Titanic se transformó en una de las películas por excelencia de la historia del cine. Si nos enfocamos en los números, actualmente está ubicada en el tercer lugar en el ranking de las películas más vistas de todos los tiempos. La creación de James Cameron se estrenó en 1997 y sus laureles se vieron en los premios Óscar, con 11 estatuillas cosechadas. Se destacó la recreación perfecta del hundimiento del transatlántico y la calidad de quienes la interpretaron.
Sin embargo, como suele ocurrir cada tanto, no todo es color de rosas, no todo pasa por el dinero embolsado. Siempre hay alguien que se ve invadido por el éxito y lo termina padeciendo, estando en la cresta de una ola que no siempre es fácil de surfear. A menudo es complejo sostener la presión que significa estar a la par de los grandes del cine de Hollywood.
Kate Winslet y Leo DiCaprio formaron una de las duplas más simbólicas de la pantalla grande. Sus nombres van de la mano cuando la mente nos lleva al séptimo arte. Sin embargo, el post Titanic no fue igual para los dos. Mientras DiCaprio le sacó provecho, le significó un plus a una carrera ya de por sí repleta de conquistas, con Winslet no pasó lo mismo. Ella misma se encargó de contar en cada entrevista que no disfrutó lo que vino después del suceso.
La inglesa debutó en cine a los 19 años en Heavenly Creatures, y en 1997, con tan solo 22, se puso en la piel de Rose en la película de Cameron. Los flashes, el asedio de la prensa, fue lo primero que la perturbó. Pasó de ser una más a tener guardias periodísticas las 24 horas del día. El mundo quería saber de ella, de lo que hacía o dejaba de hacer, y eso le provocó un rechazo. Todo le llegó de golpe, nublándole la mirada.
“Después del éxito entré en modo de autoprotección. Era como el día y la noche, de un día para el otro. Estuve sujeta a mucho escrutinio físico personal, me criticaron mucho y la prensa británica fue bastante cruel conmigo”, comentó años atrás Kate, en un postcast de Marc Maron. Con sus palabras explicó que lo que consiguió internacionalmente, esa aclamación, no fue tal en la tierra en la que nació.
Se sintió abrumada y en un momento pensó en dejar la carrera. No lo hizo, pero sí se alejó de las grandes producciones. Sintió que no estaba lista para ser parte de la industria cinematográfica y dio un paso al costado para tomar impuso y regresar con fuerza. Lo que vino después de Titanic fueron trabajos menores: Hideous Kinky en el 98, Holy Smoke un año más tarde, Quills en 2000.
Fueron papeles con los que aprendió a relacionarse con sus fanáticos, con la prensa y hasta le permitió terminar de pulir su talento como actriz, ese que -según creyeron muchos- no no había sacado a relucir en Titanic. Y no se lo perdonaron. Buscó las sombras para evitar las miradas, para luego regresar a lo más alto y transformarse en lo que es hoy: una de las actrices más prestigiosas, por la que los directores más afamados se pelean por tener.
“Me sentí intimidada, si soy honesta con lo que me pasó. Recuerdo que pensé: ‘Esto es horrible y espero que pase’. Definitivamente pasó, pero me hizo darme cuenta de que, si eso era ser famosa, no estaba lista para ser famosa. Definitivamente no”, explicó sobre la distancia que decidió tomar respecto al éxito para poder centrarse y volver a empezar.
A la par, y pese a su negativa, las propuestas laborales se multiplicaban. Las grandes producciones la convocaban para protagonizar, pero su cabeza no quería saber nada. Y Winslet se enfocó en proyectos independientes. “Me pasó todo muy rápido, cuando todavía estaba aprendiendo a actuar. Sentía que no estaba preparada para hacer muchos de los trabajos importantes en Hollywood. Traté estratégicamente de encontrar pequeñas cosas para poder entender un poco mejor el oficio y mantener cierto grado de privacidad y dignidad”.
Su historia con la actuación
Kate nació el 5 de octubre de 1975 en Reading, un pueblito de Inglaterra. Creció dentro del núcleo de una familia de clase media: su madre era camarera y su padre, constructor de piscinas. De ellos fue mamando el oficio que tan bien desarrolla, ya que ambos son actores, aunque siempre se dedicaron de manera amateur, participando de pequeñas obras de teatro cada vez que el tiempo se los permitía.
Winslet empezó estudiar interpretación en la Escuela Redroos en Maidenhead con apenas 11 años. A la vez, cursaba sus estudios en una escuela religiosa. Allí fue haciendo sus primeras armas, mientras que en el colegio se ofrecía para los distintos actos. Mucho antes, con cinco años, había actuado por primera vez en la escuela. Poco tiempo después llegaron los anuncios publicitarios.
Sin embargo, no todo fue color de rosas. A temprana edad tuvo que lidiar con la crítica desmedida. Era apenas una nena y sus compañeros se burlaban de ella, le hacían bullying. En 2017 se refirió a lo que pasó en su niñez en un discurso que brindó en Londres en el marco del WE Day Uk. En aquella ocasión, comentó que buscó generar conciencia entre los jóvenes.
“Me llamaban Blubber (grasa de ballena). Se reían de mí porque quería ser actriz. Me encerraban en un armario y se burlaban”, recordó sobre lo que vivió en su edad escolar, pero tampoco dejó afuera de esto a sus profesores de teatro: “No era la más guapa y me decían todo el tiempo que sería una afortunada si conseguía papeles de gorda”.
La escuela de actuación a la que asistía también funcionaba como audición para obras menores de teatros de Londres. Sin embargo, a Kate nunca la elegían, y no por su capacidad. “Me decían que no había posibilidades para mí porque no era lo que estaban buscando, que tal vez más adelante, si aparecían papeles de chicas gordas. Eso me empezó a generar desconfianza en mí misma. Esa falta de amabilidad me hacía sentir horrenda”.
En este sentido, todas esas vivencias regresaron a su cabeza cuando llevó adelante la escena del desnudo en Titanic, cuando Jack (Leo DiCaprio) la retrata. Fue un momento incómodo que necesitó de varias repeticiones. Winslet buscó la manera de que sea algo cuidado para que su figura no se convierta en uno de los temas por encima de la trama del filme.
“Nunca tuve un cuerpo de lo que se dice perfecto y muy rara vez escuché algo positivo, así que empecé a sentirme incómoda en mi propia piel. Fue duro, quería renunciar. En algún momento pensé que debía replantearme lo de la actuación, pero al mismo tiempo era mi pasión, lo que me hacía feliz. Nada de lo que se decía podía robarme la felicidad que sentía, así que no me quedó otra que hacerme fuerte para poder seguir”, señaló.
Así, con voluntad, creyendo y poniendo todo su valor en sus convicciones, siguió adelante. De un día para el otro, de vender sándwiches en su pueblo, pasó a ser la protagonista de Titanic. Los miedos luego de pasar la audición se apoderaron de su ser, pero a la vez, sintió que había dado un gran paso a la gloria, aun sin saber la trascendencia que alcanzaría la película.
Ya con otra experiencia y sin ciertas cargas sobre sus hombros, aceptó la convocatoria para una vez más brillar de la mano de James Cameron. Su recorrido le dio la confianza que hoy le permite ponerse en la piel de cualquier personaje que le propongan. El director que confió en ella para Titanic, con apenas 22 años, ahora lo vuelve a hacer en uno de sus proyectos más ambiciosos: Avatar 2, una de las películas de ciencia ficción más esperadas. Según se informó, el estreno será en la segunda mitad del este 2021.
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