Este 2020 nos pasaron infinidad de cosas: aprendimos, perdimos, sentimos… Y ahora que finaliza el año es momento de reflexionar. ¿Qué emociones quedan en nosotros? ¿Cómo manejarlos para que no nos enfermen? ¿Cómo comunicárselo a nuestros vínculos? La psicóloga y especialista en Inteligencia Emocional Claudia De Angelis nos enseña -en diálogo con Pamela David para su ciclo PamLive- que si somos conscientes con nuestras emociones, podemos desactivar el dolor que nos aqueja. Somos mente, emoción, cuerpo y alma.
—Mucho hablamos sobre las cosas que nos pasaron y sentimos este año. ¿Hemos aprendido algo?
—Fue tan horripilante como maravilloso. Sentimos las dos cosas: se abrieron dos grandes mareas humanas. Un año que se proponía con una idea de romperlo todo, y que después viéramos los escombros con que nos íbamos a quedar, y cuáles son las herramientas que desconocíamos que teníamos y que nos iban a servir para reconstruirnos y reinventarnos desde otro lugar, profesional, como vínculos, como seres humanos, como individuos, como padres, como hermanos, como pareja, como todo. En cada mes de este año asombroso, nos invitaron a todos a reinventarnos desde distintos lugares. Utilizar toda nuestra creatividad para ver si salíamos adelante. Este año nos toma por sorpresa. Primer gran impacto. Porque cuando uno lo espera estás parado de otra manera, pero cuando de repente impacta, no queda otra. Estás en el medio de un huracán y tenés que ver de qué manera vas a utilizar los recursos que tenés a mano, y luego regalarnos este tiempo individual, este tiempo donde estuvimos en nuestras casas, y otra vez la marea humana, los que desesperadamente querían salir o los que aprovechaban y capitalizaban el tiempo para entrar en sí mismos y conocerse mejor. Mucha gente está desesperada porque termine el año, y otros agradecen haberlo capitalizado y conocerse mucho más.
La emoción es la clave: es la herramienta más maravillosa que podemos abarcar, revivir y sentir para liberarnos de todo
—¿Qué es la felicidad?
—Venimos de una inercia donde la felicidad está depositada afuera: si alcanzamos este recurso, si compramos esto, si estoy acompañada de tal persona. Esa mirada externa se rompe en mil pedazos para obligarnos a encontrar esa felicidad interna. Lo que yo encontré como gran descubrimiento es que la felicidad no solamente está fuera, sino que tampoco depende de un otro. Depende de un estado de gracia, de paz, de entendimiento de quién soy. Ese entendimiento tiene mareas: no siempre estás fantástica, de buen humor, sino que todos tus movimientos internos, todas las emociones por la que pasás, todos esos matices, hacen de vos un ser rico. En estos matices vas a encontrar la felicidad cuando puedas encontrar tu ser, no tu tener, cuando puedas encontrar quién sos en tu propio eje y tengas las herramientas para volver una y otra vez.
—¿De qué sirve meditar?
—Aprender a meditar es aprender a aquietar la mente. Utilizo la meditación para sumergirnos dentro de nosotros y poder encontrar esos grandes secretos ocultos que son los momentos donde sufrimos en la vida, los momentos donde nos hirieron, donde ese dolor hace que una y otra vez respondamos en el hoy desde ese dolor. La meditación se utiliza para entrar a lugares más profundos y desatar ese evento, esa situación que nos ocurrió de toda la emocionalidad que le recargamos, porque entonces hace que lo repitamos una y otra vez en nuestras escenas. Por ejemplo, imagínate que de pequeña mi padre nos abandonó a mí y a mi madre a mis cuatro años. Yo lo espero sentadita en un escalón y él nunca llega, mi madre empieza a hablarme mal de mi padre, etcétera. Entonces, la primera gran herida que genera en mi corazón es la sensación de no ser suficientemente valiosa y del abandono. ¿Qué me va a pasar en el transcurso de mi vida? ¿Voy a estar en pareja y mi novio me va a dejar por otra? ¿Voy a casarme, tener un hijo y el hombre me va a plantear que no está más enamorado de mí? En cada momento, aunque no sea abandono, yo voy a sentir eso: que valgo poco por aquella herida de cuando era pequeña. Somos mente, emoción, cuerpo y alma. La psicología tradicional le da mucha importancia a la mente. Cuando uno no puede sanar rápidamente, se debe a que hay una herida y una carga emocional de la cual no me estoy haciendo cargo. Cuando mi cabeza está sobrepasada, yo no estoy pudiendo drenarla, vaciarla. Hay que darle importancia al cuerpo emocional porque es la clave para encontrar la felicidad, vivir en paz y estar en equilibrio. El equilibrio se trata del movimiento: me vuelvo a desequilibrar para poder equilibrarme. Cuando logro ir a mis grandes heridas a través de un estado meditativo y de relajación profunda podemos encontrar en ese mar, en ese inconsciente, toda la información archivada de cuáles fueron los momentos de tus dolores donde tu sufrimiento y tus heridas se ven repetidas una y otra vez, en diferentes escenarios.
—¿Qué pasa si uno no tiene ese recuerdo porque lo tiene en el inconsciente?
—En la psicología tradicional o en el psicoanálisis te dirían que esperan algún acto fallido para que les dé una idea de que hay que ir por allí, pero la gente no quiere esperar tanto. Entonces este año generé Terapia en vivo: hablo de un tema como la crisis, el abandono, la soledad, las cargas y otros temas, y en la segunda mitad, genero un ejercicio dirigido para un estado de relajación profunda donde te llevo hacia ese momento donde habías vivido una crisis y que se había repetido en el tiempo, o donde habías sentido soledad para poder empezar a navegar esa emoción y en el momento donde vos hacés consiente esa emoción, se libera de tu inconsciente. Te guío a que sientas la emoción en el cuerpo porque sino todo queda en la mente. No tenemos que temer sentir porque lo que hicimos fue disociarnos de nuestro cuerpo emocional y estar donde estamos hoy. La emoción es la clave. La emoción es la herramienta más maravillosa que podemos abarcar, revivir y sentir para liberarnos de todo. La soledad y el desamparo son inherentes al ser humano. Todos la padecemos en algún momento de nuestras vidas.
—¿Cómo aprendemos a comunicarnos con nuestros vínculos?
—La comunicación es básica pero tiene una pequeña dificultad. Cuando las parejas llevan mucho tiempo conviviendo pierden la comunicación. Se habla muy poco de lo que nos pasa a nosotros dos como pareja. Esta cuarentena obligó a hablar sobre los vínculos íntimamente, pero también hay algo muy importante que es empezar a comunicar desde el sentir. Expreso mi sentir con la otra persona. Cuando me paro una y otra vez desde mi sentir y lo puedo expresar, el otro puede entender que no tiene que ver con lo que hizo, sino con cómo me siento yo. El otro puede escucharme amablemente y mejorar nuestro vínculo.
Todo lo que nos pasó este año tenía que ver con un para qué, con un proceso que es positivo
—Para la mujer, ¿es más fácil expresarse?
—Sí. En general los hombres son mucho más racionales, y la mujer es más emocional. Primero debemos tratar de calmar nuestra emocionalidad porque si ya les cuesta entendernos, se bloquean, y si se bloquea, el hombre directamente te quiere dar una fórmula o una respuesta rápida para sacarte de encima. Entonces, primero bajar la emocionalidad y la teatralización que solemos tener las mujeres. Otro tip: hablen desde su sentir y busquen el momento apropiado, no cuando el hombre está mirando la televisión, ya que en ese momento no quiere escucharte. Cuando el hombre vea que no sos un Pac-Man que lo querés devorar, se va a calmar y se va a quedar en su lugar. Pero les aconsejo que cuando una mujer les plantea algo, no es que quiere tu solución, porque ya la tiene. Una mujer sabe cómo salir de sus enredos. Abrazala y decile que estás ahí. Queremos ese abrazo que las mujeres soñamos. Este es el principio de pasarla bien y entenderse. Las mujeres no necesitan que su pareja les diga lo que tienen que hacer; ella ya lo saben. El punto es que quieren expresar todo aquello que sienten.
—Los vínculos son infinitos. ¿Qué pasa cuándo sentimos a alguien como una carga?
—Cuando las personas entran en un estado de relajación profunda y los hacés sentir este vínculo que les pesa, sienten en la parte de los hombros, de la espalda alta, de la nuca, y la emoción, simbólicamente, se convierte en una mochila.
—¿Cuándo alguien se convierte en una carga?
—Cuando es horizontal y no hay una nutrición que vaya y venga. Cuando solo yo soy la oreja del otro. Las personas ocupan una posición, se quedan trabadas, y el vínculo no se nutre, no es de ida y vuelta. Uno es el oído, el que escucha, con el otro que le está contando lo que le pasa, sus conflictos y sus dolores. Ahí se empieza a transformar en una carga. Otra especie de carga es cuando tu padre o tu madre, algo manipuladores, te obligan a que te hagas cargo de ellos cuando vos tenes una vida individual, que te suceden cosas. Yo lo llamo los cinco tiempos: uno mismo, la pareja, el trabajo, los amigos y la familia. Si mis padres se llevan puesto el resto de esos tiempos, no es justo, y comienza a ser una carga.
—¿Cuándo te das cuenta de que eso deja de tener un equilibrio y pasa a ser esa carga?
—Cuando mis pacientes llegan con problemas de salud. Cuando identificás el conflicto, esa persona se da cuenta que siente la emoción en una parte del cuerpo. Esa parte del cuerpo enferma. Cuando la carga emocional es muy grande, cuando la mente quiso controlarlo todo y no pudo, mi cuerpo enferma. No es justo para un individuo que haya otro que lo arrase, que lo tire, que lo volteé, que lo pase por encima y no respete los tiempos del otro. Vos le debés asistencia a tus padres pero no le debés la vida. Otra cosa que nos carga mucho son los mandatos: son los sueños frustrados de nuestros padres. Hagan el siguiente ejercicio: cierren los ojos y por un instante pregúntense, frente a ustedes, imaginando un campo verde, cuál es la persona frente a ustedes que va a aparecer en este mismo instante que les hace sentir una carga, que sienten que no es un vínculo, sino un cordón, algo que nos lleva la energía. Va a aparecer alguien ahora, y también diferentes personajes que hasta nos van a sorprender. Esa persona que aparece te va a llevar a la cantidad de energía que está estancada en el cuerpo porque generamos con ese vínculo un cordón. Los vínculos no deben ser de esa manera. Deben ser energía sutil. Un individuo con otro tienen la tibieza del calor del sentir del corazón, pero no la atadura, la cadena ni el cordón.
—¿Qué le decimos a alguien que se da cuenta que debe sanar un vínculo?
—Primero, para sanar tengo que tomar energía. Hay que hacer una meditación corta y conectarme conmigo misma. Si no estoy bien parada o anclada es como un árbol sin raíces: si no está consolidado, se lo lleva una brisa. Conectarte con vos, respirá, asegurá tus piernas, sentí que te aliviás. Y una vez que sentís que podés empezás a desatarte de esos vínculos, hay un montón de ejercicios que hacen que nos separemos de otra persona energéticamente.
Yo le llamo la pandemia del miedo. A los grandes miedos, que son la carencia y la soledad, se sumó la perdida de la salud
—A veces hay personas que son muy importantes para vos, pero opacan tu energía.
—Son dependientes, enfermizos y sacan un beneficio de victimarse. Ocupan un rol en el cual absorben la energía del otro. El otro aprende a alejarse porque todo el tiempo hablan de lo mismo. Durante muchos años queremos darle alivio a esa persona, y esa persona se dio cuenta de que disfruta de ese lugar de víctima y que no quiere correrse de ahí.
—¿Cuáles son las emociones que enferman?
—Las emociones llamadas negativas, como por ejemplo el miedo, que este año hubo mucho. Yo le llamo la pandemia del miedo porque realmente cada ser pasó por sus propios miedos. Los grandes miedos son la carencia y la soledad. En este caso se sumó la perdida de la salud. Cuando nosotros pudimos navegar estos miedos fue que nos pudimos dar cuenta de que estábamos vulnerables, y cuando lo estamos, sentimos que todo nos puede pasar. Nuestra autoestima baja mucho y ahí perdemos la creatividad. Y allí nos empezamos a sentir solos. La angustia, el sufrimiento, la injusticia, la baja autoestima, la vergüenza, la timidez, son todas emociones que nadie quiere sentir pero indefectiblemente son parte de la paleta de lo que somos.
—¿Pero cómo hacemos para no sumergirnos en ninguna de esas si sabemos que nos terminan enfermando?
—Tenemos que conectarnos con nosotros, ir a la escena y empezar a revivir esa emoción. Siempre que revivan esa emoción en el cuerpo la están desactivando, la están limpiando de ese lugar donde se instaló tantos años. A lo largo de nuestra vida vamos generando como un espiral, donde siempre el punto de abajo es el mismo y la herida se va multiplicando, haciéndose cada vez más grande. La manera es volver a la escena, volver al momento doloroso sin tenerle miedo porque siempre que estás haciendo consciente una emoción la estás desactivando. La clave es sentir la emoción en el cuerpo. El gran abrazo nos lo podemos dar nosotros mismos. Tenemos que meternos adentro y hacernos cargo.
—¿Qué emoción hay que revivir: la dolorosa o la ideal?
—Lamentablemente, la dolorosa. Primero revivimos lo doloroso para sentir el espacio que queda libre y luego ahí revivimos un estado de calma y de bienestar. El cuerpo se enferma de emociones acumuladas, no de pensamientos. Primero está la emoción que no quisimos hacer consciente, por eso la cabeza se puso en movimiento para controlar las situaciones y alejarnos de esa emoción. La clave siempre está en la emoción: dónde está el sentir, dónde se archiva la sabiduría, lo que hemos experimentado como alma.
—¿Qué hacemos cuando no permitimos el cambio en nosotros mismos, como cuando decimos: “Yo soy así”?
—La vida le va a pegar un sacudón a esa persona. La vida es una escuela, y en la escuela no nos podemos enamorar solo del recreo: nos tenemos que conectar con todas las materias, nos guste o no. Nos tenemos que conectar, agradecer y soltar. Si seguís en un lugar de víctima la vida va a repetir la misma escena porque vas a proyectar ese mismo rol. Porque lo que quiere la vida es que vos estés bien, la vida no es un castigo, la vida es experiencia. Este año nos llevó a la individualidad, para que cada uno de nosotros puede sanar y volverse más sutiles porque todas las emociones cargadas a lo largo de este año sirvieron para limpiarnos, sacar la densidad que generaban esas emociones. Todo lo que nos pasó este año tenía que ver con un para qué, con un proceso que es positivo. Los seres humanos no queremos soltar nada, solo queremos tener. Como no queremos soltar tiene que venir un viento fuerte y arrancarnos todo porque no queremos hacer espacio.
—Es hora de que hagamos lugar para que entre aquello que deseamos.
—Cambiar el deseo por la intención. Si soñás con estar acompañada, o con un trabajo, intencionalo, sé paciente y soltá. No nos comparemos con otros, sino con nosotros mismos en otro momento. Tené fe, confianza, que todo lo que se fue generó espacio para que entre algo nuevo. Tenés que seguir trabajando en vos, soltando el deseo e intencionando. Así generamos la atracción, que la escena aparezca.
SEGUÍ LEYENDO