Fue modelo top en los 90, se fue de la Argentina por una crisis personal y terminó formando una familia con un diputado mexicano: la nueva vida de Moira Gough

Era adolescente cuando la publicidad televisiva de un chocolate la lanzó a la fama. Hoy tiene 44 años, una hija de siete, y mucha paz: “Ya no tengo que responder a la imagen que tuvieron de mí”, le cuenta a Teleshow

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Moira Gough desde su casa de Zacatecas

Moira Gough (44) es hija de un veterano de Malvinas. “Nací en la Base Naval Puerto Belgrano porque mi papá pertenecía a la Armada”, cuenta la ex modelo que en los años 90 forró con su cara cientos de carpetas de alumnas del secundario, decoró paredes de adolescentes y vendió sueños con un chocolate en la boca. Era “la chispita” entre las chicas de su generación: Lorena Ceriscioli, Daniela Urzi, Katya Fuks, Carola del Bianco y otras tantas de la factoría de Pancho Dotto. “A los cinco me miraba en el espejo del baño y practicaba para ser actriz”, apunta Moira, que a los ocho ya vivía en Palermo y llamaba la atención en una casa “de tímidos”, donde nadie tenía demasiado que ver con la tele, el teatro o la pasarela. “Me gustaba reírme y ver reír a los demás”, agrega –con una risotada– desde el jardín de su casa en Zacatecas, bien al centro de México.

—¿Cómo empezaste a modelar?

—Un día una representante le dio una tarjeta a nuestra niñera, porque había visto a Tati, mi hermana más chica, en la puerta del cole. Yo escuché y le dije a mi mamá que quería ir. Pasé un año haciendo castings hasta que quedé en un comercial de plasticola. Tenía diez años. A los trece hice uno de toallitas femeninas, me vio Cris Morena y fui dos meses a Jugate conmigo. Después vinieron varios comerciales y dos fantásticos, el del Banco de Galicia –que era una superproducción al estilo Volver al futuro– y el de Lila Pause, el chocolate que hizo que me recordaran durante años.

Moira empezó a viajar como
Moira empezó a viajar como modelo a los 15

—¿Cómo era tu cuerpo en ese entonces?

—Cuando estaba en Jugate conmigo no tenía nada, ni frente, ni atrás. Era muy preadolescente. A los 14 me desarrollé. En la industria de la moda nunca fui de las altas. Siempre me remarcaron que estaba donde estaba por la personalidad. Era flaca pero no tenía “el” cuerpo. No llegaba a hacer alta costura. Esas eran mis amigas queridísimas Roxana Zarecki, Solange Cubillo, Lorena Ceriscioli… Las de 1.80. Yo estaba más cerca del 1.71. Pampita llegó después, cuando yo ya no vivía en Argentina. Por suerte ahora las modelos no tienen que ser tan altas.

—¿Cuándo empezaste con Pancho Dotto?

—Antes estuve en Elencos. Pero una noche fui con una amiga a cenar a un restaurante y estaba Pancho Dotto, en una mesa, y Luis Miguel, en otra. ¡Imaginate! Con quince años yo estaba así: ‘¿Qué onda?, ¿Dónde estoy?’ (Gesticula la fascinación) En un momento Pancho se acerca y me dice que me debería ir a su agencia. Me habló de la ‘chispa’ que yo tenía. Después me hicieron saludar a Luis Miguel. ‘Hola. ¿Cómo andas? Todo bien’. Y listo. Fue en noviembre de 1992. En diciembre cumplí 16 y me fui a Punta del Este con Pancho. Siento que fue en otra vida... Hoy ves nuestras vidas y te das cuenta lo sanas que éramos. Sí estuvimos expuestas, obviamente. Y el argentino muchas veces no es tan simpático con sus opiniones. Esa parte era difícil…

—¿Quiénes eran tus compañeras de ese entonces en la casa de Punta del Este?

—Katya Fuks… Una adorada. La primera vez estaban Carola del Bianco, Daniela Urzi, Inés Rivero y Solange Cubillo. Nicole, que venía con su mamá porque era mucho más chica que nosotras. Yo tenía 16 y ella tenía yo creo que… doce o trece años. Y cuando no la acompañaba, nosotras la cuidábamos. Era un ambiente súper sano. Nos cuidaban Pancho, su hermana. Nadie nos ofrecía nada, por lo menos a mí, ni –que yo sepa– a mis amigas. Nunca tuvimos una situación de que un hombre propusiera algo que no tenía que ser. Nos la pasábamos trabajando como locas y el fin de semana, bailando en un boliche sin parar. Y nada más.

Moira Gough hizo múltiples campañas
Moira Gough hizo múltiples campañas

—¿Ibas al colegio?

—Sí, a la mañana. Vivía en Palermo. Mis papás me dejaron trabajar, pero me dijeron que terminara al menos el secundario. Y ¡viajé mucho! A los quince, a Venezuela, y después agarré John L. Cook y recorrí la Argentina. ¡Todos los fines de semana tenía un desfile! Además, me llevaron a Canadá, Hawai, Tailandia, Brasil… Me cuidaron como si fuera una hija. En esos desfiles empecé a bailar sobre la pasarela. Me parecía que podía ser más divertido que solo caminar. Se me rompió el corazón cuando los dejé, a los 21, porque tenía contrato de exclusividad con ellos y quería hacer también otras cosas. Hice algo de tele en Sin condena, Los Machos, Un hermano es un hermano Pero me di cuenta de que el ambiente de la actuación era diferente. Me sentía más a salvo en el modelaje.

—Hacés hincapié en que era un ambiente sano. ¿Las drogas o el sexo a cambio de un trabajo no eran moneda corriente?

–Nunca. No sé hasta qué punto mi inocencia captaba… Pero nunca ninguna amiga me contó: ‘Viví una situación horrible’. Ahora, de grande, digo: ‘¡Qué suerte que tuve de caer con la gente que caí!’

—¿Cómo te llevabas con la presión de estar flaca?

A mí sí me decían cada tanto: ‘Para tal marca necesitarías bajar como cinco kilos’. Nunca tuve buenos hábitos. El tema del modelaje es que el ochenta por ciento de las chicas que están ahí es porque genéticamente son así. No tienen que hacer grandes esfuerzos. Todas mis amigas modelos ven un alfajor y se lo comen. Así es su metabolismo. Hay algunas que caímos sin esa genética. Pero con la juventud de los 14, 16, 18 años, yo me podía comer treinta paquetes de papas fritas y no engordaba. Bueno, la genética en un momento ya no me respondió más y hablamos de otra cosa... Pero yo ya tampoco trabajaba de esto.

—¿Te hacías problema?

—Obviamente. Cuando vos estás en un ambiente rodeada de chicas lindas… Depende también de la seguridad de cada quien. Yo soy muy segura en muchas cosas, pero en otras… Nunca me sentí la linda, la flaca, o la alta. Ahora ves más variedad. Yo no me presioné tanto… Comía lo que encontraba: si era de dieta o si no. Pero nunca llegué a querer lastimarme para bajar de peso. No se me cruzó por la cabeza… Además, por suerte, en esa época no había redes sociales, donde la gente saca su infelicidad.

Moira Gough desde su casa de Zacatecas

—¿Por qué te fuiste a vivir a México?

—Antes estuve en Italia tres meses y en Miami, un año. Estaba en una crisis… No te voy a mentir. Pasaba de la adolescencia a la adultez… Buen, ¡con 23 años seguís siendo adolescente! Pero yo tenía cuatro años viviendo fuera de la casa de mis papás. Necesitaba salir de la Argentina. Y me salió la oportunidad de venir a México.

—¿Una crisis personal?

—Sí, personal… Se me juntaron muchas cosas. Una relación muy problemática con un novio. Y después el vínculo con mi familia. Y el laburo. Se me reventó la bomba en las manos. Dije: ‘Tengo que salir a tomar aire. A ver las cosas de lejos. Ver a dónde quiero ir, qué quiero hacer’. Me llamaron de una agencia de México que estaba apenas abriendo, con cero experiencia, y yo, con tal de irme dije: ‘Ay total, ¡¿qué son dos meses?!’ Y la pasé tan bien. ¡Me enamoré de México! ¡Acá me quedo! Acá me siento feliz. Era lo que había perdido en Argentina. Volví a Buenos Aires para ir al casamiento de mi hermana y le dije a mi familia que me mudaba a México. Siempre fui la loca de la casa. Nunca me creyeron. Pasé a ser socia en la agencia que me trajo. Vivo hace 20 años acá, me faltan un par para llegar a la mitad de mi vida acá.

ADOPCIÓN AZTECA

Moira está casada con Carlos Puente, que es diputado federal por Zacatecas y cinco años mayor. “Lo conocí a los dos años de llegar. Me lo presentó un amigo en común. Tardó una semana en llamarme y ni siquiera me invitó a salir de nuevo. ¡Típico mexicano! Lo llamé yo y le dije que pusiéramos fecha. Nos volvimos a ver un jueves y nunca más nos separamos. A las tres semanas me dijo que me casara con él y a los seis meses, estábamos casados. ¡Imaginate mi familia! Pero no estaba tan loca… En unos días vamos a cumplir 18 años de casados. Encontré un hombre que es buen amigo. Estamos conectados. Me hace reír. El matrimonio no estaba en mis planes, pero cuando encontrás a la persona, eso cambia. Claro que tenemos rachas, pero las superas”, asegura la ex modelo.

Juntos tienen una hija, Mía, de siete años. “Es mi corazón entero. Pasamos un tiempo sin tener hijos porque quisimos pasarla bomba después de casarnos. El llamado de la maternidad me llegó recién diez años después de casarme. Y mi marido siempre respetó mis decisiones”, agrega mientras saluda a un golfista que pasa por la cancha que está frente a su casa.

Moira Gough está cerca de
Moira Gough está cerca de cumplir 18 años de casada

—¿Cuándo te relajaste con el tema del cuerpo?

—Cuando me casé. ¡Al día siguiente había engordado tres kilos! En realidad, hasta los 23 años viví en un país donde el cuerpo significa mucho para los demás. Cuando iba de visita veía cómo las chicas estaban cada vez más flacas… ‘¿Cómo hacen? Si ya son piel y huesos’, pensaba. Entiendo que algunas tengan la genética, pero una población en general… ¡Ir a un shopping y que no entre nada! Yo voy a Argentina y no me compro ropa, directamente. De todas maneras, mi tema del peso es más largo y profundo. Y, hasta en algún punto, te podría decir... (La interrumpe su hija para ver cuánto le falta) Lo entiendo… La gente ahora me ve y dice: ‘¡Uh! ¿Qué le pasó?’ Nada. Me pasó la vida. Y un montón de cosas que se pueden contar y otras que no sé si me interesa que se sepan porque son muy íntimas. Pero estoy súper agradecida por la vida que tuve. Los papás, mis hermanas, amigas. Si no hubiese tenido ese entorno estaría mucho peor. Porque cuando sos muy adolescente y estás expuesto a la opinión de los demás… Cuando tuve una relación y la gente opinaba mucho… No había taxi que no me subiera y que no me dijeran: ‘¿Te paga? Y esto y lo otro’. Cosas muy feas.

—No soportaste estar tan expuesta.

—Me fui de Argentina en parte por no poder vivir una vida donde una crece y puede cometer errores. Esa crisis me creó depresiones, tristeza y pérdida de… ¿Cómo te podré decir? De ser otra persona completamente diferente. Yo cuando era chica tenía muchas ganas de vivir, de divertirme… Un día se me apagó la chispa y por muchos años no supe dónde encontrarla. Algunas veces tenemos con quién hablar y otras veces no. Es un camino que uno tiene que transitar. Entonces, cuando vos me hacés recordar mi época como modelo, te puedo decir que fue una linda época, pero no fue mi época de oro. Tengo lindos recuerdos, pero no fue la mejor etapa de mi vida. Hoy me siento en la mejor etapa de mi vida. Hoy encontré las razones que me levantan de la cama todos los días.

Carlos Fuentes es diputado por
Carlos Fuentes es diputado por Zacatecas

—¿Cómo saliste adelante?

—Mi marido me ayuda mucho, me respeta y me da estabilidad. Tengo una hija a la que le quiero dar lo mejor de mí. Y amigos. Pero es un camino interno y único. Me llevó años entender porque comía algo que no me hacía bien… La flacura es lo que los demás necesitan ver de uno, pero uno necesita saberse saludable. No importa si tenés más o menos panza; si te cuelga esto o lo otro. Yo voy a envejecer. Es inevitable. No tengo los 17 de aquella época. ¡No los pretendo tener! Gracias a Dios no soy esa nena de diecisiete. Ahora soy la mujer de 44 y el tiempo no pasa en vano. Agradezco a los que me dieron herramientas para salir de esa época que fue un poco oscura. Me perdí. Nadie es culpable. Solo yo, que me solté de la mano. La muerte, que nunca me había preocupado, me alarmó cuando tuve a Mía. No podía controlarlo...

—¿Pediste ayuda profesional?

—Hace un año conocí a Juan Lucas Martin, un argentino que trabaja en México, y da cursos para quienes tienen ataques de pánico, de ansiedad u otras cuestiones. Me ayudó mucho. Mucha gente en México murió por la pandemia. Yo hice el curso y el 70 por ciento de mis ataques de pánico bajaron. Además, tengo a mi psicóloga médica especialista en alimentación natural. ¡Hago de todo!

Mía es su única hija,
Mía es su única hija, de siete años

—Y seguís en contacto con tus amigas modelos argentinas…

—Con Lore Ceriscioli, que nos queremos muchísimo. Con Roxana Zarecki, también. Con Solange Cubillo, que vive en Marbella. Y con Daniela Urzi cada tanto nos mandamos besitos. A Romina Branchesi la veo cuando voy a Buenos Aires. Pero en este último viaje solo me junté con Lore. Y, de hecho, hace unos años, cuando fui a Buenos Aires por un casamiento, un fotógrafo me sacó una foto a pesar de que me puse de costado. Yo no quería porque ya no soy una persona pública. Salí en los medios como “la modelo que se bajó de pasarela y está con sobrepeso”. Los comentarios en la nota eran súper crueles. En cambio, este año, en diciembre, cuando estuve con Lore, ella subió a su Instagram una foto de las dos. No era una foto para subir, pero bueno… Sin embargo, mucha gente me pidió autorización en Instagram y me dejó lindos mensajes. No pretendían que yo fuera la de antes. Me decían cómo me recordaban o qué había significado para ellos… Se está reflexionando sobre el tema en Argentina. La imagen está perdiendo valor.

Moira Gough con su marido,
Moira Gough con su marido, Carlos Puente, y su hija Mía

—¿Qué le dirías entonces a las chicas que están donde estuviste vos?

—Que sean ellas. Cuando te traicionás, te caes. No entiendo mucho eso de los influencers, pero no creo que alguien me diga qué me tengo que poner o qué tengo que comprar. Veo muchas chicas que no se aceptan. Se ponen boca, se afinan la nariz, se hacen esto, lo otro y ¡son otras personas! Entiendo hacerse una cosita, pero no todo. Por otro lado, no creo que haya que perder tanto tiempo en la imagen. Yo me peino y me maquillo todos los días. Pero no mucho más. Si a alguien le parece suficiente, ¡qué bueno! Si no, ¡qué pena por ellos! Entendí que no tengo que corresponder a la imagen que alguien tuvo de mí hace no sé cuántos años. No les debo nada y no me deben nada.

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