Llega marzo y una pregunta se repite todos los años, sin importar el título de la película sobre la que se pregunte: “¿Era para ganar el Oscar?”. Quienes hacen esta pregunta aún viven en la ilusión de que estos premios dicen algo relevante sobre la calidad artística de un film. El 2021 es un año clave en la historia de los premios y al mismo tiempo un paso más en la pérdida de su prestigio. Si alguien busca la lista de las películas que calificaban para ser nominadas, se encontrará con lo evidente: es muy poco probable que algún miembro de la Academia vea más del 10% del total. Gwyneth Paltrow declaró hace un par de años que solo había visto dos de las películas nominadas pata los premios. Es decir, una vez que están las nominaciones, la inmensa mayoría votará, además, sin haber visto las películas. Por ese motivo no es absurdo decir que cuando la Academia va en tal o cual dirección, no lo hace por el cine, sino por otros motivos.
Diversidad, palabra sagrada de estos días. Palabra que tiene un valor en muchos aspectos de la vida y que habla de la convivencia de todos los grupos que conforman una sociedad y que merecen ser representados en ella. Con razón, alguien verá la historia de los premios y dirá que falta diversidad. Pero también es cierto que al cine le faltaba esa diversidad. Todos pasarán por alto lo más importante: una obra de arte no tiene la más mínima obligación ni necesidad de tener diversidad. Si un artista representa una versión sesgada e incompleta del universo, está en su derecho de hacerlo. Por otro lado, si un mediocre sin remedio realiza una obra plena de diversidad pero carente de calidad, poco favor le hace al cine.
Por otro lado, y en un alarde de hipocresía evidente, si una película excluye o demoniza a los hombres heterosexuales blancos, esta no será acusada de nada. Hay libertad para eso, basta con ver las películas que se hacen hoy en día. ¿Y está mal que existan? Por supuesto que no. Quedará en el espectador decidir si quiere ver algo así, lo mismo que ocurre con la totalidad de la historia del cine. Lo peor de todo es ver una gran cantidad de títulos que despliegan una ideología acorde a la era de la cancelación solo por temor a quedarse afuera. No es difícil ver la diferencia entre una película sincera y una que es un manual de cómo ganar premios en 2021.
Por primera vez en la historia dos mujeres han sido nominadas al Oscar a la mejor dirección en un mismo año. Con ellas, suman siete en toda la historia de estos premios. ¿Qué dice esto sobre sus películas? Nada, cero, no tiene importancia alguna. Sirve para generar un cambio en la sociedad, sirve para llenar páginas en los medios, sirve para la estadística y las curiosidades. Pero sobre el cine no dice absolutamente nada. Una feminista dijo una vez que la igualdad se habrá logrado cuando “una mujer mediocre pueda llegar tan lejos en este mundo como un hombre mediocre”. Esta ironía aplica a los Oscar. Tanto director mediocre ha sido nominado que se necesitarán años de mujeres igualmente mediocres con premios para lograr la igualdad. Por suerte hay una gran noticia: La única mujer que ganó un Oscar a la mejor dirección fue Kathryn Bigelow por Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008) y se lo merecía por su talento, no por ser mujer.
No nos metamos tampoco con el tema racial. Cuando uno empieza a dividir a los nominados por raza se encuentran en situaciones incómodas y, por supuesto, racistas. ¡Una nueva raza ha sido nominada! Parece un chiste, pero eso se festeja en serio. Ni hablar de lo evidente: las razas se mezclan. Todo esto que se analiza es una locura. Y el cine, a un costado, esperando que alguien le preste atención. Hace un año, Antonio Banderas fue considerado un actor de color y puesto en la lista de los nominados que mostraban diversidad. Paremos esta locura. Diversidad sería que cualquier película, sin importar el país, el género, el formato, la exhibición, pudiera competir por los premios. Pero con esa amplitud los premios se volverían inabarcables y complicados, pero también cercanos al cine.
Los Oscar no dicen si una película es buena o mala, solo marcan hacia dónde va la industria cinematográfica norteamericana. Aunque hay una apertura al cine del mundo -siempre que cumpla con las reglas de la Academia para tener nominaciones- aun hoy son premios de Hollywood, por usar una denominación simbólica. Así como en una época se aferraron a los musicales o a los dramas bélicos, hoy buscan cumplir con la diversidad. No es el viejo lobby para conseguir que alguien vote una película que no vio, hoy es algo más. Luego de años donde un personaje siniestro pero aceptado como Harvey Weinstein (actualmente condenado a 23 años de prisión por crímenes sexuales) consiguiera nominaciones y premios para algunos de los peores films de la historia de la Academia, hoy hay una contracorriente que busca con desesperación alejarse de esa cultura y aquel personaje. Con el #MeToo, el Black Lives Matter y la cultura woke muy presentes, este año solo se buscó no meterse en problemas, no recibir condenas, no tener un boicot ni una marcha.
La pandemia no ayudó a la valentía, más bien lo contrario. El streaming, que ha colaborado bastante a bajar la calidad cinematográfica en general, aceleró su victoria en una batalla que parecía llevaría varios años. Este año, tal vez, los miembros de la Academia hayan visto más películas gracias a eso. A juzgar por lo que votaron, la situación es preocupante. Los espectadores del mundo tal vez vean la entrega de premios una vez más o busquen ver algunas de las películas nominadas. Con inocencia, creerán que esto fue lo mejor que se hizo este año. La realidad ha sido siempre la misma, pero hubo muchos años en los que había gran cine, incluso más allá del gusto cinematográfico de cada uno. Me resulta poco probable que alguna de las ocho películas nominadas en 2021 sea recordada dentro de seis meses, incluso las mejores. La Academia, muy preocupada por la cultura reinante, consiguió sacarse la nota alta en diversidad este año. ¿Y el cine? El cine, amigos, el cine está en otra parte.
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