El vínculo de Diego Maradona con el clan de los Giuliano, la familia camorrista que dominó durante décadas los barrios de Nápoles, nació el mismo día en el que el club italiano pagó por su pase una cifra récord para la época: 10 millones y medio de dólares. Parte de esa suma provenía directamente de la mafia de la ciudad.
El 5 de julio de 1984, durante la conferencia de prensa realizada en el marco de la presentación oficial de Diego, un periodista tomó la palabra y le preguntó: “¿Sabe lo que es la camorra, y que su dinero está en todas partes?” Como pocas veces en su vida, el Diez no sabía qué responder. Nervioso, Corrado Ferlaino, presidente del Napoli, se apresuró en quitarle el micrófono, le dijo al reportero que había realizado una consulta “ofensiva” y lo echó. “Napoli trabaja y tiene buena ética”, aseguró.
Por aquel entonces, Diego probablemente no tenía idea de quiénes estaban detrás de la mafia napolitana ni cómo actuaban. Pero poco tiempo después, a medida que se fue convirtiendo en un semidiós para el club y también para la ciudad, los Giuliano pasaron a formar parte de su vida. Un vínculo que al principio le pareció inofensivo, y que se fue adueñando de su voluntad.
Esta relación entre Diego y la camorra napolitana, liderada por el jefe mafioso Carmine Giuliano, queda expuesta a través de material de archivo inédito que reveló Diego Maradona, el documental del británico Asif Kapadia estrenado el año pasado. Tras el fallecimiento del astro del fútbol, la película volvió a convertirse en furor y se encuentra entre los contenidos más elegidos por los usuarios de la plataforma de streaming DIRECTV GO a nivel regional.
En el documental, el propio Diego habló de los comienzos de su vínculo con la camorra: “Me metieron en una moto, fuimos a Forcella (un barrio de oscuros callejones en el centro de Nápoles)... Llego y ya estaba la mesa para comer. Tenía un fusil acá al lado mío. Parecían Los Intocables, Al Capone… Comimos y Carmine me dijo: ‘Cualquier problema que tengas también es nuestro problema’. Y me dijo que nos protegía en Nápoles. Para mí era todo nuevo, como una película”.
Diego llevó al Napoli a lo más alto. En la temporada 1986/87 le dio su primer Scudetto y una Copa Italia. En la temporada 1988/89 alzó la Copa de la UEFA y el segundo Scudetto.Y al año siguiente ganó la Supercopa de Italia. Para los napolitanos, Pelusa era su héroe, el salvador que eligió a su pueblo para liberarlos del sometimiento de los poderosos del Norte. “Quizá fue el mejor futbolista de la historia, pero el costo que tuvo que pagar fue demasiado alto”, dijo en el documental Fernando Signorini, preparador físico del Diez durante la mejor etapa de su carrera.
Las palabras de Signorini no podrían haber sido más precisas. Durante sus años de gloria en el Napoli, el vínculo de Diego con los Giuliano se fue profundizando, de la mano con su relación con la droga. El narcotráfico y también la explotación de la prostitución eran negocios controlados por la camorra. “Creo que Diego no se había preguntado en absoluto si estaba bien o no juntarse con un camorrista, con alguien que era buscado por la Justicia. Él era así, una persona que no se negaba a nadie. Y esas eran fiestas con gente que lo adoraba”, contó en 2019 Luigi Giuliano, sobrino de Carmine Giuliano, al medio Voce Di Napoli, sobre el vínculo del astro del fútbol con la mafia napolitana.
Para los mafiosos, presumir la amistad del mejor jugador del mundo era una manera de mostrar su poder. Y para Diego, no había ningún problema en ese vínculo. “Salía y me encontraba con gente que pedía sacarse una foto conmigo. Y yo no puedo pedirle el documento de identidad a todo aquel con el que me hacía una foto. Después aparecía en los diarios que alguno era un camorrista”, contó en una entrevista con el canal 5 italiano.
En algunas ocasiones, los encuentros del Diez con la mafia eran en eventos privados, como cenas familiares o alguna reunión íntima. Pero también iba a la inauguración pública de locales que contaban con el respaldo de la camorra. Por el simple hecho de asistir y sacarse fotos con la gente que se encontraba allí, la mafia le entregaba un reloj de oro. Así fue como en algún momento llegó a tener muchos de estos objetos de valor y se convirtieron casi en un fetiche para él.
Lo que Diego no veía era la otra cara de la moneda: “Yo nunca le pedí nada a la camorra, me dieron la seguridad de saber que no le ocurriría nada a mis dos hijas. El problema es que una vez que confías en la camorra, pasás a ser de su propiedad”. Los llamados que le hacían para contar con su presencia en diferentes tipos de eventos se hicieron cada vez más frecuentes.
La relación de Diego con la camorra era un secreto a voces en Nápoles pero la basura no se puede esconder para siempre debajo de la alfombra. En una serie de allanamientos realizados en las propiedades de los Giuliano fueron secuestradas algunas fotos del Diez con varios jefes mafiosos. Luego fueron publicadas: la Policía estaba demasiado cerca de las cabezas de la familia. Y la exposición que tenía el futbolista, en lugar de beneficiarlos, empezó a perjudicarlos.
Fue en esas circunstancias que la policía italiana llevó a cabo la Operación China, un seguimiento a supuestos llamados telefónicos entre el astro del fútbol y la camorra, en las que coordinan entregas de drogas y queda expuesto el vínculo con la prostitución. En el mencionado documental se reveló una de las escuchas, que data del 7 de enero de 1991.
—Hola, ¿Diego?
—Sí.
—Bueno, dame la dirección.
—Sí, yo… Estoy en el Airone.
—¿El Airone de la calle Manzoni?
—Exacto. Felice va a ir a buscarte. Es un amigo mío.
—¿Él va a venir a buscarme?
—Sí.
—¿Qué hora es?
—Son las 3:30.
—¿3:30? ¿Entonces a las 4 está bien?
—Sí, está bien. ¿Tenés dos chicas?
—Sí, sí… Entonces, ¿estás cerca?
—En el Airone.
—¿En el Airone?
—En la calle Petrarca.
—Bueno, ¡hasta luego!
—Chau.
—Ah, Diego, ¡espera! Mi hijo te quiere decir “hola”.
—Bueno.
—¡Hola, Diego!
—Hola.
—¿Qué pasó en Turín?
—No mucho, desafortunadamente.
—Tuvimos mala suerte.
—Sí.
—Pero lo vamos a lograr de todas formas.
—Sí, son unos hijos de p…
—¿Vas a irte de Napoli o te vas a quedar?
—No lo sé.
—Bueno… Chau, chau.
—Chau.
Un tiempo después de la presentación del documental, Asif Kapadia se refirió a esta insólita conversación como un ejemplo de lo que significaba la figura de Diego: en medio de una charla tan poco convencional, el pedido de un saludo al dios napolitano.
El periodista italiano Simone Di Meo explicó: “La prostitución la manejaba la camorra. Diego llamaba a una mujer que formaba parte del sistema criminal de Forcella, o sea que era del clan de los Giuliano”.
También se reveló otra escucha, que data del 23 de enero de ese año, en la que no participa Diego pero sí otras dos personas que aparentemente hablan de él.
—Hola.
—Hola, ¿cómo estás?
—Anoche nunca apareciste y vino un tipo pidiendo algo de droga. Marado… Vino aquí, quería mujeres y droga.
—Sí…
—Bueno. Cuando Carmela (N. de la R.: una de las mujeres que manejaba la prostitución en la ciudad) vuelva lo resolvemos.
—Bueno.
—Chau, chau.
—Chau.
El 24 de marzo de aquel año Diego jugó su último partido con la camiseta número 10 del Napoli, en la derrota 4 a 1 contra Sampdoria. Él marcó el único tanto napolitano, de penal, al que más adelante denominaría como “el gol más triste de mi vida”. Al finalizar aquel encuentro dio positivo por cocaína en un control antidoping y la Federación Italiana lo suspendió por 15 meses.
Hacía mucho tiempo que en Italia todos sabían que Diego consumía, pero nunca había quedado expuesto en un control. “Quizás otros jugadores orinaban por él, no lo sé”, dijo tiempo después el presidente del Napoli. Pero en algún momento todo cambió: el día del doping positivo ni siquiera él, Corrado Ferlaino, se encontraba en el club.
Sin la posibilidad de hacer lo que más amaba, Diego viajó a Buenos Aires y en la tarde del 26 de abril fue detenido por la Policía Federal por posesión de drogas en un allanamiento realizado en un departamento en Caballito. Pasó una noche detenido y al día siguiente fue liberado, tras pagar una fianza de 20 mil dólares. “Le destrozaron la vida. Sin fútbol no había nada para hacer”, señaló Claudia Villafañe en el documental de Asif Kapadia.
En septiembre de 1991 un juez de Nápoles condenó a Diego a 14 meses de prisión, al considerarlo culpable de posesión de cocaína. La sentencia se produjo tras un acuerdo entre el fiscal y el abogado defensor del Diez, por lo que no tuvo que ir a la cárcel, sino que solo debió pagar una multa económica.
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