Diego Ramos: “No he sido un gran metedor de cuernos, he sido un gran cornudo”

Mientras atraviesa la pandemia con muchísimo trabajo, entre la radio, televisión y teatro el actor y conductor recibe a Teleshow en su casa y habla de todo: la muerte de su padre por Covid, el vínculo con Vero Lozano tras su alejamiento y los prejuicios de la sociedad

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Diego Ramos habla de la muerte de su padre por Covid

“Me siento un suertudo y un bendecido por lo que me está sucediendo”, dice Diego Ramos desde su casa, mientras atraviesa una etapa de auge profesional. “Todo se vive diferente si por lo menos conservás trabajos o te aparecen nuevos, y tenés tu plato y tu techo”, explica el actor que perdió a su papá durante la pandemia aunque, de alguna forma, lo vivió como un proceso natural de la vida.

Sin embargo, Ramos admite que la segunda ola de coronavirus le preocupa. “Le tengo miedo a que no tomamos conciencia”, reflexiona en esta entrevista con Teleshow. “Tenemos que parar la pelota y unirnos en función del bien común”, señala y le reclama a la dirigencia política otro tipo de accionar.

El multifacético artista arranca su día a las 5 de la mañana para subirse a un rally que recorre todo tipo de formatos: tele de aire en América con Tv Nostra, pero también internacional por Discovery Home & Health con Todo se transforma. Además, continúa en el teatro, con la tercera temporada de Sex, y ahora también encontró un lugar en su agenda para conducir Todo incluido, junto a Carla Czudnowsky en La Uno 103.1, de lunes a viernes de 6 a 10 de la mañana. “Estoy descubriendo un medio, la radio, que lo tenía muy de afuera. Es maravilloso”, dice, con alegría.

—Te sumás a todo tipo de proyectos y en distintos roles: conductor, panelista; no tenés miedo.

No tengo prejuicios con nada y lo que no me gusta, no lo hago. El rol que me toque en un programa, que no sea el de actuación, lo hago desde la ignorancia. No le tengo miedo a la palabra. No creo en el conductor o panelista que viene Favaloro y le enseña a hacer un bypass. Hay gente preparada para eso. Creo en ser el vínculo entre esa persona que sabe y la gente.

Diego Ramos: "No tengo prejuicios con nada y lo que no me gusta, no lo hago"

—Los primeros días de TV Nostra recibiste algunas críticas. La gente pensaba que no estabas cómodo.

—Hay un par de personas que son muy efervescentes en la tele y no entienden que haya alguien que trata de estar un poco más... No te digo callado, pero no voy a hablar al cohete, opinar por opinar, como si estuviera desde el living de mi casa. Tenemos una responsabilidad estando frente a una cámara. No tiene nada que ver con incomodidad y con no estar preparado.

—¿Cómo quedó todo con Vero Lozano después de la salida de Cortá por Lozano? Ángel de Brito dijo que quedó enojada porque te fuiste del programa.

—¡Súper bien! Vero, más allá de todo, es amiga mía. Entiende que son trabajos y que hay ciertas oportunidades que se dan en otro lugar. No sé por qué lo dijo Ángel de Brito, le preguntaron y dijo que yo era un boludo por decir que para mí fue para causar un daño. Tiene mi teléfono, me podría haber preguntado. No es que dijo que quedó todo mal, dijo que yo era…

—Un traidor.

—Eso. Lo que más me enoja es que en ningún trabajo soy así. Fui y soy extremadamente claro, prístino. Recontra bien de los dos lados. Con Vero ni hablar, y con producción, canal o lo que fuera, también. No sé de dónde lo sacó y por qué lo dice. Tendrá malos informantes, no es verdad para nada.

—¿Cómo llevás la segunda ola? Vos ya tuviste Covid, ¿pero tenés miedo de lo que estamos atravesando?

Lo vemos en la tele, pero hasta que no nos pasa muy cerca no tomamos conciencia. El año pasado estábamos sin saber mucho, después entendimos, y esos números fueron teniendo caras conocidas y nombres. Después llegó el verano, el calor, la vacación y el hartazgo de estar encerrados. Empezaron las noticias de que iba a haber una vacuna muy pronto y todo eso hizo que nos confiemos demasiado. Ahora estamos pagando esas consecuencias no solo a nivel país, a nivel mundial. Es una locura: ni con la vacuna pareciera que se frena. Soy recontra pro vacuna y escuchar a los médicos, ¿pero en qué momento se termina?

—¿Vuelve nuestra vida como la conocíamos?

—Grandes pandemias han ocurrido y ni nos enteramos porque cien años después, no pasaron. En algún momento va a volver todo a la normalidad o a una nueva normalidad. No quiero ser romanticón, pero todo es tiempo, unión y entender que estamos tirando todos para el mismo lado.

—Estamos siempre inmersos en una pelea que parece ser blanco o negro.

Una lucha de poderes, pero no solo político: de tener la razón. Si te retrotraés unos años, hace mucho que empezó la pelea. Ahora ya es hasta inmoral que se estén peleando tanto y los periodistas estén tan sesgados. La información no es tal, si no que es solo opinión y juicio de valor. Los que cagamos somos siempre los ciudadanos. Estamos presos de los que nos gobiernan, sean unos u otros. Antes veías a los médicos acompañando ciertas decisiones, ahora están tomadas por personas que saben más o menos lo mismo que vos y yo. No dudo que quieran lo mejor para la gente, pero hay que ver cómo se consigue eso. Enciérrense un día entero, hablen, putéense, lleven estadísticas, filminas, pero tienen que ponerse de acuerdo.

—A vos, en medio de todo esto, te tocó perder a tu papá.

—Se murió mi papá. Traté siempre de engancharme con la idea de todo lo que dejó, más que de lo que podría haber seguido siendo. Mi viejo tenía 87 años, otras dolencias, estaba dentro de, entre comillas, lo natural de la vida. Es muy triste, pero no termina de ser una tragedia porque ya venía mal. Me fui preparando. Había tenido un par de internaciones previas hasta la última que fue por Covid. Es una situación muy rara porque casi no lo podés ver y todos los días a las 12 del mediodía te dan un parte. La espera es tremenda y el “decile que estamos acá, decile que lo queremos, decile que…”. Gracias a Dios hay un montón de gente de la salud que no solo cuida el físico sino también el corazón y la cabeza. Tristemente me fui preparando para ese día, y ese día llegó.

"Nunca me vi con derecho a casarme y tener hijos"

—¿Cómo estás vos? ¿Seguís noviando?

—Bien, la pandemia no le hizo estragos a la pareja. Tres años, casi. Siempre fui larguero. Soy muy tranquilo, me gusta la cosa asentada, el código de la pareja, la convivencia.

—¿Sos fiel o sos más de pareja abierta?

—Soy fiel. He metido cuernos en la vida, obviamente, pero nunca planteé una pareja abierta: no me llama la atención, no lo toleraría. Tampoco soy de estar mirando y chequeando. Tengo plena confianza. Si pasa, hacelo bien para que no me entere porque no me gustaría.

—¿A vos te descubrieron alguna vez?

—Sí, es un momento espantoso. No he sido un gran metedor de cuernos, he sido un gran cornudo. Cuando estuve con alguien fuera de la pareja, o me hizo ver que tenía que dejar a esa pareja o que estaba bueno luchar. La mentira y el vivir escondiéndome me daría mucha culpa. Las veces que lo hice me angustió más de lo que lo disfruté.

—Tenés unos perros que son como tus hijos. ¿Se juega algo de la paternidad, de alguna manera?

—Son geniales, estamos pegados todo el día, es un amor incondicional. Soy bastante paternal en todas mis relaciones y lugares. En casi todos los elencos siempre soy “el tío Diego”. El perro, obviamente, no va a suplir a un hijo, pero hay algo de alguien que necesita ciertos cuidados que no se puede dar solo, pero lo puedo dejar solo durante toda la mañana. Tengo sobrinos, hijos de amigos y me hacen estar realizado en ese sentido.

—No tenés hoy necesidad de ser papá.

—No la tengo pero vengo de una época, el último coletazo de esa época, que nunca me vi con derecho a casarme y tener hijos. 12 años de colegio católico en el que nunca me hablaban a mí. Entonces, no cambié... Suena triste pero no lo vivo con tristeza, no cambié el chip de que no puedo y nunca lo anhelé porque, sospecho, siempre supe que no iba a poder.

—A la vez siempre te moviste en un ámbito que tiene la cabeza un poco más abierta que otros. También, a partir de que hablaste públicamente de esta pareja, surge la pregunta sobre si te ves papá.

—(Risas) Más allá de rodearme de gente que se ha manejado sin grandes esquemas, toda mi vida me moví muy libremente cómo y todo lo que se me cantó. Pero ese costado entendí que nunca iba a suceder. Ni siquiera hice nada para pelear contra eso: hubo una aceptación. Es loquísimo, pero para que yo pueda tener tus mismos derechos, hubo mucha gente que tuvo que estar hasta altas horas de la noche haciendo vigilia en la puerta de un Congreso. Por otro lado, no fue a partir de que hablé. No. Con toda la buena onda lo digo: es a partir de que me hicieron hablar. Yo nunca quise hablar, siempre preferí que mi trabajo hable por mí mismo. Llámese mi pareja Norma, Juana, Mauro o Pepe. Son puertas que nunca quise abrir porque después es imposible cerrarlas. Abro una puerta de la pareja, vamos redoblando la apuesta, y tengo que hablar de todo, y no quiero porque nunca lo hice. Nunca me escondí pero era mi decisión. Sucedió y no pasa nada. También podría haberme hecho el boludo. En ese momento, decidí hablar y volver a traer el tema a colación en ese programa porque no está bueno lo que estaba sucediendo. Me crié con momentos incómodos en la tele, con gente que acorralaba contra la pared. Aunque sea desde el amor o la buena onda, dije: “No puede ser que esto siga sucediendo”. No quiero ponerme la bandera de nada pero intenté pasar ese mensaje.

—Después de esa noche en PH, hablaste en Intrusos también. Mirando hacia atrás, ¿sentís que el balance fue positivo?

—Sí, por todo lo que sucedió después. Tampoco fue azaroso que fuera a Intrusos a hablar. Fue como cerrar un círculo de un programa que fue avanzando en el tiempo y fue entendiendo un montón de cosas. Me pareció genial que terminemos dándonos la mano (con Jorge Rial), hoy trabajando juntos.

—Es tremendo cómo cerró ese círculo.

—Tengo que entender al que no me entiende. Las mejores guerras se ganan con tranquilidad, no digo con amor porque va a sonar muy lírico, pero sí con la cabeza un poco más fría. Le tengo que dar ese tiempo, también. ¡Y mirá!, nos entendimos. Sin rencores, son distintas etapas de la gente y todos necesitamos crecer.

—Tal vez se trate de empezar a preguntar de qué se quiere hablar y dejar de imponer.

—Uno nunca sabe la batalla interna que está librando el otro.

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