Como le suele suceder a la mayoría de los que se dedican a la actuación, siempre hay un faro, un proyecto con el que sueñan pasar a la inmortalidad. Aunque solo con los elegidos sucede. Como si la mente se detuviera en ese instante, nombres y trabajos puntuales van de la mano para no separarse nunca más. Los ejemplos sobran. Uno de ellos es el de Peter Weller, el actor que se puso en la piel del agente Alex Murphy, más conocido como Robocop.
Weller fue el protagonista de la primera entrega, que vio la luz 1987, y también de la secuela, estrenada en 1990. Antes y después hizo valiosos trabajos, pero nada que pueda compararse cuando le puso el cuerpo al policía de hojalata. Sin dudas su vida cambió a partir del momento en el que el director Paul Voeverhen le propuso sumarse como protagonista de Robocop.
En cuanto a la película, fue una de las más taquilleras de su momento -recaudó 53 millones de dólares-, pero además recibió una infinidad de críticas positivas por el argumento y los temas que fuero tratados. Más allá de la resurrección de uno de los mejores policías de Detroit en la piel de un robot para seguir teniéndolo en servicio, Robocop aborda problemáticas como la corrupción política, el capitalismo y la privatización, que generó que en la ciudad los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Un verdadero caos social.
Peter protagonizó Asesinos cibernéticos, El desastre del Poseidón, Las aventuras de Buckaroo Banzai. También le prestó la voz al mismísimo Batman. Muchos lo recuerdan de esos proyectos. Sin embargo, su carta de presentación, su rostro, está ligado a aquella película del robot justiciero más célebre de la historia del cine hollywoodense.
Detrás de escena
Mucho antes de dedicarse a la actuación, la gran pasión de Peter era la música: tenía una banda de jazz. Pero a la par hacía teatro independiente, las propuestas para actuar iban en aumento, y llegó el día en el que comprendió que dedicándose de lleno a la dramaturgia podía hacer más dinero que como cantante.
En más de una oportunidad este hombre nacido en Wisconsin, Estados Unidos, el 24 de junio de 1947, hizo referencia a cómo se quedó con la responsabilidad de calzarse la armadura del cyborg creado -en la película- por la corporación OCP. De antemano, casi se queda afuera por no querer hacer la audición que le pedía el director. Pero luego de la primera reunión con Voeverhen, todo pareció alinearse: el cineasta conocía sus películas y le dio su opinión sobre cada una de ellas. Así, congeniaron rápidamente.
Cuando le habló de una película de robots, Peter lo frenó para darle su punto de vista. “Le dije: ‘Este va a ser un filme operístico con una historia pequeña, así es como haces todas tus películas’. Él me contestó: ‘¿Cómo lo sabes?’. ‘Porque he visto todos tus filmes’, le dije. Empezamos a hablar sobre el tema de contar pequeñas historias personales ambientadas en, por ejemplo, el transcurso de la Revolución Rusa, como Chekhov”.
En la reunión definitiva, el director le pidió una audición: le escribieron un texto para que Weller lo expusiera como si ya estuviera en personaje. Sin embargo, y a riesgo de quedarse sin el trabajo, se negó a hacerlo. “Yo no hago audiciones: soy medio disléxico, un lector muy lento y no hago bien las pruebas. No le encuentro el sentido a las palabras en una página. He construido mi camino y mi carrera sin hacer castings. Creo que habré hecho cuatro en toda mi vida”.
Más allá de su pedido, lo llevaron hasta el set para que realizara la prueba pero, una vez más, se salió con la suya. No habló de su dislexia, pero se las arregló para quedarse con el protagónico esquivando el casting. “He mentido para conseguir una carrera y, por supuesto, mentí para llegar a hacer Robocop. Me llevaron a la audición igual y allí dije: ‘Escuchen, chicos, no voy a hacer la prueba’. Al final, en la habitación, Paul dijo: ‘Bien, ¿sabes hacer mímica? ¿Podrías moverte por esta habitación?’. No había conocido a Moni Yakim, quien había diseñado el movimiento de Robocop, pero sabía bailar, así que me moví para Paul y el dijo: ‘Okey’”.
Con el papel en sus manos, llegaron los días de filmación, tarea para nada sencilla. En cuanto al traje, se lo hicieron sin tomarle las medidas y ese fue un gran dolor de cabeza a la hora de filmar. En primer lugar, porque debían colocárselo mucho tiempo antes: el montaje demandaba más de la cuenta. En los primeros días, hasta que le hicieron ciertos retoques a su vestuario de metal, llegaba al trabajo antes que sus compañeros para no perder tanto tiempo.
El actor se tomó el trabajo con mucho profesionalismo. Pese a que no se lo habían pedido, ni mucho menos fuera un requisito, antes de darle inicio al proyecto tomó clase con un profesor de mimo. A sabiendas de que transformado en un robot debería moverse de una forma en particular, consideró que lo mejor era adquirir herramientas que lo ayudaran a hacer todo mucho más creíble.
No obstante, hubo un momento en el que se pensó abandonar el proyecto. Pero la tenacidad de Peter Weller para nadar siempre contra la corriente hizo que nadie bajara los brazos. De hecho, en el primer día de rodaje estuvieron 11 horas hasta comenzar porque no lograban ponerle el traje. Había piezas que quedaban grandes, y adaptarlas ahí mismo sin romperlas no era sencillo. Fueron momentos de tensión, pero que se fueron solucionando a medida que el rodaje avanzaba.
Más complicaciones se suscitaron a lo largo de la realización del filme. Otras de las cuestiones que no se tuvieron en cuenta referidas a las dimensiones del traje era que no podía ingresar al patrullero. Para hacerlo debía hacer varias maniobras: Robocop debía ser asistido por los técnicos, por supuesto, eso no podía verse. ¿La alternativa? Para esas escenas decidieron quitarle la parte inferior. Por esta cuestión, las tomas son solamente ingresando y saliendo del auto. Las que son filmadas manejando a Robocop solamente se lo observa de la cintura hacia arriba porque, más abajo, no había traje alguno.
Cuestiones como estas salieron a la luz tiempo después, luego del éxito garantizado. Detrás de un buen producto hubo horas de trabajo incansable y complicaciones que hicieron todo mucho más tedioso. Para Weller, fue una odisea que no olvidará jamás. Hoy, con 73 años, aun recuerda el sufrimiento que le generó ponerse en la piel del personaje por el que obtuvo el reconocimiento mundial.
El traje era hermético, con gran parte de su interior realizado en gomaespuma, por lo que cada escena se transformaba en un calvario. En alguna oportunidad contó que cada día de grabación le generaba perder hasta un kilo de su peso. Incluso, llegó un momento en el que tuvieron que ponerle filtros de aire a la armadura que más usaba porque no soportaba el calor asfixiante.
En total fueron siete los trajes utilizados, para que no se rompiera la original. A lo largo de la trama, Robocop sufre una explosión cercana y diversas mutaciones, entre otros acontecimientos que hacían que para, mostrar ese deterioro, se emplearan otros atuendos, especiales para esas circunstancias.
Más allá de la dislexia que siempre lo acompañó, el bueno de Peter se las arregló para sobreponerse y desarrollar su carrera. No hubo cuestión física que lo alejara de su pasión. Los años pasaron, y de a poco se fue alejando de los escenarios. Volvió de manera esporádica, con proyectos puntuales. En los últimos años se dedicó a dar clases en la Universidad de Syracusa, en Nueva York. Es licenciado en Historia del Arte y, buscando alejarse de la exposición, retomó su labor como profesor de literatura.
¿La frutilla del postre? Podría volverse a calzarse el traje plateado. Será toda una gran tarea poder convencerlo, pero los encargados del proyecto no pierden las esperanzas. Todo indica que se pondrá en marcha una nueva película y que esta vez será como las versiones originales, no como la estrenada en 2014. Sino como Robocop 1 y 2. Por eso piensan en un protagonista. Peter Weller. El inoxidable.
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