“Cuando empezás de muy chica, hay veces que no sabés ni quién sos”, dice Carolina Peleritti. A lo largo de los años, la artista supo atravesar un proceso de búsqueda personal que hoy la lleva a plantarse con toda seguridad arriba de un escenario. Ya sea para actuar o para cantar, explica Peleritti que es fundamental integrar todas sus partes y sus mundos expresivos.
Desde hace un tiempo, y como parte de esta identidad que no se disocia sino que une sus diferentes facetas, la actriz sacó a la luz su nombre completo, hasta ahora desconocido popularmente: Carolina del Carmen Peleritti. “Es una manera simbólica de poder nombrarse”, confiesa en esta entrevista con Teleshow. Nombrarse como una forma de asumir la propia identidad en todos sus aspectos.
Hoy, este recorrido de transición la encuentra presentando su nuevo trabajo musical: Aleteo.
—Este disco es un trabajo que empezó hace tiempo y que la pandemia, de alguna manera, vino a atravesarlo.
—Grabé todo el material en 2019, casi todas las canciones. A mi tiempo, en estudio, con cada uno de los productores, teniendo la intención de tenerlo listo para el 2020. Hasta el arte de tapa estaba hecho con Ale Ros y Val Musso, y las fotos. Un tiempo bastante sereno para una grabación. Cuando pasa lo de la pandemia, que nos invita a meternos para adentro, frenar esa proyección que teníamos y también, encontrarnos con un montón de cosas que por ahí no teníamos el tiempo ni de recapitular ni el espacio para procesar, fueron meses de mucho trabajo personal. Estuve casi cuatro meses en Buenos Aires hacia adentro. No tenía muchas ganas de hacer vivos ni de nada. Me tomé ese tiempo para pensar cómo quería seguir. También, empática con todo lo que estaba sucediendo. Era un momento donde tampoco sabíamos qué estaba pasando día a día. Fue muy valioso. Un montón de cosas empezaron a decantar, que tienen que ver con esto de, cuando uno tiene algo para entregar, desde qué lugar lo va a hacer. Nos trajo mucho aprendizaje en lo individual y en lo colectivo.
—También te diste el espacio de pasar tiempo de la cuarentena con tu mamá.
—Me fui a pasar unos días con mi madre, a estar con ella porque estaba sola. Me quedé cuatro meses. Hacía muchísimos años que no convivía con mi madre y fue un hermoso encuentro y una gran posibilidad de estar en la naturaleza. Un encierro a cielo abierto. Eso me generó un movimiento en lo creativo. Empezaron a haber propuestas, invitaciones y se empezó a mover la posibilidad de pensar en la post producción de este material.
—La pandemia y la cuarentena, de alguna manera, trajo muchos reencuentros. Dábamos muchas cosas por sentadas y al ponerse en duda lo más simple, hubo una revalorización de ciertas cuestiones y vínculos.
—Tener el espacio y el lugar para que eso suceda. Fue algo hasta forzoso para muchos. La distancia se hace muy grande y era muy importante estar con las personas que lo necesitaban. Un llamado, un estar, un compartir. Fue muy valioso y puso las cosas en un lugar de mucha valoración.
—Apareció también Del Carmen: Carolina lo teníamos todos, pero apareció un Carolina del Carmen.
—Es mi nombre.
—¿El del DNI?
—Exacto. Tiene que ver con una construcción relacionada a la música. Desde que empiezo a cantar, empiezo a poder integrar todas mis partes, todos los mundos expresivos que fui transitando y que me traen a este presente.
—¿Es distinto pararse en un escenario para actuar que pararse en un escenario para cantar?
—Absolutamente. En mi caso, elegí no hacer ningún personaje para cantar.
—No hay personaje que te proteja: sos vos, 100%.
—Exactamente. El proceso de actuar, el vivo, el ensayo, la interpretación, el trabajo con la voz, son herramientas que traigo a la música, pero la decisión de no cantar desde un personaje es algo consciente. No empecé a cantar de un día para el otro, fue un proceso muy largo. El descubrimiento de mi voz aparece a los 18 años, muy de a poco. Me costaba mucho hablar, comunicarme. Empiezo a estudiar canto para poder expresarme. Eso me da un entrenamiento de la voz para actuar. En esa perseverancia encuentro una identidad, un caudal que estaba muy guardado, metido hacia adentro, y que tuve que ir sacando con mucha amorosidad.
—¿Y apareció también el deseo? Porque una cosa es tener el caudal de voz y otra las ganas de sentarte a escribir, pensar canciones y mostrar ese trabajo.
—Cuando descubrí esa voz no me animaba a cantar. La decisión de hacerlo tuvo que ver con elegir. Cuando uno estudia, elige un repertorio y no es particularmente lo que a uno le gustaría cantar. Entonces, la pregunta fue: “¿Qué me gustaría si algún día me animo?” Esa respuesta llegó un día, como si fuera algo que bajó, y era la música que escuchaba de chica: en mi casa se escuchaba folclore. La música que uno escucha en la infancia queda muy arraigada. Había discos en mi casa, mi madre me llevaba a ver a Mercedes Sosa cuando tenía 10 años. No es salir a cantar por salir a cantar, es lo que realmente me conmueve.
—En ese camino en el que hoy está tan presente la música, ¿dónde quedó la actriz?
—Sigue estando integrada.
—Hiciste una serie de Netflix en Brasil.
—Exacto. Alucinante el personaje. La serie se llama Boca a boca; en Netflix en español, El reto del beso. Fue un proyecto que dije: “Quiero hacer esto, viajar a Brasil, estudiar portugués, que mi actriz salga con este personaje”. Fue una experiencia muy hermosa y muy integrada. Hice esto en septiembre de 2019 y en octubre me iba a Japón a hacer gira por segundo año. Es importante no estar disociado.
—Todos, de alguna manera, atravesamos un proceso de búsqueda en la juventud. Sin embargo, no todos tienen la valentía de seguir haciéndolo a lo largo de los años.
—Es que somos cambio, absolutamente. La naturaleza es cambio. El tema es que somos nosotros los que tenemos que articular esos cambios. A veces en la duda, no sabiendo por dónde, pero teniendo la intuición de que es por ahí. Soy una persona que tal vez no se sabe todo ese proceso, porque tengo una forma de cocción más interna, pero una vez que sale es absolutamente real y contundente.
—Cuando estuviste en pareja con Luis Alberto Spinetta no estabas dedicada a la música. ¿Algo de él influyó en este bichito que empezó a picar?
—En ese momento ni tenía pensado cantar. Estar con él fue una de las cosas más hermosas que me pasó en la vida. Obviamente influyó en mí como persona y también fue una posibilidad de escuchar una cantidad de música y tener una referencia en cómo ver las cosas, teniendo 24 años. Luis fue un maestro para mí y para muchos, para todos. Después, apareció Jaime Torres. Cuando tomo la decisión de que es el folclore y vuelvo a esas canciones que escuchaba, empiezo a profundizar más en el repertorio y se abre esta puerta. ¿Quién me recibe? El maestro Jaime me invita a cantar por primera vez en público.
—Maravilloso.
—Hay algo de encontrar a los o las referentes, los maestros, las personas que te van acompañando, pero también hay algo que uno tiene adentro y tiene que hacer el trabajo de ir a buscarlo. En mi caso siento que fue así. Desde que tengo 18 voy buscando ese camino.
—Tu carrera arranca con el modelaje y ya en ese entonces cantabas: comenzaste a los 18 años.
—Sí. Eran las inquietudes que tenía en ese momento. Trabajé desde los 17, 18, hasta los 23. A los 19 ya estudiaba teatro y canto e iba a ver muchísimo teatro y conciertos. Ya había otras cosas que me gustaban. Es el propio descubrimiento. Es como decir: “Tomate el tiempo para ver qué es lo que tenés adentro”. Lo que está ahí lo tenés que desarrollar. Es un trabajo.
—Sos cercana a muchos colectivos feministas y hoy, por suerte, nos permitimos cuestionar situaciones a las que estuvimos expuestas o parámetros con los que teníamos que cumplir. ¿La pasaste mal en algún momento con ese nivel de exposición, siendo tan chica?
—Fue un buen paso. Fui eligiendo las cosas que me hacían bien. Nunca estuve en una situación compleja. Siempre fue un mundo exigente en cuanto al trabajo, un mundo adulto, empezar a trabajar de muy chica, pero tuve gente que me cuidó mucho. Pancho (Dotto) fue un representante y un padre en ese momento, alguien que te va acompañando en todo eso que hay que transitar. Y cuando me cansé y sentí que ya era suficiente, decidí correrme.
—¿Fue fácil correrte? Estabas atravesando un momento de mucho éxito profesional e imagino que económico.
—Al ser tan chica no sabía bien qué quería y necesitaba hacer una transición, nutrirme, estudiar. Me ofrecían ser actriz sin tener las herramientas para serlo. Entonces me bajé, me corrí, me preservé y me nutrí de un montón de cosas que quería estudiar. Cuatro años después, empecé a hacer teatro y ya estaba absolutamente preparada. Es uno de los ámbitos que más me gustan para actuar. Hay una conexión bastante cercana a cantar, con el contacto con el público. Y, obviamente, el cantar en vivo también tuvo todo un proceso de estos 11 años que lo estoy haciendo.
—¿Quedaron amigas de esa época?
—Sí, claro. En este proceso de Aleteo y esta construcción que vengo haciendo de integrar todos los universos... Hasta el universo de la moda. Todos nos conocemos. Nos conocemos de otras vidas. Hay amigos diseñadores que me acompañan: Pablo Ramírez, Martín Churba, Jazmín Calcarami, los Val Musso, que vienen de la moda pero que son artistas en lo que hacen y me acompañan como aliados en todo este proceso que vengo a presentar. Me encanta tener la posibilidad de unir los universos.
—En el disco hay un trabajo muy hermoso con Peteco Carbajal. ¿Cómo surgió esa canción compuesta a medias?
—Él siempre comparte conmigo por mensajes de WhatsApp sus inspiraciones, sus chacareras. Entonces, un día me animé a mandarle esta letra y me la devolvió con la música. Así nació “El suspiro”.
—Una canción muy linda que forma parte de los seis temas que integran este trabajo que, si bien comenzó a gestarse antes de la pandemia, cobra otro significado con este contexto que lo atraviesa.
—Es también ofrendar, entregar canciones, que de alguna manera también los acompañen en este tiempo a todos. La música nos lleva de viaje, nos transporta y nos sana.
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