Bond, James Bond. Sean Connery, el hombre que supo hacernos vibrar en cada aparición como el Agente 007, acaba de morir. Se fue un artista dúctil, seductor y carismático que obtuvo solo un Oscar como actor de reparto por el filme Los Intocables, donde interpretó al ex comisario irlandés Malone, y compartió cartel con Robert de Niro y Kevin Costner. Se apaga una parte de Hollywood que reivindicaba a estos hombres que destilaban masculinidad por sus poros y estaban acompañados de bellas mujeres.
En 1983 Michael Feeney Callan escribió una biografía sobre el actor: Sean Connery: El héroe intocable. Allí se volcaron datos sobre su dura infancia en su Escocia natal, el primer cigarrillo que probó a los 9 años y la relación que mantuvo con la fama. Algunos fragmentos de este libro reflejan su vínculo con las mujeres, que definía a Connery como “socialmente hiperactivo y agresivamente hambriento por las chicas y cambiaba de pareja constantemente”.
Su biógrafo afirma que el recambio de compañeras era incesante: “Una rubia esta semana, una pelirroja la siguiente”. Pero Connery nunca se hizo cargo de todos esos romances, y en alguna oportunidad afirmó: “Me llevaré todos esos secretos a mi tumba”, en relación a los nombres de todas las mujeres que pasaron por sus brazos. Era tal su magnetismo que en 1989 fue considerado el hombre más sexy del planeta cuando ya tenía 59 años. Todo un lujo para un hombre que nació en la extrema pobreza y conoció la fama, los millones y el amor de muchas mujeres.
El heredero
En pleno éxito de su carrera se casa con Diane Cilento, con quien tuvo su único hijo, Jason Connery, actualmente director de cine. Luego de que Sean y Diane, se separaran la relación entre ambos fue de lo más tirante y llena de acusaciones: ella lo acusó al actor de ser violento y muy controlador, y estas declaraciones afectaron la vida de Jason, que en sus primeros años tuvo una relación tirante.
Según su madre, Jason no recibía el sustento económico que le correspondía: afirmó -no pudo comprobarse- que Sean había sacado de su testamento a su propio hijo. “Diane no ha podido salir adelante con su vida después de nuestra separación. He tenido que lidiar con acusaciones suyas de que yo era violento con ella y tonterías así. Lo que es peor: ha metido a nuestro hijo”, declaró el actor, a varios años años de la ruptura.
Es que, según sus propias declaraciones, Sean solo quería que Jason reconociera el valor del dinero y del esfuerzo por conseguir lo propio, aquello que tanto le había costado a él. No obstante, se dice que su hijo pensó varias veces en cambiarse su apellido por el de su madre, lo que nunca se llevó a cabo.
Todo esto se vio empañado por una entrevista que Connery concedió a la revista Playboy en 1965, en la que afirmó: “No veo nada particularmente malo en pegar a una mujer, aunque no recomiendo hacerlo de la misma forma que golpeas a un hombre, cuando todas las alternativas fallan y ha habido muchas advertencias”. El actor aseguró que había sido sacado de contexto, pero grupos feministas (entre ellas la ex actriz Glenda Jackson) presentaron una moción en la Cámara de los Comunes en Inglaterra en la que expresaban su “profundo disgusto” por esas declaraciones.
Sean volvería a casarse a finales de los 70, con la pintora franco marroquí Micheline Roquebrune. Y en 2003 se alejó de los flashes de Hollywood y pudo reconstruir el vínculo con su único descendiente: en los últimos años, mantuvieron una relación estrecha y sincero.
Su última aparición en el cine fue en 2003, en el filme La liga de los hombres extraordinarios, que lejos estuvo de ser un éxito: “Fue una pesadilla. ¡Nadie debió darle al director 185 millones de dólares!”, lamentó Connery, después del estreno.
Escocia libre
Connery nunca se olvidó de dónde provenía, de aquel hogar humilde y lleno de privaciones. Pero se sentía escocés hasta la médula y por eso siempre estuvo involucrado en la política de su país, tierra del gran William Wallace. Considerado independentista, el actor que de joven había abandonado su Edimburgo natal, siempre apoyó las causas de la separación de Escocia como parte del Reino Unido. Tal era su vínculo con su país que en varias oportunidades lo vimos con la clásica falda que identifica a los habitantes de su tierra.
Murió sin ver concretado su sueño.
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