“Sé que cada vez falta menos para poder volver a trabajar y que mi vida se estabilice. Intento estar en todos los detalles para que nada me saque de eje. Haber recibido la vacuna fue un antes y un después: sentí que volví a ser yo. Empecé a ser el que era antes. Durante la pandemia había cambiado y me había transformado en otra persona. Estaba muy enojado con todo, con la vida... Estaba muy caliente. Sentía muchísimas injusticias. Ahora me siento sumamente tranquilo porque me vacuné por derecha, haciendo las cosas bien. Y porque si bien no tengo la certeza, sé que está cerca el momento de volver a ir a trabajar”.
A Gonzalo Vázquez se lo escucha tranquilo del otro lado del teléfono. Hace algunos días se inoculó con la primera dosis de la vacuna Sinopharm contra el coronavirus y espera recibir la segunda los primeros días de abril. Recién ahí su vida intentará volver a la normalidad. Desde hace un año -en marzo 2020- que trabaja desde su casa y no puede cumplir con sus compromisos laborales de forma presencial. La pandemia del coronavirus lo obligó a pasar de adelante de la cámara a estar detrás.
El cronista de Intrusos dejó de poder salir y realizar notas, o incluso ir al estudio y oficiar de panelista ya que por tener diabetes integra el grupo de pacientes de riesgo que quedaron licenciados cuando llegó la pandemia del coronavirus a la Argentina. Por aquel entonces, el Boletín Oficial indicaba que aquella personas que tenían enfermedades preexistentes debían trabajar desde sus casas y estaban eximidos de hacerlo de manera presencial. Dicha medida aún está en vigencia y es por eso que Gonzalo todavía no regresó a América. Gonzalo aprovecha el espacio para agradecer a las autoridades del canal por el apoyo y la contención que le brindaron desde entonces, al mantenerle su puesto de trabajo y al encontrarle una modalidad para que pudiera seguir ejerciendo desde su hogar.
Por aquel entonces se sumó al equipo de producción que conducía Jorge Rial y que hoy tiene al frente a Adrián Pallares y Rodrigo Lussich. El último trabajo presencial que realizó el periodista de 28 años fue la cobertura de la temporada de Mar del Plata durante enero y febrero. En marzo se tomó unos días de vacaciones y a su regreso entró en vigencia su licencia.
“Nadie que haya pasado por mi situación me podría llegar a entender -advierte Gonzalo a Teleshow- Hasta se vive como una condena. Así lo entiendo yo. Para mí es un tema de salud integral: te cuidan del COVID-19 pero te queman la cabeza”, se sincera sobre cómo vivió el aislamiento social, preventivo y obligatorio. “El encierro es tremendo. Para la gente mayor y para la gente de riesgo que tiene que ser licenciada. Yo la he pasado muy mal. Tuve días tremendos”, recuerda el cronista.
“Fue uno de los años más difíciles de mi vida”, asevera y detalla que por primera vez en 21 años le dieron mal los análisis de la diabetes. “Estar encerrado por cuidarme del coronavirus me jugó en contra”, sostiene quien permaneció aislado y solo realizó salidas necesarias: a hacer compras esenciales y visitas médicas. Recién después de 200 días, se animó a hacer una salida recreativa: “Fui a merendar al parque con mi novia”, dice quien está en pareja con Agustina Lucero, que también es periodista. Se sentaron al aire libre, “a veinte metros” de otras personas y disfrutaron del momento. No era poco.
Hasta que comenzaron a llegar las primeras vacunas a la Argentina, el día a día de Gonzalo no cambiaba mucho. Seguía trabajando desde su casa en la producción de Intrusos y lo primero que hacía cada mañana cuando se despertaba era leer los diarios buscando encontrar novedades sobre los distintos laboratorios que trabajan en ello y, lo más importante, cuándo podría anotarse para recibirla. “Sabía que sin la vacuna no iba a poder volver a trabajar y eso me tenía completamente desesperado”, recuerda quien trabaja en América desde hace casi cinco años.
El 11 de febrero, el cronista tomó su celular, se descargó la aplicación para vacunarse en la Provincia de Buenos Aires -en donde tiene domicilio- y completó el formulario de inscripción como cualquier ciudadano. Allí detalló que forma parte del grupo de personas de entre 18 y 59 años con enfermedades preexistentes. Y comenzó la vigilia: todos los días chequeaba si había recibido alguna notificación. Hasta que el 9 de marzo le comunicaron que tenía turno para dentro de dos días.
El jueves 11 de marzo, su papá Luis lo pasó a buscar por su casa y lo llevó a un centro vacunatorio en La Matanza. A pesar de la alegría que sentía Gonzalo, no podía dejar de darle vueltas por su cabeza un deseo: “Que sea la vacuna china, que sea la vacuna china”. Hasta que llegó el centro, el cronista no se enteró cuál le aplicarían. ¿Por qué deseaba recibir la Sinopharm? “Era la única que todavía no estaba aprobada para los mayores de 60 años y yo también había anotado a mi abuela, de 78, y aún no le habían dado el turno. No quería vacunarme pensando en que le estaba quitando la posibilidad a ella”.
A la media hora de haber sido inoculado, Gonzalo presentó algunos síntomas adversos como dolor de cabeza y muscular, cansancio, transpiración. Motivo por el cual debió hacer reposo hasta el sábado al mediodía, cuando comenzó a sentirse mejor.
“Me cambió la vida completamente desde que me vacuné. Me cambió la cabeza, la forma de ver las cosas. Estaba muy mal y ahora siento que falta poco la segunda dosis (tendría que ser la primera semana de abril). Después de eso, empiezo a generar anticuerpos. Lo que debería significar que mi regreso al trabajo está cada vez más cerca”, continúa Vázquez.
El periodista sostiene que su presente, mientras espera por la próxima dosis, está enfocado en sus ganas de retomar su actividad de manera presencial. “Pese a estar en un túnel durante un año, puedo empezar a ver al menos los primeros destellos de luz que marcarían el final de una etapa tan complicada”.
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