“Si hay que vacunarse, me vacunaré”, dice Fabián Gianola y admite que no tiene miedo: “No creo en esos planes maquiavélicos”, afirma el actor, que pasó parte de la cuarentena acompañado por su hijo Nicolás, quien finalmente decidió irse a vivir solo. “Empezó a tener una novia y necesitaba su lugar. Bienvenido sea”, concluye su papá. Pero el joven de 21 años no es el único que se acercó al amor durante la pandemia. En esta entrevista con Teleshow, Gianola revela que está conociendo a alguien. “Hay una persona que cautiva mis pensamientos”, confiesa el artista, que comienza el 2021 con estreno. Junto a Claribel Medina vuelve al escenario con doble rol: intérprete y director. La comedia de humor negro Relaciones peligrosas podrá verse en el teatro Regina.
—Volvés al teatro.
—Nunca me alejé del teatro, me alejó la pandemia. Cuando dijeron que abrían los teatros, me convocaron para esta obra que ya había hecho. Me encanta el texto, es una comedia italiana de humor negro que vamos a hacer junto a Claribel Medina y tengo la suerte de dirigir. Estoy chocho con el proyecto.
—¿Cómo te llevás con ser actor y a la vez director?
—Lo hice varias veces. Como actor siempre fui una persona con las antenas paradas de todo lo que pasaba en el escenario. Se quemaba una luz, me daba cuenta al toque. Siempre fui así. Veía si un actor se movía distinto, o decía algo que no era, o algo mejor. Después, la experiencia de años de trayectoria: el año que viene cumplo 40 años de profesión, empecé a los 18.
—Es un recorrido enorme, ¿Te acordás cuál fue tu primera plata importante y en qué la gastaste?
—Con Boing Boing en el año 98, 99. Pagué deudas. Me había construido una casa y había hecho cuatro cheques para terminar de pagarla: si no me iba bien con el teatro, no sabía cómo iba a hacer. Cuando me dijeron: “Fabián, hay cola en la boletería”, los primeros días agarraba el auto y me iba hasta el teatro para ver la cola. No habían abierto la boletería y había fila de una cuadra. Y volví a dormir: recuperé la paz, la tranquilidad. Estaba muy endeudado, me había jugado. Era chico, tenía 35 años y era más kamikaze. Fue una muy linda oportunidad que me dio la posibilidad de pagar mi primera casa.
—En 40 años, ¿hay algo que hoy digas: “¡Qué papelón! Si no hubiera necesitado plata, esto no lo hacía”?
—Sí. No vamos a nombrar porque hay mucha gente involucrada, pero hay algunas cosas de las que me arrepiento. Digamos... no me arrepiento: sé por qué lo hice. Mi papá se murió cuando yo tenía 18 años, mi hermano todavía estaba en el colegio, mi mamá quedó con una depresión muy grande, de la que nunca se recuperó. De hecho, nueve años después falleció, los dos con 58 años. Cuando murió mi papá, me puse a manejar un taxi. Empecé a cargar las reses en un frigorífico porque había que pagar una deuda de su internación que había quedado en el Hospital Italiano. Trabajé seis meses, pagué la deuda. Trabajé en la Embajada de España. Y mientras tanto, hacía algunos bolos en televisión.
—Evidentemente tenías muchas ganas y mucha fuerza, porque con 18 años la tenías muy difícil.
—Fueron años muy duros, pero tenía una alegría y una voluntad de acero. Siempre tuve una actitud ante la vida de mucha potencia, y me salvó: me rescató muchas veces. Mientras manejaba el taxi hacía mis bolitos hasta que, 11 años después, ya con 29, me salieron cuatro bolos en Los Benvenuto (risas).
—Y de ahí no paraste nunca más.
—No paré nunca más. Iba en colectivo y me empezaban a reconocer: “Vos sos el de Los Benvenuto”. Me daba vergüenza, y me bajaba y me tomaba el de atrás. Llegaba a tomar tres colectivos para ir a Telefe al ensayo o a la grabación.
—¿Cómo es que ese personaje que nació para cuatro bolos se termina quedando?
—Era ficción en vivo. Me pidieron cuatro capítulos porque el bar estaba medio flojo y lo querían levantar. “Necesito que hagas un mozo, hippie o gay, que contraste con los viejitos”, me dijeron, “Lo voy a hacer gay”. “Cuidado porque es la familia Benvenuto, Telefe, el domingo al mediodía... Ojo con lo que vas a hacer”. La primera escena estaba apoyado en la barra del mostrador y entra Guillermo (Francella) y me dice: “¿Qué tal?”. En ese momento, si me preguntás: “¿Lo preparaste?”, no, no lo preparé. Estaba con unos nervios terribles... Le digo: “¡Qué lindos ojos!”, y él lo cazó al vuelo. Eso ya fue promoción de la semana. Me pusieron una escena en un kiosco que él estaba cuidando e improvisamos algo. También fue promoción. Y me llamaron de la oficina de Gustavo Yankelevich y me hicieron un contrato.
—Fue un hito muy importante en tu carrera.
—Hasta un Martín Fierro como actor de reparto, cuatro años de éxito. Éxito personal dentro del éxito que era el programa. Muy linda época. Mucho crecimiento. Estaba casado hacía muy poquito. Cuando terminó Los Benvenuto nació mi hija, Camila.
—Tanto tu hija como tu hijo te apoyaron cuando surgieron las denuncias de acoso. ¿Fue importante el apoyo familiar para vos?
—Nunca tuvieron dudas ni mis hijos, ni mi ex señora, ni mi familia, ni mis amigos, ni nadie.
—¿Cómo están esas denuncias? Algunas fueron en la Justicia y otras públicas.
—La mayoría fueron mediáticas. Las que están en la Justicia, prefiero que le preguntes a (el abogado Juan Pablo) Fioribello.
—¿Hay algo de todo eso que, tiempo después, pienses que tendrías que haber hecho distinto, o en lo que sientas que te podés haber equivocado?
—Siempre fui muy confiado en la gente. Le abrí las puertas a personas que ayudé mucho y algunas me pagaron muy mal. No tengo nada de qué arrepentirme porque siempre fui un caballero.
—¿A alguien, sea de esas mujeres o de tu entorno, le pediste disculpas por todo lo que estaba pasando?
—No recuerdo haber pedido disculpas por nada de lo que no hice.
—Este año con el tema del Covid y la cuarentena, en algún momento te escuchamos harto del encierro, cuestionando, haciendo mención de que las pandemias ocurren cada 10 años.
—Hay una pandemia cada 10 años. El VIH, el ébola, la gripe porcina que nos obligó también a salir del teatro en 2009, y ahora esto. Eso ha pasado así. Lo que dije es que gracias a Dios es una pandemia que si mata al 3% de los infectados es bastante benévola. La última pandemia grave fue la fiebre española que dejó entre 50 y 100 millones de personas muertas, cuando el planeta tenía mil millones de habitantes. Si nos tenemos que guiar por eso, entre las medidas que estuvieron acertadas como la cuarentena, el aislamiento y la ciencia que avanza a pasos agigantados, tenemos una vacuna en 10 meses... Es una pandemia que dentro de todo... Sin contar los casos, por favor: no quiero decir que son números.
—¿Te vas a vacunar cuando llegue?
—Sí. Si hay que vacunarse, me vacunaré. No tengo ningún problema. No tengo miedo de esos planes maquiavélicos. No creo en esas cosas.
—Además de lo difícil que tocó atravesar con el coronavirus, fue un año con muchas pérdidas.
—Muchas pérdidas. Lo de Diego (Maradona) fue muy duro. Lo de Carlín (Calvo) me golpeó mucho. Vi lo que luchó por salir adelante cuando tuvo el primer ACV. Trabajé con él en el año 94 y después en el 2003, cuando ya había tenido el ACV; hicimos Costumbres argentinas. Él manejaba, aprendía la letra, súper profesional, llegaba siempre en horario. Lo que luchó por estar de pie, por pelearle a la vida... Tengo una anécdota en un micro de gira. Eran las tres de la mañana, estábamos durmiendo, él se levantó para ir al baño y el micro se movió, y se escuchó dentro del baño ¡pam!, ¡pam!”. Él tenía una sola mano. Entonces le digo: “Carlín, ¿estás bien?”. “Sí”, me contesta. Sale del baño, me mira y me dice: “Ahora yo digo, ¿por qué no me llevó el Tata ya?”. Y había tenido un solo ACV.
—El segundo fue terrible.
—Con el segundo ya no tuvo más conciencia de nada. Pero el primero, darle para adelante igual después de haber sido quién fue... Una persona que nadie podía disimular. Las chicas, las mujeres, las señoras grandes, se caían de rodillas en la calle. Y los tipos lo amaban. Un ángel, un carisma. El segundo fue cuando tenía mi edad, hace 10 años. Yo estaba haciendo 39 escalones en Buenos Aires y él reestrenaba Taxi 1 con Diego Pérez, que ya había hecho conmigo en 2005 y 2006. Lo llamo, no me contesta, y lo llamo Diego: “¡Mierda! Que vaya todo bien. Lo llamé a Carlín pero no me contestó”. “Porque está con problemas de letra”. “Bueno, mucha mierda, después te llamo para ver cómo fue”. Hago mi función, me subo al auto y por Bluetooth le digo: “¿Y? ¿Cómo fue?”. “No, Fabi, todo mal... Lo están operando en este momento”. “¡¿Qué?!” Pensé que me estaba jodiendo. Lo viví muy de cerca.
—En una charla que tuvimos hace un par de años hablamos de política, de la posibilidad de involucrarte, y me dijiste: “En algún momento me acerqué, me pareció que podía colaborar, pero es un barro muy oscuro”. ¿Seguís con esa sensación?
—Nunca quise tener ningún tipo de cargo ni nada. Cuando en 2013 me ofrecieron una banca con el Frente Renovador, con Sergio Massa, lo primero que le dije fue que no quería entrar al Congreso. Apoyé desde lo nominal, desde el nombre y desde el llano; no quería un cargo. Fue mi única aparición en política. Nunca más. Un momento circunstancial y un pedido de una persona en la que confío. La política es muy difícil, pero siempre hay políticos a los que uno les cree. Políticos que uno dice “este tipo habla bien, me convence lo que dice, este tipo es serio, parece transparente”. Uno tiene la necesidad de confiar en sus representantes.
—¿Tenés ganas de enamorarte en el 2021?
—Sí, ando con muchas ganas de enamorarme.
—¡Andás en algo! Te veo cara de que andás en algo...
—Hay una persona que cautiva mis pensamientos, pero no la conozco (risas).
—Un vínculo virtual. Contame todo.
—No te puedo contar más porque no hay más que eso. ¿Qué te voy a contar? Es alguien que estoy conociendo en este momento. Surgió de un vivo de Instagram, alguien hizo un comentario y empezamos una charla (risas).
—¿Está en la Argentina o en el exterior? ¿Hay planificado algún encuentro?
—En el exterior. Es difícil. La frontera está cerrada, está todo cerrado.