El nombre de José María Muscari es indivisible del concepto de la autogestión. El artista dice que si se hubiera quedado esperando, su currículum se reduciría a menos de la mitad. Lo que no es poco, teniendo en cuenta que a sus 44 años ya tiene más de 66 obras estrenadas. “El 60% de esos proyectos me los generé”, cuenta, orgulloso. “Incluso, cuando son comerciales, soy el que busca la idea”.
Durante la pandemia, el exitoso director estuvo 72 días en confinamiento absoluto. “Solo salí tres veces para ir al supermercado”. Después, una lluvia de proyectos lo mantuvieron activo. Entre ellos, la reconversión de Sex Virtual, que fue un boom dentro de los cambios de paradigma en las formas de las expresiones artísticas en tiempos de Covid. Además, actualmente tiene la obra Redes y forma parte del panel de Todas las tardes, en El Nueve.
Ahora, Muscari presenta su master class y vuelve a la docencia: “Poder reinventarme y asumir el riesgo de ser creativo, a pesar de lo que dijeran, me empoderó”, confiesa en esta entrevista con Teleshow. Esa experiencia formará parte de los conocimientos de esta nueva propuesta que tendrá lugar el 15 de mayo, a las 17, de manera virtual.
—Si hay algo que te caracteriza es que sos un gran generador. Esa parte autogestiva ha salvado a muchos artistas. Es una profesión que depende ciento por ciento de un otro te elija. Puede ser muy cruel.
—Hice una trilogía hace mucho tiempo que empezó con Escoria y juntaba a diez actores que habían sido expulsados del circuito masivo de la televisión, pero que habían tenido su gran momento. La segunda parte se llamó Póstumos, con actores muy grandes de edad. Y terminó con Extinguidas, en donde junté a diez mujeres icónicas de los años 80, muy importantes dentro de la cultural del entretenimiento, y por alguna razón también el propio medio las expulsó. Ese recorrido me hizo dar cuenta de que esta profesión te hace estar muy arriba y de golpe podés no tener nada. Eso me hizo tener un alerta de buscar la forma de que la profesión dependa de mí y no de otro. Me fui haciendo de anticuerpos para seguir generando cosas.
—Durante la cuarentena, esa parte autogestiva te llevó a destacarte en un contexto muy difícil.
—Haber podido ser el referente de esa reinvención con todo lo que sucedió con Sex, me dio un empoderamiento personal. La crisis del mundo del teatro, y yo liderando una batalla con un espectáculo que llegó a facturar más que lo que lo hacía de manera presencial. Verdaderamente increíble.
—¿Sex ganó más en pandemia que antes?
—Sex es un espectáculo muy exitoso artística y económicamente desde el día que se estrenó: antes de que viniera la pandemia, nunca hubo una silla vacía. Cuando comenzó la cuarentena y reinventé el espectáculo a Sex Virtual, que no era un streaming sino una experiencia en donde el público interactuaba con los artistas durante 72 horas, generó una facturación mucho más alta que la que generaba presencialmente por varias razones. Los gastos se achicaron y el formato nos permitía abarcar una cantidad de público que el hecho presencial no te lo permite. En el teatro lográbamos vender 1.700 entradas semanales. Por streaming, hemos llegado a tener 6.000 espectadores en una semana.
—Ganar plata en el ámbito de la cultura, durante la pandemia, es extraordinario.
—Al principio pensé que me iban a acusar de articular algo que ni siquiera es teatro, que tiene algo artístico pero también, algo entre el morbo, la performance, la virtualidad, ser influencer. Aparecían mis miedos y mis propios prejuicios sobre qué iba a decir el medio de mí. Después, me di cuenta de que era una experiencia súper artística, aunque jugáramos con los límites del sexo. He tenido actores o actrices, desde Gloria Carrá, Diego Ramos, Noelia Marzol o Cachete Sierra, que han hecho cosas que no harían ni en un sexting personal con alguien con el que se gustan. En Sex Virtual la idea los contenía: jugaban al juego del sexo, el morbo y la seducción. He logrado, artísticamente, superar determinados prejuicios que yo mismo tenía sobre la virtualidad que me permitieron repensarme como creador.
—Me imagino que mucha gente te pide trabajo.
—Mucha gente me pide trabajo y soy muy riguroso al momento de elegir. Cuando era más pendejo, mi impulso era simplemente el talento del otro, lo que iba a rendir en el escenario. Después, la experiencia, quizás la adultez y algunos palos que me he pegado me hicieron dar cuenta que también pesa qué tipo de persona sos. Qué nivel de respeto y de empatía manejás a la hora de construir un hecho grupal como el teatro. Eso se ha vuelto un ordenador. Hoy elijo personas que funcionan bien como personas y que, además, tienen talento. A veces asumo desafíos. También llamo a personas que tienen el aura de ser complicadas, pero tomo mis recaudos.
—¿Hay alguien con quien digas “no vuelvo a trabajar”?
—Sí, hay algunos nombres con los que no volvería a trabajar. No los diría para no ser antipático, pero son personas que me decepcionaron en lo personal, no en el talento. Me han traído problemas con otros compañeros, todo el tiempo lidiando para que los otros no se angustien o problemas de ego. También tengo casos al revés: Luisa Kuliok conoció una muy mala versión de mí, como director y como persona. Tuvimos una temporada de un espectáculo muy conflictivo en Carlos Paz, un espectáculo súper renombrado y exitoso: Familia de mujeres. Ella era la protagonista indiscutida. Nunca tuve ningún problema desde lo artístico, pero desde lo humano creo que fue una temporada bastante corrosiva para ella. Sobre todo desde la prensa, y no la supe acompañar, contener. Me encantaría volver a tener la oportunidad de trabajar con ella, sinceramente creo que se quedó con una mala sensación mía.
—Me gusta esa capacidad de repensarte a vos mismo.
—La terapia, la experiencia, me han ido permitiendo no tener miedo a revisar esos momentos en los que uno se equivoca.
—No parás nunca, ¿podés imaginarte un año sabático?
—No, no, me para la cabeza. Todos los trabajos que hago actualmente los hago porque verdaderamente los quiero hacer. No puedo vivir sin trabajar. Por mi presente, puedo no trabajar de nada que no me guste. Es un límite finito ese, que nos vuelve felices o infelices.
—Además somos compañeros: estás en Todas las tardes, en Canal 9. ¿Cómo te llevás con el universo del panelismo televisivo?
—Me llevo bien. Todas las tardes es un programa que miraba porque me gusta la forma de encarar la realidad con tanta objetividad y, a la vez, con tanto relax. Maju (Lozano) es muy capa porque tiene esa llegada tan cotidiana y desacartonada. Cada uno tiene un encanto y algo para aportar. Me siento cómodo, ese es el gran secreto del panelismo: saber que lo que uno puede aportar es un color diferente al del otro y no simplemente intentar hablar. Si no hay nada para decir, a veces el mejor panelista es el que se queda callado.
—La última vez que charlamos, estabas teniendo citas virtuales. ¿Alguna prosperó? ¿Cómo anda el corazón?
—Me encontrás soltero. Muchas de esas citas prosperaron, otras no. Actualmente, tengo mi propio protocolo de encuentro cuando tengo que vincularme con una persona que no conozco: el hisopado negativo; si no, no hay chance conmigo.
—¿Pedís un hisopado negativo para intimar con alguien?
—Las personas que estamos solas y somos responsables... Podría ser como un montón de amigos o amigas que todo esto les chupa un huevo. En mi caso, tengo conciencia social y una madre de 75 años que, por suerte, ya fue vacunada con una dosis. Entonces, cada vez que tengo algún encuentro, hablando de sexualidad, tiene que ser una persona que se haya hisopado, yo aprovecho mis propios hisopados para concretar. No es garantía de nada, pero lo tiene en cuenta, me dice el resultado y sabe que es importante para mí. Reduce bastante las chances de encontrarme con alguien que, aunque venga a encontrarse conmigo con barbijo puesto, sale a la vereda y se lo saca. Me da un aura de tranquilidad.
—¿Pedís que te muestren el resultado o confías en lo que te dicen?
—Lamento decirte que la confianza así instintivamente no es una parte de mí característica. O sea que estamos hablando de personas que cuando se hisopan me mandan el resultado y yo les mando el mío. Mi propio protocolo no es de palabra, es de acción verdadera.
—Y si no cumple con el protocolo, que se quede con las ganas.
—Si no, hay que esperar: “Cuando te lo hagas, vemos”. ¿Sabés la cantidad de veces que he dicho: “Bueno, cuando te lo hagas me avisás”? Algunos me los he perdido y otros dicen: “Che, me hisopé”. A veces, algo que no daba para intimar, se ha convertido en encontrarnos al aire libre a tomar un café en un bar y es un approach para ver si en algún momento concretamos. Me voy dando la maña porque estoy solo, soltero y aburrido.
—Es tremendo lo que estamos viviendo, es una realidad muy dura.
—Al trabajar en Todas las tardes lo que sucede es parte de nuestro trabajo... Si no estuviera tan relacionado con la noticia, podría estar tan relajado como mi vecino, mi portero o el tipo que atiende en el bar de la esquina. Estando a diario relacionado una hora y media con lo cruento de la trinchera social de los hospitales, la economía, la política, la grieta en relación a las escuelas... Es un ejercicio absolutamente inconsciente pero totalmente efectivo. La realidad no es el relax de cuando me siento con un amigo en el bar, me saco el barbijo, tomo el café y pienso que está todo bien. Está bueno tener esa sensación un ratito por día, pero la gente se está muriendo y no tienen dónde internarla. Lo único que nos salva son las vacunas y me chupa un huevo lo que piense el que está a favor o en contra. Hay que poner el respeto y la orientación en relación a esa salvación y que estamos acercándonos a la propia fabricación.
—¿Pensaste en ir a otro país a vacunarte?
—Sí, en algún momento lo pensé. Sobre todo porque estoy muy lejos de la edad para que llegue la vacuna. Cuando de alguna manera se articule y sea legal, que verdaderamente haya algún país que dice: “Sí, nosotros vacunamos turistas”, si tengo la economía para poder hacerlo, no me genera ninguna contradicción. Si fuera algo que hay que hacer a escondidas, no me seduce.
—Al principio de la pandemia parecía que nos amigábamos, pero hoy, después de un año, otra vez es todo es un Boca versus River constante.
—La grieta se te mete en tu accionar cotidiano. Una gran parte de la gente está tan atravesada por la grieta que tienen una necedad y una ceguera que no lo van a poder reflexionar. Pero hay otra parte de la gente que tiene la capacidad de darse cuenta. Ojalá este sea un momento bisagra y puedan despertar mañana y decir: “No, pará, mi hijo está siendo rehén de esta locura de la grieta por si van o no a la escuela. ¿Qué me pasa a mí como padre? ¡¿Qué me importa quién lo decidió?!”. Ojalá que este momento de mierda nos sirva para reflexionar al menos en esa instancia.
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