Saltó a la fama como María, pero de un tiempo a esta parte decidió quitárselo para darle espacio al apodo con el que siempre la conocieron sus amigos y familiares. En una charla con Teleshow, Mar Zamarbide despeja dudas sobre la cuestión: “Siempre me dijeron Mar, y como me gustó, lo adopté para que no haya confusión. Mar, María… ¡Listo! Soy Mar”.
Nació en Necochea, pero cuando terminó el colegio debió armar el bolsito para seguir su destino en otra ciudad, como suele suceder con la mayoría de los adolescentes del interior. Así fue como llegó a Buenos Aires para estudiar Bellas Artes. Rápidamente el destino la puso cara a cara con la actuación: Lito Cruz y Norman Brisky fueron algunos de sus maestros. Con ellos hizo sus primeras armas.
El orden cronológico señala que su primer trabajo en televisión fue en Niní, en 2009. Pero la memoria colectiva asocia su figura a Casi Ángeles, el producto de Cris Morena al que se incorporó un año después. “Hasta yo tengo que pensarlo dos veces: es retroceder mucho y fueron casi a la par. Digamos que en Niní me hice conocida, pero el impacto fue en Casi Ángeles: todos asocian mi nombre a ese producto”, sostiene Mar.
—De tus trabajos como actriz, ¿cuál es el que más te gustó?
—La peli que hice con Martín Bossi: Un amor en tiempos de selfie. Y me gustó mucho Babylon, una serie en Canal 9 con Gastón Portal. Mi personaje se llamaba Gilda: lo amé. Fue una gran experiencia, la pasé muy bien.
—¿Fuiste modelo en algún momento?
—No. Muchos se confunden porque hice publicidades cuando recién llegué a Buenos Aires. Las hacía para mantenerme. Fue durante ese periodo; después, ya no.
—Te preguntaba porque leí que no sos muy amante de la moda y de todo lo que eso implica.
—No sé qué es la moda, pero debe ser que todo el mundo se pone un uniforme según la temporada. No tengo idea lo que hay ahí: capaz que estoy en la moda y no me enteré... No, fuera de joda: no me interesa. Me pongo lo que me gusta, lo que me hace sentir cómoda. Me gusta mezclar cosas dentro de lo que me gusta, no es que me pongo lo primero que encuentro. ¿Esto con esto no combina de ninguna forma? Listo, no va.
—Llevas una vida nómade. ¿Significa que agarras una mochila y vas de acá para allá?
—No es tan así. Eso comenzó a raíz de que pasaron varios sucesos en mi vida: ahí dije y entendí que la vida es movimiento. Empecé a moverme para donde vaya la vida. De esta forma, cuando tenga que modificar o cambiar algo, la voy a estar viviendo desde la materia. Me pongo un poquito profunda, pero es más o menos que de la nada todas las posibilidades. A mayores condicionamientos, más trabas desde la materia. Pero, además, soy una persona muy querida y la gente me quiere alojar (risas).
—¿Cuáles fueron esos sucesos?
—Me separé de mi última pareja hace un par de años. Se murió mi papa. A raíz de eso hubo como una pequeña situación heavy a nivel familiar respecto a la muerte, a todo lo que es sucesión. Sumado a eso me incendiaron la casa, con todas mis cosas materiales adentro, con muchos recuerdos… Todo esto casi en el mismo año, entre fines de 2019 y 2020. Sumado a eso, también tuve una experiencia muy violenta en el trabajo en el que yo estaba, pero mucha violencia, con denuncia policial. Y eso me llevo de todo a nada…
—¿Era un trabajo en el medio?
—Sí, pero no quiero volver ahí porque es tirar leña en un lugar al que no quiere volver ni con el pensamiento. Mejor que no exista, porque si existe, en el medio gusta el quilombo y no le doy entidad por eso. Yo sé que la discusión y la pelea venden, pero no lo entiendo y no me gusta. Desde la violencia no me interesa nada; desde el amor, todo.
—¿Volviste a ponerte de novia?
—No, estoy sola. Estoy feliz… 20 años en pareja, no con el mismo, pero cambiando de novio, y desde hace dos años estoy zarpada: nunca fui tan feliz. Entendí que no podría ser tan libre, a no ser que encuentre a otro bicho como yo. Ojo, me parece hermoso estar en pareja, pero tenés que estar en un momento de la vida en el que todo coincida y decir bueno, ahora si me quedo acá, con esta persona.
—¿Tuviste parejas conocidas?
—No, nunca salí con chicos conocidos. No me gusta el ego, la histeria, no me atrae eso. Por eso no salí con famosos (risas). Me gustan los vínculos más reales. En su momento me vincularon con Martín Bossi, pero no, nada que ver.
—También le dedicas tiempo a la meditación.
—Sí, siempre. Ahora lo estoy compartiendo un poco en redes, pero desde siempre. Yo siempre fui vegetariana, ahora soy vegana, aunque a veces vuelvo al vegetarianismo si me da ganas de comerme un dulce de leche, por ejemplo. Pero desde muy chica arranque con el budismo sin saber de qué se trataba: empecé sin saber de qué se trataba, no sabía que eso tenía un nombre.
—¿Cómo diste ese primer paso?
—Nací así: nunca entendí porque había que comer animalitos. Ni sabía que eso, como te dije, era ser vegetariano, imaginate. Todo eso hizo que ahora promueva la sustentabilidad: empecé a armar un proyecto de turismo sustentable. Es algo que se está gestando, que tiene que ver con volver a la matriz, a lo natural, a escucharnos… Sé que es aburrido, pero siento que es la mejor forma que encuentro de comunicar.
—En tus redes sociales te presentas como “facilitadora”.
—Porque estudié esas herramientas: desarrollo pasional, liderazgo… Entonces como que colaboro desde ese lugar en las redes, más masivamente, y después hago seguimientos más personales donde facilito distintas herramientas que desarrollé a partir de mi experiencia. Abarca todo. La alimentación desde la conciencia y no desde la obligación, la meditación desde una forma de poder conectar con tu ser en el día a día y no como obligación. Medito porque hace bien. Conciencia en el cotidiano. También hago vínculos, colaboro en redes con el que me necesita. A este aporte lo hago un día a la semana, no es que estoy siempre.
—¿Tenés un pensamiento formado sobre el feminismo en el terreno de la actuación? Me refiero hasta dónde un chiste se toma como tal, como pasó con José María Listorti y su esposa, o con Casados con hijos y Érica Rivas, por ejemplo.
—No, no me atrae el tema. Me parece súper antiguo. Me parece que somos todos seres en una experiencia humana y eso me parece que tuvo su momento para que sea un impacto y entendamos que era una pavada la diferencia. Pero por ahí porque yo lo vivo desde un lugar más natural. Me encanta que cada uno haga su lucha, la mía es desde este lugar.
—El colectivo de actrices, las causas que lleva adelante…
—No, no tengo vínculo. No tengo más nada para agregar.
—Estas haciendo radio. ¿Cómo viene esta nueva experiencia?
—Si, arranqué con un programa que se llama Basta de amores de mierda, con El Pela (Romero), en AM 1050. La radio es un lugar muy lindo, me gusta ese espacio.
—Tu gran pasión son las motos. ¿Sos de agarrar la ruta y dejar que el camino te lleve?
—Sí, por eso también comencé con una serie, que son relatos en moto. Pero bueno, por todo esto que está pasando con el coronavirus empezamos por Buenos Aires, pero la idea es recorrer el país, las provincias, incluso ir a otros países. La idea es mostrar otra cosa. Tiene que ver con el nuevo formato de cómo movernos, hacer viajes con conciencia sustentable. Me refiero a que sirvan como experiencia, dejar el viejo viajar que era más desde mirar un paisaje o comer en tal restaurante. Ahora es distinto, al menos en mi caso voy y me subo a la moto, experimento un ritual, más evidencial y experimental, respetando el medio en el que se está, que merece nuestro cuidado. Eso quiero mostrar para que otros se animen, lo tengan en cuenta.
—¿Tenés ganas de volver a la tele?
—Estaba armando una obra de teatro, una comedia en Calle Corrientes. De hecho volví por eso, porque estaba viviendo en una comunidad en Córdoba, pero con todo esto de vuelta lo frenamos para el verano que viene. A mí la comedia me encanta, en tele, teatro, donde sea. Me gusta que la gente se ría. Es lo único que te salva.
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