Fue en Secretos Verdaderos, por América. Luis Ventura empezó por el principio y le preguntó por su nombre. “Siento que mi verdadero nombre es Jey Mammon”, contestó el artista que todas las noches conduce Los Mammones (América). “Esa es la persona. Y Juan Martín Rago es mi nombre, pero es personaje. Yo lo cambié y siento que ya soy ese. Mi sobrino me llama así”, detalló y rió en relación al significado de Mammon. “No tiene que ver con eso”, aclaró.
“Tengo 44. Hace quince uno de mis ex alumnos de catequesis, con el que formaba una banda cuando estaba dejando mi rol de catequista, me decía Jay, por la J en inglés de Juancho. A la banda le pusimos Mammon que es hijo del diablo. Porque yo al principio estaba enojado, después fui aceptando. Entendí que el equivocado era yo, no era el espacio. No era para mi”, contó el músico.
Además, relató que tuvo una infancia feliz. “Tengo una hermana más grande. Dos sobrinos, Pedro y Francisco. Un hermano más chico. A papá lo perdí hace muy poquito. Era ingeniero mecánico. Trabajaba en la municipalidad de Lanús. Mi mama era rectora del Normal 6. Siento que la locura que tengo de la música viene por mi papá. Mi abuelo le cerró el piano con llave y lo mandó a la facultad. Yo cuando arranqué terapia le dije que era músico. Siento que esencialmente soy músico, aunque siempre lo use como un recurso”, reflexionó acerca de lo que lo hace feliz.
Y en uno de los pasajes más increíbles de la charla habló de la amistad que tuvo con quien hoy es el papa Francisco. “Cuando estaba en el mundo religioso componía canciones de misa, que tenía que autorizar Bergoglio. Para mi es Jorge y para él yo soy Juan Martín; estoy seguro que se acuerda de mi. Yo era ahijado del cura de la parroquia, que ya está en el cielo de los curas. Yo los viernes cenaba con el cura y con el papa. Yo tenía relación real. Claramente Francisco no es Jorge. Es el papa del mundo. Era un tipo que viajaba en subte. Los obispos tenían auto. No era pose. Antes de la muerte de Juan Pablo II, cuando viajó me dijo que no quería ser papa. Cuando se fue a la segunda, no me dijo eso”, relató Jey Mammon.
También contó que en algún momento pensó en ser cura, pero por unos segundos. Que estudió en un colegio religioso, el Guadalupe, toda su secundaria. Y que pasó por algunos más. “No por problemas de conducta”, aclaró y dijo que en relación a la religión, tenía un convencimiento: “Es raro. Ahora no estoy enemistado con nadie que vive la fe. Con la partida de mi papá si se derrumbó el escepticismo que tenía últimamente”, apuntó.
Acerca del nacimiento de Estelita, su personaje más conocido, ahondó en relación a cómo nació. “En un momento viví en el Once, no tenía plata y daba clases de piano. Me ayudaban mi mamá y mi hermano y me puse a hacer radio en Internet para la comunidad LGBT. Tenía varios personajes. Estelita no existía. Alguien me dijo que le acababa de vender un celular a Susana Giménez. Le pedí el teléfono. Me lo pasó y la llamé. Susana que es ingenua y divina, contestó. Yo la llamaba al aire y le preguntaba cosas. Así nació Estelita”, rememoró. Y dijo: “Soy muy fan de la vieja tele. Me encantaba Notidormi, Badía y Companía, el viejo Videomatch...”.
Ventura quiso saber cómo logra que a su programa acudan invitados que habitualmente no dan entrevistas. “La verdad que no los tengo que convencer. En algún caso sí los tengo que perseguir, pero en general no. Hay famosos que no le contestan a los pobres productores, entonces uno les escribe y por ahí contestan. El invitado la tiene que pasar bien, no hay ningún momento de incomodidad, jamás. Aunque a veces tiro algunas cositas. Algunos quizás le tienen miedo a la Estelita del teatro, que era un poco más trash. Yo no hubiese ido nunca”, se rió.
También hizo un espacio para nombrar a quien considera su referente: “El uno es Jorge Guinzburg, porque es un tipo que hacía todo y todo lo hacía bien. Sin embargo no busco ni sueño parecerme, porque además siento que es un ser especial. El único famoso que me hizo llorar cuando se murió fue él”, reveló.
Y también habló sobre su sexualidad: “Uno es. Lo que pasa es que en tu infancia o lo aceptas al toque, o lo negás y lo metes abajo de la alfombra. De mas grande empecé a entender cosas que me habían pasado antes, desde probar con una mina a ver qué pasaba hasta ver a un amigo de la primaria, que para mí era un héroe, y hoy te digo, me gustaba”. Y contó una anécdota al respecto: “Me acuerdo que me lo crucé a Juan Castro en una entrega de premios. Mi hermana que es periodista, estaba cubriendo y yo que era cholulísimo, fui y le pregunté: ‘¿Qué hay que hacer, cómo se hace? Y me respondió: ‘Empezá por un amigo que tengas mucha confianza’. Y así empecé. Hablé con un amiga y eso me desató un nudo que después se me hizo más fácil”.
“Me tocó no tener que contar o describir quién soy en mi casa. Me pasó lo que yo desearía que pasara en el futuro. Un día estábamos comiendo con mi mamá y mi hermano y me dicen: ‘Mirá esa chica, ¿te gusta?’. ‘No’. ‘¿Por qué?’. ‘¡Porque me gustan los chicos!’. Fue una charla natural, aunque puso una cara como si le hubiera caído un balde de agua fría. Después llegué a casa y le digo: ‘Voy a hablar con papá'. Y me dice: ‘No, no, a tu papá ya le conté'. Y fue todo normal. Costó un poco, pero cuando mis padres empezaron a ver la aceptación de todo el mundo, dijeron: ‘Ah, bueno, está todo bien’”.
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