“O somos capaces de vacunarnos todos, o va a ser difícil erradicar la enfermedad”, dice Ismael Serrano sobre el coronavirus. El cantautor recibe a Teleshow desde Madrid, en donde atraviesa la pandemia en familia, y reflexiona que en este tiempo aprendió a valorar lo cotidiano. “Sé que la próxima gira me va a costar mucho más”, advierte, contando que tuvo la oportunidad de afianzar el vínculo con su hija Lila.
El músico español considera que la situación que atraviesa el mundo “es una tragedia”. Sin embargo, ve con optimismo lo que califica como la llegada de un “nuevo paradigma”. “El hecho de que el Presidente de Estados Unidos quiera gravar a las sucesiones a los grandes patrimonios es un cambio de rumbo que acabará llegando”, se ilusiona.
Sespués de siete años sin presentar nuevo material llega Seremos, el trabajo reciente de Ismael con invitados especiales como Pablo Alborán, Clara Alvarado y Jimena Ruiz Echazú, pareja del compositor. “Un nuevo disco concreta los anhelos, los sueños”, explica emocionado, y pide cautela: “Estoy que lloro a la mínima”.
—Finalmente llegó Seremos y en medio de una pandemia.
—Seremos me ha demostrado que la música sigue siendo, después de tantos años, ese ejercicio terapéutico que te ayuda a afrontar la adversidad. Estos son tiempos difíciles y gran parte de las canciones han sido escritas durante la peor parte del confinamiento en un empeño por levantar la mirada y ver hacia el futuro. De ahí el título: el futuro del que todos nos preguntamos si seremos mejores o peores. Vamos llegando a la conclusión de que, cuanto menos, seremos, que no es poco tal y como están las cosas.
—Además, hubo un show por streaming para presentar el nuevo material. En este contexto, esos espacios para el arte son un mimo alma.
—Llevábamos ya siete años sin material nuevo. Habíamos hecho la gira de los 20 años, un disco acústico en vivo que habíamos grabado en Argentina, pero me apetecía mucho escribir canciones nuevas. Está siendo muy emocionante porque supone el reencuentro con el público en muchos aspectos. Esto de la pandemia nos ha fragilizado a todos y estamos con una susceptibilidad a flor de piel que hace que cada acto cotidiano se convierta casi en una celebración. Grabar un disco es casi un acto de heroicidad. Los planes son endebles, pueden suspenderse en el último minuto y la parte más difícil de la pandemia, quizás, ha sido eso: perder nuestra capacidad para planear y concretar nuestros planes. Perder el control de nuestras vidas. Un nuevo disco es ese ejercicio terapéutico de la introspección, la necesidad de hablar de esa vida que había quedado congelada en el tiempo. No he sido capaz de escribir canciones que hablasen sobre la pandemia, sobre los hospitales llenos, las calles vacías, el encierro. Siempre he tratado de escribir con la certeza muy presente de que todo esto pasará más pronto que tarde.
—Dejás la vara muy alta después de cada trabajo. ¿Te da miedo no cumplir con la expectativa ante la presentación de un nuevo disco?
—En este lanzamiento estaba más nervioso que nunca. El reto es estar a la altura de lo que has venido haciendo hasta ahora. La respuesta de la gente está siendo muy emocionante. Son canciones que me gustan mucho. Esto puede ser vanidoso, pero es un momento en el que necesitamos canciones que nos sirvan de encuentro para entender que no estamos solos ante la adversidad. Esa sensación de reválida permanente está presente con cada disco y, según pasa el tiempo, me pesa más.
—”No soy el cantautor que vino a ordenarte la vida”. ¿Es más fácil decir lo que uno no es que lo que sí es?
—Sí, es más fácil decir lo que uno no quiere que lo que quiere. Me resulta esto de definirme casi por descarte, por lo que uno no es. Sobre todo cuando se trata de analizar un poco las contradicciones y ciertos tópicos en torno a la figura del cantautor. Esto de que se le presupone una altura intelectual, cuestionar también la figura del eterno perdedor, que no se ajusta tampoco a la realidad, y muchas otras cosas que forman parte del imaginario.
—¿Cómo fue trabajar con Jimena, con tu mujer, en esta canción que habla de la lucha de las mujeres?
—Habíamos trabajado juntos en su proyecto infantil y a mí me apetecía que cantáramos en uno de mis discos, escribir una canción sobre la lucha de las mujeres, de la incorporación de muchas chicas jóvenes que le han dado fuerzas a un movimiento. En Argentina, las mujeres han protagonizado esa lucha de manera muy visible y notoria con sus pañuelos verdes. En España, también. Somos padres de una niña y es una forma de agradecimiento porque por lo que se lucha, fundamentalmente, es por el futuro de mi hija y de todas las niñas para que desaparezcan las lacras que hacen que muchas mujeres vivan con miedo y en desigualdad.
—La pandemia también dejó en evidencia otro tipo de desigualdad.
—Totalmente. Esto ha evidenciado la desigualdad en la que vivimos y los privilegios con los que vivimos algunos. Lo que más nos afecta en el ánimo es esa pérdida de control de nuestras vidas, esa incapacidad para hacer planes. Lo que es cierto es que sin pandemia hay mucha gente que vive en esas circunstancias. Nosotros, ¿qué estamos ahora pensando? “¿Podremos irnos de vacaciones en el verano? ¿Podremos podremos salir?”. Hay gente que vive haciéndose esa pregunta sin pandemia. No es lo mismo pasar el confinamiento en una casa con jardín que en un departamento sin ventanas a la calle. Me parecía un tanto obsceno que hubiera gente que no fuera consciente de ese privilegio y que se mostrase con esa frivolidad en un momento en el que los hospitales están colapsados. Igual que nunca me ha gustado tampoco esto de romantizar el encierro. Escuchas a escritores que: “¡Ah!, ha sido maravilloso porque me ha permitido escribir un libro”. Me parece de muy mal gusto. Ha sido una etapa muy difícil, muy triste, muy angustiante, que hemos vivido con mucho estrés. No poder ver a los mayores. Debería hacernos considerar el lugar en el que ponemos a los mayores en nuestra sociedad; lo de las residencias ha sido devastador. Ellos han sido los más vulnerables. Nos tiene que hacer repensar muchísimas cosas y valorar otras que tienen que ver con el bien común, con la convivencia, con la solidaridad.
—Cuando todo esto empezó parecía que íbamos a salir mejores, más solidarios. Sin embargo hoy, más de un año después, estamos viendo países que tienen una cantidad obscena de vacunas y países que no tienen ni una.
—Estamos inmersos en la tragedia. Es difícil evaluar de qué manera nos va a cambiar porque lo que va a evidenciar la pandemia es que salimos todos juntos o no salimos. Por más que nos vacunemos nosotros, si nuestros vecinos no son capaces de ponerse la vacuna, la enfermedad no va a parar. Entonces, vamos a vivir en un espejismo y vamos a tener una falsa sensación de seguridad. Respecto a si vamos a ser mejores o peores, está todo demasiado reciente. El miedo aún distorsiona nuestra visión de la realidad. Hay un cambio de tendencia en términos generales. El hecho de que en Estados Unidos el Presidente diga que hay que gravar a las sucesiones a los grandes patrimonios, la posibilidad de un impuesto a las transacciones financieras, que el Fondo Monetario Internacional diga que la austeridad en este tiempo no tiene sentido, que el Estado tiene que potenciar políticas de empleo. Ese cambio de rumbo acabará llegando a todas partes porque no puede ser de otra forma. Habrá mucha resistencia ante un nuevo paradigma pero creo que va a ocurrir con el paso del tiempo.
—Estamos viendo imágenes muy tristes en todo el planeta, y la unión y empatía son factores imprescindibles para salir de esta situación.
—Una de las cosas que me han emocionado mucho fueron los conciertos online durante los encierros. Notabas la necesidad de establecer vínculos, de tener espacios de encuentro. Cuando seamos capaces de salir... En Argentina quizás la han vivido con más laxitud. He visto algunas imágenes que me preocupaban.
—¿La música es un pilar en este contexto?
—En lo personal, la música me apasiona, es mi oficio, pero me he dado cuenta, siempre lo he sabido, que no es lo más importante de mi vida. Hay cosas más importantes que tienen que ver con los afectos, con estar con mi hija, con muchas cosas. Estoy en permanente gira y claro que echo de menos estar en Buenos Aires con gran parte de mis mejores amigos que viven al otro lado, pero sé que la próxima gira me va a costar mucho más. He aprendido a valorar lo cotidiano, esos elementos que adquieren otro valor. Estoy deseando pasear con mi hija por el campo, los campos aledaños a la aldea donde creció, donde nació mi madre y demás. Esas cosas ahora tienen otro valor, sin duda alguna, para mí y creo que para mucha gente también.
Entrevista completa: