La adolescente sintió muchos deseos de llorar, sin embargo se tragó las lágrimas, puso su mejor cara de “la vida es bella” y sonrió. Si quería ser actriz debía actuar y qué mejor manera que ese momento para demostrar sus dotes. No estaba en un casting ni ante un productor. Sentada en el asiento trasero del auto, su madre le acababa de anunciar que no contaban con los míseros dólares para alquilar una mísera habitación de un mísero hotel. Ese asiento sería su dormitorio. La muchacha inventó una sonrisa, se tragó las lágrimas y pensó “las hijas no lloran”. Años después esa joven ganaría no uno sino dos Oscar, sería aclamada como actriz, pero también se retiraría de escena y pocos sabrían por qué.
Hilary Swank suele encarnar mujeres aguerridas, con todas las de perder, pero que logran torcer su destino. Para interpretarlas no necesita investigar mucho, quizá solo le alcanza con mirarse un poco al espejo. La actriz nació el 30 de julio de 1974 en Nebraska, un estado que se dedica especialmente a la actividad agropecuaria y sin las posibilidades artísticas que ofrecen California, Nueva York y hasta la señorial Washington. Pero ya sabemos que nadie elige el lugar donde nace ni los padres que tiene, pero si elige qué hacer con eso. Y Hilary hizo mucho y eso que no le tocaron las mejores cartas.
Su padre, Stephen nunca tuvo un empleo fijo hasta que se hizo viajante de comercio lo que provocaba que pasara poco tiempo en casa. Su madre, Judith era secretaria. De chica, Hilary se destacaba en los deportes y en su determinación cuando anhelaba algo. A los tres comenzó a nadar. Durante años se levantaba a las cuatro y media de la madrugada y nadaba dos horas, antes de ir al colegio, y luego, de nuevo a la piscina otras dos horas, después de clase. Tanto esfuerzo valió la pena. En las Olimpiadas Junior de natación obtuvo el quinto lugar como mejor atleta juvenil de su estado. Había cumplido 16 años.
A la par que entrenaba actuaba en obras de teatro de su escuela y de la ciudad. A los nueve la eligieron para ser Mowgli de El libro de la selva en su primera obra de teatro. Era evidente su capacidad natural para hacer reír y llorar. Fue en esa época que comenzó a desarrollar una gran capacidad de observación. “Observaba a la gente a mi alrededor -cómo se movían, cómo comían-, hasta tal punto que mi madre me decía siempre: “¡No mires tan fijamente!”. Esta frase fue el mantra de mi infancia. Me gusta mirar a la gente porque siento que cada persona tiene una historia fascinante que contar”.
A los 15 años se plantó delante de su mamá y le pidió sin vueltas: “¡Quiero ir a Hollywood!”. La respuesta podría haber sido un “estás loca” o “esperá un poco”. Judith, que para esa época ya estaba divorciada, eligió no solo creer en el sueño de su hija, también apoyarlo. Metieron algunas cosas en el baúl del auto y partieron a Los Ángeles. El problema es que los hoteles no se pagan con sueños sino con dólares o tarjetas de crédito y se vieron obligadas a dormir en el coche. Ya sabían de privaciones. Más de una vez a Hilary la habían “acusado” en la escuela de ser pobre al ver sus medias rotas. Madre e hija se acomodaron en el asiento y durmieron y soñaron. Los sueños decidieron hacerse realidad. “Encontré pronto un agente y no había pasado un año cuando me dieron mi primer trabajo en una serie de televisión. Tuve mucha suerte”. Su nuevo trabajo la obligó a dejar la escuela y terminar sus estudios por correspondencia.
Apareció en diversos capítulos de series populares como Harry y los Henderson, Los problemas crecen o Sensación de vivir. En el cine debutó en el papel de Kimberly en Buffy, la cazavampiros, al lado de Kristy Swanson y Luke Perry, pero la popularidad le vino a raíz de su personaje de Julie Pierce en El nuevo karate kid, papel que consiguió por su capacidad atlética.
Con pasos firmes su carrera avanzaba. Todo iba bien pero se proyectaba mejor. En 1998, la convocaron para ser parte de Berverly Hills 90210, la serie éxito del momento. Parecía que estaba en el sitio justo, en el momento justo, pero no. Luego de participar en 16 capítulos la despidieron. El futuro pasó de brillante a negro.
Pero si algo sabía Swank era no rendirse. Se enteró que la joven guionista y directora Kimberly Peirce buscaba una actriz para meterse en la piel de Teena Brandon, ese chico atrapado en un cuerpo de chica que se enamoró de la novia de uno de sus amigos, y terminó violada y asesinada.
El día de la prueba disimuló su cabello largo dentro de un sombrero que compró por un dólar, ocultó sus pechos con una faja, se vistió con un traje masculino y acomodó una media gruesa retorcida en la entrepierna. Apenas llegó el portero la confundió con un varón y la dejó pasar. En la audición aseguró que era de Nebraska –había aprendido el acento practicando con un casete– y que tenía 21 años en vez de sus 24. La directora descubrió que esos datos eran falsos y le preguntó por qué mentía. “Brandon también lo habría hecho”. Y la única verdad fue la realidad: el papel era suyo.
Ya con el papel asegurado se cortó el pelo al ras y vistió como un chico durante un mes antes de empezar a filmar. Su compenetración fue total. “En los días libres de rodaje, llegaba a casa y me ponía vestidos y maquillaje..., pero al mirarme al espejo solo veía a un ser andrógino”. Si iba a comer a un restaurante el mozo la llamaba señor. “En vez de corregirlo, me alegraba: ‘¡Vaya, se lo creyeron realmente!’. El tema de la apariencia exterior me llevó a reflexionar, a replantearme ideas recibidas: aprendí mucho sobre la condición humana y sobre mí misma. A menudo emitimos juicios taxativos sobre otras personas a la velocidad del rayo. Y no solo sobre su sexualidad, también sobre su clase social, su origen étnico... Creo que me volví más abierta y tolerante”.
Su actuación fue intensa pero sin desbordes, con una ambigüedad que mostraba lo que atravesaba ese chico/chica sin juzgar ni aleccionar. A nadie le sorprendió su nominación al Oscar. Ganó la estatuilla imponiéndose nada más ni nada menos que a Meryl Streep, Annette Bening y Julianne Moore.
Luego de un tiempo y mientras miraba por enésima vez su estatuilla, Hilary habrá pensado que el problema de llegar a la cima es que no hay mucho más para subir. A contramano de lo que se podría creer las buenas propuestas no aparecían. Participó en Testigo; un drama de época La intriga del collar; acompañó a Al Pacino y Robin Williams en Noches blancas de Christopher Nolan y actuó junto a Patrick Swayze en 11:14 - Destino fatal. Hasta que llegó el llamado soñado.
Clint Eastwood la convocaba para protagonizar Million dollar baby. Sería Maggie, una joven que soñaba con convertirse en campeona de boxeo y que establecía una relación filial con el personaje de Clint. Apenas el director le explicó cómo sería su personaje ella sintió que nada le era ajeno. “Al igual que Maggie, yo también he perseguido mi sueño, soy decidida, resuelta. Para ella, la manera de salir de la pobreza, abrirse paso en la vida y ganarse el respeto de los demás, es el boxeo. Para mí, la interpretación es una correlación y una forma de identificación que mucha gente puede establecer. Maggie es cualquiera que tenga un sueño e intente alcanzarlo con autodisciplina y con la certeza de que es bueno en algo”.
Para prepararse entrenó durante seis meses, cuatro horas y media al día, seis de los siete días de la semana. Bebía claras de huevo y aceite de semillas de lino, dormía nueve horas para descansar los músculos, pero con la obligación de despertarse a medianoche para tomar batidos de proteínas y regenerar el organismo. Así consiguió diez kilos de músculos.
Otra vez el esfuerzo valió la pena. Por segunda vez fue nominada a un Oscar y por segunda vez, lo ganó. Pero también por segunda vez no recibió propuestas de guiones que le resultaran interesantes o al menos la entusiasmaran. Filmó La dalia negra dirigida por Brian de Palma pero en un papel menor. También fue parte de Escritores de la libertad, un drama adolescente, Prueba de fe y Posdata: Te amo, un dramón lacrimógeno que narra la vida de una viuda que, luego de la muerte de su esposo, encuentra una serie de cartas con mensajes esperanzadores. En 2014 con Tommy Lee Jones fue parte de Deuda de honor, ambientada en el Lejano Oeste no estaba mal pero tampoco era gran cosa.
Y de pronto, la joven que dos veces se llevó un Oscar dejó de filmar. Durante tres años no se la vio en ningún proyecto grande ni chico, bueno ni malo, comercial o alternativo. ¿Dónde estaba la artista excepcional? No había adicciones que ocultar, conversiones a cultos extraños ni actitudes detestables que la convirtieran en una paria. A falta de explicaciones comenzaron las especulaciones o las pavadas, según se mire. Se dijo que era víctima de la “maldición del Oscar” esa que asegura -con el mismo sustento científico que guía a digamos los terraplanistas- que “si te llevaste la estatuilla tu carrera se irá en picada salvo que seas Meryl Streep o Tom Hanks”.
Pero lejos de maldiciones, productores que no convocan o guiones que no llegan, la verdadera explicación por la que Hilary se alejó de los estudios era mucho más comprensible y sobre todo, profundamente humana. Su padre se tuvo que someter a un trasplante de pulmón y ella puso en pausa su carrera por tres años solo para cuidarlo. En el programa The Late Show with Stephen Colbert explicó que “Los médicos le dieron muy poco tiempo de vida si no aparecía pronto un donante. Por suerte, apareció y ahora está perfecto. En cualquier caso, decidí tomarme tres años sabáticos para estar a su lado y ayudarle en ese viaje”. Y así fue que la actriz priorizó a la hija. Porque las carreras se pueden detener y retomar, pero si tu papá atraviesa uno de los trances más duros de su vida, no hay dudas que un buen abrazo de hija sana mucho más que dos Oscar.
Con su padre recuperado, Hilary volvió a filmar. La vimos en La estafa de los Logan y en Lo que fuimos. El año pasado protagonizó Away para Netflix pero a pesar de la expectativa solo tuvo una temporada.
La actriz mientras tanto sigue demostrando que la actuación es parte importante de su vida pero no la más importante. Durante ocho años estuvo casada con Chad Lowe, después estuvo en pareja con su ex representante John Campisi, el publicista francés Laurent Fleury y el ex tenista colombiano Rubén Torre. Hace un tiempo está en pareja con el productor Philip Schneider.
Solidaria pasa de los dichos a los hechos. Se cortó el pelo al ras y donó su cabellera a Beautiful Leghts, una iniciativa que se dedica a hacer y entregar pelucas a mujeres con cáncer. Lideró un programa en la cadena Fox que buscaba fomentar la adopción de perros. Viajó a India y Etiopía para ayudar en la construcción de orfanatos y escuelas.
Como si sus días tuvieron más de 24 horas sacó su propia línea de ropa deportiva. A los 46 años conserva su cuerpo atlético, su sonrisa que parece tener más dientes que los habituales y esa mirada brillante del que sabe que si alguna vez debe volver a dormir en un automóvil tendrá la fuerza de voluntad para salir de ahí y llevarse dos Oscar y sobre todo, el amor de su padre.
SEGUÍ LEYENDO