Hay pasiones que se llevan en la sangre y destinos que están marcados a fuego. Por más que pretendan ocultarse o uno haga fuerza para mirar hacia otro lado, llega un momento en el que brotan con fuerza irrefrenable. Pocas profesiones están tan ligadas a la pasión como el periodismo y hay pocos periodistas tan apasionados por la profesión como Mauro Viale y su hijo Jonatan, forjados por el mismo entusiasmo y moldeados con diferentes estilos. Si el padre se movió como pocos en la polémica para hacer de la transgresión un género en sí mismo, el hijo se siente más cómodo en la reflexión y la información en estado puro, pero hay algo además de la sangre y la familia que los va a unir para siempre: el amor por el periodismo y el compromiso con la profesión.
El primer indicio se remonta 20 años atrás. Como tantos otros hijos, Joni acompañaba a su padre al trabajo con una fascinación por el oficio que iba a tardar en despertarse. En aquel entonces, Mauro ya había dejado su sello en Fútbol de Primera y había hecho de su Mediodía con Mauro un estilo propio que hizo escuela y que dividió aguas. “Me daba bronca lo que decían de él. Pero sabía que eran las leyes de la televisión. Es un medio muy cruel. Si entrás, tenés que saber que es así”, admitió Jonatan tiempo más tarde, entendiendo que marcar una era tenía sus costos. “Lo veo como un tipo que transgredió todo. En ese momento, muchos se enojaban. Y ahora, lo que él hacía, es normal”, contó en una entrevista años atrás.
Quizás por esa bronca de niño, acaso por las ganas de celar el oficio, de querer pasar más tiempo con su padre, el de Joni y el periodismo no fue amor a primera vista. “Creo que combatí contra el hecho de ser periodista. No quería serlo, porque siempre decía que mi viejo no tenía vida y yo no quería eso para mí”, contó Jonatan cuando ya era una de las promesas de su generación, y se destacaba en Intratables y en Radio La Red. “Nunca me dijo que quería ser periodista. Él empezó a trabajar en una radio chiquita haciendo un programa periodístico”, reveló Mauro, destacando que Joni hizo su propio camino en los medios.
Claro que para eso faltaba un poco. Al finalizar sus estudios secundarios, se anotó en Ciencias Políticas, en la Universidad de Belgrano, donde completó la licenciatura. El periodismo, como el tango, lo estaba esperando. “Un día dije: ‘¿Por qué voy a negar algo que me encanta?’”, reconoció Joni sobre lo inevitable. Empezó como columnista de política en Radio Colonia, y fue dando pasos hasta que su camino y el de su padre se cruzaron en Mauro 360, en la pantalla de América.
Fiel a su estilo, Mauro había reconocido que a su hijo le daba más tiempo al aire que al resto de sus compañeros. “Si no, la vieja me rompe los quinotos, que el nene no habla”, señaló con humor en referencia a su esposa, la psicóloga Leonor Schwadron. Pero luego, se puso serio y destacó sus dotes profesionales. “Tiene entidad como para hablar más que todos nosotros juntos. Es politólogo, conoce mejor la materia. La experiencia me permite a mí aportar cosas que él no vivió por tiempo”, elogió. Por su parte, la propia Leonor definió cada estilo: “Son de generaciones diferentes, cada uno piensa de su manera y hacen una confrontación generacional”.
En un especial de Secretos Verdaderos (América) reconocieron uno de los temas en los que no lograban ponerse de acuerdo: “La pelea siempre es ‘calle contra academia’. Yo digo que puede ser inclusivo, calle y academia, pero él lo hace exclusivo”; argumentó Viale hijo. “Yo no digo que es versus, digo que el periodismo tiene un problema que es que cuenta las cosas que no ve. Hay que ver las cosas para contarlas”, replicó Viale padre. Una discusión como tantas para enriquecer la profesión y que sirve para el consejo , uno de los pocos que Mauro reconoció dar: “Tenés que ratificar y tratar de que no te desmientan”.
En 2016, cuando su hijo ya tenía un nombre propio en los medios y había sido galardonado con un Martín Fierro por su tarea en Intratables, Mauro habló con orgullo de padre. “Se ganó solito el derecho de piso. Es tan brillante que es imposible que te haga pasar papelones”, señaló Mauro. “Con mucho orgullo digo que el 80% de las cosas que aprendí de la profesión fue gracias a mi padre. Me crié en una casa donde se respira periodismo”, agradeció Joni. En otra oportunidad destacó qué cosas había tomado de su padre. “Me gusta laburar. Y admiro a mi viejo en ese sentido, por el nivel de pasión que le pone al laburo. Le encanta lo que hace y yo soy como él en este sentido. Además, para mí él es una referencia en cuanto a lo moral”, afirmó.
Una diferencia entre padre e hijo tenía que ver con el fanatismo por el fútbol. Acaso por su pasado como periodista deportivo, quizás por el desánimo de tantos años en el fútbol, Mauro nunca se mostró muy apasionado por la pelota ni reveló públicamente sus simpatías por algún club en especial. “Yo no quería ser relator, mi pasión era escribir, por eso hacía talleres con Abelardo Castillo”, destacó. Por el contrario, Joni siempre deja en claro su fanatismo por River y reflejaba en sus redes sociales algunas de sus visitas al Monumental. Según contó una vez, Mauro no volvió a pisar una cancha una vez que dejó las transmisiones de Fútbol de Primera, en las que formó una dupla histórica con Enrique Macaya Márquez. Hasta que diez años después, su hijo le pidió ir juntos al Monumental, y volvió a sentir el calor de las tribunas. Seguramente, por dentro brotó un “Muevo yo, Mauro. Enzo Francescoli”, como puente generacional entre padre e hijo.
El pasado 15 de febrero, ambos tuvieron su divertido diálogo público en Pan y Circo, el programa que conduce Joni en Radio Rivadavia, donde Mauro salió en calidad de entrevistado y fue consultado sobre cuándo supo que Joni se iba a dedicar al periodismo: “Creo que los dos nos fuimos dando cuenta al mismo tiempo y de a poquito. Mirando la tele, viendo al viejo leyendo los diarios, o produciendo, podía derivar en dos situaciones: que siguiera su carrera académica de politólogo o en algún momento iba a pasar esto que pasó”, contó Mauro.
Consultado sobre el presente de su hijo, se deshizo en elogios: “Lo veo fenomenal, creciendo y superando al viejo como debe ser en el mandato judío”, lo que motivó un intercambio padre-hijo: “No hay competencia, no hay que superar a nadie”, señaló Joni. “Él compite”, corrigió Mauro en una muestra gratis de un poco de la intimidad de los Viale, esa que no hay que esforzarse demasiado para cerrar los ojos e imaginar. Dos maneras diferentes de encarar el mismo oficio, con la pasión por el trabajo como lema y bastión.
“Me gusta laburar. Y admiro a mi viejo en ese sentido, por el nivel de pasión que le pone al laburo. Tiene 71 años, pero se levanta a las cinco de la mañana, come arroz con lechuguita, está siempre impecable y trabaja un montón. Le encanta lo que hace y yo soy como él en este sentido. Además, para mí él es una referencia en cuanto a lo moral”, explicó Jonatan. Pero aclaró que su pretensión es tener “un estilo diferente, un poquito más moderno” que el de su padre.
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