Trinidad Benedetti fue la primera en alzar la voz. Es pastelera, tiene 24 años y hace cuatro trabajó en el local de Pablo Massey, La panadería de Pablo. En los últimos días su nombre se hizo conocido porque a través de un video que publicó en su cuenta de Instagram visibilizó una problemática que atañe a gran parte de las cocinas de los locales gastronómicos del país.
“Sin hacer quilombo, hablé con una de las encargadas y le dije: ‘¿Es normal que Pablo les toque el culo a las empleadas?’. Y me dijo que sí. Que había dos opciones: no hacer nada porque es un viejo gagá o pegarle una cachetada. No le pegué”, decía Trinidad en su testimonio. Además, contó que al recurrir a sus jefes, no solo no encontró empatía sino que la atacaron. De inmediato, decenas de mujeres -algunas anónimas y otras conocidas en el mundo artístico y también en el gastronómico- le dieron sustento a sus palabras, destapando así una caja de Pandora que va mucho más allá de Trinidad, Massey y su local, y que tiene que ver con una forma de manejarse en la cocina a la que las mujeres hoy dicen, a viva voz: ¡Basta!
“Muchas pasamos por situaciones incómodas en algún trabajo, algunas más graves y violentas que otras -empatizó Narda Lepes con las palabras de Trinidad, a través de un posteo en su Instagram-. Es necesario y urgente crear un sistema de comunicación claro en las cocinas y restaurantes que establezca límites y vías seguras para poder contar lo que nos pasa. Si sos gastronómico ayudá a tus compañeras, porque el silencio también es cómplice”.
Valu Ramallo, pastelera y conductora de Cucinare, por El Trece, se sumó al pedido: “Urgente”, escribió. Y después, relató su experiencia: “Sufrí un montón de cosas en las cocinas”, dijo, en diálogo con Teleshow, la cocinera de 31 años que estudió en el IAG y que después de haber pasado por varios restaurantes desde el 2015 tiene su emprendimiento propio que lleva su nombre.
Tras aclarar que no trabajó ni conoce a Pablo Massey, consideró que el gastronómico es un ámbito donde “siempre existieron chistes machistas y con doble sentido”. “Trabajé siempre con muchos hombres: tenés buena relación, pero tenés que bancarte un comentario de tu pollera o jean apretado. Era incómodo y normal, a todas las mujeres se los hacían: chistes feos y sexistas que te hacen sentir incómoda”.
Valentina, que cuando empezó profesionalmente como cocinera tenía nada más que 20 años, recordó que antes de ir a su lugar de trabajo pensaba qué ropa ponerse y se sentía condicionada a la hora de hablar, ya que durante el servicio, muchas situaciones pueden llevar al doble sentido: “Decís: ‘Voy caliente’, cuando tenés que pasar con una fuente caliente, y eso siempre derivaba en chiste -ejemplificó-. O hablar del tamaño de un alfajor. Ya estaba acostumbrada, aunque me molestaba”.
Durante su época de estudiante Valu Ramallo no la pasó mucho mejor. Cursando a la noche, la gran mayoría de los docentes y los alumnos eran hombres. Recordó un momento incómodo en una clase. “Había que deshuesar un pollo y rellenarlo, el chiste era: ‘Vamos a hacerle una violación al pollo, le metemos los dedos, como en la vida misma, arrancás despacio’. Les parecía gracioso comparar al pollo con una violación. Yo tenía 18 y me parecía muy fuerte. Es una comparación que no está buena: no sabés qué le paso a una mujer que está en la clase con vos y no esta bueno hacer chistes con eso”.
Así, los bromas continuaban con el uniforme, por mencionar solo algunos ejemplos. “Me quedó marcado: ¿por qué tememos que escuchar esas cosas? No me reía, pero a todos les parecía normal”. Aunque ella no sufrió abuso en su espacio de trabajo, recalcó la incomodidad que sintió en más de una ocasión: “No está bueno tener que cuidarte de cómo vas vestida o qué decís para no sentirte incomoda”.
“Me encanta cocinar, pero había algo que me hacía doler la panza de esos trabajos: tengo un recuerdo agridulce. Me costó darme cuenta que no está bien bancarme esas cosas”, agregó la cocinera que, en gran parte por lo mencionado, en el 2015 decidió dejar de trabajar en grandes cocinas y realizar su emprendimiento con su propio equipo de trabajo: “Trabajamos en libertad y sin tener que cuidarnos de no tener que pasar un mal momento”.
Además de Valu Ramallo y Narda Lepes, otras cocineras comentaron el posteo de Trinidad, ayudando así a visibilizar una problemática que parece exceder la denuncia pública de la joven pastelera contra Massey. Una de las primeras responder su posteo fue Ximena Sáenz. “Un abrazo grande, Trini. Es muy valiente e importante tu relato. Esto tiene que parar ya”, escribió la ex Cocineros Argentinos. Y en sus historias de Instagram, sumó: “Sabemos que el maltrato y el acoso sucede en muchas cocinas aún hoy, y es inaceptable. Es valiente el testimonio para que esto no pase más, ni en la cocina, ni en la tele, ni en la oficina, ni en ningún lado”.
“Qué siniestros. Brava vos, se va a caer”, escribió Soledad Barrutti, autora de Malcomidos, para agregar: “Parece que el machismo, acoso y abuso de poder salen como pan caliente en la panadería de Pablo Massey. Los Massey de este mundo dan asco”. La prestigiosa sommelier Agustina de Alba le expresó su apoyo a Trinidad: “Lamento mucho por lo que tuviste que pasar. Gracias por tu valentía. No estás sola! Acá estamos”. La chef Soledad Nardelli la ennalteció: “Valiente. Fuerza y arriba ese corazón”.
En diálogo con Teleshow, Laura Marajofsky, periodista y coordinadora de la plataforma Barmaids que busca visibilizar el trabajo de las mujeres en bares y restaurantes, se lamentó: “Esta es la realidad de las mujeres que trabajan en gastronomía hoy. Esto es la punta del iceberg. Sucedió en arte y en medios, hay que ver si este será el #MeToo de la gastronomía, pero hay muchos intereses económicos y una ausencia por parte de las entidades que deberían dar protección, como los gremios”.
Los números arrojados por la encuesta que el sitio realizó, son alarmantes:
—30% sufrió algún abuso en su trabajo
—40% se sintió incómodo o que no se lo trataba de manera correcta en una entrevista de trabajo
—82% conoce a otras mujeres o disidencias que estuvieron en situaciones similares de abuso físico o psicológico en su espacio labor
—El 65 % dijo sentir que no le daban una oportunidad por ser mujer
—98,5% cree que al ambiente gastronómico le falta perspectiva de género
“Trabajamos en cuestiones de género, formación y salud y somos un canal seguro para recepcionar denuncias o preguntas. Es una plataforma empoderamiento”, explicó Laura. A su vez, dijo que hay varios factores que hacen que el rubro esté castigado, uno de ellos es que se trata de un sector “muy informalizado” y siguió enumerando: “En el rubro hay un ingreso muy temprano en edad, es un sector que carece de protección estatal y no están capacitados en cuestiones de género. Además, es un trabajo en el que se pone el cuerpo, por eso hacemos foco en el tema salud”.
Dichas cuestiones, atraviesan todos los sectores. Pasa en lugares chicos, como grandes, en restaurantes y bares conocidos, como en locales de barrio: “Así lleguen diez denuncias por mes de este tipo, es un montón y es algo que no puede suceder. Hay cosas de todo tipo, violencia verbal, discriminación, mujeres que fueron despedidas por quedar embarazadas. La violencia física es el último escalón, y no todas las trabajadoras tienen la capacidad de irse y siempre hay una relación asimétrica de poder”.
Desde Barmaids trabajan de manera alineada con la gente que de la línea 144 y realizaron varias capacitaciones de género en bares y protocolos y aunque en el último tiempo se trabajó mucho, Marajofsky resalta que “aún falta un montón” por hacer y cambiar.
Si sufrís violencia de género o conocés a alguna víctima, llamá al 144: es gratis y atiende las 24 horas.
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