasando por diferentes hogares. Esto que voy a decir nunca lo dije: ellas tuvieron posibilidades de tener otra familia, una mamá y un papá, y después de encuentros y de vinculaciones...
Franco: —Esa familia las devolvió. No las aceptó.
Sergio: —Aunque parezca... A mí me parece terrible, me parece tremendo: hay casos en los que los niños son devueltos. Nosotros vivimos una situación terrible un día ahí en el Concejo donde alrededor nuestro se empezó a armar un conflicto. Un nene llorando muy mal, muy dolido, había gente que iba y venía. Había un matrimonio. En un momento pregunté: “Quiero saber qué está pasando”. Me dicen: “Están devolviendo a un nene”. Me acuerdo ese momento y era una cosa terrible. Me quedó grabada la cara del nene llorando, y lo estaban devolviendo. ”¿Por qué lo están devolviendo?”. “Porque no soportan que el nene haga ruido cuando come y no está cumpliendo como tiene que cumplir con la parte educativa, con la escuela”. Es terrible. Y ellas (por sus hijas) también en algún momento lo vivieron en su vida, nosotros no lo sabíamos. Ellas después nos lo contaron. No profundizamos en muchas cosas para no abrir heridas, pero para analizar qué es lo que sintieron y qué es lo que sienten hoy, y si es algo superado, les pregunté: “¿Y qué pasó con ese matrimonio?”. “Nos olvidaron. Nunca más nos vinieron a buscar. Nunca más nos escribieron. Nunca más nos llamaron”. “Ah, bueno”, les digo yo, “se habrán perdido por ahí...”, como para minimizar un poco. Pero lo más doloroso es esto: te vas enterando de que hay gente que devuelve niños.
Bienvenidas
El 12 de julio de 2020 finalmente Sergio Verón publicó un mensaje de felicidad en las redes. Ari y Crys ya eran parte del hogar.
—La paternidad, más allá de ser mágica, genera contradicciones. Hoy estamos todos más abiertos a conversar que hay días en los que uno reniega de la decisión de tener un hijo y se lo replantea. ¿Les pasa en algún momento?
Franco: —¡Es que sí! Te pasa. Cuando empezás a vivir el cotidiano de incorporar y ahijar a estas dos niñas o niños, o lo que te haya dado la vida, empezás a tomar contacto con la realidad. Hay una distancia bastante grande entre lo que imaginabas y lo que es. Ahí es cuando empezás a lidiar con esas contradicciones y, tal vez, a entender por qué existen parejas o familias que no pueden avanzar con la adopción.
—Franco, ¿con qué papá te encontraste que sos?
—Es muy fuerte reconocer a mis propios padres en un montón de conductas que tengo, con todo lo bueno y lo malo que eso trae. Muchas veces me encuentro reproduciendo determinados modelos. Al principio, me generaba mucho conflicto porque también necesitaba encontrarme con qué tipo de padre soy. Me ha tocado en esta repartija de roles ser el papá que conduce: el que está más encima de las tareas, de la agenda, de cuándo hay que comer, de cuándo hay que bañarse. Yo imaginé que iba a ser un papá más vinculado a la sensibilidad del juego, al estímulo y sin embargo soy el que dice: “Son las nueve, tienen que comer. Son las 11, apaguen el teléfono”.
—Sergio, ¿vos te sorprendiste con el papá que sos?
—Yo disfruto todo el tiempo y me encanta trabajar en esto. También me pasa que me daba lo mismo almorzar o no almorzar, merendar a las cinco o no merendar y tomar un café. Eso obviamente lo tuve que revertir, pero trato de complementar esta rigidez para que ellas también entiendan que hay dos partes: la que hay que cumplir al pie de la letra, y la que se puede relajar un poco uno y hacer otras cosas.
—Están muertos de amor.
Franco: —La otra noche pasó una cosa muy graciosa, esos destellos que te da la vida. Estás en el medio del quilombo de la cena y no sé qué comentario hice porque me había sentido un poco mal, y Sergio me pregunta: “¿Te sentís mejor?”. Y yo le digo: “Sí, sí, ahora estoy mejor”. Y Cristal manda: “¡Bueno, así es la vida!”. Cuando pasan esas cosas, con esas respuestas, esas salidas tan espontáneas, las miro, lo miro a Sergio, y no lo puedo creer. Son esas cosas que te dan vuelta la escena y que decís: “Esto es maravilloso, es hermoso, son hermosas”.
Mirá la entrevista completa