En 1973, una novela lograba ese galardón invisible pero reconocible de “paralizar el país”. Se trataba de Malevo, en horario central nocturno y emitida por Canal 9 contaba la historia de Rodolfo Escalante Almada, un joven aristócrata que como el Rubio Navarro recorría los arrabales. En ese mundo se enamoraba de María, una rubia pretendida tanto por malevos como por niños bien. El protagonista era Rodolfo Bebán -”tan lindo como Delon pero mucho mejor actor”, como lo definió su ex Claudia Lapacó. La protagonista era una joven rubia con ojos de cielo, Gabriela Gili. Desde 1968, la actriz arrasaba con todas las heroínas que encarnaba. En la pantalla deslumbraba, pero en su interior libraba una batalla muy fuerte con esa enfermedad tan temible como silenciosa, la depresión.
Su nombre artístico era Gabriela Gili, su nombre real fue María del Valle, aunque desde pequeña todos la conocían como Cuca. Nació el 23 de enero de 1945 en Wheelwright, un pequeño poblado santafesino. A los seis años se instalaron con sus padres en la localidad bonaerense de San Martín. Pedro, su papá, era jefe de Correos y en sus ratos libres le gustaba criar gusanos de seda. La hija no podía evitar la risa cuando veía que su papá se iba a trabajar con algún gusano de seda agarrado a su saco. De su infancia en Santa Fe conservaba la costumbre de hacer casitas con ramas para los sapos.
Aunque no iba mucho al cine, sí empezó a escuchar radioteatros. Admiraba a Lolita Torres y le gustaba imitarla frente al espejo. También le gustaba el actor Tony Curtis, no sabía que el destino la cruzaría con un hombre cuyos ojos serían igual de impactantes.
Cuca entró a la adolescencia. En la escuela primaria solían elegirla para actuar en todos los actos escolares y en la secundaria siguió igual. Le gustaba la psicología y también estudiaba para ser maestra, pero la actuación estaba ahí y no la descartó. Comenzó a realizar pequeños papeles en el Conservatorio de Arte Dramático.
Su ingreso a la televisión fue por casualidad o quizá por fija. En broma le hicieron una prueba de cámara. El que la realizó era Edgardo Borda, el director con mayor trayectoria de la Argentina que inmediatamente se dio cuenta del potencial de esa rubia de mirada angelada.
Fue así que debutó en la telenovela Estrellita, esa pobre campesina. Encarnó a la malvada Angelina que maltrataba a la humilde Estrellita (Marta González). Los seguidores de la novela no podían creer cuando fingió ser paralítica para retener a Gustavo (Germán Kraus) y mucho menos cuando planeó asesinar a su rival.
Aunque no era la protagonista, se hizo notar. En el reino de la telenovela comenzó a reinar. Llegaron roles principales en Yo compro a esta mujer, Una vida para amarte, Así en la villa como en el cielo, Así amaban los héroes, Esta mujer es mía, Una luz en la ciudad. En todas se lucía no solo por su cara objetivamente hermosa, también por su capacidad de interpretar.
Pero a la par que su carrera solo conocía los aplausos, en su vida privada comenzaba a anidar cierta melancolía compleja. Sus padres se habían radicado en Montevideo y ella se sentía sola. Trataba de amenguar su tristeza tomando clases de yoga y leyendo poesías de Neruda y García Lorca. Fue en esa época que habrían comenzado ciertos trastornos alimenticios. Así llegó al consultorio de Carlos Murúa, un médico especialista en nutrición que le recetó vitaminas y “un gran amor” para su corazón. Paciente y médico se enamoraron y se casaron. En 1971 nació Leonardo, su primer hijo.
La fama no dejaba de acompañarla. Aunque se definía como “un producto de la televisión”, su rostro llegó al cine. Protagonizó El profesor patagónico, junto a Luis Sandrini; y dos superproducciones históricas: Güemes, la tierra en armas dirigida por Leopoldo Torre Nilsson y Argentino hasta la muerte con Roberto Rimoldi Fraga. Tres películas, tres éxitos.
En 1972 conoció a Rodolfo Bebán. El galán arrancaba suspiros a los televidentes. Incluso llegaron a comercializarse álbumes con fotos coleccionables de él. Los convocaron para protagonizar Malevo. Al comienzo solo eran buenos amigos. El matrimonio de Gili estaba en crisis por la incompatibilidad de horarios y compromisos laborales entre ella y su marido y en 1973, llegó el divorcio. En los pasillos se rumoreaba de un romance entre Gili y Bebán, pasión que el tiempo confirmó. En 1974, los actores confirmaron su amor. Las revistas de la época se peleaban por tenerlos en portada. No era para menos, tan bellos como talentosos eran garantía de ventas y buenas historias. Así llegó Facundo, el segundo hijo de la actriz y primero del matrimonio. En 1976 nació Daniela y al año siguiente, Pedro Emiliano.
La actriz cumplía su sueño de formar una familia. La vida parecía solo sonreírle. En 1978 con 33 años le llegó la propuesta de protagonizar Un mundo de veinte asientos. Una historia de amor centrada en Juan, un colectivero de la línea 60 interpretado por Claudio Levrino y su amor por Victoria. Esta nueva propuesta volvió a generar un furor similar al de Malevo. Como Rolando Rivas exploraba el amor entre gente común, algo que hasta ese momento no era frecuente.
El 18 de enero de 1980 mientras se encontraba en Mar del Plata haciendo temporada, Gabriela Gili y Bebán fueron a cenar con Levrino y su esposa, Cristina del Valle. Charlaron un poco de todo, pero en un momento Del Valle les contó que había discutido por un arma que él había comprado ante una ola de robos en la zona. Al escuchar el relato, Gabriela interrumpió con un dicho/advertencia. “Ay, Claudio, por favor, las armas las carga el Diablo”.
Ambos matrimonios se despidieron. Gili no sabía que sería la última vez que vería a Levrino. Horas después el actor se pegaría un tiro accidental manipulando el arma en su auto. Moría dos días después.
La muerte del actor dejó truncos varios proyectos. Una nueva novela y una película basada en Un mundo de veinte asientos. La tristeza volvió a rondar a Gili, que intentaba superarla. Fue parte de otros programas como Crecer con papá y Amar al salvaje. En 1984, junto a Claudio García Satur y con dirección de Hugo Moser protagoniza Historia de un trepador. En 1988 realiza actuaciones especiales en Pasiones, la novela con Grecia Colmenares y Raúl Taibo.
Para sobreponerse a esa tristeza que la rondaba estudiaba canto y componía algunas canciones. La familia pasaba los veranos en Mar del Plata, muchas veces haciendo temporada teatral. La carrera de Bebán siguió en ascenso, mientras que a la actriz se la empezó a ver menos. En la década del 80, la televisión buscaba historias más realistas sumado al destape sexual y heroínas como las que encarnaba Gili no tenían lugar.
El 29 de diciembre de 1991 Gili falleció sorpresivamente por una insuficiencia cardíaca. Las crónicas de la época mencionaban una supuesta depresión crónica de la artista. Solo muchos años después Rodolfo Bebán mostró el dolor que le generó la partida de su compañera por 17 años: “La peor parte la llevaron los chicos, porque era una mujer muy joven, hermosa como ser humano, una madre impresionante. Ellos eran chiquitos, tenían una devoción por la madre, ella era una especie de ángel, en todo sentido”. Un ángel que anduvo por la tierra hizo su magia y voló demasiado pronto.
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