“Diego Maradona vivió mil vidas”, se escuchó en más de una oportunidad desde que el ídolo falleció. Es que en 60 años, el Diez vivió en España, Italia, Dubai, México y Argentina, por mencionar solo algunos lugares. Conoció al papa Juan Pablo II y a Francisco, se codeó con jeques y líderes mundiales, celebridades mundiales se rindieron a sus pies y hasta consiguió que Enzo Ferrari hiciera uno de sus primeros autos en color negro. Su vida personal también fue una vorágine de emociones, de encuentros y desencuentros, de alegrías y tristezas, fortalezas y debilidades. Por eso, la mencionada frase bien podría aplicarse también a su gente.
Hoy Dieguito Fernando cumple ocho años y aunque (aún) no vivió mil vidas como su papá, ya supo de mudanzas, reencuentros y lamentablemente, de pérdidas. “Para él, Diego no era el astro de fútbol, sino que era simplemente su papá. Cuando vamos al campo, a la noche me saca y se pone a ver las estrellas para ver al papá. Mira al cielo y lo busca entre las estrellas, y cuando está nublado dice: ‘Está nublado, papá no me puede cuidar’”, dijo Mario Baudry, apoderado del nene y pareja de Verónica Ojeda.
En su primer cumpleaños sin su papá, Dieguito estará como siempre, muy cerca de su mamá, quien lo acompaña y lo ayuda a transitar su duelo. También se refugia en sus abuelos maternos y en el hermano de la ex profesora de educación física, “las visitas con la familia le hacen muy bien”, había contado hace un tiempo el letrado. Una de las cuestiones más difíciles para mamá e hijo es manejar la exposición que aún tiene el ídolo deportivo. “En cualquier televisor que prende está su papá”, destacó la pareja de Ojeda, lo que requiere un acompañamiento por parte de ella.
Dieguito nació en los últimos minutos del 13 de febrero del 2013 en la Argentina, mientras su papá estaba en los Emiratos Árabes trabajando. La relación entre padre e hijo nunca fue demasiado fluida. Cada vez que el deportista viajaba a Buenos Aires había algún encuentro esporádico con el nene, hasta que en el 2019 se encontraron y al verlo tan grande, independiente y dulce, Diego hizo un click y decidió torcer el rumbo de la relación.
“Dieguito vivió solo. ¿Por qué no lo vi antes? Soy culpable, y no tengo excusas para nada. Hoy, Dieguito juega a las escondidas con sus primos, se tira solo a la pileta. Ayer tiramos una pared e hicimos un gol”, dijo el astro hace dos años, decido a o separarse más del menor de sus hijos.
“Papá, cómo te extrañé, te amo”, habrían sido las palabras mágicas que el nene le dijo al por entonces director técnico de Los Dorados de Sinaloa. “Quiero que me lo traiga (Ojeda a Dieguito) todos los días que yo esté en Buenos Aires. ¿Para qué? Porque me dijo ‘papá’ por primera vez”, dijo Maradona orgulloso haciendo borrón y cuenta nueva.
Fue entonces que madre e hijo viajaron a México para empezar una nueva vida, cerca de Pelusa. Aunque a los pocos meses regresaron al país y luego de eso volvieron a estar un tiempo sin verse, esa convivencia fue suficiente para que Diego y Dieguito formaran un vínculo irrompible: el nene lo acompañaba a su trabajo, jugaban a la pelota juntos y el Dios del Napoli hasta se disfrazó de dinosaurio para ver sonreír a su hijo.
El año pasado, Dieguito pasó la cuarentena y el asilamiento por la pandemia del coronavirus en su casa con su mamá en Ezeiza. “La está pasando bastante bien. Aveces aburrido, pero trato de que esté continuamente haciendo cosas. Estamos bien y haciendo lo que corresponde quedarnos en casa”, había dicho hace poco menos de un año Ojeda a Teleshow.
Como casi todos los chicos de su edad, hizo muchas videollamadas con sus abuelos y amiguitos. Además, continuó con sus clases de manera virtual, y también con las terapias, muchas de las cuales hoy sigue haciendo. Diegui -como su mamá cariñosamente lo llama- tiene TEL (trastorno específico del lenguaje) y hace fonoudiología, piscopedagogía y asiste a una terapista ocupacional.
Recién hacia mitad de año Dieguito Fernando volvió a ver a su papá. A partir de ahí siguieron frecuentándose, e incluso fueron juntos a la cancha, a un partido de Gimnasia y Esgrima de La Plata.
El 25 de noviembre del 2020 fue uno de los días más tristes para el país. Pasadas las 13.30 horas los medios anunciaron la noticia que todos esperaban que nunca llegara, Diego Maradona había muerto. Esa noche el menor de sus hijos, acompañado por su mamá, fue a despedirlo a la Casa Rosada donde el ídolo fue velado.
Dos días antes habían ido a visitarlo. “Diego estaba tirado en la cama, pero con ella habló y lo saludó a Dieguito. Verónica le dijo ‘¿por qué no te levantás, te bañás y te afeitás?’, y él le dijo que sí, y después salió y Verónica se fue”, contó Baudry. Tal vez consciente de que pronto partiría, por esos días Maradona le había enviado un mensaje, pidiéndole que cuidara al pequeño.
“Mis dos ángeles que me cuidan desde el cielo (mi papá mi abuelo), siempre los recordaré así, con una sonrisa”, posteó hace unos días el nene en su cuenta de Instagram que maneja con su mamá, junto con una foto del Diez y de Don Diego, jugando con él en una hamaca. Dieguito soplará esta tarde sus ocho velitas con su mamá, y aunque su papá no estará físicamente, lo estará acompañando desde otro lugar, como él mismo escribió. Porque Diego Maradona no se fue, está en el amor y recuerdo de cada argentino, y eso quedará para siempre.
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