Él, de pie, cuenta: “Yo tenía 18 años y fui... era importante: era gerente de crédito en una cooperativa”, dice, llevando ambas manos a su pecho, dándose ínfulas. Ella, desde el sillón, le presta atención, como si escuchara la historia por primera vez. Le sigue el juego: hasta parece sorprendida. Él, periodista, muestra estadísticas con distintos índices que vienen a reflejar cómo vivir en la Argentina, estresa. Ella, psicóloga, aporta su mirada experta. Al fin, dos profesionales interactuando en televisión.
Hasta que a ella, Leonor Schwadron, le sale un: “¿Qué decís...?”. Pero él, Mauro Viale, haciendo gala del oficio de incontables horas en la pantalla chica, no repara en esa pregunta coloquial: opta por remarcarle un dato de la planilla exhibida en una pantalla. Y entonces los dos, como si estuvieran en el living de su casa y en el estudio de A24, saliendo en vivo, vuelven a mirarse. Se sonríen. Es un instante en el cual son cómplices. Una vez más.
Mauro Viale murió este domingo 11 de abril, afectado por un cuadro severo de coronavirus. Tenía 73 años. Sumaba poco más de aquellos 18 cuando conoció a Leonor Schwadron, esa adolescente que se enamoró de ese joven altísimo. Que escuchó una y mil veces sus historias. Que decidió construir un futuro juntos. La mujer que, al fin, lo acompañó más de medio siglo. Y que hoy, lo llora.
No será el último día que lo haga. La despedida del hombre de su vida todavía tiene una tristeza de final difuso. Si es que acaso concluirá alguna vez.
Viale y Schwadron eran compañeros en Mauro, la pura verdad, él como conductor, ella como columnista especializada. Pero además eran abuelos babosos, como los describen en la familia, de esos que se tiran al piso para jugar con sus nietos. Que llenan de regalos, de mimos, besos y abrazos a esos cuatro niños: dos hijos de Ivana, los otros dos de Jonatan.
Ivana Viale heredó la vocación de su mamá: ella también es psicóloga. En cambio, su hermano Jony es politólogo, pero fue su madre quien -un poco con el conocimiento adquirido en la universidad, pero más que nada con el amor que brinda la maternidad- le permitió superar sus propios miedos y liberarlo de las presiones. “Por ser periodista, no vas a copiar la vida de tu papá. Podés ser vos, tener tu identidad”, le dijo Leonor. Y así fue como Jonatan Viale pudo convertirse en un referente periodístico sin temor a repetir cada uno de los pasos de Mauro, haciendo los suyos.
“Ella es muy amada en la familia”, suele enaltecerla Jony, hablando de quien ha mantenido un perfil bajo a lo largo de cinco décadas pese a la popularidad de su marido y las apariciones televisivas propias. Leonor logró construir un hogar -en el departamento de Palermo que habitaron por años- pese a la pasión que Viale le dedicó al trabajo: su esposo era un workaholic -como lo definía Jonatan- y ella conseguía que equilibrara la balanza, que encontrara con sus nietos el tiempo de calidad que, tal vez, no le había brindado a sus hijos.
Mamá presente. Abuela cumplidora de mil caprichos. Profesional reconocida, abocada a los niños y directora de un centro de terapia infantil. Esposa incondicional, capaz de capear cualquier temporal al lado del hombre de su vida. Aquel que desde este domingo, y después de medio siglo, ya no está a su lado. Y que solo Leonor sabe cuánto llorará. Porque el amor no tiene medida. Tampoco lo rige el tiempo. Aun cuando el amor que siente por Mauro Viale ya sea eterno.
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