El nombre Ángela Molina resuena en la memoria de cada argentino que disfrutó del film de Jaime Chávarri Las cosas del querer. Era el año 1989 y esta actriz interpretaba a Pepita una cantante de coplas andaluzas. La película tuvo un recibimiento fuera de lo común y fue aplaudida de pie: los cassettes y discos de la banda sonora se vendían como pan caliente.
Muchos aseguraron que Las cosas del querer tomaba varios pasajes de la vida del cantante andaluz Miguel De Molina (exiliado en la Argentina) pero las versiones fueron desacreditadas por los productores. De hecho en sus memorias “Botín de guerra”, Molina aseguró que “Una de las últimas barrabasadas que debí sufrir fue que se hiciera en España una película titulada Las cosas del querer y que, para publicitarla, se lanzara indirectamente la idea de que era mi vida, sin pagarme un céntimo. Cuando intenté algún reclamo, y el productor Luis Sanz aseguró que ‘se trataba de una obra de ficción y que cualquier parecido era pura casualidad’, no supe si reír o llorar de rabia”.
Ángela fue la tercera de los 8 hijos que tuvo Antonio Molina, cantante de flamenco, de quien esta actriz heredó su veta artística. Pero ella siempre intentó dar sus pasos más allá del peso de su apellido y así logró trabajar bajo las órdenes de directores ya consagrados como Ridley Scoot, Pedro Almodóvar, Luis Buñuel o Giuseppe Tornatore entre otros. Con estos nombres detrás de cámara, Molina logró ser una de las artistas mejor pagadas de España junto a su colega Ana Belén durante los 80 y los 90. Luego llegaría Penélope Cruz y la historia de las actrices de su país cambiaría para siempre.
Vida al natural
El paso del tiempo puede ser una gran carga para las actrices que no llegar a tener grandes roles. Pero no fue el caso de Molina que logró continuidad en su carrera tanto en cine, teatro y televisión. De hecho actualmente podemos verla en la serie de Antena 3 La valla -que se puede ver en Netflix- junto a su hija Olivia, fruto de su relación con el director de cine francés Hervé Tirmarche con quien también tuvo a Samuel y a Mateo. Más adelante llegaría otro matrimonio junto a Leo Blakstad. Juntos trajeron al mundo a Antonio y luego a María Isabel que nació a los 47 años de la actriz. Afirmó que todo sus partos los llevó a cabo sin recurrir a la inyección epidural. “Disfruto de la sensación de dolor de traer un hijo al mundo” aseguró en el programa de televisión El Hormiguero cuando fue entrevistada junto a su hija previo al estreno de esta serie en la que también participa la actriz argentina Eleonora Wexler. Una prueba más de que Molina transita su vida de la manera más natural posible.
La vida de Ángela nunca tuvo muchos sobresaltos como para aparecer en las tapas de las revistas del corazón pero por el contrario recibió una mirada del tipo acusatorio con respecto a su decisión de transitar el paso del tiempo de manera natural.
Lejos de cualquier presión estética que, muchas veces acorrala las carreras de las mujeres en la industria, Ángela decidió asumir con absoluta naturalidad la llegada de las arrugas a su rostro. Sin cirugías estéticas ni tinturas sobre su cabello, la actriz de 65 años es una defensora de la vida sin estereotipos y al natural.
Su larga cabellera es una, mezcla de aquel pelo negro que tuvo y las canas que invaden su cuantiosa melena. “No es que yo esté esclava de mis canas, tengo mis canas porque me gustan”, afirmó en una publicidad de Shampoo. “Me recuerdan lo mayor que soy y no me gusta olvidarlo”.
De hecho este año se vio involucrada en un polémico posteo de una clínica de estética en la que comparaban con dos imágenes de Ángela: una de ellas cuando tenía unos 20 años y la otra más actual, como luce actualmente. El mensaje que acompañaban a estas fotos era: “Entre pasarse y no hacer nada existe el término medio: retrasar el envejecimiento y llegar a los 60 con un mejor aspecto que esta bella actriz, que lo ha dejado demasiado, y eso que el Photoshop funciona”. Con la altura y la seguridad que la caracteriza, Ángela (que también participó de Velvet como la madre de Alberto) respondió a la revista Vanitatis: “A mí me da igual que me digan que tengo arrugas. Son mías y estoy encantada”.
Una actriz madura que no perdió nunca su sensualidad, que sabe elegir sus roles y disfruta de sus hijos y nietos sin perder de vista que no hay nada que podamos hacer contra el paso del tiempo salvo disfrutarlo y nunca frenarlo.
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