Cuando no está prendido fuego detrás de los parches y platos de Eruca Sativa, Gabriel Pedernera muestra modos amables, acentuados con una ancha sonrisa enmarcada en una tupida barba y un acento más serrano que el fernet con coca, lo que delata su propio origen, así también como el kilómetro cero del trío que completan Lula Bertoldi -vocalista y guitarrista- y Brenda Martin -bajista-.
Del noviembre 2019 al que ahora está en curso, la vida de Pedernera cambió bastante, al margen del coronavirus: junto a Eruca, editó “Seremos primavera”, quinto disco de estudio; semanas más tarde, nació su hija Nina; en septiembre de este año, se llevó el premio a productor del año en los Gardel, por su labor en el multipremiado “Lebón & Co.”, firmado por el inoxidable David.
Ahora, está a punto competir por partida triple en los Grammy Latinos, a bordo del álbum de Eruca: para la gala, a realizarse de forma virtual este jueves 19 (transmite TNT desde las 22, hora de Argentina), están nominados en las categorías mejor álbum de rock, mejor canción de rock (“Creo”) y mejor canción alternativa (“Carapazón”).
“Es realmente un mimo que nuestro disco llegue a esta instancia. Nos alegra mucho porque nos toca con un álbum que es tan raro para nosotros y posiblemente para mucha gente también”, le cuenta Pedernera -que además de baterista, es productor del grupo- a Infobae. “Es un disco muy hecho en casa, con un sabor artesanal y con una búsqueda completamente distinta, ya que en ningún momento tiene eso que se conoce de Eruca, lo del power trío al palo, con fuegos artificiales. Nosotros no hacemos música para estar nominados a los premios; pero cuando viene, lo recibimos con amor”.
“Nuestro último show fue el 24 de noviembre del año pasado y el día que volví a mi casa, esa noche, mi mujer rompió bolsa. Así que la vida me cambió mucho en este año, más allá de la pandemia. Nunca pensé que iba a pasar el primer año de ella así de pegados, la verdad que es hermoso”, dice Gabriel sobre su reciente paternidad.
El trío aún no pudo presentar oficialmente este disco, en el que sin abandonar la “actitud rock”, guardaron por un rato la distorsión que signó sus primeros trabajos. La búsqueda sigue pasando por estirar y profundizar los límites, tanto hacia sonoridades autóctonas como a las percusiones del pop moderno. “Comienza con un piano tocado en Do mayor, algo que de por sí es raro, no solo por el instrumento sino porque muy pocas canciones nuestras están en una tonalidad mayor. Parece a propósito, y en parte es así, fue algo buscado. Es algo que nunca te hubieras imaginado de Eruca. Y me gusta eso, me gusta ser desafiado cuando escucho música”, dice Pedernera.
—¿Se obligan a innovar disco a disco?
—Es difícil, porque a veces uno no sabe hasta qué punto está condicionado a sentir que tiene que hacer algo así. Y por otro lado, tampoco sabés bien para qué lado salir corriendo. ¿Cuál sería el paso correcto? Yo digo todo esto desde el cerebro, pero cuando empezás a accionar, surgen ideas y empezás a darle forma sin darte cuenta. Yo soy mucho de creer en ese impulso: si la intuición nos dice que hay que ir por acá, vamos por acá. Me parece que no hay vuelta atrás: no me gustaría que nos repitamos. No me gustaría que se sepa qué es lo que va a pasar. Y es toda una búsqueda que debe durar toda la vida. Nosotros no fabricamos caramelos o chocolates, lo que hacemos tiene que ver con la emoción y depende mucho de cómo el mundo se va moviendo y de cómo nuestras emociones se van moviendo.
—"Creo" es una canción bastante atípica, no sólo dentro del repertorio de Eruca, sino en lo que conocemos del rock argentino. ¿Cómo la compusieron?
—A veces la escucho como si fuera una chacarera medio dance: tiene este bombo completamente en negra, que es muy Billie Eilish, si se quiere. ¡Es una mezcla entre Billie Eilish y Los Manseros Santiagueños! (se ríe). Somos eso, un poco. El ritmo va definitivamente por algo folclórico, pero se convierte en algo moderno. Brenda vino con la maqueta, que tenía el riff de guitarra y no tenía mucho más. Pero me pareció impresionante. Tiene una percusión que suena muy orgánica, pero en verdad está programada: es toda percusión real, pero puesta en digital, con bombos legüeros y cosas que grababa, los cortaba digitalmente y quedaron como un loop orgánico-digital. En un principio, la canción ya era muy fuerte sin letra y cuando se terminó de escribir, quedó una de las canciones más fuerte del disco, si es que el disco tiene lo que llamaríamos “fuerza”. Porque fijate que no tiene guitarras distorsionadas, pero la escuchás y te dan ganas de salir caminando hasta no sé a dónde.
—¿Cómo se siente llevar el título de productor del año?
—¡Es una locura! De por sí, me generó mucha emoción estar nominado, porque en las postulaciones estaba con amigos y gente que admiro mucho: Nico Cotton, Juan Blas Caballero… ¡Gustavo Santaolalla! No la podía creer, fue realmente muy groso para mí. La vida de un productor es estar scrolleando entre sonidos de tambores o sintetizadores (se ríe). Entonces, cuando estoy acá laburando, no pienso: “Posiblemente me den un premio”. Tomo decisiones dependiendo de lo que pide la canción, hasta hacer posible que esa canción esté disponible a un clic, en Spotify o donde sea. Así que cuando llega el premio, la sensación es: “Qué lindo sentirse apoyado”. Es saber que lo que estás haciendo está bien y que valieron la pena todas las decisiones que fui tomando en el camino.