Miembro de una de las dinastías más legendarias del mundo Hollywoodense (los Coppola), Nicolas Cage supo construir una carrera a la altura de lo que siempre soñó. Desde muy chico, por su talento y capacidad, empezó a lograr trascendencia y protagonismo en los proyectos en los que se encomendó. En cine, por ejemplo, debutó en 1983 con Rumble Fish (o La ley de la calle), cuando tenía 19 años. Sin embargo, debido a la crítica y a los comentarios, decidió un cambio significativo para su vida laboral.
Su verdadero nombre es Nicolas Coppola, hijo de August Floyd Coppola, un profesor de literatura, y Joy Vogelsang, bailarina y corógrafa de profesión. Comenzando a desandar por su árbol genealógico nos encontramos con su abuelo paterno, el reconocido compositor Carmine Coppola. La actriz Italia Pennino era una de sus abuelas.
Más acá en el tiempo, la documentación certifica que es sobrino del cineasta Francis Ford Coppola y de la actriz Talia Shire (Adrian en la saga de Rocky) y primo de los directores Román y Sofía Coppola, del productor Gian-Carlo Coppola, y de los actores Robert Carmine y Jason Schwartzman. Un apellido aristocrático para el mundo del cine que se repite de generación en generación, salvo por los dos últimos casos mencionados, que llevan el paterno, aunque con la misma sangre artística recorriendo sus venas.
Justamente, Francis Ford Coppola fue director de la película en la que Cage se probó en el séptimo arte. En ese entonces la palabra nepotismo fue una de las más usadas por la prensa y público en general. Lejos de que se hiciera foco en su labor, todo el tiempo se decía que -al no tener recorrido y estar haciendo sus primeras armas- su lugar se lo debía a su tío. Que estaba protegido bajo su ala. Y que de ahí no podría salir.
Confiado de su realidad, Nicolas rápidamente buscó otro camino para poder triunfar por mérito exclusivo en el mundillo de Hollywwod. Ese mismo año protagonizó la comedia romántica Valley Girl, dirigida por Marta Cooldige. Y para alejarse totalmente del apellido, adquirió el nombre artístico con el que se lo conoce hasta hoy: Cage. En alguna oportunidad contó que es fanático de Luke Cage, superhéroe de Marvel, y que por eso adoptó el nombre que lo identifica.
Salvo en el 86, en Peggy Sue Got Married, nunca más volvería a trabajar de manera directa con su aclamado tío. Sí tuvo el privilegio de ser dirigido por grandes referentes del cine como los hermanos Cohen, Alan Parker, Martín Scorsese y Ridley Scott, entre tantos otros.
“Nicolas Coppola era un pequeño niño muy asustado. Nicolas Cage es realmente quien soy, incluso si en mi pasaporte dice otra cosa. No es un rechazo familiar: simplemente tuve que reinventarme”, declaró en su momento sobre la decisión que tomada. Su vida siempre fue así, con determinaciones drásticas y constantes.
Con su nueva identidad, sintiéndose a salvo de los prejuicios, Nicolas se consolidó en su propio camino, ya liberado del peso que intentó aplastarlo apenas asomó la cabeza. Casi todo lo que se propuso en los escenarios lo llevó adelante. La cuenta pendiente tal vez podría ser la de convertirse en superhéroe. De chico fue un gran aficionado a las historietas, y de grande casi se pone en la piel de uno de los personajes más populares del género.
En 1990 Tim Burton -quien venía de triunfar con Batman- comenzó a darle vida a Superman Lives. Y lo había elegido para que se pusiera la capa más famosa. Eran tiempos en los que Cage había ganado mucha popularidad y el traje de superhéroe parecía quedarle pintado. Sin embargo, el filme nunca vio la luz (el proyecto quedó trunco en los días previos al rodaje), y de esta manera Nicolas se quedó con las ganas de cumplir su sueño. No obstante, embolsó los 20 millones de dólares que le habían prometido para caracterizarse como Clark Kent. Porque a veces los sueños se cumplen, sin hacerse realidad.
Dinero al margen, su fanatismo va más allá del frustrado intento por convertirse en su ídolo de la infancia. A su segundo hijo -fruto de la relación con la actriz Alice Kim- lo llamó Kal-El, el nombre original de Superman. Fue una suerte de homenaje para quien lo acompaña desde su adolescencia. La frutilla de la colección interminable que tiene sobre el Hombre de Acero, que incluye una colección de comics valuada en millones de dólares.
Durante una entrevista en 2015 se refirió a ese tropezón que, visto desde el aplomo de la madurez, no considera una caída. “Tenía una gran fe en aquella película. Me hubiese gustado verla. Pero en cierto modo creo que todos hemos salido ganando con el hecho de que no existiera. Ahora la gente puede imaginar cómo hubiera sido, y creo que esa imagen es más fuerte que la película terminada”.
Lo curioso, y más allá de que cada uno en lo suyo despliega talento, es que Cage y Burton nunca más coincidieron luego de que se cancelara esa película sin haberse dado un motivo claro. Los entendidos sostienen que podría darse una gran dupla. En cambio, si bien los elogios son mutuos, no son pocos los que dicen que la relación laboral se rompió en ese momento, luego del paso en falso y promesas incumplidas.
Más allá de que ese salto no se dio, el actor supo deslumbrar con su estilo a lo largo de los años. Es considerado la estrella más estrafalaria de su generación. Tiene una particularidad: trabaja en todos los proyectos en los que es convocado sin importar si va a ser protagonista o no. Pese a lo que representa, no pierde el tiempo fijándose en qué lugar le toca ocupar.
Este costado brotó luego de perder su fortuna por malas inversiones y decisiones de vida. Hubo un tiempo en los 90 en que malgastaba millones de dólares en obsesiones, dándose gustos innecesarios que lo dejaron en la ruina. Llegó a comprar en una subasta una cabeza de dinosaurio por la que pagó 276 mil dólares. Luego tuvo que devolverla al gobierno de Mongolia: era robada. En su patrimonio contó con 19 casas, un castillo, cuatro yates y 22 autos, entre otros tantos lujos.
Además, fue encontrado culpable de evitar el pago de impuestos, porque lo que el fisco lo obligó a pagar 6.4 millones de dólares para que se pusiera al día y no enfrentar así causas mayores. Apremiado, de un día para el otro tuvo que empezar a aceptar cualquier papel que le ofrecieran, y a vender propiedades para que sus finanzas lleguen nuevamente a 0.
Actor todoterreno, Nicolas Cage tiene su propia identificación. Esa que lo sigue manteniendo en la cúspide como uno de los íconos del cine hollywoodense. A lo largo de los años intento explicar su técnica interpretativa. “Lo mío podría ser fotorrealísmo, pero siempre quise que se supiese que actuando puede romperse barreras para convertirse en otra cosa. Soy muy fan de esa sincronización artística”, se definió.
En cuanto a su vida privada, las curiosidades también se dan en este plano. Amante y fanático de la música de Elvis Presley, persiguió –así lo dijo él- a su hija, Lisa Marie Presley, hasta que logró conquistarla. Cuando se pusieron de novios, a los 10 días pasaron por el altar. A los cuatro meses estaban separados. “Aquella relación estaba basada en el humor. Nos reíamos mucho”, destacó hace poco tiempo, al recordar ese matrimonio fallido.
Pero una de sus mejores anécdotas tiene que ver con su profesión, con su pasión por el trabajo que lo hacen un referente. Ni siquiera el hecho de haberse quitado un diente a propósito y sin que se lo pidan para un papel que tenía que interpretar se acerca a lo que se dio en el 2012. Cuando estuvo en Rumania para su papel en Ghost Rider, aprovechó que estaba en la zona de Transilvania para hospedarse en el castillo del conde Drácula.
Cuando una colega se enteró, luego de verlo muy cansado durante una jornada de filmación, le preguntó qué le pasaba. Lejos de ocultarse, le comentó: “Quería canalizar las energías, pero fue escalofriante estar ahí. Me dio mucho miedo. Pero necesitaba pasar aunque sea una noche ahí”.
Con sus aciertos y errores, Nicolas supo encontrar su lugar. Nadie le regaló nada a este actor de pura cepa. La meca del cine le abrió las puertas y él supo como ingresar y sostenerse en el tiempo, como uno de los multifacéticos preferidos de los productores. Y gracias a la fuerza del apellido. Al suyo, al propio.
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