Cuando Nati Jota anunció a través de sus redes sociales que se había contagiado de coronavirus, Anamá Ferreira que compartía trabajo con ella en el panel de El show de los escandalones, los sábados por América, consultó con su médico personal, quien le recomendó que se realizara el hisopado. Lo hizo tranquila porque salvo un poco de dolor de cabeza, no manifestaba otros síntomas, además a lo largo de los más de 200 días de aislamiento que lleva la Argentina, ella había tomado todos los recaudos necesarios para cuidar su salud. “Mi casa era como la NASA. Usaba alcohol, lavandina, dejaba los zapatos afuera, me sacaba la ropa al venir de otro lugar. Siempre salía con barbijo. Cerré las escuelas de modelo. No me reuní con nadie. Tomé todas las precauciones fui ultracuidadosa”. Sin embargo, el virus la atacó.
“Me hice el hisopado muy tranquila. Solo me dolía la cabeza pero lo atribuí a que había comido una pizza acompañada de cerveza”, recuerda ya con una sonrisa y sigue “recibí el resultado en mi mail. Mi secretaria fue la que me avisó. Mi primera reacción fue de incredulidad. Después sentí que se venía el mundo abajo. Sentía que todo lo que hice, lo que me cuidé, no haber estado con mi hija, vernos de lejos, todo había sido en vano. Miraba mi cuerpo y pensaba 'Dios mío tengo este bicho adentro ¿Qué me hará?” Anamá dice que fue un momento difícil, de quiebre. “Me volvía loca pensar que me podía atacar los pulmones, no poder respirar”. Pero también se angustió pensando en su hija, cómo haría para verla y hasta si podría acompañarla mucho más.
La modelo dice que en ese momento trató de no pensar que le sucedería algo malo. Tardó una hora en tranquilizarse y recién entonces llamó a su médico personal que le indicó esperar y ver cómo reaccionaba. Luego, también se comunicó con su obra social y con los médicos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. “Necesitaba saber qué hacer, pero también sentirme protegida”.
Poco a poco la angustia se transformó en tristeza y luego, en capacidad de acción. “Me quedé aislada en una parte de la casa, tomé las precauciones para estar en casa, cuidarme y cuidar a los demás. Me dio temor la reacción que podrían tener en mi edificio, sin embargo nadie me maltrató”.
Su aislamiento fue total. No se movió de su casa ni se asomó por sitios comunes. “Luego del sacudón inicial, me puse en energía positiva”, dice Anamá pero también recalca para ella lo peor fue que “te despertás pensando ‘tengo el bicho adentro’. Es una sensación muy espantosa”. Se propuso ver cómo reaccionaba su cuerpo día a día. Sin asustarse ni desesperarse y en consulta constante con su médico.
La modelo destaca que desde siempre realizó una vida muy sana por eso dice que “me imaginaba al bichito adentro diciendo ‘en este cuerpo no puedo hacer nada’”. Ideó un método divertido para pelearle al coronavirus. Todos los días le hablaba al virus. “Le decía 'bueno, quédate tranquilo, relájate, acá no tenés nada que hacer”. Ya recuperada reafirma la importancia del control médico pero también de afrontar la enfermedad de forma positiva.
Con el diagnóstico confirmado, Anamá decidió comunicárselo a las personas con las que había compartido espacio. “Fue complicado. Algunos se enojaron conmigo, me acusaron de no haber tomado precauciones. No me esperaba esa reacción”. También le sucedió que otras personas con la mejor buena intención le planteaban un panorama desolador. “Lo que hice fue escucharlos pero no tomar lo que me decían. Me enfoqué en curarme”. Por las mañanas meditaba o realizaba alguna oración.
Finalmente le comunicaron el alta. “Sentí que era el mejor regalo de mi vida. A mí que me gusta jugar de vez en cuando a algún juego de azar, experimenté que el mayor premio que gané fue esa papel que certificaba libre de covid-19”.
Hoy se siente del club de las libres de coronavirus. “Estoy contenta. Se relativizaron todos los problemas que tenía como no poder trabajar, pagar mis cuentas… Todo se transformó en algo chiquito. Tengo salud y todo lo demás va detrás”. Incluso logró mirar con humor su vestidor. “Soy una loca de los zapatos. Tengo más de 300 pares. Pero aprendí que se puede vivir con poco. Si te agarra el virus tanto zapato y cartera no te sirve para nada. Solo precisás unas chinelas cómodas y un lindo pijama” y remata pícara “y vivir sin corpiño. Es la liberación de la mujer”.
Entre las enseñanzas que le dejó esta enfermedad destaca la importancia de acompañar al paciente. “Para mí fue importante recibir llamados. Me llamó gente que hace rato no veo como Sonia Pepe, Marcelo Senra, Mora Furtado, gente con la que trabajé mucho y dejé de ver por esas cosas las vidas. Escucharlos, sentir su acompañamiento fue fundamental”. Agradece que incluso personas con las que estaba distanciada se comunicaron para saber cómo andaba, algo que resultaba reconfortante y generoso.
Asegura que pese a haber transitado la enfermedad no piensa “tirar la toalla” en cuanto a precauciones. “Creo que esto en un momento pasará, llegará la vacuna, pero mientras tanto hay que cuidarse”. Se siente una privilegiada porque no necesitó de cuidados intensivos. Asegura que ganó una batalla no solo contra el coronavirus sino también contra el bajón anímico que provoca esta pandemia. “Hoy digo con orgullo que me siento feliz”.
Para finalizar y desde su experiencia, Anamá deja un mensaje. “Quiero decirle a todos que no hay que menospreciar el covid-19, no hay que sostener que es una mentira. Es cierto que tenemos que aprender a convivir con la enfermedad, pero hay que seguir cuidando y cuidándonos”. Remarca y vuelve a insistir en seguir con las precauciones como salir con barbijo, usar alcohol y lavarse las manos. Aunque con su humor característico agrega “y rezar para que no te toque”.
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