“Alimentar tiene que ser una responsabilidad”, dice Sofía Pachano. “El sistema inmunológico va a estar bien si te alimentás bien”, afirma. Al frente de Cocineros Argentinos, por la Tv Pública, la multifacética artista hace hincapié en la importancia de dar un mensaje siendo consciente de que le habla a la población de todo el país.
Luego de participar en MasterChef celebrities, el programa más visto de la televisión argentina durante la pandemia, Pachano confirma que por el momento no está pensando en ponerse un restaurante. “Todos mis amigos del rubro me dicen que no lo haga porque después la gastronomía pasa a ser otro tema”.
La actriz trabaja en lo que será su primer libro. El material, con publicación prevista para fin de año, está dedicado a sus abuelos. La conductora, que recientemente perdió a su abuela Dorita, cuenta que llegó a leerle la introducción antes de su partida. “Al menos pudo saber en vida que le iba a realizar este homenaje”, cuenta emocionada.
En esta entrevista con Teleshow, la artista se anima a confesar qué piensa de la primera búsqueda que aparece en Google asociada a su nombre: “nariz”. Te invitamos a ver este video para conocer qué más se pregunta la gente sobre la hija de Aníbal Pachano.
—¿Cómo la estás pasando en esta experiencia en la TV Pública?
—¡Re bien! Acostumbrándome a la diaria. Estoy acostumbrada a la de teatro, es muy diferente todo. Lo bueno que tiene Cocineros es que podemos hablar de millones de cosas, pero al estar en la TV Pública no te persigue el rating todo el tiempo. No es que por cucaracha me están diciendo que cambie de tema porque no funciona. Te dejan un poco más ser y que el programa fluya. Además, que sea tan federal fue una de las razones por las cuales acepté. Es una responsabilidad.
—Vos ya habías conducido pero no en vivo ni con esta popularidad.
—La adrenalina del vivo... Decís una boludez y ya está. Me lo planteé como un desafío pero traté de que no me gane el miedo y la inseguridad. Es una oportunidad para un camino que venía haciendo. Me divierte, es como un juego.
—Mencionaste el rating. Viniendo de estar en MasterChef, el programa número uno de la televisión en cuanto a rating, ¿cómo juega en el ego pasar a la Televisión Pública con otro formato?
—Es un mimo porque ahora estoy conduciendo, no participando. Es un crecimiento en relación a mi parte gastronómica y es algo más a largo plazo. Más allá de que en MasterChef se vio que me interesaba la gastronomía, se vio también que me interesaba un tipo de gastronomía. Era la única vegetariana, entonces fue como: “Che, acá estamos, no se olviden de nosotros, no es solo comer ensalada”.
—¿Te gustó participar?
—¡Hermoso! Es uno de los formatos que no falla a nivel mundial. Pasé por todo: odiarlo, quererlo, amarlo, llorar, reír. No deja de ser un reality en el cual se ponen las emociones. Me dormía a las tres de la mañana viendo recetas, anotando. Nos dejaban entrar con unos cuadernitos, no son machetes, pero no sé... “La masa sablé son 200…”, las ideas. Me quedaba hasta las tres de la mañana. MasterChef fue muy genial.
—Hablando de cocina, hay algunas anécdotas en restaurantes con tu papá, de peleas y plantones en medio del local...
—¡Ay, siempre! Era muy pachanesco hacer eso. Llegó un momento en el que dejamos de ir a restaurantes. Si nos vamos a pelear en cada restaurante y uno de los dos se va a ir es un papelón. Ya éramos conocidos. Yo decía: “Alguien nos va a grabar”.
—Cuando el que se iba era tu papá, ¿dejaba la cuenta paga por lo menos?
—¡No! Seguramente se iba, pero por ahí volvía después. Hacía show y volvía. Eso es muy Pachano, también. “Me paro, abandono el móvil”, se usaba mucho. Te abandono la cena y me voy, pero después vuelvo.
—¿Costó mucho dejar de ser “la hija de” en el medio?
—Varío constantemente de profesión porque siento que uno no tiene que ser una cosa sino tener muchas herramientas para la creatividad. Varío pero “la hija de” va marcada en mi profesión. Por lo general, es: “Sofía Pachano”, “Ah, ¿la hija de Aníbal?”, “¡Ay!, ¿para qué me estoy matando?” No sé si me pesó en un momento, supongo que más de chica para demostrar que el lugar lo había conseguido. Obviamente, soy la hija de Aníbal y empecé en Showmatch porque mi papá era jurado. Eso servía, pero el mantenimiento en los años me lo gané por mi trabajo. Me pesó los primeros años, ahora me da risa.
—Tu papá me contó que cuando tuvo Covid estaba con tu perro, con Apolo, y que se había contagiado también...
—Casi lo matamos con mi mamá porque le dijimos: “¡No podés decir que mi perro tenía Covid! No le hiciste un análisis” (risas). Esas cosas son muy de Aníbal. La gente me escribió. “¿Tu perro tuvo Covid? Contame ya”. ¿En qué momento? “Pero estaba muy caído”. Quizás estaba caído porque no salía, porque lo veía caído a él, porque me extrañaba a mí. Por ahí tenía Covid, pero nosotros no lo podemos saber, lo tiene que determinar un veterinario. Esas cosas son las cosas de mi padre que… Son luchas. Apolo está bien, está acá al lado mío, durmiendo en su cucha tapadito. Rompe las bolainas como siempre pero está bien.
—¿Cómo está el noviazgo? Tuvieron una época de ciudades distintas, ¿y ahora la pandemia los hace convivir?
—Bien, muy bien. Nos agarró la pandemia cuando estábamos empezando, seguimos hablando durante todos los meses que no pudimos vernos y ahora está acá. Estamos conviviendo pero nos gusta decir que somos ciudadanos del mundo. Hoy vivimos acá, mañana en otro lado. Aunque cada uno esté en una ciudad, se puede tranquilamente mantener una relación de pareja. Es un concepto medio viejo el de que tenés que vivir en la misma casa, dormir en la misma cama, estar en el mismo… Era más de nuestros abuelos eso.
—No sos posesiva en los vínculos
—No sé si tiene que ver con ser posesivo. La libertad es la base de la pareja. El otro tiene que estar en el lugar que quiere estar y, por ahí, es yo acá y él allá si le sale un trabajo. Todavía soy de una generación que te tenés que casar, tener hijos, ese mandato. Pero me parece importante también la libertad como base de la pareja porque así vamos a durar un montón de años. Si no, no va a funcionar.
—¿Es cierto que de chica no te dejaban que se quede a dormir un novio en tu casa?
—Sí, espectacular eso. Pobre mi ex novio. Mi papá no quería, mi mamá sí, Aníbal tiene algo que es que lo ves todo liberal y cero, es estructuradísimo. Mi novio en ese momento vivía en Haedo y nosotros en Almagro, y le decía: “papá, no se puede ir”. Yo siempre más madura, le dije: “Hay algo que no estás entendiendo. Si me decís que se tiene que ir a las 12 de la noche, como es un peligro, no estás entrando en razón. ¿Querés que duerma en el sillón? Duerme en el sillón”, “No, no duerme acá”.
—¿Cómo viviste como hija todo lo que tiene que ver con su salud en los últimos años?
—Crecí mucho con temas suyos de salud. En los últimos años, trato de mirar siempre lo positivo. Es complejo acompañar. Los que acompañamos necesitamos que nos acompañen, también. Soy hija única y es difícil porque no tenés manera de repartirte las responsabilidades. Todo cayó en mí. Sobre todo cuando le pasó lo del cáncer. Él venía con mucho quilombo. Había que hacerse cargo de su salud, de su economía, de su casa. Había que ordenarlo y más con lo que acababa de pasar: mi papá estaba con un cáncer tremendo. Hoy, con el diario del lunes, lo ves y decís: “Che, loco, tenés una capacidad de autodestrucción y de sanación en el mismo metro sesenta y cuatro que no lo puedo creer”. Otra persona en su lugar ya no estaría entre nosotros.
—Sí, una capacidad de sanación enorme.
—Si me preguntas qué me gustaría heredar de él, es eso. No la parte de autodestrucción, obviamente. Esto de ponerle el pecho a las balas. También el escuchar. En su momento no escuchaba y cuando se enfermó, fue a la Fundación Salud y fue un antes y un después. Para mí también como acompañante, saber cómo acompañarlo y entender que la enfermedad era de él y que iba a hacer lo que quisiera. Te acompaño en tus decisiones y también hay un límite en el acompañamiento.
—Algunas de las preguntas que como sociedad nos estamos haciendo tienen que ver con la exigencia estética. ¿Cómo te llevás con vos misma, con tu propio cuerpo y con la mirada del afuera?
—Me costó muchísimos años por cómo es Argentina. No siento que el resto del mundo sea así, tan estético para todos. En el resto del mundo está la gente que trabaja en la tele y la que no trabaja en la tele no tiene ese peso estético de la diaria. Acá desde muy chiquitas todas lo tenemos. Recuerdo amigas mías que a los 11 años les crecían un poco los pelos de las piernas y las mamás las llevaban a depilar. Argentina tiene algo muy feo con la estética. Si no entrás en ese 3% de hegemonía, empezás con los traumas desde muy pequeño.
—¿Te costó salir de ese lugar?
—Muchísima terapia y aceptación de un montón de cosas. Cuando lo logré… O sea, no es que me amo completamente, sí me amo. Sé que valen otras cosas mucho más fuertes que lo estético. Sí digo: “¡Uh! debería entrenar un poquito”, pero lo hago porque quiero, no porque no le vaya a gustar a los hombres.
—Ahora, ¿en ningún momento se transformó en un problema para vos? No hubo temas de salud ni alimenticios en la adolescencia vinculado a lo estético.
—No, gracias a Dios no. Por eso, cuando me hacen alguna crítica en las redes sociales, lo comparto para que entendamos que no hay que opinar sobre el cuerpo del otro. Las redes nos dieron cosas muy buenas pero esa parte... También en los programas de chimentos todo el mundo podía opinar del otro, de su vida, su cuerpo, lo que se puso. Recién ahora, en el último año y medio, está cambiando. Costó mucho. Vos no sabés cómo está el otro para recibir esa crítica. En las tapas de las revistas o en los medios se ha puesto: “¡Mirá cómo envejeció!”, “¡Mirá qué bien!” No hay ni bien ni mal para envejecer. A veces en la vida tenés un montón de golpes, vas a envejecer como puedas. Aparte, envejecer no está mal. Es lo que nos va a pasar.
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