Feliz, sonriente y recién instalada en una casa que alquiló para pasar unos días de vacaciones en el Gran Buenos Aires, Griselda Siciliani festeja su primera nominación a los Premios Goya.
Mientras su hija, Margarita, salta con su hermano -Toto Kirzner- en una cama elástica en el jardín, la actriz no sale de la emoción tras haber sido una de las elegidas para la categoría revelación en uno de los galardones más importantes de España. No es para menos: hace tiempo que Griselda fantaseaba con la idea de volver al cine. Y fue nada más y nada menos que el director catalán Cesc Gay quien la sedujo con la propuesta de Sentimental. El filme -que se terminó de rodar días antes de que estallara la pandemia- cuenta con Belén Cuesta, Alberto San Juan y el multipremiado Javier Cámara.
Pero Siciliani no solo disfruta su gran momento profesional: al proyecto en México en el que viene trabajando y del que tiene prohibido hablar se suma también la emoción por su militancia feminista: “Siempre voy a festejar más la legalización del aborto. Mejor un bien para todas que uno para mí sola”, dice, sincera y comprometida, luego de ponerle el cuerpo a la lucha, y respecto a cuál de las dos noticias festejó más. Aunque agrega: “Para no ser hipócrita, las alegrías personales son muy hermosas. Y los premios, siempre que te tocan, son una alegría”.
“Siempre me voy moviendo por el deseo -le dice a Teleshow-. Por supuesto que hay algo que jamás podré dejar: el escenario. Pero tenía muchas ganas de hacer cine y nunca había encontrado el proyecto, ni la película que fuera para mí, ni el personaje. Había tenido muchas propuestas. Hice El último Elvis, con Armandito Bo, su ópera prima, y esa fue una experiencia tan hermosa que después me costaba elegir alguna otra cosa. Cuando vino mi manager con la propuesta de Cesc Gay, me fascinó”.
—La película ya se estrenó en España. Cuando se estrene en la Argentina ya vas a tener el Goya en tus manos...
—(Risas) ¡Ay, ojalá! Te juro que parece trillado, pero ni siquiera lo pienso porque yo siento que ya gané. Estoy hablando con vos y te estoy dando la nota como que gané. Les mando un beso a las otras nominadas (risas). ¡Ya está! Estar nominada es muchísimo.
—El año pasado aparecieron imágenes de tu hermana, Leticia Siciliani, usando un Martín Fierro para algo que no recuerdo bien, pero era bastante doméstico…
—(Risas) Para terminar de clavar. Había un enchufe que no funcionaba bien: no sé, le faltaba algo como para empujarlo un poquito. El Martín Fierro es pesado y sirve mucho para trabar puertas; tiene muchas utilidades. El Goya también siempre puede servir para algo. No es desestimarlo. Siempre después lo tenés ahí: es un objeto y, cuanto más lo usás, más lo valorás.
—¿Cuál fue el mensaje de felicitación que te puso más contenta una vez que llegó la nominación?
—Muchos. Muchos. Bueno, en principio los de mis compañeros de la película porque se vuelve una cosa muy interna: las nominaciones son nominaciones de todos. De hecho, está nominada a mejor película, mejor guión adaptado, Javier a mejor actor y Alberto San Juan como mejor actor de reparto.
—¿Qué aprendizaje te dejó este año que pasamos?
—Aprendizajes, miles. Y también incertidumbres. Y locura y todo. Llanto y alegría, también. Agradecimiento por la que te toca. Porque debo decir que estoy sana, mi familia está sana, y viendo alrededor que muchos tuvieron que despedir a seres queridos, muchos la pasaron mal, se enfermaron... Y aprendizaje, para mí en lo personal, por mi tipo de neurosis: me hizo aprender a estar sin planear nada. No se puede planear, incluso teniendo planes. Todo lo tomás con pinzas. Es ponerse en el momento presente hacia eso, pero sabiendo que puede cambiar. En realidad es así siempre, pero uno vive planeando.
—¿La maternidad ya te había traído algo de eso: entender que no está todo tan controlado como uno supone y que hay cosas que las define otro?
—Hay algo de eso, que es lo mejor y lo peor de la maternidad: ni se piensa. O sea, si mi hija tiene fiebre ni me importa si tengo que estudiar… Hay algo que no me pongo a evaluar. Con las cosas que pasan en el mundo, uno tiende a pelear un poquito más. Mi hija tiene 8 años y medio, y no me acuerdo mucho cómo era yo antes. Me acuerdo un poco, pero me cuesta pensar qué hacía todo el día. Trabajaba mucho más, por supuesto. Pero en qué pensaba... Hay un lugar tan enorme que empieza a ocupar un hijo que te cambia por completo. También aprendí que no a todas nos pasa lo mismo, que no a todas nos cambia por completo. Que a muchas nos cambia para peor. Que no todo el mundo quiere ser madre. Que no a todo el mundo le gusta ser madre cuando lo es, más allá que lo haya deseado. Que algunas no lo desean. Que pueden pasar un montón de cosas. Entonces, cuando sos mamá es una experiencia fuertísima y hay que estar ahí, alerta, a ver cómo te pega.
—¿Cómo anda Margui?
—Margui a mí me pegó que me vuelvo loca. Margui es espectacular, ¡pero qué sé yo! ¿Qué voy a decir yo? Es una maestra total.
—¿Te ponés brava con los límites o es todo juego y todo fiesta en casa?
—No me pongo muy brava con los límites. A veces, por ahí debería un poco más. Pero supongo que lo habré hecho en los primeros años. No sé, supongo. O fui bendecida por la personalidad de una hija que tiene sus regulaciones, lo más tranquila: ella está en la suya. No es alguien a quien le tenga que andar poniendo mucho límite.
—¿Cómo te llevaste con sus clases virtuales?
—Pésimo (risas). Pésimo, pésimo. Yo, además, soy cero virtual. O sea, para hacer este Zoom tengo que concentrarme muchísimo.
—Sabés que te convertiste en la soltera más codiciada de la Argentina, ¿no?
— (Risas) Se me ocurren por los menos 20 más codiciadas que yo, mirá.
—En el mientras tanto, te van adjudicando romances.
—Mientras tanto, claro.
—Igual, lo que te adjudican está bastante bien...
—¡Siempre! Sí, sí, sí. No me han adjudicado ningún papelón (risas).
—¿Hay muchos papelones si mirás en tu pasado?
—No. Alguno que otro. Pero poco, poco...
—¿Te enojaron las versiones sobre Pocho Lavezzi?
—Creo que me lo han preguntado tanto ya que me da vergüenza porque además él tiene una novia. Es un amigo. Yo puedo contestar con humor pero después me da un poco de pudor verme en el título y que esa persona se tenga que ver ahí.
—¿Para qué sos consciente de que no servís?
—¡Huy! Para las tareas del hogar. En esta pandemia me he dado cuenta lo desastre que soy. Intento, le puse mucha garra a todo: a la cocina, a la limpieza, al orden. Pero no es lo mío. No lo hago con facilidad. O cuando hago las cosas bien en ese ámbito, me siento tan genial, me siento como que ahí sí me tienen que nominar (risas). Con las cosas que la gente hace todos los días, bien. Me frustra, me siento muy torpe.
—¿En qué sos la mejor? ¿En qué sabés que sos genial?
—No sé si tanto como genial, pero creo que en los vínculos con la gente que quiero, me puedo felicitar bastante.
—¿Choluleaste a alguien alguna vez?
—A Maradona. Siempre muy fan desde chiquita, tenía su foto en mi habitación. Me acuerdo que era preadolescente, a los 13, Mar del Tuyú, entrenaba Diego no sé por qué, con qué equipo, mi hermano se debe acordar, porque fuimos caminando un montón de cuadras hasta el entrenamiento para verlo de lejos. Siempre lo seguí. Después, cuando lo pude ver más de cerca, por supuesto que... imaginate. Y Diego además era distante, imagino qué pobre hombre: habrá vivido toda una vida con gente pidiéndole cosas. Me acuerdo del Martín Fierro, que yo lo vi cuando hizo La noche del Diez y estábamos en la misma categoría, revelación, y yo me acerqué a decirle que lo adoraba, que desde chica no sé qué, y fue muy hermoso, muy simpático, me dijo unas palabras hermosas, muy cálido. Estaba muy bien en esa época.
—¿Le pediste la foto a Diego?
—Por supuesto. Lo choluleé de arriba a abajo.
—Este año tomó mucha exposición tu hermana Leticia. ¿Cómo lo viviste?
—Con emoción. Cuando la veo contenta a ella no me importa lo que haga. La veo feliz. Es mi hermana menor, somos seis; hago un trabajo para poder verla ya como la adulta que es, tiene 28 años. Pero es mi hermana chiquita y si la veo mal, me pongo mal. Y si la veo bien, me pongo feliz.
—¿Cómo viviste como actriz, y con el vínculo que vos tenés, el año difícil que atravesó Polka?
—Polka venía atravesando varios años difíciles. No era una novedad: era algo que venía así, como una rueda que se iba agrandando, y la pandemia la liquidó. Y sí, es doloroso. Siempre que un espacio así deje de existir o peligre su existencia es doloroso para todos. Por mi vínculo más por lo personal con Adrián (Suar), por estar atenta de que el papá de mi hija esté bien, y cómo le pega.
—Por un lado es la empresa de su vida, pero además es una productora que cambió la forma de hacer televisión en la Argentina.
—Sí. A lo que me pasa cuando pienso en Polka es que más allá de Adrián lo primero que me aparece es mi experiencia. Fue mi primera experiencia en televisión y fue tan buena que me quedé en la televisión. Yo estaba en el teatro, nunca pensé que me iba a gustar la tele. Así que me duele. Pero nos duele a todos por igual: a mí, por supuesto, me preocupa que Adrián esté bien, que sea feliz y que pueda hacer lo que tenga ganas de hacer porque es mi familia, pero me parece que me duele igual que nos duele a todos los actores.
—Lograron armar una muy linda relación con Adrián como papás de Margarita y siendo familia. En ese querer que el otro esté bien, ¿quién de los dos creés que se banca más que el otro se ponga de novio?
—No, me parece que los dos, eh... Me parece que a ninguno de los dos le molestaría que el otro… De hecho, bueno, ha pasado la vida, pasaron muchos años ya. Se entere uno o no, hay cosas que ocurren. No puedo contestar por él. Por mí, te diría que yo deseo que se enamore, que sea feliz, que esté con una mujer que lo ame, que lo valore, porque se lo merece. Y yo también estaría feliz, te lo digo con total honestidad.
—Son gente muy civilizada.
—(Risas) ¿No debería ser así? Digo, cuando pasó un montón de tiempo, tenés un hijo, decís: “¿Dónde se fue todo eso que había?”. Para mí, se transforma y se convierte, no sé si en una amistad, pero sí en un vínculo muy familiar, como de una cosa de una confianza y de un amor familiar que perdura. Para mí van hacia ahí los vínculos de pareja, cuando tenés hijos sobre todo. Por ahí si no tenés hijos, no te ves más. ¡Besito enorme!
—Hoy, ¿en qué andás? ¿estás soltera?
—Cómoda. Comodísima. Estoy bien, estoy soltera. Sola.
—¿Con ganas de conocer a alguien o disfrutando muchísimo estar sola?
—Las dos cosas: disfrutando muchísimo de estar sola y podría conocer a alguien. Siento que en cualquier momento me voy a enamorar de alguien porque es mi naturaleza.
—¿Sos muy enamoradiza?
—Sí, soy flashera. O sea, en cuanto hay alguien que es, es; y voy ahí como un caballo. Ya sé que en algún momento me va a llegar esa… Por eso es como que, no sé, tengo cierta tranquilidad. No estoy buscando, ni mirando a ver quién hay; no me ocurre.
—¿Qué no tiene que hacer de ninguna manera alguien que te quiera conquistar? ¿Cuál sería el peor error?
—Bueno, la solemnidad es algo que me repele. Me muero. Alguien que sea solemne, que no tenga humor.
—Me imagino que un hombre machista tampoco, de ninguna manera.
—Bueno, no sé. Machistas somos todos, así que… (Risas).
—Es verdad: todos todavía tenemos ciertos comportamientos machistas. Pero apuntaba a que le moleste el feminismo.
—Bueno, ya eso es loco: si le molesta el feminismo... Porque el machismo lo tenemos todos, nacimos y nos criamos. Aunque trabajemos con eso y aunque pensemos lo que pensemos estamos hechos de patriarcado, y ahí estamos tratando. Así que no, seguramente no: me han encantado hombres machistas. Olvidate, eso no. Ahora, que estén en desacuerdo con el feminismo, ya me parece raro. Que alguien esté en desacuerdo con la igualdad, con la equidad, decís ”¿por qué?”. Eso sí. Espero ni conocer gente así.
—¿Cuál sería una gran primera cita?
—Comer, siempre.
—Qué festejo que haya salido la legalización del aborto.
—Sí, que emoción ese día, ¿no?
—¿Pensaste que salía?
—Yo pensaba que sí. Pero sobre todo por esto: por pensar ya es hora. Estamos en 2021. Es como que atrasamos mil años, si no. Ya era hora. Pensaba que me hubiese resultado muy loco, muy fuera de tiempo que no saliera.
—¿Qué placeres culposos te permitís?
—No soy muy culposa con los placeres. Que vengan, los permito. De todas índoles.
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