Raúl Lavié: de una niñez humilde con trabajo infantil a cantar para Lady Di y ser amigo de Anthony Quinn

A solas con Teleshow el prestigioso artista se prepara para el show que brindará esta noche

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Raúl Lavié en exclusiva con Teleshow

“Mientras tenga la claridad de manejarme con mi memoria, voy a estar en el escenario”, dice Raúl Lavié, que a los 83 años sigue disfrutando de su vida artística y apostando a nuevos proyectos. El cantante, con más de 60 años de carrera y algunos momentos dificilísimos que le tocaron atravesar en la vida, encuentra en la profesión un lugar para sanar. Y cuenta que el alimento de sus ganas lo encuentra en los afectos. “Para un artista verse rodeado de amor, el de mi mujer y de nuestros nietos pequeños, es fundamental para seguir aportando”, puntualiza.

Lavié arrancó a trabajar a los 12 años para ayudar a su familia. Creció en un hogar de origen humilde, atravesado por la desigualdad, pero reflexiona que esa condición no lo llevó al resentimiento ni a la envidia. “Afrontábamos con dignidad nuestro destino, no había ningún tipo de grieta”, explica en esta entrevista con Teleshow. Y sostiene que, en la actualidad, esa división “es el drama que tenemos” como sociedad.

Además, el cantante participó en el ciclo de homenajes por los 100 años del nacimiento de Ástor Piazzolla y ahora prepara su propio espectáculo para recordar a su amigo. Piazzolla Inmortal se estrena este viernes en el Teatro Broadway. “Es una reivindicación por todo lo que luchó para imponer su música”, dice ahora Lavié.

—¡Cómo te gusta trabajar!

—Me gustaría hacer muchas más cosas. A veces me limito un poco porque, lógicamente, ya tengo 83 años y tengo que moderarme en mis necesidades o ganas de hacer cosas, pero también ayuda mucho a sentirte bien, saber que sos útil todavía.

—¿Seguís sintiendo la misma alegría arriba del escenario?

—Totalmente. Y cuanto más tiempo pasa, más es la responsabilidad de demostrar las razones por las cuales uno está sobre un escenario. A veces me quedo corto porque el paso del tiempo también te impide moverte con más elasticidad. A veces no me dan las piernitas. Estar parado en un escenario durante tantos años... ya no me responden como hace diez años atrás. Eso no me impide hacer espectáculos, pero no puedo exagerar.

—Me prometiste 100 años, por lo menos.

—Tengo planes hasta los 100 años.

—Se lo prometiste a las nietas también.

—Eso, por sobre todas las cosas. Es importante para un artista verse rodeado de amor, de tu mujer, que llevamos 40 años de casados, de nuestros nietos pequeños, que nos dan tanta satisfacción y tantas demostraciones de afecto. Mientras tengamos eso alrededor... Es fundamental para que siga aportando y siga vivo y con ganas enormes de seguir haciendo lo que me gusta.

—Te han tocado algunos de los dolores más duros que una persona tiene que atravesar. En esos momentos, ¿el escenario fue un espacio sanador?

—Hay una palabra que es fundamental: resiliencia. Reconocer que ante los tropiezos de la vida, ya sean noticias intempestivas, como el fallecimiento de un hijo... Nos preparamos para irnos nosotros primero. Tiene que ver también con dónde desarrollás tu trabajo. Ser actor, trabajar en ese sentido, hay que ponerle el pecho a través de la profesión para no caer en la depresión y en la angustia. Son cosas dolorosas, pero hay que aprender a seguir adelante.

—Verte en el teatro es un mimo al alma y ahora te encontramos rindiendo un homenaje a un grande. ¿Cómo era tu vínculo con Piazzolla?

—Comenzó por 1960 cuando me convocó para un proyecto que al final no se hizo, previo a la operita María de Buenos Aires que tendría que haberla estrenado yo, pero estaba viviendo en México. Volví a finales de los 60 a Buenos Aires y las canciones que de pronto había escrito él para la operita, más algunas otras que estaba creando, como “Balada para un loco” y toda esa producción, dije: “Esto es lo que tengo que asumir como mi música”. Tenía la necesidad de encontrar una forma de identificarme con la actualidad de Buenos Aires. Dejar un poquito de costado el tango aquel que estaba desvaneciéndose y recuperar el espacio que la música popular necesitaba, una renovación. Y esa renovación partía del genio creador de Ástor Piazzolla. Me jugué por ese repertorio y por tratar de convencer a los demás, al público. Hoy estoy feliz porque no me he equivocado en mi elección. Soy un poco el portavoz de una época, junto con Amelita Baltar, por supuesto, pero fui también uno de los que apostaron a su repertorio. Eso me lo reconoció Ástor en varias oportunidades y lo que trato de hacer es mantener viva su creatividad musical.

—Era bravo Ástor, ¿no?

—Sí, era un personaje exigente, como todos aquellos creadores que se fijan un camino y tratan de llegar a lo que quieren. Era muy exigente no solo con la gente con la cual tenía que trabajar sino con él mismo. Fuera del trabajo, era un tipo sensacional, con un sentido del humor muy particular, amigo de hacer las bromas más tremendas. Era su forma de mostrar el afecto por aquel a quien le caían las bromas.

—Has vivido en todo el mundo, incluso, arriba de un avión mucho tiempo. Conociste todo tipo de figuras: Anthony Quinn, Liza Minelli, Plácido Domingo, el Polaco Goyeneche. ¿Quién fue el que más te conmovió conocer?

Anthony Quinn fue un personaje fundamental en mi vida, y eso que duró poco porque nuestro trabajo no lo permitía. Yo estaba trabajando en Broadway y lo conocí porque vino a ver el espectáculo. Yo ya había visto Zorba, el griego muchos años atrás y dije: “Alguna vez quiero hacer esto”. Se lo comenté en uno de esos encuentros que tuvimos y me dijo una cosa que nunca la olvidaré: “Si tenés tantos deseos de hacer ese personaje, ese personaje algún día te va a encontrar”. Pasaron los años y recibo el llamado de Alejandro Romay: “¿Querés hacer Zorba, el griego?”. Fue un golpe anímico muy especial porque era un deseo increíble que tenía y me acordé de las palabras de Quinn. Fue alguien con quien conversamos mucho: era un hombre tan inteligente, tan lleno de cosas interiores, y andaba siempre muy solo. Jamás lo voy a olvidar porque realmente me dejó muchas cosas.

—Y también cantaste ante Lady Di.

—En Londres, en el Old Bridge Teatro. No solamente vino ella sino parte de la nobleza, la duquesa de York, Elizabeth Taylor, Elton John. Era una gala en beneficio a la lucha contra el SIDA y ellos presidían esa institución. Lady Di subió al escenario a saludar a los artistas y me agradeció el haberme escuchado cantar. Me dio la mano siguiendo el protocolo propio, son muy estrictos con eso, pero tuvo la deferencia de dirigirme algunas palabras.

Raúl Lavié: "Debemos terminar con esa grieta tremenda que nos separa a todos los argentinos"

—Venís de un origen súper humilde y a fuerza de mucho trabajo, de talento y esfuerzo, triunfaste. ¿Qué mirada tenés de la desigualdad que vivimos hoy los argentinos?

—Teníamos las mismas necesidades que hoy, pero afrontábamos con dignidad nuestro destino. En mi familia nunca hubo envidia por aquel que tuviera más. No había ningún tipo de grieta. Entonces, te tomás la vida de otra forma. Nunca hemos sentido resentimiento por la sociedad, al contrario. Y la sociedad nos respetaba. Me juntaba con los chicos de la cuadra que tenían otra situación mucho más liviana que la mía y nos abrían las puertas de sus casas y jugábamos como amigos. No había esa distancia social que hoy sí existe. Eso es lo que hace daño, esa grieta tremenda de aquel que no tiene nada y aquel que tiene porque lo ha logrado con esfuerzo y trabajo. Ese es el drama que tenemos.

—Es muy doloroso.

—Disfrutábamos ir a la escuela. No pude seguir una carrera porque tuve que trabajar apenas terminado el colegio, a los 12 años, para ayudar en mi casa. Pero eso no me llevó a no tener ganas de crecer y lo hice yendo a la biblioteca del colegio, tomando libros y enciclopedias con las cuales aprendí solo. Me fui preparando para algo que podría darme un trabajo más sólido, una forma de mirar la vida distinta, de entender las cosas. A los 15 ya me fui tuteando, a través de mi trabajo, con gente importante, pensante, que me dejó algo. Siempre seguí tratando de crecer intelectualmente y me he rodeado de gente que me brindaba esa posibilidad. No perdía el tiempo con gente que no me daba lo que necesitaba. Eso al final resultó muy fundamental porque he podido hablar con gente de todo tipo.

—Sos amigo personal de Mauricio Macri. ¿Te gustaría que vuelva a ser candidato?

—Lo aprecio porque lo conocí antes de que fuera Presidente de la República, en su casa, en un cumpleaños cantándole al padre (Franco Macri). Él no estaba en política, estaba trabajando en la empresa que tenían. La política es muy difícil de encarar en este país. He quedado un poquito dolorido porque teníamos en nuestras manos la posibilidad de crecer y no la supo hacer. Uno desea que su país pueda superarse a través de un buen gobierno y debemos siempre seguir adelante para ver si lo logramos. Siempre tengo fe de poder ver el país que quiero y que soñé alguna vez. Hablar hoy de política es muy costoso. Todas las cosas que te pueden suceder si expresás una idea son muy duras porque llegan al destrato, al confrontamiento, y es lamentable. Debemos terminar con esa grieta tremenda que nos separa a todos los argentinos. Es la única forma de que el país pueda llegar a crecer.

—Vi que te vacunaste y que estabas muy contento.

—Sí, estoy contento. Soy una de las personas de riesgo que necesitan esa porción de algo que lo hace sentir un poco más seguro. Me anoté allá por febrero y me llegó la citación para marzo. Me vacuné donde vivo hace más de 30 años, en Malvinas Argentinas, y allí en Grand Bourg prepararon un politécnico con un esmero muy especial. Lo destaco porque las cosas que se hacen bien hay que destacarlas. Me atendieron muy bien y sin privilegio alguno. Era uno más de todos aquellos que concurrieron a recibir la dosis de la vacuna.

—¿Qué sentís cuando ves personas que se vacunan sin estar dentro de los grupos de riesgo o acceden a la vacunación por algún tipo de acomodo?

—Eso es lo lamentable que pasa en este caso, pero no tiene la culpa aquel que le dice: “Vení, ¿querés vacunarte?”, sino la persona. Muchos jóvenes han dicho que no. Cada uno debe saber que detrás de él hay alguien que la necesita más: debés rechazarlo. Si a mí me hubieran llamado, que no lo hicieron nunca, digo: “No, me voy a vacunar cuando me llegue el momento”. Por más que tengo 83 años, no voy a ir a vacunarme por izquierda. Lo hice por derecha y lo pude tener. Por eso destaco que no hubo un trato preferencial hacia mi persona.

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