“Cuando encuentro la manera de contar algo con una canción divertida, me alivia la locura mental”, cuenta Dalia Gutmann, que se reconoce maníaca y acelerada. “Siempre que termino de hacer algo estoy pensando en lo próximo que tendría que hacer”, confiesa la humorista.
En línea con esa filosofía, y con la necesidad de estar concretando alguno de los ítems de esas listas interminables de pendientes del día a día, Gutmann recibe a Teleshow mientras la atiende una manicura. “Es muy linda la actividad de hacerse las manos: una va charlando, se va abriendo”, reflexiona la actriz desde su casa, ventana virtual mediante.
Después de nueve temporadas de éxito con Cosa de minas, Dalia volvió al teatro con un nuevo espectáculo: su unipersonal Tengo cosas para hacer puede verse de jueves a sábado en el Teatro Maipo. “Es una continuidad del anterior -explica-. Es ese cúmulo de cosas que no sabés bien qué es, pero son las listas de cosas para hacer”.
—¡¿Qué sería de nosotras sin las listas?!
—Es insoportable. Sé que estoy un poco más acelerada que la media, lo reconozco. Ya trato de no intentar cambiarme porque soy así.
—Ese acelere, ¿te trajo problemas con alguien en algún momento?
—¡Todo el tiempo!
—También es muy funcional que haya alguien así.
—Totalmente. Me di cuenta en la pareja que tenía que dejar de ser así porque, pobre Seba (Wainraich), no lo quiero dejar mal parado... pero el otro se aprovecha de que una está con la cabeza en todo y se va a ocupar. También, obvio que me trae problemas. Ni hablar la cantidad de veces que me dice: “Bajá el IVA de la intensidad”. Es algo que me preocupa, lo hablaba con mi papá, no puedo parar de sentir que tengo un montón de cosas para hacer.
—Hay muchos momentos musicales en tus espectáculos. ¿Cómo te llevás con la música arriba del escenarios?
—Cantar arriba del escenario siempre me gusta, pero en general, surge de cosas que… Por ejemplo, hay una canción que hablaba de que “me sube la autoestima, me baja la autoestima”, y era una sensación interna de... La autoestima se me está yendo a la mierda en este momento e inventar una canción para no angustiarme, me sirve.
—¿A qué le inventaste canciones para este espectáculo?
—Le hice una canción a mi cuerpo. Otra, a esta lista interminable de cosas para hacer. Hay otra situación que se me dio un día que llovía, de esos días que estás en el auto y no llegás a nada. Tenía una reunión, ir a buscar un pibe a Berazategui y es como que tu cabeza va a explotar de información. Empecé con que: “Necesito un coach... un coach que me ayude a conseguir un coach”. E hice una canción.
—¿Encontraste un coach que te ayude a organizarte?
—No. ¿Sabés a qué conclusión llegué muy madura? Porque cumplí 43 años en este verano... Está buenísimo hacer terapia, hacer mil cosas, todo lo que te haga bien, pero no hay que delegar todo. Hay cosas que uno tiene que asumir que es el responsable. No tengo coachs, hago terapia hace mucho tiempo, pero también trato de hacerme cargo de mi vida, que cuesta un montón.
—¿Siempre con la misma analista?
—Con Graciela estoy desde el 2003. 18 años: hace un montón. Pero me hace bien. Con todos los nervios de que estoy por estrenar, hay días que me angustio porque en todo proceso creativo hay un momento donde decís: “¿Qué es esta mierda que estoy haciendo?”. Momentos donde estás re copada y momentos donde: “Ay, Dalia, ¿dónde te metiste?”. La última sesión me quedé dormida. Graciela me llamó, me despertó, y empezamos la terapia. Empecé el día llorando porque estoy con mucha mezcla de emociones. Cuando termino la terapia, siento que es un privilegio. Ato cabos y entiendo más cosas, no solo mías, sino de los vínculos humanos.
—¡Qué difíciles los vínculos humanos en el año que pasó! Y aún falta... ¿Qué es lo que más extrañás?
—Sin dudas, poder estar con gente sin miedo. Y hay algo del abrazo, sobre todo con mi mamá: no puedo creer que no la puedo abrazar como yo quiero. Todo el tiempo estoy con miedo a abrazarla demasiado. Me parte el corazón que el mundo está frenado para hacer cosas grosas y lindas. Todo lo que tiene que ver con la cultura está con freno de mano porque no puede haber mucha gente. Ni hablar de la gente mayor, la gente de riesgo. Eso es lo que realmente me preocupa.
—¿Cómo te sentís de cara a la vuelta a clases de los chicos?
—Estuvo bien el momento en que se paró, pero no que fuera todo el año. Podés tomarte uno, dos meses para planificar y tomar las medidas de precaución, pero no podés estar todo un año con los pibes en tu casa encerrados. Le hace mal a la cabeza, al cuerpo de los pibes, a todo. Estoy muy ansiosa. Estoy segura de que va a ser un año particular donde habrá partes virtuales, pero me parece fundamental que haya un plan y que los chicos puedan tener una vida lo más social que se pueda. Aparte, no me abras un casino sin abrirme el colegio...
—Cuando se pueda, ¿tenés ganas de vacunarte? ¿Estarás ahí?
—Voy a hacer lo que sea. Primero me interesa mucho que se vacune la gente que se tiene que vacunar, y cuando me toque mi turno, me vacunaré.
—¿Qué te hace reír?
—Me divierte mucho la gente que no está pendiente de la mirada ajena, el que se entrega al ridículo sin estar pensando: “¡Ay no! No queda bien, ¿por qué dije eso?”. Y el que ya está entregado, me encanta.
—¿Cómo te llevas con la mirada ajena?
—No me importa mucho. Estéticamente, soy poco mambeada. Sé que no soy Pampita, pero cada vez le tengo menos tema a que se me vea algo. Sí me da mucho miedo y vergüenza de la mirada ajena, cosas de ignorante. No estar al tanto de algo y que: “¡Ay, Dalia! ¡Qué bruta! ¿Cómo no sabías eso?”. Ahí sí me da cosita, pero en general, soy de bancarme bastante. Lo ideal sería que la mirada ajena no sea más importante que la mirada que uno tiene sobre sí mismo.
—¿Qué te hace llorar?
—Soy muy de la emoción por las cosas lindas y me encanta llorar porque me siento emocionada. El otro día estaba en el auto escuchando música y mandé un WhatsApp a algunos amigos diciéndoles que volvía al teatro y Mercedes Morán me dejó un mensaje de aliento. Me emocioné y me puse a llorar. El auto es un lugar hermoso porque llorás sin juzgamientos, sin que la gente te quiera contener, es un llanto drenado. A veces lloro porque siento que nada tiene sentido. Como todo ser humano que vive la vida y por momentos dice: “¿Qué es todo esto que está pasando?”. Pero después hago cosas para estar bien.
—¿Llanto en peleas de pareja?
—Justo el fin de semana, que estaba lloviendo y re daba para pelea, llanto. La típica... Como ahora que estoy con los ensayos estoy poco con Seba, el otro día hubo un llanto tipo: “Estoy acá y vos estás mirando una película, y es como que no estás...”. Cada tanto, agarra. Hay días que uno está re sensible y días que puede pasar lo peor y vos, fría. Hay días que uno está más predispuesto al llanto.
—¿Cuán buscona sos en lo sexual?
—Cada vez peor, cada vez más asexuada. Espero que un día la libido vuelva. En el show me río un poco de esto. Esta cosa medio maníaca de tener cosas para hacer te aleja de la libido sexual. Para conectar con lo sexual, uno tiene que estar tranquilo. Tiene que estar… Esa frase que usan los sexólogos que me encanta: “Estar en modo erótico”. Para una mina maníaca como yo, estar en modo erótico es un laburazo. Lo que trato de hacer, como no consumo drogas, es tomar una copita de vino a veces.
—¿Y aparece el modo erótico o el modo sueño?
—(Risas) Puede aparecer todo. También me pasa la típica que, cuando sucede, digo: “Ay boluda, ¿por qué no hacés más seguido esto?”. Pero me cuesta encontrar el momento y sí, muchas veces aparece el modo sueño.
—¿Cómo se llevó la libido con la cuarentena?
—Era re difícil en la cuarentena con una persona que veías todo el día. Mirá que lo quiero, le tengo un aprecio... Pero era difícil. Pero hemos sobrevivido. Los que no nos separamos en cuarentena tenemos altas chances de no separarnos por los próximos años. Todo estaba dado para separarse, era una obviedad.
—¿En qué momento te mata de amor?
—Tiene mucho que ver con el vínculo que tenemos cuando estamos los cuatro, con mis hijos. Hay cositas que a Seba le gusta hacer con mi hijo o a mí me gusta hacer con mi hija. Este verano están con un órgano, los dos están tomando clases; entonces, los veo haciendo una canción juntos y me encanta. En situaciones con mis hijos o cuando lo veo muy enganchado… También, Seba es muy gamba. Todo este verano que estoy ensayando un montón, él se está haciendo bastante cargo de los chicos.
—¿En qué momento decís, sobre vos misma: “Soy la mejor del mundo”?
—Me encanta lo que acabás de preguntar porque me parece hermoso. Hay momentos donde está bueno decir: “Soy la mejor del mundo”. Soy muy buena, y esto me deja parada como una gran amiga, alentando al otro a que se anime a hacer lo que quiere hacer.
—Venimos de un año difícil: es un mimo al alma poder ver espectáculos de humor y reírnos en este momento.
—Defiendo a muerte la alegría. Por más cosas que pasen, el ser humano necesita momentos de risa, de alegría, de pasarla bien.
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