Pamela David con Priscila Castro Jara, especialista en bioneuroemoción: “Todo aquello que te afecta habla de vos”

En una nueva edición de su ciclo de entrevistas PamLive, la conductora aborda este método holístico que busca lograr el bienestar físico y emocional

Guardar

Nuevo

Querer sanar es para valientes. Es difícil salir de la zona de confort ¿pero vale la pena seguir quejándonos? Priscila Castro Jara quiso ir más allá de la medicina tradicional y hoy es experta en bioneuroemoción, un método que viaja a través de tu inconsciente y tus emociones. Comprender que todo lo que estás viviendo en tu presente tiene un origen en tu pasado. A esta doctora ecuatoriana la siguen decenas de miles de personas esperando por sus mensajes motivadores, y miles de ellos se atienden con ella, buscando sanar. Acompañada por Pamela David en esta entrega de PamLive, Castro Jara indaga en nuestras emociones, nuestro inconsciente y nuestra superación personal. Cuando nos empezamos a cuestionar por qué nos pasan las cosas que nos pasan, empiezan a aparecer respuestas. Aceptar, confiar y fluir. ¡Animate a probarlo!

—¿De qué se trata la bioneuroemoción?

—Es un método que nos ayuda a sanar nuestras heridas. Nos ayuda a mejorar nuestro bienestar físico, como enfermedades, y emocional, mediante la indagación del pensamiento inconsciente que todos tenemos. Vamos al pasado, a ver qué tenemos en nuestro inconsciente que está generando un conflicto, un bloqueo, una repetición en nuestras relaciones, y trabajos para cambiar de perspectiva y cambiar nuestro presente.

—¿Esto es sólo para sanar situaciones que se repiten o también cuando uno se da cuenta que hay un síntoma físico? Aunque igual recomendamos siempre acudir a un médico, en caso de enfermedad.

—Yo soy médico, y esa parte no se quita. Simplemente, este es otro método de conocer para qué se te está dando la enfermedad, para qué estás viviendo una situación que la percibes como problemática. “¡Ay!, siempre repito las mismas situaciones y conflictos con mi pareja, mis padres, mi trabajo, ¿qué está pasando aquí?”; o “Siempre tengo rinitis, siempre tengo molestia en mi cervical, en las vías urinarias…”. Con bioneuroemoción entendemos que tenemos algo que gestionar internamente. Algo está aquí reprimido, que me está mostrando mi cuerpo físico.

—¿Hace cuánto te dedicas a esto?

—A nivel espiritual, hace siete años. A nivel bioneuroemoción, casi dos. La vida me llevó acá porque entré en un conflicto. Medicina me encanta, pero quería ir más allá de lo tradicional, no solo ver la parte física y ya. Algo me llamaba a decir: “Hay algo más allá del síntoma físico”. Entonces, la vida me fue guiando.

—Sabiendo que la bioneuroemoción nos ayuda a sanar, ¿se pueden hacer sesiones virtuales o debe ser presencial?

—Yo hago solo sesiones virtuales básicamente para el inconsciente, que no distingue lo físico o lo que no está aquí. Para el inconsciente, nosotros trabajamos con las emociones. ¿Qué emoción me está generando mi presente? Con esa emoción, indagamos. Entonces, se trabaja igual, físico o virtual.

—¿Cuántas sesiones aproximadamente uno le tiene que dedicar a esta entrega? Imagino que no debe ser fácil abrirse en estos temas, que producen dolor.

—La sanación es para valientes. Es mirar lo que no hemos querido mirar. Inconscientemente, nosotros evitamos el dolor y reprimimos. Decimos: “No, mejor nos olvidamos de eso”. Pero inconscientemente, estamos expandiendo esa emoción reprimida porque esto vibra. Digamos que tengo mucho dolor y lo escondo, lo escondo... Esto me está atrayendo las situaciones que me están invitando a sanar.

—¿También se puede llegar a esos hechos que uno no tiene consciencia desde la bioneuroemoción?

—Digamos que nuestro inconsciente es como un océano: nosotros solo somos conscientes de un 2% a un 3%; lo demás, es inconsciente. De hecho, vamos hacia lo que no vemos. Esta información inconsciente se nos está presentando en todo momento como problemas. Cambiamos de perspectiva y cambiamos nuestro presente. Es una manera de sanar, de aceptar y trascender esas emociones, que me están haciendo vivir una y otra vez lo mismo. Con otras personas, otras situaciones; pero la emoción es la misma.

—Son para situaciones que uno repite pero también para síntomas físicos. ¿Cómo repercuten nuestros pensamientos, nuestras creencias, los mandatos?

—Nosotros no somos conscientes de todas las creencias y las lealtades familiares. Estas son patrones, las programaciones, que no nos cuestionamos y simplemente observamos. Digamos que papá y mamá tenían una relación de conflicto, nosotros percibíamos mucho conflicto en casa y vimos en esa relación que así es el amor. Vemos a mamá sumisa, a papá controlador, y nosotros vamos llevándonos esas creencias. Nuestro niño interior no cuestiona, cree que ser como mamá está bien, entonces llegamos a adultos e inconscientemente atraemos una pareja, por ejemplo, igual a papá. De golpe yo me convierto en mamá: empiezo a actuar igual a mamá, con la misma sumisión, sin darme cuenta, sin ser consiente. Esas son las lealtades. Seguimos los mismos patrones, las mismas creencias. El punto es cuestionarme para qué estoy viviendo esto. Cuando digo: “¿Para qué?”, se me van a presentar las respuestas. Si digo, en papel de víctima: “¿Por qué me pasa esto a mí? ¡¿Por qué?!”, me quedó ahí y no hay cambios.

—¿Cómo ayudas, desde tu contención, a encontrar ese “para qué”?

—Podés pensar qué no te gustaba de tu hogar, qué no te gustaba de mamá y papá. Todo eso que no te gustaba, todo eso que enjuiciaste y percibiste. Por ejemplo: “Papá era muy duro y percibí que no me quería”. Te quedaste con esa percepción y mira cómo se te está presentando en tus relaciones de pareja, en tus amistades. Vas a ver que te estás sintiendo igual: rechazado, buscando aprobación… Debés darte cuenta de que todo lo que percibiste en la infancia lo estás viviendo actualmente en tus relaciones. Observa cómo fue tu relación con papá, con mamá, qué sentiste, si te sentiste amado, si te sentiste rechazado, abandonado. Eso no se ha ido: eso vibra en tu presente y es proyectado en tus relaciones.

—Una vez que detectás la emoción que viviste en tu infancia, ¿cómo se trabaja?

—Se trabaja sabiendo que nuestros padres, al igual que nosotros, actuaron de manera inconsciente. Yo he actuado de manera inconsciente muchas cosas porque no lo veía. Nuestros padres nos han dado lo que han podido. Si nuestros papás nos hubieran podido dar amor, lo hubieran hecho. Pero no podían, no sabían, porque ellos también aprendieron de la misma manera. Hay que dejar de juzgarlos, porque si lo seguimos haciendo, seguimos con esas necesidades en nuestro presente, exigiéndole a nuestra pareja: “Dame amor”, “Mirame”, “No me dejes”. Son las necesidades de una niña. Entonces, cuando dejamos de juzgar a nuestros padres y perdonamos, que es un proceso el dejar de juzgarlos, me empiezo a dar yo amor. Me responsabilizo de mi vida. Ya no pido: solo comprendo que fue una mala percepción. No es que papá no me ama, es que no lo sabía hacer. Cambio esta perspectiva y dejo mis necesidades de seguir en la carencia.

—¿La bioneuroemoción se hace a través de hipnosis?

—No la llamaría hipnosis, sino más mediante la emoción, porque siempre tienes una emoción en tu presente: tristeza, ira, desesperación, impotencia. Mediante esa emoción te lleva a tu inconsciente, te lleva a un momento de tu vida que tú decretaste o que percibiste de una manera que lo estás haciendo ahora.

—¿Cómo pueden estos conflictos emocionales repercutir en nuestro cuerpo? ¿Se vinculan con alguna emoción en particular?

—Si. Por ejemplo, la alergia quiere decir: “Rechazo a algo, quiero sacarlo de mi vida”. La alergia y su necesidad de querer limpiarme la nariz significa que algo me molesta. Mi cuerpo está llorando; algo que no estoy expresando entonces es la rinitis, una y otra vez. El inconsciente detecta, por ejemplo, si tú en tu infancia sufriste a alguien o tenías mucho miedo de papá. Y te generaba miedo porque había conflicto y en tu infancia permaneciste así; actualmente tu inconsciente detecta algo similar y empieza a rechazar. Entonces empiezan los síntomas emocionales. ¿Qué te está avisando? Que hay algo que tienes que observar en tu cuerpo. Hay algo que tienes que gestionar. Esto no quita la medicina tradicional pero si indagas que hay algo en ti que está indicándote tu cuerpo, tu cuerpo está manifestando, tu cuerpo está llorando, y hay que atenderte tus emociones. El asma en las vías respiratorias tiene otro componente, otro sentido biológico, pero igual es: “No puedo respirar, este ambiente me sofoca o me hace daño”. Entonces, depende de qué viviste en tu infancia, lo estás viviendo en tu presente. Probablemente vives con tu esposo y con tus hijos y vuelves a sentir la misma presión, el mismo miedo, y tal vez ese ambiente te está asfixiando como en tu niñez.

—¿El sobrepeso se relaciona con alguna situación?

—Sí. El sobrepeso generalmente es de un niño herido con falta de amor. Por ejemplo, si yo percibí que no tuve amor, que mis padres no me dieron amor, entonces el alimento es la sustitución del amor. Con esa grasa me siento reconfortado, abrazado. Y por ahí va. Hay una herida emocional de rechazo y abandono que sustituimos comiendo.

—¿La bioneuroemoción es similar a una sesión de couching?

—Tengo entendido que el couching va más a la acción, a la motivación. La bioneuroemoción es comprender que todo lo que estás viviendo en tu presente tiene una causa, y la causa está en el pasado.

—Hablemos de la importancia de aceptar, confiar y fluir: ¿por qué es tan importante hacerlo?

—Nada de lo que se te presenta en tu vida es casual: todo tiene que ver contigo. Y si eres capaz de ver y cambiar esa perspectiva, ya no vas a vivir en conflicto con la vida. Si no sabes que si viene un presente conflictivo a tu vida, está ayudando a que veas más allá de esa situación. Toda crisis te trae una bendición, te ayuda a crecer, porque te muestra lo que está escondido: precisamente, te muestra tu inconsciente. Digamos que repito problemas con mi pareja, hago todo y vuelvo a vivir lo mismo siempre… Si la vida te está mostrando una y otra vez es para que hagas cambios, que veas esa situación de otra manera. Hay que hacer un cambio de perspectiva: de chiquito pensaste que no te quisieron, pero tus papás te querían a su manera. No podían quererte de otra manera. Y si tú eres capaz de perdonar y cambiar esa perspectiva, cambia tu presente. Comienzas a pensar: “Yo en realidad sí fui amado”, y si te sientes amado, ya no vas a permitir situaciones en las que te lastimas, pones límites. Entonces, si tienes problemas una y otra vez, es para que veas diferente y hagas cambios para que ya no vivas lo mismo.

—Primero es la aceptación, que es decir: “Esto me está pasando porque me está enseñando algo”. Nos ayuda a detectar y nos viene a dar una alerta, que es para bien…

—Primero es que todo lo que te sucede, conviene. Está claro que a nadie le gustan los problemas ni las crisis, pero yo sé que me está ayudando. Uno, acepto: si esto está pasando es para algo. No me gusta, me hace llorar, sufro; pero es para algo. “¿Qué es? ¿Para qué me está pasando esto?”. Lanzo la pregunta. Desde ahí ya me estoy haciendo responsable, ya no estoy tomando el papel de víctima. Dos: cuando acepto, se abre un sinfín de posibilidades; si no acepto, me quedo en el dolor. Aceptar es confiar: confiar en Dios, en el Universo, en la energía que te está ayudando. Entonces acepto, confío, y cuando llego ahí, empiezo a fluir. Como acepto, digo: “Esto me tiene que enseñar algo”. Entonces permites que la vida te ayude. Ahí vi un libro, un taller, alguien que te guía. Ahí fluyes con la vida y ya no luchas.

—Esos días que te levantás con pensamientos catastróficos o con malos pensamientos, ¿cómo hacés?

—Nos pasa a todos. A mí también, a pesar de todo lo aprendido. Antes, yo lo reprimía. Decía: “Ya, ponte bien”. No, primero hay que acoger esa emoción. Si llego a esa emoción de mucha tristeza, nos está diciendo algo también. No tenemos que rechazarla, tenemos que decir: “Okey, me siento muy triste. ¿Qué está pasando? ¿Por qué me siento así?”. Porque si escondo esa emoción, la enmascaro con otra: ira, rabia, irritabilidad, que salen en el rato menos pensado. Si te sientes mal, cobíjate; eso es amor propio. Yo en ese momento tengo la emoción y digo: “A ver Dios, o Universo, o el Espíritu Santo, muéstrame qué tengo que aprender con esto, por qué estoy sintiendo lo que siento”. En ese momento ya te desahogas un poco y vas alivianando esas emociones porque si te levantas, reprimes y te pones positiva obligadamente, eso no dura mucho.

—¿Todas las personas que nos rodean vienen a mostrarnos algo?

—Todos forman parte de ti cuando te detona una emoción. Si yo te insulto y no te llega porque sabes que no eres eso, pasé. Pero si te digo algo y te duele en el fondo y estás tres días preguntándote por qué te dije eso, ojo, porque te está mostrando una herida que había. Te está mostrando algo. Las personas no te hacen algo: las personas te muestran dónde está la herida, la herida del pasado. Cuando me detona algo de alguien sé que eso es mío. En el momento tal vez no lo reconozca porque estamos cargados de mente, pero ya sé que eso es mío y me responsabilizo. Siempre la palabra es en mí. Si alguien me es infiel me tengo que preguntar: “¿Dónde yo me estoy siendo infiel a mí misma?”. En el sentido de que estoy para todos menos para mí.

—¿Nuestra pareja es un espejo?

—Es el más grande espejo, diría yo, porque compartimos muchísimas memorias. Siempre nos está mostrando una partecita nuestra. Pero pasa que el espejo no es igualito, ¿verdad? El espejo es que estamos en dos polos: yo soy súper sumisa y mi pareja súper autoritario. Si llegó a mí no es para que yo siga siendo sumisa y él súper autoritario, sino para que nos integremos. ¿Qué quiere decir? Que yo tomo un poco de él porque me está enseñando, y él toma de mí. Cuando logro equilibrarlo, vivo una vida consciente con una pareja consciente y disfruto porque sé que siempre puedo aprender de él. Nada es bueno ni malo: siempre tenemos que integrarnos. Ese es el punto de la pareja: “Vamos a crecer juntos”. No como nos han dicho siempre que va a llegar la pareja ideal. Cuando me empiezo a amar, llega la pareja para compartir, no para completar. Para ver como un espejo, qué puedo seguir aprendiendo. Eso es lo bonito de toda relación.

—¿Cómo quitarnos el sentimiento de culpa?

—La culpa es inconsciente: está calladita y nos mantiene inmóviles. El ego, que es la menta, es miedo y culpa. Y cuando estamos en esa energía no podemos movernos, no podemos hacer cambios. Así como digo que hay que perdonar, primero hay que perdonarnos. Si crees que hiciste daño, que tomes conciencia de eso es un gran paso, pero el paso más grande es saber que todos somos inocentes actuando de manera inconsciente. Siempre podemos abrir más los ojos. Yo sé que todos los que están aquí hoy se llevan algo: alguna palabra, alguna frase que resuene en ustedes, eso basta para pensar que el cambio puede estar en uno. Yo siempre me perdono a cada instante y desde ahí cambia mi energía y empiezo dar amor. Me perdono porque no lo pude hacer mejor, me perdono porque me olvidé de mí en esta situación, me perdono porque ahora lo puedo hacer mejor. La culpa te dice: “Eres culpable, te quedaste ahí”. En cambio la responsabilidad te dice: “Okey, perdónate. Y lo vamos a hacer mejor”.

—¿Hablarnos con amor es también una clave para sanar?

—Totalmente. Todo viene del pensamiento. El pensamiento crea. Y los pensamientos de ataque nos hunden, como la crítica y el juicio.

—¿Cómo funciona el Ho’oponopono?

—Son cuatro palabras pero puedes utilizar una, dos o las cuatro. Yo, personalmente, uso “gracias” y “te amo”. Las cuatro palabras son: “lo siento”, “perdóname”, “gracias”, “te amo”. Este mantra contiene una oración: “Lo siento, perdóname por aquello que está en mí que está atrayendo esta situación”. Si te das cuenta, con este mantra ya estás poniendo amor en tu pensamiento. Y si digo que todo nace del pensamiento, cuando logras decir: “Lo siento, perdóname por aquello que está en mi”, ya te estás dando amor, estás sanando las memorias, los pensamientos y las creencias, y estás invitando a escuchar tu ser interior y no a tu mente. Permites cambios en tu presente en lugar de decir: “Soy culpable, soy lo peor, ¿cómo pude hacer esto?”. Pero si dices “gracias”, “lo siento”, “perdóname”, “te amo”, ya te estás dando amor. El amor propio empieza desde el pensamiento. Yo he sanado mis creencias gracias a Ho’oponopono. Yo antes no creía en mí: tenía mucho miedo, temblaba cuando escribía una frase. Sin saber, sané y sané, y sigo sanando actualmente. Muchas creencias inconscientes que no tenía idea: esto me ha llevado a ver la causa, a mis padres, a verlos con amor, aceptarlos y creer en mí, y ahora inclusive poder guiar mediante mi historia también. Mi historia ha sido conflictiva y difícil para hoy llevarla acá.

—Si vos pudiste salir, inspiras, con tu ejemplo, a que todos puedan hacerlo.

—Si yo estoy aquí es porque no he tenido la vida perfecta, fácil. Todo lo contrario. Creo que he sido capaz de ver mis traumas, mis heridas, y no quedarme ahí, sino salir, salir, salir, y al día de hoy, seguir sanando. Si tengo otro problema, esta vez seré más consciente.

—¿Entonces la gente puede llegar a sanar situaciones que se repiten, o dolores?

—Todo lo que te esté molestando en tu presente. Sucede que hay personas que piensan que tienen todo bien. Hoy tuve una sesión de una chica que de pronto me dice: “Yo estoy bien, pero mi tía tiene cáncer y me da mucho dolor”. Y le pregunto: “¿Qué te hace sentir?”. Y me dice: “Es que me da pena que esté sola”. Entonces eso que le hace sentir, es de ella. De ahí indagamos y encontramos la causa de dónde se sintió sola, abandonada. Todo habla de ti, todo puede ser consultado. Desde una enfermedad, un problema, algo que te afecte mucho. Si sientes que te está afectando en tu vida eso se puede indagar, desbloquear y verlo de otra manera.

—¿A partir de qué edad es recomendable utilizar este método?

—A partir de los 16 años porque la conciencia está más instaurada, más amplia. Obviamente, con el permiso de sus padres. Por ejemplo, es ideal para madres que tienen problemas con sus hijos. ¿Qué emoción te provoca tu hijo? Puede que sea irresponsable, rebelde, no puedas ayudarlo, no habla… Esa emoción hay que sanar en mamá porque si tú empiezas a sanar, tu hijo también, indudablemente.

—Cuando las parejas son tóxicas, ¿qué hacemos mal o por qué las atraemos?

—No hay que juzgar a las personas tóxicas en el sentido de que si las estás atrayendo tu inconsciente indaga en lo que viviste en tu infancia. Papá, mamá: ¿Eran así contigo? ¿A quién se parece? Porque eso tienes que sanar. Esas memorias están atrayendo a tus parejas para sanar. Indaga ahí. ¿Quién de tus padres era controlador, absorbente? Indaga ahí porque eso te está mostrando tu pareja. Por eso decimos: “Todos son maestros”. El perdón es comprender que te están mostrando algo que ya había y existía. Él, solo te muestra. No es casualidad que te encuentres ese tipo de pareja. Indaga y observa tu infancia y verás que hay muchas similitudes. Acá no se lucha: acá, se fluye. La culpa, el miedo, vibran abajo, bajito, y están retenidas. Cuando las voy libreando voy subiendo en vibración. Como subo de vibración voy a atraer personas, situaciones y trabajos que fluyen, y sin esfuerzo. El término “sin esfuerzo” no es no hacer nada: es que te conectaste nuevamente con la vida.

SEGUÍ LEYENDO

Guardar

Nuevo

Últimas Noticias