17 episodios, 34 carreras, 340 minutos en pantalla distribuidos en poco más de cuatro meses. Como suele ocurrir con los clásicos que viajan de generación en generación, la producción de Los autos locos fue mucho más breve de lo que su leyenda pueda sugerir. La creación de la célebre dupla formada por William Hannah y Joseph Barbera caló hondo en el público de todo el mundo y derivó en un universo de fanáticos que reproducen aquellas criaturas motoras, tan disparatadas como entrañables, hasta el día de hoy.
Los autos locos (Wacky races en inglés, traducible como “Carreras chifladas”) se emitió por la CBS entre el 14 de septiembre de 1968 y el 4 de febrero de 1969. A la hora de encarar el proyecto, Hannah-Barbera era el estudio número uno de la animación. Las críticas que sufría su limitada técnica de animación contrastaban con el inmediato impacto que sus programas, y sobre todo, algunos de sus personajes, causaban en el público. Títulos como Los Picapiedra, Scooby-Doo o Los Supersónicos hablan por sí solos, y en ese rubro se iba a instalar la autodenominada carrera más loca del mundo.
Había un sello de fábrica, una firma de autor que sobresalía en la época. Hannah-Barbera eran los Lennon-McCartney de los dibujos animados y representaban un salto de calidad en la materia. La dupla fue pionera en crear animaciones exclusivamente para televisión. Hasta entonces, el dispositivo hogareño solo replicaba los cortos animados de los cines. En sus creaciones, todo parecía tener un sentido y ningún área se dejaba al descubierto. Un tratado cinematográfico -la música, los efectos, los guiones, las voces- para un producto televisivo.
La idea inicial que los productores le vendieron a la CBS era la de abrir el programa al público infantil, organizando un sistema de apuestas para cada carrera. Sin embargo, a Fred Silverman, cabeza de la compañía, no le pareció buena idea y determinó que iba mejor en el formato tradicional de los dibujitos y en el horario clásico del sábado por la mañana. Acaso en su temática, más familiar que infantil, encontremos parte de su éxito, en una época de un único aparato por hogar y de familias reunidas en torno a él.
El argumento estructural de la animación está basado en la delirante película La carrera del siglo, escrita por Blake Edwards, que proponía unir Nueva York con París en una competencia surrealista. Además de la idea de fondo, los autores también tomaron algunos de los personajes , como el galán (Tony Curtis en la película, Pedro Bello en los dibujos animados), la heroína (Natalie Wood y Penélope Glamour) y el malvado (Jack Lemmon y el inolvidable Pierre Nodoyuna). Pero ya volveremos sobre los personajes.
Señal de largada
La tradicional bandera a cuadros negros y blancos vira hacia una tonalidad naranja y la voz del locutor anticipa diez minutos de la más pura adrenalina. “Y aquí están de nuevo. El más osado grupo de pilotos de carreras del mundo en sus autos locos, compitiendo en las carreras más peligrosamente divertidas de la historia”. La presentación de la serie quedó impregnada en generaciones. Para quienes hayan superado la barrera de los treinta, basta tomarse el trabajo de darle inicio al video para acompañar, con algunas licencias propias del paso del tiempo, las palabras junto al locutor.
En poco más de un minuto, se presentaba a los personajes y a sus vehículos y daba una pequeña muestra de qué iba la serie: once competidores en busca del título de “El piloto más loco del mundo”. Diez de ellos lo hacían con las armas nobles, aunque flexibles, que les proporcionaba su respectivo vehículo; mientras que uno de ellos abusaba tanto de sus tropelías que perdía de vista el objetivo inicial de la competencia.
Sin embargo, hablar de normas en una competencia como la de Los autos locos es un poco relativo. No había nada parecido a un autódromo ni a un reglamento. Las carreras transcurrían en diferentes escenarios naturales de los Estados Unidos y de alguna manera, se autorregulaban. Cada vehículo y sus tripulantes tenían debilidades y fortalezas, y dentro de esas posibilidades todo era válido con la excepción de Pierre Nodoyuna, aunque vale decir que de tan torpes, sus maldades se volvían inofensivas. Es hora de conocer a los competidores y sus insólitos vehículos, en estricto orden de aparición
Los contendientes
El Rocomóvil. Casi un spin off de Los Picapiedra, este auto prehistórico conducido por los hermanos Pietro y Rocco Macana, no supo de confort ni aerodinamia, pero si de una pasmosa adaptabilidad. Sin más rasgos que una tupida cabellera, sin otra voz que los gruñidos y sin más armas que un coche de piedra y un par de cachiporras, los hermanos dan batalla a golpe limpio y les va bastante mejor que lo que su apariencia sugiere.
El Espantomóvil. Una casa del terror hecha auto de carrera. Con los Tenebrosos al mando, una pareja horripilante integrada por un gigante jorobado y algo parecido a un vampiro/dragón, el vehículo avanza por las pistas echando a mano a serpientes que se hacen neumáticos, dragones autopropulsores o murciélagos amenazantes.
El Auto/Súper Convertible: Conducido por el Profesor Locovich, un científico que pone toda su sabiduría para convertir su vehículo en lo que la carrera lo necesite. Puede ser bola de bowling, alfombra voladora o improvisar un puente para superar una de las tantas dificultades causadas por Pierre. A diferencia de los Macana, no logra sacarle todo el jugo a sus ventajas comparativas y suele perderse en elucubraciones científicas.
El Stuka Rakuda: A priori, nada tendría que hacer un avión en una carrera de autos, pero lo cierto que lo que pilotea el Barón Hans Fritz es más una fantasía que una realidad. Además, en Los autos locos casi todo vale. Chasis de aeroplano y hélice a tono, el Stuka apenas logra carretear y levantar vuelo por apenas unos segundos y volver a la pista. Y esas no son las mejores herramientas para esta carrera.
El Compact Pussycat: La única mujer de la competencia, “la hechicera reina del acelerador”, reproduce todos los estereotipos de la época. Su auto color rosa, más que un coche de carrera es un salón de belleza móvil. Lleva una sombrilla para protegerse del sol, su tablero la provee de lápiz labial, espejos y esmalte para uñas. Recibe el cortejo de sus competidores, en especial de Pedro Bello, aunque ella hace su propio camino.
El Súper Chatarra Special: conducido por el sargento Blast y el soldado Meekly, es una cruza de un tanque de guerra venido a menos con un jeep. Preparado para otro tipo de batallas, no logra destacarse más allá de sus tres victorias.
La Antigualla Blindada: Un viejo sedán de los años ’20 manejado por Mafio y sus pandilleros, la versión alocada y libre de Blancanieves y los siete enanitos. Como un Al Capone en miniatura, Mafio tiene a disposición a sus secuaces para lo que haga falta, inclusive sumar su tracción a sangre para potenciar el vehículo. Cuando el coche tiene alguna falla, la rapidez del trabajo de boxes es la envidia de cualquier equipo de Fórmula 1.
El Alambique Veloz: Conducido por Lucas “el granjero” y el Oso Miedoso, es un sencillo auto de madera impulsada por una estatua a carbón y ayudado por los animales de la granja. Siempre con la pipa en su boca, parsimonioso y algo ajeno a la competencia, Lucas suele manejar con los pies y no hacerse demasiado problema por lo que pasa a su alrededor, todo lo contrario de su compañero, que sufre cada segundo arriba del improvisado automóvil. Sin embargo, redondea una campaña y se encuentra entre los más ganadores
El Superheterodino: El galán de la serie conduce el auto más parecido al de un ejemplar convencional de carreras. La potencia de su motor contrasta con su fragilidad, más apto para correr en circuitos asfaltados y que por los terrenos naturales más adversos y acechado por tan particulares competidores. Es galante con sus adversarios y está enamorado de Penélope, aunque no siempre es correspondido.
El Tronvoswagen: A mitad de camino entre el Rocomóvil y el Alambique Veloz, lo manejan el leñador Brutus y el castor Listus. Se trata de un coche de madera, en apariencia rudimentaria pero con un arma clave: posee sierras metálicas en lugar de ruedas, lo que le permite atravesar casi todo lo que se propone.
El Súper Perrari: Sin dudas, el auto y los personajes más populares de la serie. El malvado Pierre Nodoyuna y su no tan fiel perro Patán están al mando del vehículo con más potencial de la competencia. Puede levantar gran velocidad, andar por el aire y por el agua y también dispone de armas non sanctas para cuando sea necesario. Sin embargo, el instinto de maldad del conductor hace que pierda tiempo y energías en entorpecer a sus contrincantes en lugar de seguir su camino. Su absoluta torpeza y la falta de complicidad de Patán, lo llevaban inevitablemente al fracaso.
El perro Patán merece un párrafo aparte. ¿Héroe o villano? La respuesta no parece sencilla en un contexto como el de Los autos locos. La impresión que da es que el perro disfruta de realizar las maldades solo para que fracasen y provoquen la ira de Pierre. No le importa sufrir las consecuencias, el saldo siempre le da positivo. Su risa entre dientes es una de las marcas registradas de la serie, y se usa hasta hoy como ejemplo cotidiano de situaciones y personajes. Lo mismo ocurre, aunque en menor medida, con figuras como Súper Chatarra Special, Penélope Glamour, Hermanos Macana o Espantomóvil. Una muestra más del alcance popular y multigeneracional de la serie.
¿Quién es el piloto más loco del mundo?
Cada una de las competencias tenía su respectivo ganador. Todos los concursantes consiguieron al menos un triunfo, salvo Pierre Nodoyuna que lo más cerca que estuvo de lograrlo fue cuando arribó en el puesto.... once. Algunas carreras tenían un ganador indiscutido y las más cerradas, se resolvían por la tecnología del foto finish o el uso de la cámara lenta.
La repartija de triunfos es pareja, por lo que puede inferirse cierto fallo salomónico de los guionistas. La Antigualla Blindada, El Compact Pussycat, El Alambique Veloz y El Superheterodino sumaron cuatro victorias para cada uno, mientras que el resto de los contendientes sumó tres primeros puestos, con la salvedad hecha de Pierre Nodoyuna y su Súper Perrari
Más allá de esto, no había ningún tipo de conteo ni de tabla de posiciones que permitiera consagrar a “El piloto más loco del mundo”, tal como lo anunciaba el locutor. De allí que fanáticos de todas las épocas establecieran diferentes sistemas de puntuación para determinar al ganador, que podemos calificar como una sorpresa, dadas las pocas variantes que ofrecía su vehículo.
Si nos guiamos por el sistema de puntuación de la Fórmula 1 en aquella época, el Rocomóvil de los Hermanos Macana sumó 98 puntos, seguido por el Troncoswagen con 92 y la Antigualla Blindada con 83. Más allá de lo rudimentario de su auto y sus tripulantes, se ve que Rocco y Pietro apostaron por la regularidad: sumaron más podios que nadie y en sus seis segundos puestos estuvo la clave de su éxito.
Los autos locos a través del tiempo
Poco más de cuatro meses fueron suficientes para que Los autos locos deje su marca en la cultura popular y también le valió a algunos de sus personajes, la posibilidad de ganar su propio espacio dentro de la factoría. Los malvados Pierre Nodoyuna y Patán estuvieron al frente de El escuadrón diabólico, una serie ambientada en la Primera Guerra Mundial. Junto a dos ayudantes tan torpes como él, Tontín y Tontón, el piloto devenido en aviador debía atrapar a un palomo mensajero. No hace falta “ALERTA SPOILER” de ningún tipo: la brigada fracasa en el intento y Patán lo disfruta tanto que llega a hacer buenas migas con el pichón.
Por su parte, la única protagonista femenina también logró llegar al programa propio con Los peligros de Penélope Glamour. La bella corredora, más que heroína se encuentra en permanente acecho por el malvado Silvestre Dos Caras. Su muletilla “auxilio socorro” es una llamada directa para que acudan al rescate Mafio y sus pandilleros, sus viejos adversarios de pista, aquí rebautizados como El escuadrón mete la pata.
Cuando la nostalgia determinó que ya había pasado el tiempo suficiente, Los autos locos tuvieron sus respectivas repeticiones y también lograron adaptarse a los tiempos de cada época. Fueron juego de mesa, videojuego, inspiraron un comercial de la marca Peugeot y en 2017 tuvieron una remake que se transmitió por el canal Boomerang. Su legado creó fanáticos en todas partes del mundo, quienes recrean aquellos vehículos disparatados y organizan carreras. Sin ir más lejos, la mítica Calle Corrientes albergó una de ellas. ¿Por qué otro lugar iban a desfilar semejantes luminarias?
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