No había pasado todavía una década desde final de la Segunda Guerra Mundial ni de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki cuando emergió desde la profundidad del océano un monstruo llamado Godzilla, la pesadilla de la era nuclear, un recordatorio de la devastación de la gran guerra.
Su nombre original era Gojira, que en japonés mezcla las palabras gorila y ballena. El enorme monstruo que destrozaba ciudades y arrasaba con todo, Godzilla, era la representación perfecta de esa memoria del horror. En la película no se nombraba nunca a los Estados Unidos como un enemigo y solo Nagasaki era mencionada, pero los ciudadanos japoneses conocían bien lo que significaba la destrucción de sus ciudades.
El estudio Toho le encargó a Ishiro Honda esta costosa película de ciencia ficción y terror que se convertiría en uno de los dos films japoneses de ese año que darían la vuelta el mundo. El otro sería Los siete samuráis, de Akira Kurosawa. Ambos films cambiarían, a su manera, la historia del cine. Mientras que Kurosawa obtendría todo el prestigio, Honda inauguraba una franquicia de la cultura pop que se ramificaría hasta lo impensable.
El gran Godzilla no estaba hecho con efectos visuales, todo el truco era un hombre metido en un traje de goma y así se mantuvo durante muchos años. Esto le quitaba algunos movimientos, pero le daba una sensación física más real. El resto era destruir maquetas, efectos de sonido y una inteligente puesta en escena para hacerlo interactuar con las multitudes aterradas. Honda dijo que filmó a las personas aterradas huyendo a partir de los recuerdos que el tenía de la guerra.
Para los japoneses fue exorcizar todos los temores de unos años atrás. Una mezcla entre castigo por sus acciones y a la vez de denuncia contra un enemigo implacable. Pero la popularidad del monstruo fue tal, que poco a poco comenzó a cambiar el vínculo que los japoneses que tenían con él, la gente quería ver a Godzilla una y otra vez.
A los Estados Unidos llegó otra versión y algo parecido ocurrió en otros países. El cine japonés comercial no tenía en 1954 la circulación de los años siguientes y por lo tanto no se confiaba en que pudiera tener éxito. Se filmaron escenas extras con el actor Raymond Burr, quien interpretaba a un periodista, y se las insertó en la historia. Muchos espectadores norteamericanos no llegaron a ver el film original, solo esta absurda versión.
Pasaron los años y las secuelas. Godzilla se convirtió en un defensor de las personas y se dedicó a luchar más que nada contra otros monstruos. En 1962 se encontró con otra estrella del cine: King Kong. Para aquel entonces los actores dentro de los trajes se veían bastante absurdos. Luego entraría en otra etapa donde volvería a ser un destructor y finalmente el siglo XXI encontró a la franquicia en buena forma. Luego de un traspié en Hollywood en 1998, tanto Japón como los Estados Unidos lograron versiones más que aceptables en una era de efectos digitales. La amenaza atómica le dio paso a los desastres naturales y los peligros del cambio climático.
Generaciones enteras disfrutaron de este monstruo finalmente querido por todos. Películas como Jurassic Park (1993), La guerra de las galaxias (1977) o The Host (2003) está completamente influenciadas por el film de Ishiro Honda en lo que a monstruos se refiere. En Tokio hay una calle llamada Godzilla Road para rendirle culto. Al final de esta se encuentra un edificio que alberga los Toho Cinemas y en la terraza se asoma, amenazante, la cabeza del monstruo. Quien pueda reservar una mesa para tomar un café en esa terraza, tendrá también la oportunidad de sacarse una selfie con el héroe nacional de Japón. Aquel que ayudó a un país a sobrellevar el dolor de sus horas más oscuras y a su vez se convirtió en un embajador de la nación. Además de ser películas divertidas, supieron ser un registro inteligente y claro de lo que le había tocado vivir a Japón y, si no se tomaban los recaudos necesarios, a todo el mundo. Larga vida a Godzilla, rey de los monstruos!.
SEGUÍ LEYENDO: