El 19 de febrero de 1960, un grupo de artistas repartidos en la actuación que en la música, con el único aporte argentino del recordado cómico Luis Sandrini, abrió el telón del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Con entrada gratuita, convocó a unas 35mil personas y dio el primer paso para convertirse en leyenda.
La pandemia obligó a cancelar el festival por primera vez desde aquel comienzo, y los organizadores programaron una serie de programas con los momentos más recordados de estos años. A falta del calor del verano trasandino, y a salvo del tan temible monstruo, es una buena excusas para recordar algunas anécdotas del festival más grande de la canción latinoamericana.
La grosería que tuvo que soportar Xuxa
El paso de Xuxa por Viña del Mar fue quizás el más escandaloso que se recuerde para una estrella consagrada. La Reina de los Bajitos debutó en la Quinta Vergara en 1990, cuando su nombre empezaba a trascender las fronteras del Brasil y se esparcía por los países de habla hispana, sobre todo Argentina. Su actuación, playback mediante, quedó en el debe para el siempre exigente público de Viña, que se quedó con un sabor amargo. Pero nada se iba a comparar con lo ocurrido en el verano del 2000 y siempre las segundas partes pueden ser peores
Durante su show, la animadora se propuso jugar con el monstruo durante “Ilarié”, su coro más famoso. Según su código, el “oh oh oh” quedaba a cargo del público, mientras que ella se encargaba de estirar el “Ilarié”. Pero algo la sorprendió de las respuestas, no estaban respetando la consigna, pero no entendía exactamente qué estaba diciendo el monstruo.
Probó un par de veces hasta que le acercó el micrófono a uno de los espectadores, para sacarse la duda. Jamás imaginó la grosería que iba a recibir, que la dejó incrédula: el “oh, oh, oh” era remplazado por un desagradable “chu-pa-ló”. Todo fue peor cuando recibió más información acerca de lo que acababa de escuchar: “Ah, tiene doble sentido, entonces no me gusta”, explicó la cantante en perfecto portuñol, más dolida que enojada, lamentando que su pequeña hija Sasha, de apenas un año y medio, tuviera que vivir semejante espectáculo.
Xuxa dejó el escenario envuelta en llanto y el presentador Antonio Vodanovic la convenció de volver a escena. “¿Podemos hacer el coro de Ilarié?”, le preguntó: “Claro, pensé que no me querían”, respondió la cantante con lágrimas en los ojos. La escena pareció forzada y la conclusión del animador -“El monstruo se hizo grande y la abrazó”- al menos polémica. Desde entonces, Xuxa no volvió a actuar en Chile. Y, aseguran los que estuvieron tras bambalinas, que estaba tan furiosa y decepcionada, que devolvió la Gaviota de Plata.
Julio vs El Puma por el trono latino
Según el consenso de la crítica, la de 1981 fue la gran edición del festival. A lo largo de seis noches, pasaron por la quinta algunas de las figuras más relevantes de la escena latina, como Julio Iglesias, José Luis “Puma” Rodríguez, Camilo Sesto, además de un prometedor Miguel Bosé, las estrellas funky disco del momento, KC and The Sushine Band y Ray Conniff, el dandy del jazz.
Los tres grandes de la canción latina vivieron una estadía de tensa calma. Algo ajeno, Camilo Sesto se matuvo alejado de las rispideces. Su carisma, su sentido del humor, y sus ventas, claro, lo colocaron un escalón arriba de sus colegas, quienes protagonizaron un cruce. En la previa, se midieron con estilo: Julio representaba el glamour mientras el Puma era la voz del pueblo.
La pelea se desató a la hora del saludo final, donde cada uno se sentía con los pergaminos suficientes como para guardarse el honor de la última ovación. Ninguno quería dar el brazo a torcer, y una jugarreta de Julio inclinó la balanza en su favor. A la hora del baile final, caderazo va, palmadita viene, la tensa calma se exhibió a los ojos del monstruo. A sus representantes, artífices de la movida, se los veía chochos con el resultado.
Viña abre las fronteras
A medida que pasaban los años y crecían las expectativas, el festival dejó de ser exclusivo para la canción latina y abrió las puertas de la Quinta Vergara a artistas de diferentes partes del mundo. El resultado fue diverso y las explicaciones, difíciles de entender. Para algunos, como Europe, significó un idilio inmediato y eterno con el público trasandino. Los suecos llegaron en 1990, todavía con los ecos calientes de su mega exitoso The final countdown, y cautivaron al público de la quinta. La llama de la banda se fue apagando en diferentes partes del mundo, pero siempre se hacen un hueco en su agenda para actuar en tierra chilena.
Distinto fue el caso de The Police. El grupo actuó en el verano de 1982 y su visita fue controvertida En la conferencia de prensa, la producción le preparó una bandera británica a modo de cortesía, que Sting retiró de mala gana y el baterista Stewart Copeland tuvo que ensayar unas disculpas, mientras el guitarrista Andy Summers bostezaba y se desperezaba haciendo visible su fastidio. Convengamos que preguntas del tipo ¿”por qué usan aros?” o “¿Por qué se tiñen el pelo?” no parecen las más atinadas para una banda de rock. El resultado fue una actuación fría y el Premio Limón para los británicos.
La oferta anglo fue cada vez más fuerte en el festival y por el escenario pasaron desde Elton John y Rick Astley hasta Jamiroquai y Maroon 5, quienes protagonizaron el último gran escándalo en la edición 2020. La banda se negó a dar la conferencia de prensa, pidió no tener contacto con los presentadores ni ser interrumpidos durante su actuación. Pero el líder Adam Levine llegó con retraso a la cita por lo que los organizadores tuvieron que improvisar.
Finalmente la banda salió a escena y dio un show desganado y a reglamente. En una escena digna de Los Simpsons, Levine se retiró a los gritos: “Viña del Mar, más que un festival de música, es un programa de televisión”, señaló entre insultos. El líder bajó unos cambios y pidió disculpas, pero el honor ya estaba herido.
El terremoto que enlutó a un país
A las 03:34 del sábado 27 de febrero de 2010 la tierra tembló como sólo lo había hecho una vez en la Chile. En la noche del viernes, estaba pautada la actuación de Ricardo Arjona, uno de los números fuertes de la edición. Una serie de casualidades y ayudaron a evitar una tragedia aún mayor.
Durante la semana, desde la agencia del guatemalteco avisaron que no estaban dispuestos a cerrar la jornada, por lo que adelantaron su actuación, que terminó cerca de la una de la madrugada. Al finalizar su show, la quinta se vació y solo unas cien personas quedaron para ver la actuación de la colombiana Fanny Lu, que rompió en llanto ante semejante destrato. No sabía lo que estaba por suceder.
Minutos antes de que la tierra tiemble, el helicóptero que trasladó a Arjona aterrizó en el helipuerto del Sheraton. En la zona del anfiteatro, afortunadamente vacío, se produjeron gravísimos destrozos. Otra hubiera sido la historia si se respetaba el cronograma original. El terremoto reportó 525 muertos y 4 desaparecidos y la noche de cierre, en la que debían actuar La Ley y Los Fabulosos Cadillacs, obviamente nunca se realizó.
El gaviotazo de Enrique Iglesias
La gaviota es el premio distintivo del festival. Se instauró en 1969, remplazando a la antigua lira, y fue mutando con el tiempo. Las hubo de plata, oro y platino, entregadas por el jurado y por el público, merecidas y polémicas. Pero ninguna voló tan lejos como la de Enrique Iglesias.
El intérprete de “Experiencia religiosa” llegó a Viña en 2010, en estado de gracia. Sus discos se vendían a montones, y venía de actuar en el espectáculo del medio tiempo del Super Bowl, en un intento de ganar el mercado sajón. Su show tuvo todos los condimentos de una Enriquemanía, con gritos desaforados y desmayos de sus fanáticas, y el clamor unánime para que le entregaran el trofeo. El español lo aceptó extasiado, junto a un ramo de flores y enfundado en la camiseta de la selección chilena de fútbol, corrió por la pasarela y lanzó a volar la gaviota rumbo al público.
“¿Pero que haces, Enrique?” preguntó una sorprendida Cecilia Bolocco, presentadora del certamen, que corrió por la pasarela en busca de la gaviota. “Es la primera vez que regalo algo y me lo tienen que devolver”, acotó el cantante, mitad en broma y mitad en serio. Dos fanáticas fueron heridas por el gaviotazo del español. Bolocco ayudó a subir a una de las mujeres, que devolvió el premio y se llevó un abrazo del cantante. Mientras tanto, en un paso de comedia cada vez más bizarro, la animadora le limpiaba la sangre del cuello. La otra, una joven de 19, se llevó como recuerdo, además, poder conocer a su ídolo y un par de compactos con su autógrafo. Ah, el hijo de Julio nunca volvió al escenario de Viña.
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