Cuando Santiago del Moro le pidió a Belu Lucius que hiciera un paso al costado para permitir que su “contrincante” en Masterchef Celebrity pasara al frente y presentara su plato, las sonrisas y los aplausos de la joven para recibir a El Polaco distrajeron la atención: nadie pensaba que poco después mantendría un cruce que pareció originado en una confusión, pero que tendría una historia detrás. “¡Sorprendo, papi!", avisó el cantante, cuando trasladaba su plato para la evaluación del jurado.
Dolmas con baba ganoush, es decir, hojas de parra rellenas con pasta de berenjena y salsa muhammara: eso habían cocinado los dos, una receta árabe. Y era eso lo que lo tenía tan entusiasmado a El Polaco; casi eufórico, más bien, confiado en su pericia. Sin embargo, el conductor le advirtió enseguida: “Te tocó competir contra una de las mejores”. “Que tiene familia allá... Igual me la banco”, aportó el músico, provocando el gesto de fastidio de la instagramer. “¡Qué guitarrero!”, lamentó Lucius, negando con la cabeza.
Su molestia iba creciendo ante cada palabra de El Polaco, quien le explicaba a Damián Betular que había recurrido a un “secreto especial” para dejar su impronta: había decidido sumarle mucha manteca a su plato. “Le quiero poner algo mío: ella (señalando a su rival) le puso limón, y yo manteca”, justificó. Y así seguía, explicando -y hasta defendiendo- cómo se había desenvuelto en la cocina minutos antes. “¿De qué se ríe, Lu?”, quiso saber Del Moro. “Hace un rato ya que me está boconeando, boconeando, boconeando...", retrucó Belu, gesticulando ampulosamente y ya sin ganas de disimular sus reacciones negativas.
El Polaco tragó saliva: “¿Está mal que me sienta cómodo cocinando un plato de tu región?”, le preguntó. “Noooo, está muy bien...", le respondieron. Y siguieron. “Es mala ella", dijo el cantante. “¿Cómo voy a ser mala? Ya le dije que lo felicito...”. “Vamos a probarlo. Capaz que lo vas a adoptar”, intervino Donato De Santis; el mismo que días atrás hizo llorar a Sofía Pachano, esta vez buscó calmar las aguas. ¡Para qué! “Como hijo te puedo adoptar a vos”, le aclaró Belu, mirándolo casi con desprecio. Y entonces El Polaco se mordió la lengua, quedándose en silencio, esperando que De Santis le aporte un cariño que -estaba claro- no vendría de su contrincante. El horno estaba para un buen plato árabe, pero no para bollos.
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Más tarde, ya en diálogo con la producción, Lucius fue incluso más contundente: “Escuchame, yo te la dejo pasar una vez, te la dejo pasar dos veces, a la tercera... enano, ¡te calmás!”. El Polaco, en cambio, le restó importancia al entredicho que se había dado al aire: distendido, atribuyó las hirientes palabras de su compañera a los nervios propios del duelo, en una ansiedad que va creciendo noche a noche.
Pese a todo -a la manteca, al limón, a las miradas, a los cruces, a los secretos y las explicaciones -, fue Belu quien ganó. Ajustadamente, es cierto; pero ganó. Y reconoció un oportuno consejo de Germán Martitegui: “¡Es un pelado copado!”, lo distinguió. Con el músico, en cambio, no existe ninguna clase de favoritismo. Ni de piedad. “Es llorón, eh... Es llorón... Viene llorando...”, concluyó la triunfadora -por esa noche- sobre su ocasional contrincante, dejando en claro que todo explotó anoche, aunque los chispazos vienen desde hace rato. Tratándose de Masterchef, estábamos frente a una olla a presión. Y pocos lo habían notado. Será cuestión de bajar el fuego. ¡O aumentarlo! Esto es televisión.
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