“Las circunstancias nos mandan a hacer esto. Pero vale la pena”, dice Chico Novarro, que a sus 86 años prepara un show vía streaming de la mano de su hijo, Pablo Novack.
“Estoy feliz. Me gusta mucho Pablo profesionalmente. Y me propuso esto de lo que no sabía nada, y todavía no sé”, reconoce el cantautor sobre el espectáculo En el living de casa, que se realizará por única vez el viernes 6 de noviembre, y podrá verse desde toda América.
En diálogo con Teleshow el gran compositor argentino, que cuenta con un repertorio de casi 700 temas y más de 70 años de historia arriba de un escenario, confiesa cómo compuso algunas de sus entrañables canciones y recuerda el éxito rotundo de El club del clan. “Los sábados a la tarde era una obligación para la juventud: llegó a tener 50 puntos de rating”, recuerda Chico, que además rememora sus tiempos junto a Alberto Olmedo y Jorge Porcel, y su afectuosa amistad con María Elena Walsh.
—¿Qué queda del nene que cantaba tangos sentadito en la vereda?
—Ya casi nada. La canción “El umbral”: “Él estaba sentadito en la vereda pensando en ella, hasta el día que ella se casó y él la vio pasar...”. Muy melancólica. La letra me la trajo una letrista que se llamaba Mandy, muy amiga y muy talentosa.
—¿Tus padres querían que fueras contador?
—Sí, sobre todo mi papá, y a los 13 años ya estaba de gira. Mi primer gran viaje lo hice de la ciudad de Deán Funes, donde vivíamos, hasta Recreo, Catamarca. Fue en un tren desvencijado, con una sola clase, de madera. No tenía baño y me fui hasta Recreo. Un lindo recuerdo. Mi papá dijo: “No me interesa si gana mucho o poco. Me interesa que lo cuiden porque es un nene”. Y los tipos le dijeron: “Quédese tranquilo, don Alberto”.
—Me imagino los pensamientos de ese adolescente en el viaje en tren desde Córdoba a Catamarca, donde iba a iniciar este recorrido.
—Sorprendiéndome a cada minuto; una cosa increíble. Me pasaron tantas cosas. Estos muchachos que fueron conmigo tiraban la manga, tocaban una canción, y la gente en el tren les daba propina. Cuando llegamos al hotel hicieron un pequeño show a las dos de la tarde, me pidieron que armara la batería y toqué con ellos. Yo no tenía interés en la plata, pero la gente me dejaba un pesito arriba del bombo y me decía: “¿Sabés por qué te dejo esto? Porque sos parecido a mi hijo”.
—Aquellos tiempos de baterista.
—Me gustaba cantar. Sabía que no me iba a quedar como baterista para toda la vida y que tampoco iba a mangar nunca.
—De la época del Club del Clan, ¿qué recuerda?
—Los mejores recuerdos. Tengo la suerte de contar con casi todos los que quedamos: Palito Ortega, Johnny Tedesco, Lalo Fransen, Raúl Lavié. Con Raúl nos llamamos bastante seguido. Se nos fue Violetita, Violeta (Rivas)... Un programa que llegó a tener como 50 puntos de rating. Los sábados a la tarde era una obligación para la juventud.
—Ahí lo bautizaron Chico.
—El productor del programa. Como estaba siempre con un amigo que medía dos metros, y no nos despegábamos, él nos bautizó: “Vos vas a ser Largo Novarro y vos, Chico Novarro”, por dos hermanas que eran un éxito en Venezuela que se llamaban “Las hermanas Navarro”.
—¿Es cierto que en algún momento le dio vergüenza estar en el programa y decía que era su hermano el que estaba en televisión?
—Sí. Pero no vergüenza, sino por el ambiente elitista de jazz. Los músicos de jazz no aceptan nada. Entonces, no quería que se enteraran que estaba tocando la batería, bailando cumbia en la televisión. Una vez el Gato Barbieri, un gran músico, me preguntó: “Nicky -me llamaban Nicky-, ¿puede ser que te haya visto en televisión bailando?”. Le dije: “Tengo un hermano muy parecido a mí”. Tenía un hermano, pero no bailaba (risas).
—¿Cuántos temas escritos a lo largo de toda la carrera?
—Deben ser unos 700... 670 seguro. Escribí muchas cosas también que no las escribiría de nuevo, que prefiero olvidar (risas).
—¿Qué tipo de cosas?
—Cositas que me pedían de la editorial Korn, que era famosa. No solamente tenía música; tenía revistas y me encargaban: “Mire, hay unos guatemaltecos que están buscando... Usted debe tener una canción para ellos”. Así, me hice un nombrecito en Latinoamérica.
—Pero, ¿por qué las sacaría de la escena?
—Porque no representan nada. Tengo la suerte de haber hecho otras canciones que están en el alma, el corazón y la cabeza de la gente.
—Pienso en “Carta de un león a otro”, que en un momento, para todos fue un himno de la libertad.
—Me incorporó al acervo popular de la gente joven. Además discutían con mis hijos. A Marcela y Pablo, mis hijos mayores, les decían: “¿Pero tu viejo hizo esa canción?”. “Es de mi viejo”. “Es increíble. ¿Cómo hizo esa canción?". Se me ocurrió de tanto ver al león con mis hijos: un ser triste, con toda esa fuerza. Además, la canción hablaba de la libertad en momentos muy duros de la Argentina. La tuve en un cajón hasta que un día un gran amigo, Hugo Sofovich, el hermano más chico de los Sofovich, sabía de esa canción y me dijo: “Tenés que grabarla”. Pero la primera que la grabó fue María Elena Walsh. Eramos amigos, la fui a ver a la calle Laprida, y le dije: “María Elena, quiero que escuches este tema”, y se quedó conmovida. Me dijo: “Mirá que yo no grabo nada de nadie, pero esta la voy a grabar”. Todo un lauro.
—¿Cómo fue escribirla?
—Iba mucho al zoológico porque vivía cerca y a los chicos les gustaba. Me llamó la atención ese estado del león, patético y al mismo tiempo deprimido, aburrido. Lejos de su hábitat natural, debe haber estado pensando qué hacía ahí. Eso se me ocurrió. Después viene la comunicación con un hermano que está viajando en un circo y él cree que es muy feliz. Ahí viene toda la historia de la canción.
—Si tuviera que elegir una canción que le cambió el rumbo, la historia de Chico Novarro, ¿cuál es?
—No sé si cambió la historia, pero fue muy importante y sigue siéndolo: “Algo contigo”. Significó mucho en mi vida y me sorprende todos los días porque, desde la grabación de Vicentico, en tiempos de rumba, apareció Rosario Flores… Ahora estoy gratamente sorprendido con “Amnesia”, una canción que la compuse con Dino Ramos, un tipo con ideas brillantes. “Amnesia”, a través de las versiones de Lolita... En México hay un gran respeto por los artistas, por los cantantes, por los poetas.
—¿Siente que acá, en Argentina, no lo hay?
—No. Acá la gente no los tiene en cuenta. El mexicano, a lo mejor es una postura, es muy romántico: ama la canción de amor. La canción de amor es intocable en México. La canción “Cómo” fue mi primer éxito en México. Confieso que hasta el día de hoy me gusta esa canción.
—Cuantas parejas han iniciado con “Algo contigo”.
—Y cuantas parejas se han peleado (risas). Yo había ido a ver un espectáculo. Ahí había una actriz que cantaba, y la saludé y ella me saludó. La chica que estaba conmigo, cuando nos íbamos me dice: “Esa chica tiene algo con vos”. Me gustó la frase. Le dije: “No, no tenía nada”. Pero cuando llegué a mi casa escribí las primeras cuartetas.
—La versión de Vicentico no le gustó ¿no?
—No. No me gustó que agregó letra. Y eso me quedó… Pero tampoco fue grave.
—¿Después quedó todo bien?
—Sí. Él se enojó mucho conmigo, pero bueno... No quiero recordarlo.
—Nos vamos del tema entonces.
—Nos vamos de ahí y nos vamos a “Cuenta conmigo”.
—Perfecto.
—La música del maestro Raúl Parentella. Que me dice: “Tomá”. Y yo me llevo esa música y a la semana lo llamé y le dije: “Es el mejor tema que hiciste en tu vida”. Y nos encontramos en una quinta, en la quinta de SADAIC. Y da la casualidad de que ahí también estaba Daniel Riolobos, un cantante inolvidable para mí: después de Lucho Gatica, el mejor cantante romántico. Mendocino, de mal genio, pero muy querible. Y él escuchó la versión, le digo: “Sentate en el pianito”; había un pianito desvencijado ahí. Y Raúl toca el tema y yo digo la letra. Y Daniel dice: “Mirá, ahora viene un festival, el Festival OTI de la canción, que lo van a hacer en Venezuela, y lo voy a cantar.” Y fuimos para allá y ganamos el Festival por 40 puntos de diferencia.
—Hermosa canción.
—"Cuenta conmigo" es algo muy especial. Es un tipo que le dice: "Dejame acá que yo me meto en cualquier rincón y agárrame, si querés. Y si resulta que no resulta mi sistema de quererte, cuenta conmigo nada más que para verte. Y si tuvieras que dejarme no te ocupes, yo me podría acomodar sin molestarte”. ¿Cómo un tipo va a escribir eso en un bolero?
—Quiero conocer la historia de “Cómo”.
—Mis chicos eran chiquitos, y yo tenía un piano metido en el dormitorio que fue de Pablo. Ahí dormía Pablo. Una noche me desperté y no podía tocar el piano. Entonces escribí la canción, porque la tenía en la cabeza. El primer caso que me pasa a mí como autor en mi vida de haber escrito una canción la letra y la música. Pensé: “Mañana me voy a olvidar de esto”. Y era verdad, al otro día me olvidé. Y salió: “Cómo imaginar que la vida sigue igual como si tus pasos ya no cruzan el portal. Cómo pretender esta realidad, cómo si hasta ayer brillaba el cielo en tu mirar.”
—¿Cómo recuerda la época de Olmedo y Porcel? ¿Cómo la pasaba?
—¡Yo sí que tuve suerte en la vida! Compartir con esos dos tipos. Olmedo, un genio del humor: le salía por los poros. Y el Gordo, una maravilla de mentiroso. Le decía: “Gordo, ¿vos tomás pastillas para mentir?”. Y él decía: “Vos y yo tenemos que hacer una comedia musical”. Fue uno de los proyectos que, cuando se enfermó, quedó postergado.
—Para Porcel, la muerte de Olmedo fue terrible.
—Para todos nosotros. Fue terrible porque obedeció a circunstancias de otro tipo. Hice Los caballeros de la cama redonda con ellos y creo que fui el tipo que más se divertía.
—¿En qué momento un autor suelta la canción? ¿Cuándo sabe que está terminada?
—Soy muy perfeccionista, la terminé y a la semana digo: “Esta palabra no va”. Entonces, trato de cambiarla, y me pasa, lamentablemente, en el momento que tengo que dormir a la noche. Debería levantarme y escribirla, y no. Digo: “Me voy a acordar”. Y al otro día, no me acuerdo. Inspiración, que viene de no sé dónde: del cielo, del destino, de Dios. Viene para hacer cosas normales, no normales, paranormales, y cosas de locos. El tango “Cordón”, donde le hablo al cordón de la vereda, ¿a quién se le puede haber ocurrido? ¡A un loco! Es muy profundo, tiene mucha letra, tiene primera, segunda y tercera, pero es hermoso. La que me convenció para escribir tango fue Eladia Blázquez.
—Un recorrido inmenso. Ahora se viene “Solo eso y todo eso”, para toda América: México, Perú, Miami, Nueva York, Argentina, Chile y Uruguay, entre otros. Desde el living de casa para el mundo.
—Es increíble. Lo pienso y me emociono. Es muy triste lo que nos está pasando. Las circunstancias nos mandan a hacer esto. Pero vale la pena.
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