Libertador e Yrigoyen, Olivos. Agosto del 2000. Como todos los días, Julieta Prandi llegó a aquella esquina para tomarse el colectivo y quedó impactada por un cartel lumínico con una tapa de GENTE que no esperaba. “Estaba yo con Susana Sadej, en hot jeans. Hacía unos días había ido a Editorial Atlántida para hacer fotos para una producción. Éramos 70 modelos y estuvimos horas en el estudio de fotografía y en la Reserva Ecológica, que está a unas cuadras. Nunca nadie me dijo que yo había quedado para ser la tapa. Casi me desmayo cuando la vi”, rememora la modelo y conductora de radio –hace Sarasa, en La 100–, en la víspera del martes 20 de abril que marca su cumpleaños número 40.
Con la frescura de siempre, pero mucha agua bajo el puente, el entusiasmo por recordar sus inicios se le nota en cada palabra. “A los quince años empecé a hacer promociones y desfiles de reina en Pinamar, pero nunca busqué ser modelo. Terminé el colegio y me anoté en el CBC porque quería estudiar algo vinculado a las letras. Me gustaba escribir. Pero después del verano del 2000 me llamaron de una de las agencias de promotoras para las que yo trabajaba para comentarme de un casting en Martínez, de la marca Rever Pass. Como soy de Zona Norte y me quedaba cerca, fui. Me eligieron y Machado y Cicala, que hoy son mis amigos, hacían las fotos. Una chomba, barro y terminé saliendo en una gigantografía en la Av. Lugones cuando todavía no tenía ni manager”, cuenta Julieta.
Y sigue: “Sin preguntarme, Gabriel Machado le mandó mis fotos a Ricardo Piñeiro, que me llamó para conocerme. Entonces me propuso hacer un book e ir a castings durante tres meses para ver cómo me iba. Yo estudiaba y nunca antes había ido a una agencia a buscar trabajo. No estaba en mis planes, pero el destino estaba marcado. Todo se dio muy rápido: una campaña tras otra –By Deep, Cacharel–, los viajes y esa inolvidable primera tapa de GENTE. Mi nombre empezó a sonar cuando yo tenía solo cinco minutos de trabajo”, apunta Julieta en clave de metáfora sobre esos primeros seis meses a todo ritmo. Entonces agrega: “El verano 2001 me fui a trabajar a Punta del Este, vivía en la casa de Ricardo e hice mi primer desfile de Roberto Giordano. No me lo olvido más. Estaba en las grandes ligas”.
—¿Cómo llegaste a la tele?
—Me avisaron que había un casting en Telefé, en la Av. Pavón, con Guillermo Francella. Yo nunca había hecho un comercial, ni hablado en cámara, ni teatro. No quería saber nada, pero me insistieron y fui. Cuando llegué y estaba Guillermo, que es el ídolo de mi papá, me olvidé de todo. ¡Gran papelón! Pero al mes me dijeron que había quedado. Así empecé en Poné a Francella, después Franco Buenaventura, No hay dos sin tres –ganamos el Martín Fierro–, El ojo cítrico, Coronados de gloria y varios años de Zapping. De a poco descubrí que me gustaba la conducción.
—¿Dejaste la facultad?
—Sí, porque cuando empecé a grabar, me empezó a ir a los tumbos. Es que me gustaba trabajar. Desde los quince que ayudaba en casa. Además, me gustaba ir a Cabildo y comprarme mi ropa para salir… Ser independiente. Siempre fui autosuficiente. No soy de pedir ayuda. Pero no imaginaba ser modelo, ni actuar. Mi plan era ser escritora. Desde los doce que escribo poesía y cuentos. Hice muchos talleres y publiqué en revistas literarias, muchas veces con seudónimo. Tengo mucho material para sacar a la luz.
BARAJAR Y DAR DE NUEVO
Hija de Eduardo y Cristina, Julieta es la hermana menor de Natalia. Hace ocho años se casó con Claudio Contardi, de quien logró divorciarse en 2019, después de denunciarlo judicialmente por violencia familiar, entre otras cosas. Su ex es el padre de sus hijos, Mateo (10) y Rocco (5), con quien mantiene una disputa judicial de la que ahora no puede hablar públicamente por un bozal legal.
—¿Cómo te cambió la vida ser mamá?
—Los hijos dependen un noventa por ciento de la madre, por no decir un cien por ciento y sonar soberbia. Yo soy mi propia empresa y antes de tenerlos, me tomaba un avión y me iba a grabar un comercial o a un desfile a México sin pedirle permiso a nadie. Era el centro de mi vida. Eso cambió con la maternidad. Ahora están ellos, después ellos y finalmente ellos, mientras veo dónde estoy yo. Cuando sos mamá dejas de ser la protagonista de tu vida. Y eso, en un trabajo que tiene que ver con ser tapa de revista y estar en la pantalla, es fuerte. De pronto, lo primero es la reunión del colegio de los chicos y “vemos si llego a hacerme el color”. Además, ¡claro que el amor se te multiplica! Sos capaz de hacer más cosas de lo que creías. Tenés otros miedos. Te volvés poderosa y fuerte para protegerlos de todo.
—Después de la experiencia con tu ex marido, ¿qué es lo que nunca más?
—Nunca más dejo de escucharme, que otro decida por mí y que me imponga sus maneras o sus formas porque le molesta mi trabajo o porque quiere dominarme. Hoy no tolero que alguien me levante el tono de voz. Debe ser una secuela que me quedó por lo tuve que atravesar. Estoy mucho más alerta a la amenaza; mucho más atenta a la persona nociva que puede estar a nuestro alrededor. Y soy una enamorada del amor. Porque no siento que eso que viví en mi pasado fue una relación de amor. Puede entrar en otra categoría: obsesión, locura… Lo que quieras. Si yo no creyera en el amor no me hubiese dedicado a escribir poesías de chica. Y ojo que no sueño con el príncipe azul que viene a salvarnos, ni nadie que viene a completarte. Pero en estos dos últimos años de mi vida y con todo esto que me pasó, aprendí que para estar de verdad feliz con alguien y en armonía, primero tenés que estar feliz con vos misma. Yo no lo estaba.
—Algo de todo eso que tiene que ver con la autoestima…
—Claro. Yo salí de ese infierno con el amor propio destruido y la autoestima pisoteada. Tardé casi 2 años en recomponerme. Hasta que no me sentí feliz conmigo y supe que era mi menor amiga y mi mejor consejera, no pude volver a enamorarme. Porque yo soy una persona alegre y siempre estoy de bueno humor. No soy oscura, ni negativa. Voy para adelante. Pero cuando te cruzás con alguien nocivo, como me pasó a mí, de pronto te van coartando, marcando el territorio, aislándote y moldeándote.
—Y una vez reconstruida te enamoraste de Emanuel Ortega, ¿cómo dirías que te encuentra esta relación?
—Él tuvo mucha suerte de conocerme en mi mejor versión. Soy una mujer más entera, sabia, más amorosa y segura de mí misma. Estoy feliz conmigo, mis hijos, mi trabajo. Me siento exitosa. Por segundo año consecutivo hago Sarasa, por La 100, y somos los más escuchados de la tarde. Nadie me regaló nada. Todo es fruto de mi trabajo. Estoy orgullosa de mí. Me felicito. El año pasado no me hubieras escuchado decir esto. Emanuel tuvo la suerte de conocer a una mujer entera y completamente preparada para compartir la vida con alguien.
—¿Cómo lo encontrás vos a él?
—Con sus enseñanzas, su historia, una relación anterior larga, dos hijos… Una carrera exitosa desde muy chico. Es muy talentoso. Cantante, escritor, músico… Tiene un sentido de la estética y del arte que me hacen admirarlo como hombre y profesional. Estamos en una misma sintonía. Lo más difícil en la Tierra es coincidir con alguien; que se alineen los planetas. Estábamos destinados a conocernos.
—¿Nunca antes se habían cruzado en ningún lado?
—Nada. No tenemos gente en común. No nos habíamos visto en ningún evento. Él cree que pudimos haber coincidido en un programa hace muchos años, pero no tenemos la certeza. Apareció cuando yo me sentí lista. Hace mejor mi vida y yo la de él. Además, ya tenemos proyectos laborales juntos… Pero por ahora no puedo contar nada.
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