Fines de la década del 70. Cualquiera que haya vivido en aquella época y escuche “¡El avión, el avión!” Sabe perfectamente de qué estamos hablando. Así empezaba una de las series más queridas de aquellos años: La isla de la fantasía.
Un hidroavión llegaba a una isla secreta. El señor Roarke (Ricardo Montalbán) era el anfitrión vestido de blanco que iba a recibirlos junto con su asistente Tattoo (Hervé Villechaize). Era justamente este último el que desde el campanario gritaba la frase emblema de la serie. Cuando los visitantes descendían, el señor Roarke le comentaba a Tattoo cuál era la fantasía de cada uno de estos invitados. De manera breve nos explicaban el episodio. Se trataba de una narración muy particular, porque en cada capítulo se contaban dos historias en paralelo, a veces más. Y esas fantasías, en esa isla exótica, que nadie sabía dónde quedaba y que nadie podía contar que había estado allí, se volvían realidad mágicamente.
Al principio el señor Roarke era un personaje misterioso, raro, incluso un poco malévolo. En uno de los primeros episodios se refiere a los invitados como “tan mortales”. Pero a medida que avanzaron los capítulos, Roarke se transformó en un personaje más benigno. El dúo protagónico también fue cobrando protagonismo, porque más allá de los invitados, ellos eran el principal motivo para ver la serie, lo que unía todo.
Las fantasías tenían que ver con el dinero, la fama, la familia, los recuerdos de la infancia, el amor, el éxito y el prestigio. Algunas eran muy simples y otras muy sofisticadas, incluyendo reconstrucciones de época o cientos de extras. Pero lo que tenían en común todas ellas es que eran cuentos morales. Los personajes podían cumplirlas, otros no las concretaban definitivamente y muchos, la mayoría, aprendían algo a lo largo del episodio. Esa lección era la clave de La isla de la fantasía. Ese era el centro de la trama y lo que le aportaba suspenso e interés a cada uno de los episodios.
Ricardo Montalbán, el señor Roarke, era una estrella mexicana y norteamericana, había empezado su carrera en su país natal, México, y luego había tenido una gran cantidad de papeles como latin lover, término que se usaba en la década del 50. Ya veterano accede a tener el papel del señor Roarke, y eso sería para él un último gran momento de fama de su carrera, tal vez el que más perduró. Era un profesional serio y una de las primeras estrellas latinas en los Estados Unidos.
Hervé Villechaize, que interpretaba a Tattoo, había participado del film de James Bond El hombre del revólver de oro (1974). Roger Moore, el Bond de ese film, había dicho que Hervé era un “maníaco sexual”. Los problemas de Villechaize en La isla de la fantasía tenían que ver, en gran parte, con sus conductas inapropiadas con las mujeres. Pero como no era tan famoso como Montalbán, los celos también traían problemas. Si Montalbán era un profesional, Villechaize era inestable y complicado.
Se agregó una anfitriona femenina para equilibrar un poco la balanza y cubrirse de los vaivenes de Tattoo. Así fue como Wendy Schaal interpretó a Julie a partir del episodio 1 de la temporada 5, pero ya no estuvo en la siguiente. Villechaize siguió trayendo problemas y terminó pidiendo un sueldo equivalente al de Ricardo Montalbán. Eso llevó al despido del actor y al reemplazo del personaje. Por supuesto, sin Tattoo, sin “¡El avión, el avión!” la serie se desplomó y terminó. La isla de la fantasía tuvo una nueva versión en los 90, tuvo una película, pero nada se pareció a la serie original.
Hervé Villechaize vivió pegado al personaje por el resto de su vida. El mundo le pedía que repitiera la frase en la calle o donde lo encontrara. En una absurda vuelta de tuerca, el actor fue contratado por un programa cómico en España para hacer una imitación de Felipe González, con quien guardaba un absurdo pero evidente parecido. Nunca volvió a ser famoso y terminó suicidándose a la edad de 50 años.
En total fueron siete temporadas donde pasaron como invitados un número increíble de estrellas del Hollywood clásico. Estrellas de segunda línea en su mayoría, que participaban como invitados de la serie. No eran muy estrictos, un mismo actor volvía interpretando a otro personaje en diferentes temporadas. Y también todas las estrellas de la televisión de la década anterior fueron parte. Desde los protagonistas de Batman, por ejemplo, o de Los locos Addams, hasta estrellas del deporte y la farándula en general. El listado es abrumador e incluye a Peter Lawford, Michelle Pfeiffer, Bill Bixby, Adam West, John Astin, Vic Morrow, Leslie Nielsen, Tom Jones, Vera Miles y Sammy Davis Jr. entre muchos, muchísimos otros famosos.
Es que La isla de la fantasía no solo brillaba por las fantasías de los personajes o por la química del señor Roarke y Tattoo, sino también por este listado de rostros muy famosos para aquellos años. Ellos le daban ese toque extra. Las historias parecían no agotarse nunca, y el humor entre Roarke y Tattoo fue creciendo temporada tras temporada. Una serie que nunca terminaba de explicar cómo ocurrían las cosas que veíamos y que siempre se guardó el verdadero secreto detrás de todo. Su frase emblema quedará por siempre en la historia de la televisión y nadie impide que volvamos a decirla: “¡El avión, el avión!”.
SEGUÍ LEYENDO: