“La grieta es la antítesis del pensamiento”, dice Verónica Llinás, y sostiene que en vez de pensar los hechos de la actualidad con las herramientas propias de cada uno, se juega una cuestión más de índole emocional. “Es como un River versus Boca”, lamenta.
La actriz atravesó la cuarentena acompañando a la gente desde su casa con los videos que posteaba en las redes sociales: “Esas conchetas que hago son un poco yo. Viví alrededor de eso: no me estoy riendo de los demás, estoy riéndome también de mí”, aclara en esta entrevista con Teleshow, aunque dice que hoy se identifica a sí misma como “una zaparrastrosa”.
A días de su vuelta al teatro, en un dúo desopilante con Soledad Silveyra, la humorista celebra el trabajo junto a su compañera. “Es una actriz que siempre admiré -destaca sobre Solita-. Esto que voy a decir va a sonar como que me estoy haciendo la joven, pero viví mirando sus novelas. De chica era como el non plus ultra de la femineidad”.
Dos locas de remate estrena el jueves 15 de abril en el Teatro Astral. La dirección es de Manuel González Gil y el equipo está a cargo de Jorge Ferrari, Pepe Uria y Juan Manuel Caballe en la producción ejecutiva. La comedia, con algunos ribetes de humor negro, estrena en plena segunda ola después de un año durísimo para el rubro artístico.
—¿Te gusta volver a pisar un escenario?
—Es difícil, no te lo voy a negar, porque de haber estado patas para arriba así, dejándose crecer la panza, las canas, de estar hueveando, a de golpe ¡pum!, ¡pum!, ¡pum!, ya tiene que estar la obra. Es un sacudón. Es muy agobiante todo lo que rodea... No solo lo que hay que hacer sino las circunstancias generales. De todas maneras, es una gran felicidad volver a trabajar, volver a poner la cabeza en algo que me gusta tanto como el teatro.
—Igualmente estuviste activa durante la pandemia.
—Al principio le di a los videos y fue una herramienta, una tabla en el medio del mar, un salvataje. Fue muy importante hacerlo y me sentí muy bien, la gente me lo agradeció mucho. Este último tiempo me costó: entré en una crisis, no sé qué pasó. Había una presión... Mucha gente diciendo: “Criticaste a Macri, ahora criticá a Cristina”. De pronto estaba obligada a hacer cosas contra el Gobierno que, no es que no haya cosas para decir, hay un montón, pero cuando empecé a criticar a Macri hacía un año de su Gobierno y había visto un montón de cosas. Ahora vino la pandemia: una situación muy rara criticar a un Gobierno cuando recién empieza con una pandemia de por medio. Preferí retirarme un poco. Por otro lado, decir: “¡Videos boludos! Empiezo a hacer videos que no hablen de nada”. También me van a dar, porque la gente te da con lo que sea. No soy humorista política, me salió así porque me coincidió todo lo de Macri, los conchetos con mi concheta.
—Había algo de reírse de uno mismo.
—De uno mismo y de la clase media. Viví en Quintana y Callao, o sea, esas conchetas que hago son un poco yo. Vivía alrededor de eso. No me estoy riendo de los demás, estoy riéndome también de mí, que es la centralidad del humor. Nadie hace humor si se ríe solo del otro. Si no se ríe de sí mismo no es humor, es otra cosa.
—¿Qué costado cheto te permitís todavía?
—Uno no se puede ver mucho a sí mismo como vería a alguien de afuera. No tengo mucho de cheta. Vivo en el Conurbano con perros, soy una zaparrastrosa. No consumo, no me interesan ni la ropa ni los perfumes ni las cosas. Me gusta comer bien, comer rico, pero eso no es ser concheto, eso es ser un ser humano (risas).
—Ahora se viene la obra con Solita. Dos locas de remate trata la idea de dejar ciertas cosas atrás para poder seguir.
—Acá voy a decir “nueva normalidad”, y es un plomo porque todo el mundo está hablando de eso, pero hay que empezar a ubicarse en esta realidad tan rara. De algún modo, siento que los que estamos haciendo teatro ahora somos una suerte de, no voy a decir de héroes porque es mucho, pero realmente le estamos poniendo el cuerpo a las balas. No queremos que esto muera, no queremos que los espectadores se desacostumbren a ver teatro. Vamos a ponerle el cuerpo aunque la ganancia sea mínima; lo que importa es que el teatro esté vivo. Hay un montón de gente haciendo eso y está buenísimo. Ahora, que me toca a mí, siento el agobio y el peso, pero también la alegría de estar sumando.
—¿Ibas a estar en TV Nostra, el programa nuevo de Jorge Rial?
—Me ofrecieron, pero no. No es el único ofrecimiento que tuve para que los videos me den money. Era muy cómodo lo que me propuso Rial: hacer los mismos videos de siempre, en mi casa, simplemente con un desglose de temas. En varias oportunidades tuve esos ofrecimientos y no me terminan de cerrar. Por lo menos, por una torta de plata que valga (risas). Si no, prefiero la libertad de hacerlos o no hacerlos cómo y cuándo yo quiera.
—¿Qué otros ofrecimientos recibiste?
—Mucho ofrecimiento de hacer un unipersonal, pero a mí me gusta actuar con el otro. Es un camino muy solo estar en el escenario con mi propio caldo. Me nutre mucho el otro actor. Me gusta entenderme en la escena, en lo que me propone el otro, poder jugar. No estar sola en los camarines antes de empezar.
—¿El humor es una herramienta para sanar situaciones?
—El humor nos salva de un montón de situaciones de tristeza, y es salud. Es una forma de vivir. Mi papá era una usina de humor permanente. Le cortaron un brazo en un accidente y jodía, decía: “Soy el manco de la Nación”. Con todas las desgracias, se hizo humor en mi familia.
—¿Pasaste muchas de esas desgracias, de esos dolores? ¿Siempre fue el humor el que ayudó a apuntalar?
—Sí, muchos. No te voy a decir que estuvo siempre el humor. He pasado por momentos de muchísima tristeza y desesperación, pero aún en los peores momentos de enfermedad de mi marido, iba a Viudas e hijos del rock and roll (la exitosa novela de Telefe) y me olvidaba de todo. Hacía reír, me reía, y hacía un paréntesis que era aire puro, que me recargaba.
—Hoy vivís rodeada de perros y tenés un sobrino maravilloso, también.
—Pepón es la luz de mis ojos. Tiene cuatro años y medio, pero realmente es una cosa... Siempre me reí de las expresiones de la gente: “es la luz de mis ojos” o “es un ser de luz”. Siempre me cagué de la risa de la gente que dice “es un ser de luz”. Y me vi el otro día diciendo “es un ser de luz”. Terminé cayendo porque es muy impresionante.
—¿Tenés ganas de volver a enamorarte?
—No sé. Enamorarme... No sé qué pasa ahora. Estar enamorado me suena como padecer: es tan cómodo no estar enamorado. Esa cosa del enamoramiento: sufrís, si te da bola… ¡Ay, qué alivio no tener nada de todo eso! Basta, no me jodan. Es más liviano. Por supuesto que, a veces, uno se siente solo. Pero por el momento estoy bien.
—Hace poco leí una frase tuya: “La grieta me agrietó las pelotas”. ¿Por todo nos vamos a pelear?
—Es intolerable. El otro día lo tuiteé porque estaba muy hinchada las bolas. Es la antítesis del pensamiento. Antes de poder evaluar algo que se hizo, que se dijo, que pasó, antes de poder pensarla, se ve de qué lado viene: “¿Es kirchnerista o macrista?”. En vez de pensar con mis propias herramientas, es una cuestión emocional, como el River-Boca: no se piensa. Está en una parte del cerebro que no es el córtex, es una parte más animal. No hay pensamiento. No evalúas cada cosa y decís: “No soy kirchnerista, pero mirá qué bien esto...”, de pronto, el matrimonio igualitario. O: “No soy macrista, pero esto lo hicieron bien”. Nadie dice eso. Es un extremismo ridículo y destructor. No podemos salir: veo de los dos lados gente atacándose ciegamente como perros rabiosos. Dos perros que se ladran y se ladran, y nadie para y piensa.
—Hay luchas a las que les has puesto el cuerpo: salió la ley de interrupción del embarazo.
—Sí. Hay muchísimo por hacer todavía porque ni siquiera se cumple. Es un paso muy importante.
—Ahora, probablemente se venga otro debate que ya es ley en España: la eutanasia. ¿Tenés posición sobre el tema?
—Sí, estoy a favor. Hay ciertas condiciones de vida que no merecen ser vividas por nadie, y sobre todo, alguien que decidió en su sano juicio. Hay un tema a tratar que es cómo ver que esa persona no decida morirse porque está en un momento de desesperación, pero hay herramientas. La medicina, la psiquiatría tienen herramientas para ver si es permanente o solo un momento.
—Todos tenemos derecho a cierta dignidad.
—Si estás en una situación terminal, poder elegir cómo uno va a morir, cuándo, con quién, de qué manera; todos deberíamos tener derecho. Otra lucha que hay que dar es la legalización de la marihuana, señores.
—También le has puesto el cuerpo.
—También le he puesto el cuerpo, los pulmones (risas).
—¿Cultivás en tu casa?
—Sí. Tengo fibromialgia y el aceite de cannabis es muy bueno. Además, es una buena cosa, por supuesto, con la moderación que se tiene que tener con el vino, con la mayonesa... Si te comés kilos de mayonesa por ahí también te morís o te enfermás; es peor que fumar miles de porros. Pero con la moderación que hay que ponerle a todas las cosas, creo que es mucho más inocuo que el alcohol y un montón de calmantes que la gente toma indiscriminadamente, y después te dejan medio tarado.
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