Tenemos que descubrir qué dicen las palabras cuando las pronunciamos. Y aprender a materializar las metas. La alquimia es un viaje interior que nos enseña la otra cara de la realidad: lo inconsciente y lo que no nos damos cuenta. Estamos llenos de ideales del amor, del trabajo o de la maternidad. Es una invitación a vaciarnos, a despojarnos de todas esas creencias. De todo eso -y más- habló Natalia Barrera con Pamela David para su PamLive.
—Las relaciones tóxicas: ¿las encontramos o nos encuentran?
—Nosotros tenemos un ideal en nuestra mente. Calculá que, en general, todas las mujeres nacimos con los cuentos de hadas, con el mito del príncipe azul, de idealizar a un hombre que te viene a salvar, y la mujer no era la protagonista. Hasta ahora, que se está vertiendo a ser más poderosa. Nosotros, cuando hablamos y decimos la relación que queremos tener, no nos damos cuenta de que hay algo que decimos entre líneas. Por ejemplo, hace mucho tiempo que una mujer está sola. ¿Qué es lo que va a decir? “Siempre me pasa lo mismo”, “Yo lo que quiero es una pareja estable”, “Quiero formar mi pareja estable”. Y al final, ¿con qué se encuentra? Se encuentra con hombres infieles, hombres que están de novios y que la quieren como amante, o personas que ya están casadas. ¿Por qué pasa esto? Nosotros, en la idea de la pareja estable nos imaginamos a nosotros teniendo a alguien y formalizando una familia, un matrimonio o un noviazgo. En lo real, lo que estamos diciendo es que queremos atraer una pareja estable. ¿Y cuántas personas son en una pareja? Un par estable. Pedís un hombre que ya esté establecido y que ya esté comprometido. La persona no se da cuenta que tenemos un chip de que queremos una pareja y vamos a terminar siendo tres.
—Entonces: ¿cómo se debe pedir?
—No podemos pedir porque nos pone a nosotros en un lugar de pobreza. Yo tengo que pedirle a algo a alguien porque yo no puedo: eso me pone en un lugar de mucha desvalorización. Uno le pide a Dios, al Universo, a lo que sea que nos ayude, y en realidad lo que estamos haciendo es dejar nuestro lugar de mando y poder ordenar nosotros mismos ese Universo, que en realidad está encerrado en nuestras palabras. Entonces, una persona está sola y en San Valentín quiere encontrar a alguien y formalizar lo que quiere realmente, su propia relación amorosa. Pero lo más loco que ocurre acá es que si una persona está diciendo que quiere una pareja, ¿cuál es el problema que tiene? Si la persona dice “quiero una pareja estable” no solo me está hablando de que está proyectando una pareja sino que me está hablando del problema que tiene en su propia realidad. Quiere esta pareja estable como en una función de padre o madre. Quien quiere una pareja quiere reparar la relación de sus padres, porque la única pareja estable que podemos pedir es una relación de papá o mamá. Por eso sabemos que la persona que está sola y está enfocada en una pareja, tiene un tema en su infancia. Si querés una pareja, estás queriendo resolver algo que no pudieron resolver tus padres y que vas a proyectar en todas tus relaciones.
—Una vez que lo reconoces, ¿cómo debo hacer para decretarlo?
—El primer paso es entender que no tenemos mala suerte. No es que no hay hombres y mujeres disponibles ahí. Sí los hay, pero por alguna razón no se cruzan en mi camino. Porque yo estoy ubicada en un lugar de niña o de niño. Primero debo darme cuenta dónde es que yo fallo: estoy fallando en un tema que yo quiero resolver, que me viene de carencias afectivas de la infancia. Lo segundo: ¿qué querés de esa pareja? Cuando queres atraer a alguien, describímelo. Y lo siguiente: ¿estás describiendo desde dónde? ¿Desde querer a un padre, a una madre, o estás queriendo a un par? El par va a la par. Todos tuvimos en algún momento de nuestra realidad relaciones donde no estábamos a la par, donde uno hacía un rol más materno o paterno, o uno de niño. Porque la función de la pareja en sí misma es sanar lo que no pudimos, por eso es un gran maestro. Y no hay relaciones tóxicas, hay relaciones que llevan su aprendizaje. Pero si yo tengo que sufrir para aprender no está bueno. Yo tengo que salir de esa toxicidad de querer repetir la herida y no la lección que está detrás de esa herida. Primero, entendé por qué no tenés una relación. No la tenés porque todavía no resolviste algo con una pareja. Eso mismo que no resolviste con tus padres es lo mismo que no resolviste con tus ex. Generalmente, lo que ocurre es que las relaciones del pasado, es cómo la vivió la persona. Ahí nos va a decir sus miedos con respecto a lo que proyecta su meta. Para decir lo que quiero, lo primero es armar la meta. Si quiero una relación amorosa, ¿cómo lo digo? Ahí empieza el viaje a darme cuenta de que me tengo que vaciar de ese problema que lo sigo proyectando en todas las relaciones. Al final, no solo voy a concretar mi meta sino que también voy a sanar algo del pasado que lo sigo arrastrando. Tengo que describir y ahí tengo que saber que voy a fallar. Al principio, siempre va a estar marcado por lo no resuelto. Por algo no lo tengo. Ya aprendí que lo que necesito no es una pareja. Lo siguiente que vas a describir es: “Yo quiero un novio”. Está mal: para encontrar un novio, tiene que tener novia. No hay un hombre que no sea novio sin novia. Vuelvo a fallar en lo mismo. ¿Entonces cómo lo digo si nos damos cuenta que no hay una palabra? Porque la palabra está oculta en el único lugar donde se oculta Dios: dentro tuyo. Yo no estoy nunca en la meta, siempre está en el afuera. Entonces es: “Yo quiero ser novia de alguien”. Ahora sí. “Yo quiero mi propia pareja, mi propio noviazgo”. Ahí podemos entender por qué estamos, generalmente, esperando a que alguien nos reconozca. Porque si nosotros no nos ponemos en nuestra propia meta, menos lo va hacer alguien de afuera.
—¿Y qué pasa con esa máxima de que el amor llega?
—Tenemos muchas ideas del amor, de las cuales nos tenemos que vaciar. No existe la perfección. Toda relación tiene esas oscuridades, esas luces que nos llevan a conocernos. El amor siempre está ahí, no es que lo tenemos que ir a buscar a un lugar muy lejano. Está siempre ahí, pero no lo vemos. Cuando perdemos a alguien, empezamos a ver el amor cuando ya no está. El amor es algo más cotidiano, más simple. Uno tiende a que le guste lo que no puede conseguir, y al que está ahí disponible no le damos interés.
—¿Y eso a qué se debe?
—Porque pensamos que el amor es una conquista: también nos pusieron ese ideal. Si hay que conquistar, tiene que ser difícil. Viene de todos los ideales que tenemos con historias: que todo es conquista, esfuerzo. Lo mismo pasa con el trabajo. Viene todo desde ahí. Tenemos que vaciarnos de las ideas que tenemos del amor. El amor es una construcción y se tiene que alimentar. El enamoramiento y la química dura un año o dos, como mucho; después se caen esos velos químicos y empezamos a ver la esencia de la persona y ahí empieza la construcción del amor verdadero. El amor verdadero es aquel que atraviesa esa primera desilusión. Porque nos tenemos que desilusionar de las ideas infantiles que tenemos de lo que es una pareja. Por eso, al encontrar a alguien y a la par, se empieza a dar la construcción del amor. El amor no nace de entrada, nace la química del enamoramiento. Como todo enamoramiento tiene ese “miento” que en algún momento le cae el velo. Cuando elegís amar, ese amor dura, crece.
—Explicame lo de la palabra “miento” dentro de “enamoramiento”.
—Para que haya dos enamorados tiene que haber dos enamorados. Dos se encuentran en el amor. Ellos se encuentran gracias a esta química emocional que se ve y decís: “¡Wow!”. ¿Pero de qué te estás enamorando? De algo externo, no de algo interno. Te estás enamorando físicamente y está perfecto, pero después de toda esa química que sucede en nuestro cerebro, después aparece el amor. Porque el amor no está en el enamoramiento, está cuando vos te encontrás con el otro después de esa química. Ahí nace el amor verdadero. Nosotros nos vestimos todo el tiempo para ser un personaje, pero al final, a la noche, nos acostamos y nos ponemos cómodos y esa es nuestra ropa, la piel, y ahí hay imperfecciones. Porque la vida pasa, la belleza es efímera. Hay una belleza que es mucho más amorosa que es la del ser, y las personas tenemos miedo de mostrar cómo somos. Porque nos dijeron que si uno es como es, te van a juzgar, a criticar. Vos, con la pareja, vas sacando de a poquito esas capas. No podes fingir durante 24 horas algo que no sos. Llega un momento en que la otra persona ve cuando te enojás, cuando te deprimís, todas tus emociones, y está perfecto, porque nos dijeron que está mal sentirse mal y no es así. Sufrir también marca una parte humana nuestra.
—Estamos en el mes de los enamorados: ¿por qué tenemos a la persona que tenemos a nuestro lado?
—Una frase que me gusta mucho dice: “Uno no sabe quién es”. ¿Qué somos realmente? La pareja cumple esa función de hacernos de espejo. La pareja es un par, una unidad, no está separada. Cuando no resolvemos nuestras heridas, que generalmente vienen de la infancia, terminamos teniendo una relación toxica porque no tenemos la sabiduría de atravesar esto. Hay relaciones que terminan en violencia y en agresividad porque terminamos espejando en la otra persona lo que no resolvimos atrás. A veces buscás separarte porque en realidad querés separarte de tus padres.
—¿Cómo hacés para cortar con eso?
—Lo importante es reconocerlo y admitir que eso mismo lo hacían tus padres. Tenemos conductas de nuestros padres porque aprendemos en base a sus ejemplos. Uno tiene que decidir si va a seguir siendo fiel a su familia, o crezco y maduro y elijo formar mi propia familia, con nuevas leyes. Cuando formás una relación de pareja, ambos tienen que vaciarse de lo anterior para poder construir algo nuevo. Quizá tus padres no se comunicaban entonces vos aprendiste lo importante de hablar. Todos venimos con una bola de nieve de nuestras familias: carencias, falta de dinero, violencia. Cada persona es un mundo. La función de la pareja es obrar de maestro, pero no nos bancamos el desafío de aprender. Entonces corto con mi pareja, y después me vuelvo a enamorar, y después me vuelve a pasar lo mismo.
—Para la gente que sí quiere aprender: ¿qué puede aprender de las parejas pasadas y no repetir?
—Escribí todos los reproches de tus ex y decilos en voz alta. Lo que no te dieron. Lo que te molestaba. Si te abandonó o traicionó, etcétera. Después de hacer esa lista le vas a cambiar algo: cambiá el nombre de tu ex, que te hizo todo eso por papá o mamá: “Mi mamá/papá me engañó”. Y cuando apenas empiezo a leer eso empiezo a notar que hay algo ahí, que me moviliza. Si mi padre no me quería de niña, voy a querer reparar esa herida. Y como yo tengo un programa de que los hombres son así, voy a encontrar a todos así. Yo tengo que crecer pero tengo que entender que no puedo resolver lo que mis padres no resolvieron. Imagínate a tu ex y decile: “Juan, gracias por hacer de mi papá”, porque no lo conociste a Juan: Juan proyectó a tu padre todo el tiempo y vos seguramente le proyectaste a alguien. Eso que todo el tiempo estamos diciendo que no nos dan, deja en evidencia que nos comportamos como niños. Por eso no hay deseo sexual y por eso no encontramos una pareja a la par. Porque nosotros no estamos a la par entendiendo que tenemos que ser hombre y mujer.
—¿Esto también vale para las parejas actuales?
—En mis clases, muchas veces me dicen: “Me quiero separar”, porque no tienen más deseo. La frase “me quiero separar” no habla del otro, habla de que yo me quiero separar de un rol que no me gusta. Ahí no tiene la culpa el otro. Tenemos que entender que no somos un rol: somos todo. Tenemos que tener un espacio para cada rol, pero cuando uno tiene hijos los pone en primer lugar y se termina excluyendo al padre. El hombre sabe esperar, pero cuando no puede esperar más ese primer lugar, es ahí cuando suceden las infidelidades.
—Para linkear este tema, está el caso de Andrea, que rechazó un amor desde su inconsciente, pero ahora que lo perdió le duele mucho.
—¿Por qué tenemos que llegar a darnos cuenta que amamos cuando perdemos? El amor y la muerte están muy ligados. La palabra amor, desde su etimología, significa “sin-muerte”. Nos enseña que el amor no habla de limitación, de posesión, sino de libertad.
—El amor es libertad, tan diferente de cómo nos criaron: “Sos mío, soy tuya”. Si te ama, que no te agarre.
—Fijate las palabras: “Nos casamos”, que es la palabra “cazar”. Me pongo el anillo en el dedo “anular” porque estoy anulando una parte mía. Hay algo que se anula: yo me convierto en esposa y él, en un esposo. Tenemos el concepto de casamiento y no el de boda. La boda nos habla de un “dar”, de un encuentro. No se trata de un dar, se trata de un perder. Yo pierdo cosas por amor. Yo te doy mi tiempo, porque te amo. Cuando vos das, una parte tuya la perdés. La palabra va a lugares insospechados. Tal es así que en nuestro nombre tenemos marcada la historia que repetimos. Por ejemplo, todas las Natalia, como yo, venimos a crecer, a madurar. Dejar de ser niñas, ponernos en postura de mujer. Hagamos ciertas cosas para hacer ese rol de mujer que a veces está tapado.
—¿Cómo podemos atraer nuestro trabajo ideal y cómo podemos permitirnos la abundancia?
—Si no tenemos el dinero que queremos, lo primero es entender que estamos rechazando el dinero. Tenemos el concepto de que el dinero es sucio, entonces la mente asocia que nos queremos alejar del dinero. Perdemos, generamos deudas, todo por esa acción. El papel puede tener bacterias y microbios, pero también lo tiene el celular, que lo llevamos a todos lados. Eso lo aprendimos de nuestros padres. Yo enseño a ponerle esencias a nuestros billetes porque el aroma va directo a nuestro cerebro reptiliano. Nos hace conectar con lo rico, con la riqueza. El aroma ayuda mucho a conectar como algo positivo. Poner perfume en la billetera nos va a llevar a lo rico, a lo agradable. Otra de las cosas que aleja del dinero es cuando la persona dice: “Ya pagué todo, ya estoy tranquila”. La mente asocia que pagar es igual a la tranquilidad. Te van a pasar cosas para generar deudas, porque generás tranquilidad pagando, no cobrando. La gente cobra y automáticamente se deshace del dinero pagando las cuentas. También ocurre el no placer y el no disfrute por miedo a perder. Ahorrás en base a tu esfuerzo pero después no te vas de vacaciones por miedo a dejar la casa sola. Hay estrés por todos lados porque si tenés dinero, tenés estrés por miedo a que te lo quiten. Siempre asociamos el estrés con la ganancia del dinero. Tenemos que entender que el dinero es una energía y que hoy está y mañana también va a estar.
—¿Cómo podemos mentalizarnos para eliminar esas deudas?
—Si quiero ganar más dinero me tengo que vaciar de todas las conductas que me alejan de “el dinero es bueno”. Lo segundo es siempre querer crecer. Si en mi trabajo no me aumentan el sueldo tengo que hacer algo nuevo: siempre que quieras conectar con el dinero vas a tener que atravesar el miedo. ¿Cuál es el miedo que personifica al dinero? Si quiero abrir la puerta de la prosperidad tengo que atravesar el examen de la vergüenza. La pobreza se asocia a la vergüenza. Si sabés hacer pastafrolas, anímate a venderlas. Pero vos ya pensas: “¿Qué va a pensar mi mamá?”. Eso es lo que nos pasa con la venta: la venta arranca desde el lugar de pobreza, porque depende solo de vos. La venta nos lleva a la valoración de todas sus vertientes. Que yo valgo. Si tengo que hacer, lo hago. Si queremos dinero vamos a tener que hacer algo que nos dé un poco de vergüenza o nos incomode. Si atravesás la vergüenza vas a concretar la mayor de las riquezas, vas a perderle miedo al dinero. Cuando quise empezar a estudiar alquimia, no tenía dinero y comencé a vender cremas por catálogo. Yo nunca había vendido nada pero tenía el deseo de progresar y hacer lo que quería. Yo había cambiado mi manera de pensar. Uno, cuando tiene el deseo de crecer, va a tener que entender que en el camino habrá muchas pérdidas. Muchas personas se van a sentir en un lugar incómodo porque si vos lo lograste, yo no tengo excusas para no lograrlo.
—¿Cómo se conecta cada persona con su emprendimiento?
—Para emprender algo y dar a luz un proyecto, tengo que primero encenderme y entusiasmarme con esa idea. El dinero está ahí, ya hoy podés hacer algo. Atravesás la vergüenza. Aunque tengas miedo de que te digan que no. La gente dice: “No me compraron”, como si estuviésemos a la venta. Ahí están las palabras que nos reflejan que nos están rechazando, cuando no es así. De todas maneras, la gente siempre quiere ayudar al que está emprendiendo. La gente es buena, no es mala, especialmente con el que recién empieza. Otra cosa es cuando vos le regalás dinero a la persona que la está pasando mal. Esa persona se puede sentir mal: la estamos poniendo en un lugar de pobreza, no la estamos ayudando. Es distinto a querer ayudar a una persona a que emprenda su negocio: “Te lo presto y me la devolvés cuando logres tu objetivo”. Tenemos que entender el significado de la frase: “No le des pescado, enséñale a pescar”, sobre todo con nuestros hijos, que se pueden sentir desvalorizados si le regalamos todo el tiempo dinero. Es ayudar desde un lugar inteligente.
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