“Me porté mal y se nota en el disco”, asegura Patricia Sosa sobre Solo quiero Rock and Roll. “Está mal cantado”, agrega sin reparos para hablar de otra época: 1984. “Me fui a grabar al estudio de los Iron Maiden en Ibiza y me porté muy mal. Iba a las playas nudistas, salía a bailar, andaba mal dormida... ¡El único que se las pasaba en el estudio era Oscar!”, asegura sobre un suceso en ventas que le sirvió de límite. “Cuando volví le prometí a “mis chicas” –así llamo a mis cuerdas vocales– que nunca más las iba a abandonar. Entonces me metí a estudiar canto y nunca, hasta el día de hoy, dejé de hacerlo”, cuenta desde su casa del valle de Punilla, en Córdoba.
–¿Qué aprendés a esta altura?
–Mucho. Tengo la técnica pero necesito hacer fonoaudiología para no irme en vicios. Cuando cantás mucho hay una parte del registro que se te anula si no lo aplicás bien. Entreno para evitar los errores. Vocalizo todos los días durante quince minutos. Otros artistas se levantan y cantan. Yo no. Soy una hincha con eso. No salgo a un show sin vocalizar. Cuido mucho a “mis chicas”.
NUEVAS LECCIONES
Patricia Sosa nació un 23 de enero de 1956 y este año cumple 65 años. “Lo voy a festejar con mi mamá y Oscar (Mediavilla)”, anticipa unos días antes del sábado, cuando habla con Teleshow. “Van a venir unas vecinas que son amigas. En otro momento de mi vida hice grandes fiestas. Ya no tengo ganas. Apagaré una linda velita, diré cosas lindas y pondré música. Es una ceremonia que me gusta. Vale la pena haber llegado hasta acá”, asegura desde la casa que tiene hace más de una década a cinco kilómetros de Capilla del Monte. Queda a mil metros de altura, frente al cerro Uritorco y armó un meditador en el centro energético del terreno.
Allí la encontró la cuarentena en marzo. “La pasé bomba. Hizo calor, después frío… ¡Todo lindo! Además, es zona blanca: no hay nadie con Covid. Después de cinco meses tuve que volver a Buenos Aires para ver cómo subsistir. Porque la dolce far niente está bárbaro, ¡pero había que trabajar! Hice un streaming en septiembre y fue una experiencia que me encantó. Porque si bien no había aplauso, el silencio es hermosísimo. Me metía para adentro y sabía que estaba en el living o la cocina del espectador. Soy meditadora y por eso puedo hacerlo”, agrega. Y sigue: “Lo hice para activar a las 20 personas que trabajan conmigo. Muchos la estaban –todavía están– pasándola muy mal. Las ganancias fueron repartidas entre todos. Porque los cabezas de equipo pudimos armar un ahorrito a través de los años, pero el resto no. Esta pausa afectó a 5.000 familias que viven de la música”.
–¿La meditación te ayudó a lidiar con la pandemia?
–Estaba en Estados Unidos cuando empezó y sufrí mucho estrés porque nadie se cuidaba. Tres veces me cancelaron el vuelo para volver a Argentina. Tengo domicilio en Córdoba así que me vine para acá. Los primeros días lloré mucho. Estaba preparando un puré y lloraba. Hasta que de pronto me di cuenta que cuento con las herramientas para calmarme. Entonces tomé más clases de meditación virtual por la universidad india, Brahma Kumaris. Descubrí que en el mundo se estaba trabajando la aceptación. ¿Para qué luchar contra lo que no se puede cambiar? Pensé cómo ubicarme ante esta situación.
–¿En qué consiste concretamente esa meditación?
–Medito desde 1996. Lo hago todos los días, a veces dos veces. Cuando tenés mucha práctica, podés estar en el medio del caos y entrar en estado de meditación. Por ahí, un minuto y sin cerrar los ojos. Hay una aplicación que así se llama y es fabulosa. Meditar es controlar el tráfico de tus pensamientos. Porque el pensamiento va, viene y no para nunca. Respirás durante un minuto tomando conciencia de tu respiración, del aquí y del ahora. Eso te sitúa; te pone en eje. Entonces, yo puedo elegir una meditación que dura una hora, irme a mi cuarto o al meditador y seguir una meditación guiada. O, si estoy con gente y veo que lo necesito, digo “ahora vengo” y me voy al baño o a dónde sea, y medito durante un minuto. Nada más. Creo que ayuda dedicarse al aspecto espiritual. Porque este mundo nos está pidiendo poner un pie en el freno. No podemos hacer otra cosa que cuidarnos y dejarnos cuidar. Tiene que prevalecer el auto respeto. Poder decir: “Esto no lo quiero”. Ahí se cae la careta: quien es de los buenos y quien de los malos.
SEXO Y PLENITUD
Patricia charla con Teleshow el día en que su hija Marta (32) y su yerno, Nacho, dejaron Córdoba para volver a trabajar a Buenos Aires. “Se les quedó el auto en Leones”, cuenta la artista risueña. “Los está transportando un remolque y van en la doble cabina”, agrega dejando atrás cualquier atisbo de madre sobre protectora. “Son grandes, ¡che! Yo a los 19 ya me había ido a Bolivia. Estaban medio ofuscados y les dije que se lo tomaran como una aventura más de la vida”, agrega sobre la pareja que su única hija conforma con Ignacio Zabala, que es actor y clown. “Me gusta cómo la trata. Al fin y al cabo, lo único que quiere una madre es que su hija sea bien amada”, reflexiona.
–¿Para vos la maternidad fue sinónimo de plenitud?
–Ser mamá fue volver a nacer. No sabía que eso iba a ser así. No nací diciendo que quería ser madre… No. Simplemente un día lo decidimos con Oscar. Llevábamos juntos muchos años y supe que quería tener un bebé. Quedé embarazada enseguida y cuando nació Marta, mi corazón no fue para esa niña, sino que me brotó otro corazón exclusivo para ella. El mío siguió con mis padres, con la gente y con mi arte… Además, me convertí en una persona más tonta, más asustadiza y más vulnerable. Cuando Marta era bebé nos quedábamos horas mirándonos. Tenemos un romance maravilloso. Y sigue siendo así.
–Cumplís 65, ¿decís tu edad sin problemas?
–Sí… ¡Es lo que hay! Cuando me jubilé, a los 60, estaba chocha porque iba a cobrar algo. Oscar me decía que era la única mujer contenta al jubilarse. Me llevo bárbaro con la edad que tengo. Sí me preocupa la salud. Tengo una mamá muy sana que con 90 años hace gimnasia todos los días. La genética es buena. Mantengo una alimentación saludable e intento hacer una caminata diaria. Son siete kilómetros por la sierra, en una hora y media. En Buenos Aires doy la vuelta al Hipódromo. Soy vaga para la gimnasia. Me gusta el ejercicio aérobico de la caminata que además me viene bien para cantar. Soy cantante de alto rendimiento: puedo hacer un concierto de tres horas y no agitarme.
–¿Eso es todo lo que explica por qué estás sana física, espiritual y mentalmente?
–No, además está la creación. Me las paso componiendo y me saca de lo cotidiano. Me manda a un paisaje en el que soy protagonista de cosas que no viví. Además, estoy sólida emocionalmente. Tengo una compañía maravillosa como la de Oscar…
–¡Qué historia de amor! ¿Habrá algo cósmico entre ustedes?
–Creo que sí. Estaba escrito. Lo planeamos antes de nacer. Hace 46 años que estamos juntos, con una ida y vuelta. Ya no peleamos. Por ahí discutimos dos minutos y ya está, cambiamos de tema. Estamos juntos desde los 16 y sólo cortamos durante tres años.
–Con un detalle: viviendo en casas separadas. ¿Hacés apología de esa modalidad?
–Cada uno hace lo que puede. Algunos creen que vivir separados es sinónimo de que cada uno hace su vida: pareja abierta y viva la pepa. No es nuestro caso. Somos gente grande y no nos va. Lo cierto es que nos agarró la cuarentena juntos y acá… Entonces yo lo cargo a Oscar: “Como no vivimos juntos, Dios nos mandó una cuarentena para aleccionarnos”. Nos quedamos cinco meses en la misma casa ¡y la pasamos bomba! Estuvo bien bajar las revoluciones. Qué suerte que nos podemos arropar… De hecho, estamos planeando vivir juntos. No será ya, porque tenemos que ordenar muchas cosas, pero sí… Ahora, por lo pronto, no tenemos ganas de movernos de Córdoba, dónde estamos los dos.
–Si se llevan tan bien y si no se trata de que cada uno haga su vida, ¿porque vivieron tantos años en casas separadas?
–Ahora no discutimos, pero hubo un tiempo en el que nos llevamos muy mal. Hablábamos mucho de laburo, de productor a producida. Al principio, uno corre mucho la coneja… Vivir del arte es difícil. A mi me tocó, gracias a Dios y a mi tesón. Pero al principio estábamos preocupados por sobrevivir. No parábamos. Y después vino el éxito, que fue un cimbronazo. Nos mudamos a una casa soñada y pasaron tres meses hasta que pude dormir dos noches seguidas en mi cama. Yo soy tranqui… ¡quería una familia! Me gustaba la gira, pero quería parar un poco… Pero Oscar no quería frenar. Entonces empezaron las peleas y la relación se deterioró mucho. Marta ya tenía ocho años… Gracias a Dios nos separamos: eso salvó la pareja.
–¿Qué lugar ocupan la pasión y el sexo en este momento de tu vida?
–Es muy importante, pero mucho más sereno. Es la oportunidad de ponerte en el hombro de tu compañero y quedarte un rato ahí, abrazada. No existen tiempos. Pero sí, claro que ocupa un lugar. Yo no me siento un vejestorio, ¡ché!
–Es que hay una cultura muy machista que piensa que después de cierta edad en las mujeres no hay tanto deseo…
–¡Para nada! A nosotros nos gusta ponernos lindos para el otro. Oscar me dice que le gusto. Es expresivo. Yo también. No te digo que es una seducción permanente porque sería un plomazo. Pero nos miramos y nos gustamos.
–¿Esa es la clave después de 46 años juntos?
–Sí… Y la admiración. Debe existir en toda pareja. Tal vez por cómo cocina, cómo opina de política o cómo pasea al perro. Yo admiro la pasión de Oscar. A veces le pondría un pie en el freno. Porque se quema una bombita y hasta que no encuentra un negocio abierto para cambiarla, no para. ¡Imaginate para el laburo!
LOS PLANES, PANDEMIA MEDIANTE
Al frente de Templo de la Voz, su escuela de canto, Patricia cuenta que seguirán con la modalidad online pero que ella dará de manera presencial su clásica masterclass anual. “Tengo el espacio habilitado. En lugar de meter 200 personas en un día armaré 10 de 20. Necesito ver a los alumnos y que me vean. Observar el diafragma… Hay cosas que no se pueden hacer online”, apunta. “Sigo componiendo. Junté 20 temas en cuarentena. Voy a sacar un disco que fue compuesto por teléfono. Estaba escribiendo, se me ocurría un riff de bajo, y lo llamaba al bajista, le hacía el sonido cantando y me lo mandaba grabado. Tengo la misma banda hace treinta años: nos entendemos. Lo mismo con mi pianista. Estimo que en marzo o abril empiezo a grabar”, agrega.
–¿Disfrutaste tu paso por Masterchef Celebrity?
–Me encantó. Los compañeros y la producción… ¡Una maravilla! A todos nos picó enserio el bichito de la cocina. Aprendimos un montón porque antes de que empezara el reality tomamos clases para nivelar. Después, ejercité mucho en casa. Y cuando volví a Córdoba, hice muchos platos vegetarianos con tips de los jurados.
–¿Qué te gustaría destacar de lo que te enseñaron estos 65 años de vida?
–Mirá… Uno no es totalmente libre si no tiene independencia económica. Gracias a mi trabajo, aún estando en pareja, pude valerme por mi misma. Desde chiquita me la rebusqué. Eso me hizo muy sólida. Estudié y me dediqué mucho. Tengo un don que me fue otorgado, pero soy la custodia. No más. Si no lo nutro, se me va a ir. En el 84 me comprometí a cuidarlo. Agradezco todos los días que lo tengo y prendo velitas.
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