Fue una actriz exquisita y polifacética que cada vez que interpretaba a un personaje lograba exponer un alto grado de conocimiento que le permitió en sus años de carrera abordar todos los desafíos que la televisión, el cine y el teatro le pusieron en frente. Esa fue Alicia Liliana Estela Bruzzo, una artista que se fue de la escena cuando solo tenía 61 años.
Alicia siempre fue un ejemplo de lucha y resistencia, más cuando comenzó a transitar los graves problemas de salud que la aquejaban. Ni siquiera cuando se intoxicó con propóleo en mal estado. Su dedicación y respeto al trabajo la habían transformado en una de las figuras más emblemáticas de la escena nacional por aquellos años.
Bruzzo había nacido el 29 de septiembre de 1945 en la Maternidad Sardá, del barrio porteño de Parque Patricios, lugar donde pasó su infancia. Egresó del Instituto Bernasconi y del Conservatorio de Arte Dramático. Fue alumna de Agustín Alezzo y cursó estudios de abogacía hasta el último año sin graduarse, y pintura en París. En un momento de su adolescencia, se fue a vivir a Italia donde se dedicó al cuidado de chicos, un trabajo que nada tenía que ver con su vocación actoral.
Dueña de un temperamento único, logró el reconocimiento del público por su labor en televisión con sus queridos personajes en El Rafa, Atreverse, Alta comedia Verano del 98 y El deseo. En teatro se destacó en Yo amo a Shirley, Monólogos de la Vagina y Las Brujas de Salem, y en cine supo ganar reconocimientos por sus papeles en Espérame mucho, La Mitad negada, Pasajeros de una pesadilla y De mi barrio con amor. Entre otros premios, ganó el Martín Fierro en 1990, 1992 y los premios Estrella de Mar 2003 y 2005.
Su faceta desconocida que supo explotar más tarde fue cuando expuso una serie de obras plásticas que luego presentó en el Centro Cultural Recoleta. La artista sostenía que “el arte digital es una forma de canalizar más lo que yo siento, lo que soy y lo que tengo para decir. Son diferentes lenguajes en donde está la posibilidad de expresar sentimientos, angustia y goce”.
En cuanto a lo familiar, estaba en pareja con el director teatral Raúl Serrano con quien tuvo una hija a la que llamó Manuela, que hoy tiene 34 años. La joven recuerda a su madre como “una mujer muy compañera, un poco absorbente y de carácter fuerte”. Y a su vez remarca: “Era muy graciosa, nos divertíamos y estaba contenta de que hayamos trabajado juntas. Siempre admiré sus ganas de vivir y de disfrutar”.
Si hay algo que para valorarle a Alicia Bruzzo fue la interminable lucha que dio en sus últimos años de vida. Fue una de las cientos de personas afectadas por la contaminación de caramelos de propóleo en 1992. Aunque la actriz fue una de las sobrevivientes (en ese momento murieron 25 personas), la intoxicación le dejó secuelas irreversibles en su cuerpo: un notable aumento de peso y una posterior cirugía gástrica en el 2000.
Bruzzo decía que no podía controlar la ansiedad y que comía todo el día, por lo que llegó a pesar 140 kilos. Sus médicos le sugirieron que se colocara una banda gástrica. Después de la intervención, la actriz bajó 45 kilos, pero tuvieron que extraerle la banda que complicaba una hernia de hiato y una gastroenteritis que Alicia ya padecía. Antes de poder someterse a la cirugía de remoción del dispositivo, tuvo que superar una bronquitis espasmódica aguda que retrasó la operación. Tiempo después, hubo más complicaciones en su salud: le diagnosticaron cáncer de mama, por lo que tuvo que hacer quimio y radioterapia y, finalmente, el cáncer de pulmón que resultó fatal.
“Alicia era una gran amiga mía, pero su mayor debilidad fue siempre la comida. No podía controlarse”, reveló en diálogo con Teleshow el periodista Jorge Lafauci. “Le encantaba la playa y tenía un bungalow donde iba a todos los años a pasar el verano, en ese lugar estaba cómoda y lo disfrutaba mucho porque estaba como aislada de todo el mundo”, agregó.
Meses antes de su deceso, ella fue a su casa de Mar del Sur -una playa ubicada a 17 kilómetros al sur de la ciudad de Miramar- con sus cuadros, su hija y la señora que la cuidaba, a mantener lo que fue su último encuentro con el mar, su lugar en el mundo. “Me voy como siempre, buscando mi mar”, le decía la actriz a sus conocidos y amigos en un mail que envió en diciembre del 2006, para despedirse hasta el regreso de sus vacaciones. En el correo también les pedía que no le escribieran hasta abril, cuando pensaba estar de vuelta en Buenos Aires.
Sin embargo, el regreso se adelantó y desde Mar del Sur tuvo que trasladarse directamente al Instituto Fleni. A principios del febrero del 2007, cuando comenzó a intuir que venía lo peor, lo llamó a su marido y le dijo: “Venime a buscar porque no puedo seguir en pie”. En ese momento, Raúl Serrano cumplió con el pedido y la terminó internando donde pocos días después murió.
El 13 de febrero a las 19 horas, Alicia Bruzzo falleció de un paro cardiaco. El alto consumo de tabaco ya había originado problemas pulmonares en su cuerpo durante la década del 90, episodio que la mantuvo alejada por un tiempo de la actuación, en los que debió ser tratada por la enfermedad.
Angustia y dolor se vivió en el último adiós de aquella mujer que había interpretado desde la comedia hasta el drama. Hoy sus restos descansan en el panteón de actores del cementerio de Chacarita, donde fueron sepultados el 14 de febrero 2007, un día después del trágico desenlace.
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