Si buceamos un poco en la vida de Sarah Jessica Parker pronto nos daremos cuenta que le costó bastante menos encontrar el amor que a su álter ego, Carrie Bradshaw. Es que mientras su creación en Sex and the city trascendió por sus romances frustrados y sus idas y vueltas con Mr Big, Parker fue mucho más lineal en su vida.
Uno de los amores más famosos fue el que vivió junto a Robert Downey Jr. Se conocieron en 1984 mientras filmaban Firstborn y dos semanas después ya convivían. No habían cumplido los 20 y eran increíblemente atractivos pero todavía no increíblemente famosos. Enamorados, todo parecía idílico. El compró la antigua casa de Charles Chaplin -sin intuir que un día lo encarnaría- y se acomodaron junto al Sr Smith y el Sr Scout, sus gatos persas.
A Sarah lo enamoraba de él “lo inteligente, divertido, rápido e implacable que era. Nunca había encontrado ese tipo de humor, y estaba loca por eso. Él no es un hombre gracioso. Gran parte de su trabajo es improvisación. No hay nadie como él “.
Él sentía que ella traía un poco de orden a su caótica vida. “Sarah me ha hecho más práctico. Ella me consiguió un contador y me hizo obtener una cuenta bancaria. La razón por la que sales con una persona es encontrar a alguien con quien puedas vivir cómodamente. No creo que tenga que seguir buscando”.
Pasó bastante tiempo hasta que Jessica descubrió la zona oscura de su novio, su consumo de drogas no era algo recreativo sino peligroso. Al principio Sarah veía que Robert solo bebía unas cuantas copas y fumaba marihuana, pero luego pasó de consumir un poco de cocaína a mucha. “Yo no era con consciente de los problemas que él tenía. Cuando lo conocí a fondo comprendí que su vida estaba en peligro y la mía también. No se dejaba ayudar y eso me dio mucho miedo”, explicó la actriz mucho tiempo después.
Estuvieron juntos siete años, hasta que en 1991 Jessica dijo basta. “Reuní el coraje para decidir marcharme, y me dije: ‘Solo puedo rezar para que no muera’”. La relación con el actor se rompió y no hubo vuelta atrás.
Semanas después de la ruptura y para levantarle el ánimo, una amiga la invitó al teatro. Sarah accedió y el destino decidió cruzarla con John F. Kennedy Jr, ese “príncipe de los Estados Unidos” que no tenía corona pero reinaba. El hijo del ex presidente y Jackie no solo era uno de los hombres más famosos de su país, también uno de los solteros más codiciados. Sus citas y romances ocupaban portadas y notas. Había salido con Madonna, con Cindy Crawford y noviado con Daryl Hannah todo mientras estudiaba Historia en la Universidad de Brown. El joven había cumplido 30 y Sarah tenía cinco menos.
A John no le costó conseguir el teléfono de esa muchacha que, aunque trabajaba en el mundo del espectáculo desde los ocho años, todavía no era muy conocida. A ella no le costó decirle que sí cuando él la invitó a salir. “No vas a ¡creer quién me invitó a salir!”, le contó a una amiga.
Sarah sabía cómo sorprenderlo. Kennedy volvía a Nueva York luego de un viaje a Los Ángeles. Su novia le dijo que lo esperaba en una limousine fuera de la terminal. Él subió al auto y la encontró vestida con un abrigo de visón, unos tacones alto y nada más. También reconocía la pinta del muchacho. “Lo que tienes no está bien. Es injusto, como mujer, tener que estar a tu lado”, solía bromear.
Pese a la pasión y la risa, el romance solo duró seis meses. La actriz recuerda ese tiempo como el “fiasco de Kennedy”. Es que si bien su pretendiente era muy “agradable” pronto descubrió que salir con él era lo contrario. “Íbamos a lugares donde no hubiera un alma, y al día siguiente veía fotos nuestras en los periódicos”, se sinceró en el New York Times, “Fui una persona semi-pública desde niña, pero nunca tuve idea de lo que era la verdadera fama hasta que conocí a John. Es un buen hombre, pero por el amor de Dios, sentía que tenía que estar disculpándome por haber salido con él. Se ha convertido en el factor definitorio en la persona que soy. Es patético. Cuando muera, dirán: ‘Oh, sí, una vez Sarah salió con John Kennedy’”. Sarah no soportó la presión de la prensa y rompió el noviazgo. Fue tan fuerte la experiencia que ni siquiera siguieron como amigos.
Mientras, sus hermanos Pippin y Toby fundaban una compañía de teatro en Broadway llamada Naked Angels y decidieron contratar a Matthew Broderick como director de una de las obras. Broderick se había hecho relativamente famoso en la década del 80 y había noviado con Jennifer Gray, Penelope Ann Miller y Helen Hunt, pero nada muy comprometido ni comprometedor.
Lo que sí fue comprometedor y trágico fue el accidente que protagonizó con Gray en agosto de 1987. Se fueron de vacaciones a Irlanda, pero en un viaje por la ruta, Matthew se cruzó e carril y chocaron contra otro automóvil, en el que viajaban una mujer con su hija, quienes murieron en el acto. Matthew sufrió un colapso pulmonar, costillas y una pierna fracturadas, por lo cual tuvo que pasar 4 semanas en el hospital pero se recuperó.
Fue en noviembre de 1991 cuando Pippin y Toby le presentaron a su hermana, Sarah. Ella comenzó a ir a los ensayos de la obra que dirigía Broderick y pasaban largas horas conversando. “Éramos jóvenes, lo único que queríamos era ser buenos actores que trabajaban. No pensamos en la fama o el dinero porque, sinceramente, el dinero nunca fue parte del sueño. Era trabajar en teatro, estar cerca de esas personas cuyo trabajo me asombraba”.
Pero el sueño de Matthew parece que también era Sarah. A principios de 1992, se animó a dejarle un mensaje en el contestador de su teléfono y la invitó a salir. ‘Hola, soy Matthew Broderick’ “, le dijo como si necesitara decirlo, pero lo cierto es que la enamoró.
Comenzaron los paseos por el Central Park. El amor era tan genuino que la muchacha logró lo impensado: lo convirtió en un fanático de los Yankees a pesar de que él desde chico apoyaba a los Mets. Lo que en Argentina equivaldría a transformar a un fanático de River en otro de Boca.
Durante cinco años salieron. El 19 de mayo de 1997 sus amigos recibieron una invitación para asistir a un evento organizado por la pareja. Al llegar a la sinagoga del Lower East Side la sorpresa fue grande. No era una fiesta más sino una boda. Todos se miraban asombrados pero cuando vieron a la novia se asombraron más. Sarah apareció con un vestido de tirantes finos con grandes volados en la falda y todo de color…negro. Años después explicaría su curiosa elección. “Estaba demasiado avergonzada para dedicar tiempo a buscar un vestido de novia. Había una tienda que me gustaba y que conocía, así que fui y elegí lo primero que tenían colgado”. Aunque hoy se la definiría como descontracturada, rupturista u original, ella se arrepiente de su elección. Asegura que si un día decide renovar sus votos elegiría un atuendo “Blanco seguro. Me pongo un vestido hermoso, adecuado para boda, como el que debería haber llevado ese día”.
La pareja se transformó en matrimonio pero en pleno éxito de Sex and the city decidieron demorar la decisión de ser familia. Recién en 2002 nació James Wilkie, el primogénito.
Siete años después tuvieron a las mellizas Marion y Tabitha, pero este nacimiento vino con polémica. Es que la actriz de entonces 44 años y su esposo de 47 decidieron tenerlas con una madre sustituta. El primer problema fue que al trascender la noticia, la mujer embarazada comenzó a ser perseguida por los fotógrafos. “Estoy profundamente preocupada por ella y me siento sumamente indignada por la increíble forma en que ha sido invadida su privacidad”, declaró Parker en una entrevista con la NBC a la par que temía “la entrega segura de nuestros hijos”. También se acusó a la actriz de elegir este método para no deformar su físico y seguir con sus trabajos de actriz, a lo que ella respondió que era la única forma de volver a ser padres luego de años de intentarlo.
Un año antes del nacimiento de las mellizas, el matrimonio soportó otra tormenta. Broderick fue descubierto en Manhattan con una joven en un bar. Les tomaron fotos que parecían confirmar una infidelidad. Sin embargo, terapia mediante la remontaron. “Las relaciones son difíciles. Siempre he sentido que quería invertir más en ella. Lo amo y creo que es brillante. Estoy segura de que yo a veces le molesto porque él a veces me molesta. Pero estoy enormemente orgullosa de la persona que es”, explicó la rubia.
En mayo la pareja celebrará 24 años de matrimonio. Lejos de Los Ángeles prefieren vivir en Nueva York. Hace dos décadas son vecinos del West Village eso sí, nada de un monoambiente. Viven en una propiedad de 1300 metros cuadrados, distribuidos en cinco plantas y con un patio de 200 metros. Su valor supera los 30 millones de dólares. Durante la pandemia era frecuente verlos ayudar en iniciativas contra los que sufrían hambre. También salían a aplaudir desde sus ventanas el trabajo de médicos y enfermeras. Aprovecharon el encierro para “jugar mucho, cocinar mucho y lavar mucha ropa Eso sí que ha sido un maratón, lo de lavar la ropa”, le contó la actriz a Rosie O Donnell.
Antes que la pandemia trastocara los planes de todo el mundo -literalmente- el matrimonio iba a volver a actuar en Broadway, repitiendo un éxito que ya tuvieron hace 24 años. El año antes de casarse, en 1996, interpretaron juntos How to Succeed in Business Without Really Trying.
Si le preguntan a Parker cuál es la clave para su matrimonio duradero responde: “No lo sé, no tengo una ecuación matemática. Solo sé que amo a mi marido y sospecho que él también me ama; además, tenemos hijos maravillosos. Es una relación fantástica. Tengo mucha suerte”, pero aclara “estoy segura que yo lo molesto. Y el me molesta a mí a veces. Pero estoy enormemente orgullosa de la persona que es. Creo que entre más dures, lo más involucrada estás”. Broderick-Parker lograron lo impensando, un matrimonio lindo y humano que provocaría la envidia y el aplauso de la mismísima Carrie Bradshaw.
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