Con la misma lucidez con la que atendió a Diego Maradona cuando todo era incertidumbre y desconcierto, Jorge Romero se hizo eco en su cuenta de Twitter sobre la partida de El 10 con una reflexión muy sentida.
“Hoy murió Diego Armando Maradona”, empezó anunciando el médico uruguayo que lo salvó de la muerte en enero de 2005, en una clínica de Maldonado, en las afueras de Punta del Este. Y de inmediato acercó una reflexión que funciona como una interpelación a todos aquellos que fueron devotos de Diego, pero también detractores: “El ejemplo perfecto de cómo la sociedad avasalla seres humanos con su positivismo tóxico y su exitismo adictivo”.
Ante la consulta de Teleshow, Romero optó por la prudencia: acercó sus condolencias por el fallecimiento del ex capitán de la Selección Argentina, pero se negó a ahondar en su mirada sobre las consecuencias que la fama y la popularidad tuvieron sobre la salud del astro. Sí le respondió a un seguidor en las redes sociales, que le dijo: “A vos (Maradona) te debe por lo menos 20 años (de vida)...”, en referencia a cómo, por su intervención, el corazón de Diego siguió latiendo dos décadas más. “Gracias”, respondió el médico.
El salvador
El calendario marcaba 4 de enero de 2000. Y por entonces Romero tenía apenas 28 años, se había recibido un mes atrás (“En realidad menos: me firmaron el título el 16 de diciembre”) y era su cuarto día de trabajo en esa salita cercana a Punta del Este. Incluso, después de haber dejado su Montevideo natal no había conseguido dónde quedarse. “Dormía en el piso del Policlínico, era mi primera semana allí y esperaba trabajar muchas horas para sumar dinero y poder alquilarme algo”, recordó el médico en una entrevista exclusiva con Teleshow.
En Buenos Aires se graba Sueño Bendito, la serie que contará la vida de Diego Maradona y será producida por Amazon. Si bien se está manejando un pleno hermetismo, se supo que en la primera temporada se mostrará esta internación que casi le cuesta la vida a Diego Maradona, que será interpretado -en las distintas etapas de su vida- por Nicolás Goldshmidt, Nazareno Casero y Juan Palomino.
Y en esos días cuando Romero recibió aquel llamado sorpresivo en el que, según había revelado Coppola, el ex futbolista no se despertaba. Al escuchar su relato, el médico intentó hacerle entender al empresario que Maradona debía ser atendido “con mucho más que un aparato para medir la presión”. “Me dijo que fuera para allá con la mayor cautela posible -recuerda el profesional-. Agarré mi maletín, me subí a mi auto y manejé 23 km hasta la chacra en la que se encontraban”.
Romero llegó alrededor de la una de la tarde a la chacra del empresario argentino Pablo Cosentino, ubicada en el balneario José Ignacio. “A los 10 segundos de entrar, me encontré con situaciones raras. Se notaba que Diego no había estado ahí, sino que lo habían puesto antes de que yo llegara”, relata sobre el anexo en el que se encontraba el ex futbolista. “No era la casa principal de la estancia”.
El médico detalla que Maradona estaba recostado sobre una silla de mimbre, agonizando. “Al lado había una persona durmiendo; Guillermo lo despertó para que se corriera, y yo revisé a Diego. Tenía una crisis hipertensiva y una arritmia ventricular. Además, dejaba de respirar durante lapsos de cinco o seis segundos. Estaba muy grave en serio. ¡Se estaba muriendo!”.
Ahí comenzó una especie de negociación con Coppola, quien se negaba rotundamente a que Diego fuera internado. “La prensa es muy difícil, por lo que Maradona vive o muere con vos”, le advirtió el representante de El 10. “Lo dijo medio en chiste, y medio en serio…”, asegura el médico, que después de una conversación ardua pudo convencerlo de que era indispensable trasladarlo. “Si no lo internábamos, se moría en unas horas. Tampoco podíamos esperar una ambulancia porque iba a tardar mucho, y no teníamos tiempo”.
Su poca experiencia como médico alimentaba la incredulidad de Romero, casi tanto como la inesperada circunstancia de que allí, agonizando, se encontraba el hombre más famoso del mundo… “Yo no podía creer lo que estaba pasando. Habitualmente en esas circunstancias le hago firmar un papel que dice que se hacen cargo y me voy. Pero pensé que los medios titularían: ‘Maradona fallece por joven médico…’. Y entonces, me quedé”.
Después de haber conseguido que Coppola entrara en razón, se produjo una nueva conversación insólita. “¡Bueno, lo llevamos! -asintió el empresario-, pero antes me voy a bañar. Soy una figura pública, no puedo salir así nomás”. Sabiéndose con el tiempo perdido, Romero buscó ganar valiosos minutos: mientras Coppola estaba en el baño, realizaba maniobras de reanimación en el cuerpo de Maradona. “Fue una eternidad”, lamenta todavía hoy este médico rural que desde los 16 años trabajó en sectores de exclusión social. “Me he encontrado en ranchos de barro con más contención de la que había ahí… Diego se estaba muriendo y nadie entendía realmente lo que estaba pasando”.
Maradona, Coppola y Romero se trasladaron al hospital en una camioneta, luego de que otras dos personas ayudaran a subir al vehículo al ex jugador (que por aquel entonces tenía un importante sobrepeso), todavía inconsciente. “Pero cuando subimos a la camioneta, uno desapareció”, recuerda el médico, extrañado.
El empresario iba al volante, en el asiento del acompañante se ubicó un colaborador; y atrás, el médico y su célebre paciente. “Yo tenía el ambo puesto y Guillermo me pidió que me sacara la camisa para no llamar la atención. Así que me tuve que quedar en cueros mientras seguía controlando a Maradona y llamaba a mi jefe para advertirle que estábamos camino al Sanatorio Cantegril, y que nos esperaran con una camilla”.
En medio del trayecto -de unos 30 kilómetros- el empresario volvió a tener una actitud por descolocó al médico: se detuvo a cargar nafta. “Diego estaba inconsciente, muriéndose, y Coppola nos tuvo 15 minutos parados en una estación de servicio”.
“Cuando llegamos al sanatorio todos estaban esperando con una sonrisa. ¡Nadie tenía noción de la gravedad de la situación!”, destaca. “¡Traigan una camilla ya!”, exigió, “totalmente alarmado”. “Ah, ¿es para tanto?”, se sorprendió el jefe de la institución en la que quedó internado Maradona en la unidad cuidados intensivos, donde lo atendió “el mejor cardiólogo”, según sostiene Romero.
Una vez que se hizo pública la noticia, comenzó el asedio periodístico para Romero, quien también debió presentarse a declarar en la Justicia por una causa que se abrió después de que se encontrara droga en el organismo de Maradona. Los análisis arrojaron que había clorhidrato de cocaína en sangre y orina del ex futbolista. Además, se supo que el consumo de droga había generado la crisis de hipertensión arterial y la arritmia ventricular.
“Diego está un poco fastidioso porque se quiere ir, pide de comer y por suerte se lo ve físicamente deshinchado. Todos esos son buenos síntomas -le decía Coppola a la prensa, intentando minimizar la situación, y justo antes de ingresar al departamento de policía para prestar declaración-. Lo que sucede es que por las Fiestas comió muchos asados, hizo desarreglos y, como además está excedido de peso, hizo este pico de hipertensión”.
Romero estuvo seis horas relatando lo que vivió aquel día ya que los efectivos sospechaban que en la chacra hubo alguien que entregó las drogas, porque en el avión que trasladó a Maradona a Punta del Este no se encontraron estupefacientes: “Yo les dije lo que había visto: lo que pasó fue en otro lado porque el lugar en el que encontré a Diego estaba limpio. Por eso digo que lo habían puesto ahí antes de que yo llegara”.
Tras su declaración, Romero fue sometido a una ronda de reconocimiento en la cual advirtió la presencia de Coppola, los dos hombres que estaban en la chacra, pero afirmó: “Falta uno”. “¿Cómo que falta uno?”, quisieron saber las autoridades. “Sí, el que estaba durmiendo al lado cuando yo llegué”, precisó el profesional.
El médico se refiere al publicista argentino Carlos Ferro Viera, que luego fuera señalado como el responsable de haber suministrado la droga a Maradona durante las Fiestas. En el mismo momento en que el ex futbolista estaba siendo internado, el empresario abandonaba Uruguay en un vuelo privado desde Laguna del Sauce.
Ocurre que en sus declaraciones el representante de Maradona y las demás personas que estuvieron en la chacra durante aquellos días de excesos, omitieron revelar la presencia de Ferro Viera. Por esa razón, Coppola fue procesado por la Justicia uruguaya por falso testimonio.
La vida después del milagro. Con Diego a cargo de los médicos del Sanatorio Cantegril, Romero volvió a su trabajo en el Policlínico de La Barra, que por esos días también era su hogar. Esa misma semana pidió un crédito bancario para alquilar una casa. “Yo seguía durmiendo en el piso del sanatorio. Lo único que me importaba era hacer plata esa primera semana para poder alquilarme un techo. Y esto me estaba distrayendo -dice sobre el hostigamiento que sintió de parte de la prensa-. Me llamaron de todos los canales deportivos de Argentina y hasta de Italia. Yo soy bajo perfil, no me gusta el show, y lo último que quería era prestarme a eso. Ya me estaban rompiendo las bolas con todo esto”.
Y entonces, tomó distancia. “No iba a ver a Diego porque tenía que trabajar. Además, estaba muy grave. Salía en todos lados, no había manera de que no me enterara de cómo estaba”. Romero fue a visitarlo apenas una vez al Cantegril: cuando Maradona salió del estado de sedación. “Estaba totalmente ido, pero sentía que mi trabajo no estaba terminado si no le decía: ‘Mirá, loco, casi te morís’”.
Cerca del 20 de enero Maradona fue trasladado a Buenos Aires, y poco después siguió su tratamiento de rehabilitación en Cuba. “Recién ahí mi vida volvió a la normalidad”, describe Romero, casi repitiendo hoy el suspiro que emitió por aquellos días.
El tiempo transcurrió para este médico que se define como “un tipo arisco”. Hoy, a los 46 años, se está por casar por primera vez. Y tiene un hijo, fruto de una relación anterior.
En estos años que transcurrieron desde que le salvó la vida, Jorge Romero no tuvo oportunidad de volver a ver a Diego Maradona. Tampoco conversó con él, ni con alguien de su entorno. “Me gustaría encontrármelo, decirle que yo fui el que lo llevó al hospital -confía-. Y preguntarle: ‘¿Y, loco? ¿Te cuidaste un poco en todo este tiempo?’”.
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