Alguna vez fue definida como la viuda más famosa del planeta, destronando a la mismísima Jackie Kennedy. Fue odiada por miles de fanáticos que la acusaban de romper a los adorados Beatles. Ella mantuvo su sonrisa zen ante los que la tildaban de “loca”, “bruja”, “fea” y “horrorosa”. Esta mujer de apariencia frágil tenía una fortaleza enorme. Una fortaleza que le permitió vivir siempre como quiso y con el hombre que quiso, aunque ese hombre en su momento era uno de los más idolatrados del mundo, John Lennon.
Yoko Ono nació el 18 de febrero de 1933, en Tokio. Su familia formaba parte de la aristocracia japonesa, propietaria de bancos, emparentada con el Emperador y descendiente de samurais. No vivió una infancia feliz. “Mi madre estaba muy ocupada con su propia vida. Era pintora y estaba en busca de algo. Se enamoró locamente de mi padre y se repitió la historia de siempre: los niños resultaban molestos para el idilio”.
A los cuatro años la inscribieron en una escuela para chicos con talento especial para la música y llegó a ser concertista. Durante la Segunda Guerra Mundial, su familia fue despojada de varios bienes. Yoko recuerda un hecho que la marcó. La comida escaseaba y para animar a su hermano, le propuso escribir un menú para la cena… en papel imaginario. Ahí descubrió el poder para crear objetos que causaran experiencias internas en cada persona, algo que con el tiempo lo aplicaría a su arte. Respirar la guerra le imprimió un anhelo de paz que la marcó para siempre.
Cuando terminó el conflicto, Yoko volvió a Gakushuin, una de las escuelas más exclusivas del país. Fue compañera del príncipe Akihito, ex emperador de Japón. En 1951, se inscribió en la universidad y logró ser la primera mujer estudiante de Filosofía. Se interiorizó en el existencialismo, el marxismo y otras corrientes filosóficas, además conoció las ideas pacifistas. Luego de un tiempo, abandonó los estudios y se mudó con su familia a New York. Siguió estudiando y se especializó en composición y poesía contemporánea en el Sarah Lawrence College. A esto hay que sumarle que lo hizo en tiempos donde ser mujer no era precisamente algo que favorecía tus deseos de estudiar o simplemente salir de la cocina.
Al tiempo, comenzó una carrera artística vinculada a la música de vanguardia, las películas experimentales y las performances. Pionera desarrolló un arte conceptual y participativo cuya premisa era que las ideas son más importantes que las formas o las técnicas de realización. Así fue como organizó un concierto… sin música, el público debía imaginarla. Sus trabajos atrajeron la atención de personalidades como Peggy Guggenheim, Marcel Duchamp, George Maciunas. En 1964, publicó Pomelo (Grapefruit), un libro de instrucciones, lemas, consignas conceptuales y dibujos.
En el medio, Yoko se casó con el músico de vanguardia Toshi Ichiyanagi, pero tras varios años viviendo separados, se divorció en 1962. En ese tiempo se convirtió en fundadora de Fluxus, un grupo experimental de músicos y poetas inspirados en el dadaísmo. Tras pasar por una clínica psiquiátrica por un intento de suicidio, Yoko conoció al productor de cine Anthony Cox, que se convirtió en su segundo marido. Con él tuvo a su hija Kyoko. Sin embargo, la llegada de la niña no logró que el matrimonio pudiera superar una relación complicada. Tras un divorcio conflictivo, Yoko Ono no pudo ver a su hija por más de veinte años.
En The Sunday Telegraph, describió esa experiencia: “Fue muy duro. Yo la recordaba como una niñita y vivía comprándole pequeños sweaters de cachemir que se apilaban en mi vestidor hasta que un día alguien me dijo: ‘¿No entendés que ella ya tiene 26 años y debe estar tan alta como vos?’. Ella sabía que yo era su madre, pero amaba mucho a su padre y él le había advertido que si me buscaba no lo vería más”.
Así llegamos a 1966, el año que Yoko se convirtió en la “artista desconocida más famosa del mundo”. Realizaba su primera exposición en Londres y hasta el lugar llegó John Lennon. El músico estaba convencido de que se encontraría con una orgía tras escuchar hablar de “una japonesa loca que martilla clavos cósmicos y se mete desnuda en una bolsa”. La primera noticia que tuvo de ella fue cuando leyendo el diario encontró un artículo sobre un corto dirigido por la japonesa llamado “Culos” y que consistía en solo primeros planos de esa parte de la anatomía.
Aunque parezca increíble Yoko desconocía por completo quién era ese joven de pelo largo. “Yo sé que nadie me va a creer, pero juro que no tenía la menor idea de quién era ese tipo ni de los Beatles –contó–. Había escuchado de un grupo que desmayaba a las chicas cuando salía a escena, pero no mucho más. John me pareció simpático, atractivo, encantador”.
Lennon se acercó a una pieza de la artista, Ceiling Painting, las instrucciones pedían que se subiera a una escalera, tomara una lupa que colgaba y la usara para leer un letrero pegado al techo. El músico obedeció y se sorprendió con lo que decía: Sí. Después se acercó hasta una tabla llena de clavos con un cartel que explicaba que la “pintura” no estaría terminada hasta que la tabla estuviera cubierta de clavos. Al tratar de poner uno, Yoko Ono vestida de negro como era su estilo, lo interrumpió para decirle que hacerlo le costaría cinco chelines. Él siguió la broma y respondió: “Entonces clavaré un clavo imaginario y te pagaré con cinco chelines imaginarios”. Años después, Yoko reconoció que “La primera impresión que tuve de él fue la siguiente: era guapo, y yo lo encontré amable y sensible”, pero que lo suyo no fue amor a primera vista, sino más bien un proceso de conocimiento profundo que partió de leer sus libros y escuchar su música.
Durante mucho tiempo se dijo que Yoko persiguió al músico, que cual auténtica acosadora se quedaba en la puerta de su casa esperándolo. Ella lo desmintió “Nunca estuve plantada delante de la verja. Ése no es mi estilo. Y de todos modos no sabía dónde estaba la casa”.
Pero si hasta ese momento la vida no parecía encontrarlos, de pronto comenzó a conspirar para juntarlos. Yoko se mudó a Londres para buscar un reconocimiento que no encontraba en Nueva York y además se divorció. Lennon por su parte comenzaba a padecer ser un Beatle, a los fans y la fama. Su matrimonio con Cynthia tampoco iba bien. El músico era celoso y posesivo. Capaz de realizar bromas sarcásticas que dejaban a su mujer dolida y denigrada. Todo esto sumado a las giras perpetuas y el comienzo de la experimentación con drogas de John dinamitaron la pareja.
Una tarde Cynthia entró a su casa y encontró a su marido junto con Yoko sentados en el suelo, con las piernas cruzadas, mirándose a los ojos, rodeados de platos sucios y vestidos con batas. La esposa traicionada se fue pero dos días después volvió. Hubo una breve reconciliación y una ruptura definitiva.
“De repente éramos sencillamente inseparables. Paul, George y Ringo se preguntaban: ‘¿Pero qué diablos hacen esos dos? ¿Qué le pasa a John?’. En fin ya me entiende”, contaría John muchos años después.
“Ellos (los Beatles) dejaron de interesarme por completo. No lo hacía adrede. Solo que estaba tan ocupado con lo que hacíamos los dos juntos, que… y en un momento dado, ambos miramos a nuestro alrededor y caímos en la cuenta de que todo aquello ponía bastante nerviosos a los demás. Simplemente, estaba enamorado de la cabeza a los pies”.
Para muchos fue un baldazo de agua fría. John tenía un aura de chico bueno y que de pronto dejase a su novia de siempre y madre de su hijo, por una artista que no cumplía los estereotipos de belleza y encima con fama de rara, no encajaba con lo que se esperaba de él. Pronto se lo hicieron saber. En los conciertos le gritaban “china” o “amarilla” y en la prensa también la destrozaban. Pero a ellos no les importó.
“Cuando no estábamos en el estudio, estábamos en la cama”, contaba John sobre los inicios de su relación con Yoko. Pero aunque el amor era mucho también los encontronazos. Lennon como casi todos los hombres de su tiempo estaba acostumbrado a ser servido por las mujeres. “Yoko eso no lo aceptaba. Le importaban una mierda los Beatles. ¿Qué cojones son los Beatles? Yo soy Yoko Ono, trátame como quien soy. Desde el día que la conocí exigía igual tiempo, igual espacio, iguales derechos. Y yo no sabía ni de qué me hablaba. Le dije, ‘¿Pero qué quieres, un contrato? Podemos tener lo que quieras, pero no esperes nada de mí ni que cambie en nada’. ‘Bueno’, dijo ella. ‘La respuesta a eso es que aquí no estaré. Porque no dejas espacio donde tú estás. Todo gira en torno a ti y yo en esa atmósfera no puedo respirar’”.
El 20 de marzo de 1969 y luego de separarse de sus respectivas parejas, se casaron en Gibraltar sin ningún Beatle invitado. Eligieron ese peñón porque “es tranquilo, inglés y acogedor”.
La luna de miel fue la famosa Bed-in for Peace, para protestar contra la Guerra de Vietnam. En un cuarto del hotel Hilton de Ámsterdam colgaron carteles donde se leía Bed Peace y Hair Peace, se vistieron con pijamas blancos e invitaron a la prensa a fotografiarlos durante el encierro voluntario que duró siete días. “La gente debería dejar de pelear y mejor quedarse en cama”, proponía Yoko. Hicieron otras presentaciones artísticas que para muchos resultaban incomprensibles.
Aunque nunca se arrepintió de este amor, Yoko llegó a declarar en alguna ocasión: “De cierta manera ambos arruinamos nuestras carreras por unirnos”. Ella pasó de ser una artista de vanguardia a “la bruja que separó a The Beatles” y él dejó la banda más famosa del mundo.
Aunque era artistas extraordinarios vivían dolores mortales. Yoko no podía ver a su hija Kyoko, su ex esposo Tony Cox se la negaba. En abril del 71, Lennon y Yoko decidieron llevársela sin permiso de la guardería. Cox los denunció y músico y artista fueron detenidos. En una decisión cruel la Justicia le dijo a la niña que elija con quién deseaba vivir. Kyoko eligió a su padre.
El matrimonio se mudó a Nueva York, pero el permiso de residencia para el músico se demoraba. Y mientras Yoko no podía ver a su hijo, Lennon desatendía al suyo. Estuvo tres años sin comunicarse con Julian que se había quedado en Londres.
Las presiones eran muchas. Yoko mostrando una apertura mental inusual le propuso a Lennon que se buscase otras parejas. Un día Yoko le preguntó a May Pang, asistente de la pareja. “¿Tenés novio? Porque creo que debes salir con John”. La joven no terminaba de asimilar la pregunta cuando escuchó: “Si te pide salir, le decís que sí y punto”. Yoko voló a Chicago a un congreso feminista y Lennon se instaló en Los Ángeles con Pang. Fueron amantes durante 18 meses. Recorrieron distintas rutas y él le regaló un descapotable. Pero cuando la madre de ella los visitaba, Lennon se escondía. Porque así como era rupturista con su arte podía ser muy conservador en cuestiones amorosas.
Pang registró esos meses de aventura y romance con su cámara fotográfica. Incluso registró cuando Lennon filmó el documento de disolución de los Beatles en un hotel de Disney. Esa foto hoy se cotiza en casi dos millones de dólares.
En esos meses, Lennon grabó tres álbumes, compuso canciones y realizó colaboraciones con David Bowie, Elton John y Mick Jagger. Dicen que pasaba casi todo el tiempo alcoholizado. Una noche fue con Pang a un boliche y salió del baño con un tampón en la frente. La joven le pidió que se lo quitase pero el músico no hizo caso. Discutió con una moza y John enojado le largó un “¿sabés quién soy?”. “Por supuesto, el idiota del tampón”, le contestó la moza sin dudar.
Dicen que los descontroles de Lennon llegaron a los oídos de Yoko. Fue en febrero de 1975 que ella telefoneó. Lennon se olvidó de canciones, alcohol, viajes y volvió con Yoko. Llamó ese tiempo como “el fin de semana perdido”. Volvieron a amarse En conjunto crearon performances, films y piezas musicales como la banda Plastic Ono Band. Además tuvieron a su único hijo, Sean. El músico se centró en su rol de padre y Yoko se convirtió en la administradora de sus bienes mientras invertía con buen ojo en el mercado inmobiliario y de arte.
El 8 de diciembre de 1980, John Lennon fue asesinado en la puerta de su casa. Murió en los brazos de Yoko que, destrozada por la pérdida, permaneció de duelo varios años. “Yo desperté gracias a mi hijo. Lo que me mantuvo viva fue el deber de velar por él”, contó.
En los años 90, volvió a participar en exposiciones de arte, intervenciones en espacios públicos y participaciones musicales con reconocidos artistas. Su interés por internet la convirtió en una de las primeras celebridades que se interesó por usar el medio para exposiciones virtuales, también en utilizar twitter.
Heredera de una fortuna de 356 millones de dólares, logró duplicarla gracias a los derechos de autor. Con el tiempo su figura fue reivindicada. Siempre vestida de negro repite que “el poder de las mujeres está en su inteligencia y en la sabiduría para cambiar su posición en la sociedad”.
Lennon alguna vez escribió “Mujer, recuerda que mi vida está en tus manos. Mujer mantenme en tu corazón”. Quizá a Yoko nunca le gustó lo primero, pero lo segundo seguro que lo cumplió.
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