“No me gusta meterme en cuestiones políticas”, advierte Ana Costa, quien en esta entrevista con Teleshow revela que le ofrecieron vacunarse contra el coronavirus, pero no accedió. “¿Voy a estar yo vacunada y mi viejo, de 88 años, no?”, plantea la actriz.
A un año de la llegada de la pandemia al país, con una cuarentena que mantuvo los teatros cerrados por meses, Costa pudo volver a subirse a un escenario. “Es tan placentero tener esa comunión con el otro”, dice, al tiempo que reconoce que la modalidad streaming, que implicó la nueva normalidad, no es para ella. Sin embargo, el aforo limitado y la venta de entradas todavía afectan a la recuperación del rubro. “No creo que tenga que ver con una cuestión económica: la gente tiene mucho miedo. Se ha instalado que el teatro era un foco infeccioso y esas cosas operan en la cabeza”, reflexiona.
Con la dirección de Nicolás Pérez Costa y de la mano de su hija Talia Acosta, la artista protagoniza la obra Casa Matriz, los viernes a las 21.30 en el teatro Picadilly. “Era una asignatura pendiente laburar juntas”, explica Ana.
—Volviste al teatro y compartiendo escenario con tu hija.
—En julio, pleno encierro, para el día de mi cumpleaños, le dije a mi hija: “Necesito que vengas”. Caminó las 30 cuadras, de su departamento hasta acá, y aprovechamos para charlar. Y surgió esta asignatura pendiente que teníamos de laburar juntas arriba de un escenario. Permitirnos disfrutarnos y crecer como actrices y como personas.
—Y Talia pidió que las dirigiera un tercero.
—Sí, lo primero que dijo. Terminamos de leer la obra ese día y me dijo: “Me encanta”. Estaba emocionada. “Esto es lo que quiero hacer. Pero que la dirija otra persona...” (risas).
—Vos comenzás tu camino en la dirección ya siendo una actriz consagrada. Sin embargo, elegiste volver a estudiar para encarar ese rol. ¿Cómo fue esa decisión?
—Soy muy de estudiar, y el Conservatorio era una carrera integral. Es una formación muy sólida la que te da el Conserva, ahora la UNA. No tenía las herramientas para pararme frente a mis colegas y decirles: “Esto va por acá”. Yo estudié en la época del Proceso Militar, muchísimos autores y muy grosos estaban absolutamente prohibidos. No vi a Bertolt Brecht... Lo que me permitió volver a la UNA tiene que ver con enriquecerme, aggiornarme y darme herramientas para pararme absolutamente segura frente a otro compañero. Esa seguridad te la da el conocimiento.
—¿Cómo fue hacer el Conservatorio durante la dictadura?
—No voy a decir el nombre, pero había un brigadier el que estaba al frente del Conservatorio para formar actores y directores. Una de las materias era Instrucción Cívica y la daba el propio rector. Obviamente, fue muy difícil. Hubo desaparecidos dentro del Conserva. Te tengo que reconocer que me desayuné mucho después de todas las cosas y los horrores que hemos pasado. Viví en la burbuja. Tenía mis cinco amigos con los que salía constantemente. Recuerdo momentos, a las dos, tres de la mañana, de ver movimientos raros y salir corriendo tipo: “¡Vámonos para casa!”. Fue difícil, muy restringido. Fue contradictorio, una cosa muy rara. Que un actor se pudiera recibir era muy restrictivo porque, obviamente, a los militares no les interesaba, al menos en esa época, en el marco de la Dictadura. No les interesaba que se recibieran psicólogos, sociólogos, artistas. Toda la gente que podía abrir la cabeza de la gente era como… Entonces, entramos 25 de los cuales egresamos cuatro.
—En cuanto a la formación, sos de aferrarte al estudio. ¿Cómo sos en los castings?
—Empecé haciendo audiciones, la palabra casting no existía. Después llegaron grandes producciones extranjeras y hacías castings. La primera vez que hice una audición fue con Pepe Cibrián, de esas maratónicas que hace él: seis, siete días, en los que se anotan dos mil y terminan siendo 20 o 30 los que quedan. Mi primera audición la hice para Los Borgia. Tuve el gran tarro de entrar. A partir de ahí Pepe me eligió, y yo lo elegí a él.
—No te tocó vivir rechazos que te hayan dolido.
—Más adelante, y con un bagaje de unas 20, 30 obras en mi haber. Me presenté a una de estas grandes producciones que vienen de afuera y al año siguiente repetí, a pesar de que ya en la primera no había terminado conforme. Uno termina la audición y te dicen: “Fulanito se va, Fulanito queda”. Sentís que ni siquiera te nombran: estás afuera. El ninguneo absoluto. La primera experiencia fue muy dura porque me eliminaron a la hora de haber entrado, con la primera tanda. Y yo tenía un trecho recorrido. Entendí después que las personas que quedaron tenían que ver más con el physique du role, pero igual es doloroso. Me fui llorando. La segunda vez le pedí a mi hija, la actriz, que me acompañara. Ni bien salí de ahí, lloré como loca, y mi hija me decía: “Mamá, quedate tranquila, te escuché atrás de las puertas, cantaste bárbaro”. Nunca más me quise presentar a ningún casting.
—¿Cómo fue tu vivencia como actriz en cuanto a los directores? ¿Tocaron malas experiencias?
—Malas experiencias... Entiendo que hay directores que se pueden equivocar o que no estés de acuerdo con lo que te van marcando, pero sentís que hay un esfuerzo de su parte de conducirte a algún lugar. Hay directores que te marcan y es maravilloso, te hacen crecer. Y hay directores que no te registran, esos son los peores. Al no marcarte, terminás el ciclo de ensayos, estrenás y decís: “Hice lo que me pareció, este personaje lo creé yo y no hubo nadie que me tirara una línea”. La responsabilidad recae absolutamente en manos del actor, y no creo que tenga que ser así.
—¿Cómo fue laburar con Jorge Guinzburg?
—Un tipo súper capaz, con la cabeza abierta. Todos los formatos que inventó no los puede hacer nadie. Ni Mañanas informales, ni La Biblia y el calefón, ni Peor es nada. Ni hablar de cuando arrancaron con La noticia rebelde. Los formatos específicamente creados por él son programas que van a quedar para la historia y en la cabeza de todos los argentinos. Como persona, fue un tipo que confió más en mí de lo que yo pensaba. Fue muy loco. Venía laburando bien en el teatro, pero suele pasar que un actor que la pega genial en el teatro pasa a la pantalla y... La pantalla te ama o no te ama. Él se pegó la patriada, tampoco es una gran cosa, pero se jugó a ponerme a mí dentro de un programa de humor. La mujer haciendo humor. No me llamó para estar en segundo plano. Tenía mis sketchs, laburaba 10 veces más que cualquiera de los tipos. Fue una súper confianza que depositó en mí y que se la agradezco toda la vida.
—¿Extrañas hacer tele?
—Extraño la tele de ese momento, ese tipo de formato donde había una producción impresionante. Nosotros, para hacer La Quetejeidi, que era una parodia de Heidi, nos fuimos una semana a Bariloche para hacer el programa con escenarios naturales. Me interesa que alguien apueste a un programa de televisión de humor pero que si hay que hacer seis, siete decorados o 20 cambios de vestuario, sean 20. Por eso tenían el rating que tenían.
—¿Estás con ganas de vacunarte cuando se pueda?
—Sí. Me ofrecieron en un momento y dije que no porque consideraba que había mucha gente delante mío como para vacunarme antes que muchos otros. Esto va a traer polémica, es la primera vez que lo digo. Sinceramente, dije: “No, tengo a mi viejo que tiene 88 años, ¿voy a estar yo con la vacuna y mi viejo no?”. Entonces no, dije que no.
—¿No querés decir quién fue? ¿Te da miedo estar contando esto?
—No me gusta meterme en cuestiones políticas. La trinchera del actor es arriba del escenario. Siempre consideré que el actor tiene que ser muy independiente para permitirte criticar, estar del lado opuesto. Tendría que ser así. Particularmente, cuando me hablan de política, trato de no hablar, de no expresarme. No me gusta embanderarme con nadie ni a favor ni en contra.
—¿Fue un ofrecimiento que llegó sin que vos lo hubieras buscado? Te llamaron y te dijeron: “Ana, está la posibilidad, ¿te querés vacunar?”.
—Sí, fue así.
—Debe generar mucha contradicción.
—Sí, sobre todo con el riesgo de ser fumadora empedernida. Pero me pareció absolutamente injusto y dije que no.
—¿Lo consultaste con alguien?
—El llamado fue un día después de la función y le dije a esta persona: “No te puedo atender ahora porque estoy cenando con mi familia, mañana te llamo”. Hablamos al día siguiente y me ofreció, pero no, ni siquiera lo consulté. Después, le comenté a mi familia y, salvo mi círculo familiar, nadie más lo sabe. Te mentiría si te dijera que no me lo ofrecieron, pero no pienso decir jamás quién. Jamás.
—¿Qué pensaste cuando saltó el escándalo del vacunatorio VIP?
—Y, no sé... Vos les preguntás a los actores que están dentro de ese vacunatorio y dicen que no, quiero creer que es así. Particularmente sí, a mí me llamaron para ofrecerme en esos días. No te puedo mentir. Además, lejos estoy de entrar en el debate de política porque siempre le huí.
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